La democracia es un régimen que va en declive en el Perú. Algunos de sus componentes fundamentales, siguiendo al V-DEM, se reflejan en elementos deliberativos (decisiones políticas centradas en el bien común); equitativos (garantía de que todos puedan ejercer sus derechos y libertades); y electorales (competencia electoral transparente y justa). En este artículo planteo cómo es que el Perú va perdiendo uno por uno algunos de sus pilares democráticos, estando así en un momento de inflexión en el cual puede caer hacia el autoritarismo.
En primer lugar, respecto a los elementos deliberativos y, a partir de la prohibición de la reelección inmediata de los parlamentarios, el Congreso se ha colmado de neófitos políticos, quienes actúan de manera aventurera e irresponsable. En muchos casos, los legisladores están relacionados con intereses particulares que afectan políticas a favor del bien común y, sin incentivos para mantener una carrera política, deciden incurrir en medidas que serían costosas electoralmente. Un ejemplo de ello, son los congresistas que tienen fuertes vínculos con universidades privadas y que han logrado dominar al ente encargado de supervisar la calidad educativa, la Sunedu.
Por otro lado, el país andino ha sufrido graves crisis políticas que han dado como resultado que gobiernen seis presidentes desde el 2016. La estabilidad es fundamental para la creación e implementación de políticas públicas a mediano y largo plazo. Esto ha ido acompañado con una alta rotación de ministros, lo cual genera a su vez, la rotación de la burocracia y la paralización de políticas. Asimismo, la corrupción ha sido parte de las prácticas del Ejecutivo. En este sentido, la ciudadanía no cuenta con representantes que estén centradas en el bien común, pues están enfocados en su sobrevivencia y en la búsqueda de réditos inmediatos.
En segundo lugar, respecto a la igualdad de protección que el Estado brinda a los derechos y libertades (elementos equitativos), en los últimos meses, la democracia peruana ha padecido importantes retrocesos. Luego de la destitución de Pedro Castillo, diversos ciudadanos, especialmente del sur del país, marcharon y pidieron el cierre del Congreso, la renuncia de la nueva presidenta Dina Boluarte y el adelanto de elecciones. Si bien no todas las marchas fueron pacíficas y algunos manifestantes ocasionaron actos vandálicos, la respuesta del Estado frente a las protestas fue calificado como “una masacre” por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
En su último informe, la CIDH ha indicado que se ha hecho un uso desproporcionado, indiscriminado y letal de la fuerza. Estos fuertes calificativos van acorde con diversas investigaciones que han realizado medios de comunicación y organizaciones de derechos humanos. Según la Defensoría del Pueblo, han fallecido alrededor de 67 personas en torno al conflicto: 49 en enfrentamientos, once por bloqueos de carreteras y siete miembros de las fuerzas del orden. El país está eliminando la posibilidad de algo tan elemental como es el derecho a la protesta. Por su parte, miembros del Congreso de la República han solicitado mayor represión y no han cumplido con su labor de control político.
En tercer lugar, los elementos electorales de la democracia peruana son, sin duda, los más fuertes desde el retorno a la democracia en el 2001. Las organizaciones electorales han logrado mantener su independencia y diversos observadores electorales –nacionales e internacionales– han respaldado la legitimidad de los resultados y los procesos electorales. Sin embargo, parte de la élite política, especialmente dentro del Congreso, se encuentra en la búsqueda de controlar a las instituciones electorales, solicitando la renuncia de las autoridades de estas instituciones. Por otro lado, diversos políticos han acusado –sin pruebas– la existencia de graves irregularidades en los últimos procesos electorales, buscando así posicionar una narrativa del fraude electoral.
Estos elementos dan cuenta que la agonía democrática que enfrenta el Perú, cuyo fin puede llegar con el surgimiento de un caudillo que ponga orden –ante tanta incertidumbre– y centralice de manera autoritaria el poder.
*Pontificia Universidad Católica del Perú (@kathyzegarra). Red de Politólogas - #NoSinMujeres.