OPINIóN
Alumnos en peligro

Clases virtuales: la fatiga por Zoom y los chicos

Las clases virtuales son una gran oportunidad para garantizar la continuidad pedagógica. Sin embargo, un prolongado uso de las videoconferencias puede dejar a los chicos con dolor de cabeza, de espalda, ojos irritados, además de agotados cognitiva y emocionalmente.

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Clases virtuales vía Google classrroom. | SHUTERSTOCK

Las clases virtuales son una gran oportunidad para garantizar la continuidad pedagógica. Sin embargo, poco se sabe acerca de los daños que puede producir un exceso de pantalla en grandes y chicos.

Si bien la tecnología es una gran oportunidad, hay alumnos que padecen las clases virtuales.

Primero y principal, obviamente quienes se quedan fuera del sistema por no tener conectividad o dispositivos móviles, pero además, aquellos alumnos que no ha desarrollado habilidades como la autonomía o la auto-disciplina, quienes son muy dependientes del docente, quienes no pueden auto-regularse, y por lo tanto no pueden concentrarse, se distraen o no pueden organizarse, o quienes no cuentan con apoyo familiar. Y por supuesto, los chicos con necesidades especiales.

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¿Qué es la fatiga por zoom?

Un prolongado uso de las videoconferencias puede dejar a los chicos con dolor de cabeza, de espalda, ojos irritados, además de agotados cognitiva y emocionalmente, entre otras manifestaciones.

En la clase por zoom, hay todo un medio que no nos es natural: el tamaño de las caras, el contacto visual con todos al mismo tiempo, y además sentirnos observados. Y como si esto fuese poco, el estar mirándonos a nosotros mismos nos implica un esfuerzo mental grande.

Uno de los problemas de las clases virtuales es que en muchos colegios replican el formato presencial a través de una pantalla.  Sin embargo, la clase virtual no se puede trasladar a la pantalla. Transferir el horario regular de una clase presencial a la virtualidad no es viable. Una hora de clase presencial no equivale a una hora de clase virtual.

¿Por qué, entonces, en muchos casos se abusa del zoom? Tal vez por falta de información, o tal vez por presión de los padres? O tal vez porque se sigue poniendo el foco en cubrir todo el programa, cuando en realidad el foco debiera estar en mejorar la calidad del aprendizaje.

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No es cuestión de bajar la carga horaria, sino de repartirla mejor para que de esta manera los alumnos puedan aprender. No nos olvidemos que “escuchar” una clase no es aprender. Exponer a los alumnos a excesivas horas de pantalla por día, más que ayudarlos a aprender, los aleja del aprendizaje, generando apatía, agotamiento y dolores físicos. Muchas veces, los alumnos prestan su cuerpo, pero no sumente o corazón. Están ahí, físicamente, pero no se involucran. El alumno no percibe la importancia de lo que se le pide. No encuentra una razón para involucrarse. No se esfuerza por ver si hay mejores estrategias o si lo que se le pide le va a servir para algo. Si lo que buscamos es que los alumnos aprendan, necesitamos involucrarlos.

La clase virtual debería poder estar alineada a las necesidades de los alumnos y a los recursos ya existentes. Entender que el aprendizaje es un proceso activo, que aprendemos más haciendo que oyendo y que solo recordamos el conocimiento que usamos, nos acercaría a un espacio de aprendizaje real, a un aula activa.

Para aprender, los chicos deben no solo estar abiertos sino además apropiarse de la información. Esto es a través de una serie de estrategias pedagógicas activas que le permitan convertir la información que reciben en aprendizaje: desde trabajar con organizadores gráficos, grabar un podcast, resolver problemas, explicarle en sus palabras al compañero, actividades de reflexión, el “hacer” cosas, etc.

 

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Si lográramos pasar la clase magistral, en donde le docente explica un tema y los alumnos se limitan a escuchar y tomar nota,  a la modalidad asincrónica, es decir, sin necesidad de estar conectados en tiempo real, los alumnos podrían aprender en sus casas, a través de videos cortos, pero a sus propios tiempos, para luego, en la clase sincrónica, activar esos contenidos, maximizando y potenciando el tiempo cara a cara.

Algunos beneficios de invertir estos espacios de enseñanza y de aprendizaje: 

  • Los alumnos toman un rol activo.
  • Al llegar a la clase virtual ya preparados, los alumnos pueden llegar a niveles más profundos de comprensión.
  • Al trabajar en grupos se fomenta la interacción, y los alumnos aprenden unos de otros.
  • El rol docente se despega de la figura de “única fuente de conocimiento” y genera un aula en donde todos aportan sus conocimientos.

La escuela como proyecto

En la práctica, esto podría traducirse en pensar en un máximo de tres clases de 20 a 40 minutos cada una por día, dependiendo de la edad y períodos de concentración de los alumnos, seguidos de encuentros asincrónicos en donde los alumnos se apropiarían del contenido y  dos o tres clases por semana para consultas con el docente en grupos reducidos. Otra opción, es la de ofrecer una clase sincrónica por dos de trabajo individual asincrónico, con la presencia del docente conectado, por si alguien tiene una duda o necesita del apoyo del docente para poder avanzar.

Jugar con estas u otras alternativas les darán a los alumnos la posibilidad no solo de avanzar con sus trayectorias académicas, sino, además, de desarrollar habilidades tan importantes como la autonomía, la auto disciplina, la organización, planificación, y el aprender a pedir ayuda, entre otras, todas necesarias para que puedan, eventualmente, auto gestionar sus propios aprendizajes.  

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La autonomía puede definirse como la capacidad del estudiante de asumir la iniciativa en diversas situaciones y contextos para aprender por cuenta propia. A ello se le suma también el ser capaz de tomar decisiones conscientes y cumplirlas, así como desarrollar la competencia para crear un entorno de aprendizaje idóneo para uno mismo. Este término también incluye buscar personas y situaciones que estimulen el aprendizaje, además de desarrollar la aptitud para reflejar todo lo asimilado.

La clase virtual no debe ser 100% por Zoom. Como docentes debemos ver qué necesitamos hacer cara a cara, y qué pueden los alumnos hacer sin tener que estar conectados. Más que ver qué y cómo debemos enseñar, los docentes debemos pensar en cómo pueden aprender mejor los alumnos. Un alumno agotado no puede aprender

 

* Laura Lewin. Autora, capacitadora y oradora, TEDx. Es autora de Que Enseñes no Significa que Aprendan y de Educación Transformada, de editorial Santillana, entre otros. Facebook: @LauraLewinOnline / Instagram: @lauralewinonline