Hace unos días, la plataforma Netflix estrenó la película Hater. “Hater” es un sustantivo del inglés, y se puede traducir como “odiador”, o persona “que odia” o “que aborrece”.
Ambientada en la Polonia actual, la película trata sobre la manipulación a través de las redes de un joven cultor de teorías conspiranoicas, para que realice un atentado. A priori puede parecer fantasía pero una búsqueda rápida en internet nos lleva a dos masacres realizadas el año pasado por dos “haters”.
Una, el 15 de marzo de 2019, en Christchurch, una ciudad de la apacible y pacífica Nueva Zelanda, que dejó 51 muertos; y la segunda el 3 de agosto, en El Paso, Texas, en un Wallmart, que dejó 22 muertos.
Los “invasores”. En Christchurch, un joven de 28 años ingresó en la mezquita Al Noor con un fusil a repetición y disparó a mansalva contra los asistentes a un oficio religioso. Llevaba en su casco una cámara Gopro y trasmitió la masacre, durante largos 17 minutos, por Live4 en Facebook. Horas después las imágenes seguían siendo compartidas en las redes sociales, Facebook, Twitter, YouTube, WhatsApp e Instagram. Todavía puede verse en YouTube la parte del inicio del atentado. El video tiene la misma estética de un “videojuego de disparos en primera persona”. Se ve desde arriba el fusil que apunta hacia los blancos humanos. En el videojuego esos blancos móviles son “los enemigos” y por cada “abatido” se suman puntos. Primera aclaración, no estoy diciendo que los videojuegos conviertan a nuestros niños en futuros asesinos, hay millones jugando en este momento y los casos de asesinos se cuentan con los dedos.
En el caso de los “haters”, además de un alto grado de desequilibrio emocional, existen componentes político-ideológicos. El joven neozelandés, antes del atentado, había publicado en los foros Reddit y 8chan una extensa proclama contra la “invasión musulmana” en su país. Y un comunicado en el que aseguraba que cometería el atentado, así como fotografías de las armas que pensaba utilizar, junto con símbolos nazis.
A pesar de toda esta publicidad y de que hubiera centenares de conectados viendo en directo, la policía recién se enteró 25 minutos después, en momentos en que ingresaba a otra mezquita a varias cuadras de allí.
En El Paso, el autor fue un joven de 21 años y repitió la metodología de anunciar una hora antes en las redes que iba a cometer un atentado contra los mexicanos y latinos que estaban “invadiendo los Estados Unidos”. En sus posteos en las redes eran comunes las referencias alusivas al muro de Trump y otras consignas de odio contra los inmigrantes.
Ideología. En mi nota anterior en PERFIL, “El peligro de la violencia blanca” ( HYPERLINK “https://bit.ly/violenciablanca”https://bit.ly/violenciablanca), desarrollé el origen ideológico de este tipo de violencia, surgida de la nueva derecha, en sitios de internet como, 4chan, 8chan y Reddit y de grupos como Alt Rigth, Quanon y Boogalo, alentados por personajes como Steve Bannon y otros. Desde 2018, los muertos por atentados de supremacistas blancos en Estados Unidos y Europa han superado por cinco a los del extremismo islámico.
Los más permeables a tomar acción violenta son los núcleos conspiranoicos, que creen en la existencia de poderes invisibles que manejan gigantescas conspiraciones como la pandemia del Covid-19, para controlar a la población y favorecer una invasión que los sojuzgue. Sus objetos de odio favoritos son George Soros, Bill Gates, las “elites”, las farmacéuticas o la OMS. Y recientemente han agregado al papa Francisco como parte de esa siniestra trama conspirativa.
Vale señalar que estas corrientes existen desde hace varios años, pero la pandemia las ha potenciado. El encierro de cuarentena genera inestabilidad emocional y psicológica y, sumada a los problemas de tipo económico y social que se están produciendo, es el cóctel justo para alucinar conspiraciones.
Personalidad. En su reciente libro Cómo comunica Alt-Right, los periodistas españoles Xavier Peytibi y Sergio Pérez-Diáñez distinguen entre líderes y seguidores. Los líderes de los grupos de la nueva derecha suelen ser jóvenes universitarios que “podrían ser brillantes, pero que de alguna forma se sienten excluidos” y que, por su tipo de trabajo, acceden a un gran conocimiento de internet.
Los “seguidores” en su mayoría son jóvenes, blancos, heterosexuales, enfadados y solitarios. Muchos entran en la categoría “incel” (involuntarily celibate, célibe involuntario, que no logra tener sexo con nadie), se caracterizan por su resentimiento hacia las mujeres y hacia los hombres que imaginan sexualmente activos. Recientemente hubo un caso en La Plata de un joven acosador por Facebook que se justificó alegando que era “incel” y que la cuarentena lo había exacerbado.
