OPINIóN
Educación

Qué podemos esperar de la escuela post Covid

Debemos preparar a los chicos para un futuro incierto, ambiguo, versátil y cambiante. La educación debiera tener un carácter anticipatorio y poder  preparar a nuestros chicos para colaborar creando un mundo mejor, una mejor sociedad.

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Clases presenciales | Agencia Na

Por primera vez en la vida estamos preparando a los alumnos para un futuro incierto. Un futuro que no podemos predecir. El auge de la tecnología, de la comunicación, la influencia de las redes sociales, las nuevas profesiones y oficios conforman una gran revolución que ya está ocurriendo.

Nuestro sistema educativo ya venía vapuleado desde hace mucho antes que comenzara la pandemia. Esta pandemia no hizo más que dejar en evidencia los grandes desafíos que necesitamos enfrentar. Y se suman nuevos.

Además de tener que hacernos cargo de la terrorífica brecha de desigualdad que se ha ensanchado como nunca antes en los últimos tiempos por falta de dispositivos y conectividad para millones de chicos, se suma la sobre-estimulación tecnológica de otros, de la cual no hay marcha atrás. ¿Qué va a hacer la escuela al respecto? Si ya era complicado avanzar con mejoras antes de la pandemia, ¿cómo se hace para mejorar la educación en este nuevo y renovado escenario?

 

Nuestro sistema educativo ya venía vapuleado desde hace mucho antes que comenzara la pandemia.

 

La pregunta del millón es si como sociedad estaremos a la altura de las circunstancias y si de esta crisis volveremos mejores... o simplemente repetiremos la historia y seguiremos como el último día hábil antes de que nos azotara el virus. El comienzo del 2021, con clases presenciales, nos dejó espiar un poquito a través de la cerradura de miles de aulas, y lo que vimos nos puede confirmar que el cambio, como muchos suponíamos, no se iba a dar sólo porque sabíamos que nuestra educación atrasaba. Hace falta mucho más que el deseo para que las cosas cambien.  

Nada más difícil que el cambio. Lo sabemos todos. Está comprobado que, a pesar de que muchas personas han pasado por eventos que comprometen su salud, difícilmente logran cambiar sus hábitos de vida. ¿Cómo hacemos, entonces, para transformar una educación que pide a gritos un cambio, y que, como dicen en el juego de la ruleta, “no va más”? 
Debemos preparar a los chicos para un futuro incierto, ambiguo, versátil y cambiante. La educación debiera tener un carácter anticipatorio y poder preparar a nuestros chicos para colaborar creando un mundo mejor, una mejor sociedad. ¡Tamaño desafío!

 

Si ya era complicado avanzar con mejoras antes de la pandemia, ¿cómo se hace para mejorar la educación en este nuevo y renovado escenario?

 

Se requiere de más propuestas y menos protestas. La educación es de todos, no de algunos. La insensatez de alzar banderas de un lado o el otro no hace más que desenfocarnos y distraernos de lo verdaderamente importante, que es pensar todos juntos qué escuela queremos.  Y el trabajo es arduo. 

La transformación comienza no solo con los contenidos que debemos enseñar, sino también con las estrategias para transmitirlos y con el rol de quienes asumen la tarea de enseñar y de aprender.   Necesitamos reenfocar el aprendizaje para que los chicos vayan a la escuela a aprender, no a aprobar. Si deseamos alumnos autónomos, que sean solidarios,  que piensen de manera crítica, creativa, que desafíen nuevas inteligencias, debemos sacarlos de la cubetera de hielo en donde los pone la escuela de hoy. Los alumnos ya saben jugar “a ser alumnos”, ahora vamos a tener que enseñarles a jugar “a aprender”. 

La metamorfosis del sistema implica también pensar en una renovación de la arquitectura escolar que involucre verdaderamente a los alumnos.  El aula tradicional fue diseñada para un mundo que ya no existe y debe ser  transformada en un espacio que optimice las oportunidades de aprendizaje de todos.

 

Se reducen la distancia entre los alumnos.

 

Pero no podemos hablar de una verdadera revolución educativa sin contemplar a los docentes. La calidad del sistema educativo no puede ir más allá de la calidad de sus docentes. Debemos darles respuestas a muchas cuestiones que escapan a lo pedagógico-didáctico, pero que son básicas para poder avanzar en el tema, desde sueldos dignos y condiciones de empleo hasta infraestructura, edificios aptos para impartir educación, y más y mejores recursos, todas cuestiones esenciales sin las cuales hablar de una mejora educativa suena casi como una fantasía .
Pero a no desalentarnos, porque una punta ya tenemos: los chicos hoy se dan cuenta de la importancia de la escuela en sus vidas. Los adultos, también. 

Me encanta este extracto de Matilda, de Roald Dahl (1988)  que dice:  “Así que la joven mente de Matilda siguió creciendo, alimentada por las voces de todos aquellos autores que habían lanzado sus libros al mundo como barcos a la mar. Esos libros dieron a Matilda un mensaje de esperanza: No estás sola”.
Y no, no estamos solos. Somos miles y miles las personas que creemos que una nueva educación es posible. La escuela debe enseñar teniendo en cuenta la construcción de un sentimiento de pertenencia por parte de todos los actores de la educación. Esa identidad hay que construirla. Tenemos la oportunidad, ahora debemos ir por la voluntad. 

 

 

* Laura Lewin. Autora, capacitadora y oradora, TEDx. Es autora de Que Enseñes no Significa que Aprendan y de Educación Transformada, de editorial Santillana, entre otros