Se autodefinen como inconformistas, usan la frase “creen que no podemos pensar por nosotros mismos”, descreen de las versiones oficiales y se sienten dueños de verdades que les son reveladas por videos de YouTube de inverificable procedencia.
Siempre tienen un enemigo a quien culpar de todos los males, alguien a quien atacar. Se sienten patriotas que defienden su país de otras “razas” que lo quieren “invadir”. Se juntan en comunidades cerradas donde comparten ideas y contenidos. Se consideran víctimas, atacados y menospreciados. Usan la comunicación online, con memes o videos siempre muy visuales e innovadores.
Son antipolíticos, antiinstituciones o antisistema. Y en esto se parecen a sus primos hermanos, los militantes de ultraizquierda. Y ya sabemos que, si la política no sirve para mediar los conflictos en una sociedad, lo que la reemplaza es la confrontación violenta o directamente la guerra civil. No es casual que en estos días en Estados Unidos se enarbolen las banderas sureñas de la Confederación y se vuelva a hablar de una segunda guerra civil.
En Argentina también. El clima político y comunicacional de nuestro país brinda un ambiente propicio para el crecimiento de los grupos del odio. La ya famosa grieta, que lleva unos diez años de profundización, se instaló primero en los medios de comunicación masiva. Y la confrontación llevó a discursos de odio de ambos lados. Pero el fenómeno del cual estoy hablando va más allá de los habituales duelos entre C5N y TN o Página/12 y Clarín. Me estoy refiriendo a las políticas de comunicación que se manejan por las redes que son menos visibles y que en general nos cuesta más entender.
No podemos catalogar a la nueva derecha como fascismo o nazismo, porque sería una absurda simplificación. Y, al igual que las corrientes de izquierda, la nueva derecha no es algo homogéneo que responda a una sola central, sino que son distintos grupos enlazados por algunos patrones comunes.
Entre los youtubers argentinos de la nueva derecha que entrarían en la categoría de líderes, podemos mencionar a “Tipito Enojado”, “El Presto” y Alvaro Zicarelli. Estos pertenecerían al liberalismo cool, seguidores de Javier Milei y Boggiano, con un discurso bien elaborado, que compiten y desprecian a sus competidores cultores de las conspiraciones, como Nicolás Moras. Aunque votan al macrismo, se muestran antipolíticos. Pero peligrosamente opinan y así titulan uno de sus videos: “Esto va a terminar en confrontamiento físico”.
En la línea de conspiranoicos aparece Nicolás Moras y luego la doctora platense Chinda Brandolino, que termina sus discursos llamando a la insubordinación civil. Estos dos últimos tienen mayor llegada a los sectores del nacionalismo retardatario y a adherentes de un peronismo supuestamente “doctrinario”, que votan a Gómez Centurión o a Macri. Los videos de casi todos aparecen financiados por Patreon, la web del millonario anarco-capitalista Peter Thiel.
En versión criolla de la página 4chan, tenemos Voxed, donde se postean memes de diversos colores y se puede encontrar, por ejemplo, uno con la foto de Videla asumiendo y la frase: “Cómo anhelo que esto se vuelva a repetir”.
Justicia. El 18 de julio el diputado nacional de Juntos por el Cambio Fernando Iglesias retuiteó un meme que mostraba la imagen de un fusil automático acompañado de la frase: “Es hora de guardar las cacerolas”. Advertido del dislate que había cometido, horas después borró el tuit. Aunque podría alegarse que fue una travesura, ni el emisor original ni Iglesias son adolescentes para jugar a convocar a tomar armas contra el Gobierno.
El abogado porteño David Iud presentó una denuncia penal sobre el hecho ante el Juzgado Número 4 del Juez Ariel Lijo, y la investigación quedó a cargo del fiscal Franco Picardi.
Si bien el diputado Iglesias se caracteriza por sus exabruptos y descartó que desde su lugar vaya a tomar algún arma, no puede obviar que es un comunicador muy influyente. Y en los entresijos de las redes sociales puede haber más de un candidato a “hater” que un día tal vez crea que llegó el momento de la redención final y salga con un fusil a cometer un atentado.
Por ello, lo mejor es curarse en salud y que sean la Justicia y los organismos de seguridad los que investiguen y estén alertas, antes que algún alucinado cuelgue su proclama de odio en una red social y salga a matar “invasores”.
*Autor de Salvados por Francisco y La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón.