La Carta Encíclica “Laudato Si’: sobre el cuidado de la casa común” del Papa Francisco es el documento magisterial con mayor aceptación en la historia.
Del 18 al 24 de mayo pasados, se realizó a nivel mundial la Semana Laudato Si’, a fin de celebrar el quinto aniversario de la Encíclica sobre el cuidado de la Casa Común, el documento magisterial más leído de la historia.
En este marco, junto a la Escuela de Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Austral y con el apoyo de la Asociación de Mujeres Americanas y la Fundación Hacemos, organizamos un “Ciclo de charlas online sobre Política, Derecho y Gestión Ambiental”.
Este ciclo ofreció, a través de un abordaje transdisciplinario que convocó a especialistas provenientes de distintas especialidades (desde la teología, hasta la agronomía, pasando por las ciencias ambientales, el derecho, y la comunicación), un análisis cabal sobre los fundamentos e implicancias de la Encíclica como documento y también sobre cuestiones concretas y locales como el derecho al agua, la salud y la gestión de cuencas.
¡Es tanto lo que sí se puede hacer! Laudato Si’, 180
Mucho se ha escrito y hablado en estas últimas décadas sobre la crítica situación ambiental que está atravesando nuestro planeta, producto de la acción del hombre. También, sobre sus consecuencias ecológicas, ambientales y sociales para las generaciones actuales y futuras, así como sobre la ineficacia de las soluciones ensayadas hasta ahora a escala global.
El Papa Francisco nos convocó en el mes de marzo a rezar, reflexionar y actuar sobre estos temas, bajo el lema “Todo está conectado”.
El llamado tuvo una excelente repercusión y se desarrollaron miles de actividades en todo el mundo que incluyeron oraciones, actos simbólicos, anuncios, webinars y cursos. Sólo en Argentina el número de eventos ascendió a 590.
La Encíclica afirma que no nos enfrentamos a “dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino a una sola y compleja crisis socio-ambiental”. Para enfrentarla, propone realizar una evaluación sincera de nuestro modo de vida actual y “si la crisis ecológica es una eclosión o una manifestación externa de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad, no podemos pretender sanar nuestra relación con la naturaleza y el ambiente sin sanar todas las relaciones básicas del ser humano”.
El Papa Francisco dedicó unas palabras al trabajo de los periodistas
Aunque tal vez el diagnóstico pueda no resultar muy novedoso, lo que sorprende son los términos en los que el Papa nos llama a responder a la crisis. Es un llamado urgente, universal y personalísimo convocándonos a la acción.
Con cierta “impertinencia semántica” nos interpela en todo momento, provocándonos a encarar una búsqueda radical individual, que nos obliga a mirar no sólo los desiertos exteriores (crisis ecológica) sino también los desiertos interiores (crisis antropológica) y a partir de allí nos propone encontrar una nueva relación entre la persona, la Naturaleza y Dios.
A lo largo de toda la carta, el Papa Francisco apela al diálogo, favoreciendo una cultura del encuentro con todos y entre todos. Se refiere también a la familia humana, término que nos lleva a pensar en clave de fraternidad. Todos somos hermanos, la Naturaleza también.
Al reconocer que la crisis ambiental es uno de los síntomas visibles de otras crisis - ecológica, económica, social, cultural, ética y espiritual -realiza un análisis ambicioso y revolucionario desde la ecología integral.
Asimismo, nos conmueve con la frase “el grito de la tierra es el grito de los pobres”, que evidencia el vínculo directo entre la justicia (injusticia) social y justicia (injusticia) ambiental.
Todos estos elementos nos muestran la necesidad de encontrar un paradigma superador al actual, transformándonos desde la libertad individual, reconociendo que siempre la unidad es superior al conflicto y animándonos a aceptar y abrazar la utopía de lo nuevo.
En línea con estos ejes, durante el ciclo de charlas abordamos diferentes temas cercanos a nuestra realidad.
La nueva economía, cuyo desarrollo se manifiesta a través de distintos movimientos como Empresas B, Economía del bien común, Economía azul, Economía de la Comunión, etc., y que en nuestro país están en pleno auge y coinciden en la necesidad ya no de reformar sino de transformar la realidad.
Se dedicó un panel al agua como derecho humano fundamental y en base a los casos de las Cuencas de los Ríos Luján, Reconquista y Matanza-Riachuelo, se identificaron los principales problemas ambientales que caracterizan esas zonas (generación de residuos sólidos urbanos, explosión demográfica y uso de la tierra) y sus consecuencias socioeconómicas, fundamentalmente la coexistencia de enclaves de riqueza con bolsones de pobreza. Para dar solución a estas realidades, se plantea basarse en un enfoque sistémico e integral para lograr la regeneración de las cuencas y la recuperación de sus servicios ambientales, lo que implicaría reforzar la institucionalidad y la gobernanza de las mismas, la generación de información de calidad y la capacitación de los tomadores de decisión.
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Dada su relevancia en el contexto actual, también se habló de ambiente y salud; dimensiones que están íntimamente relacionadas y que no sólo se manifiestan a través del COVID-19, sino con millones de muertes al año a causa de la contaminación del aire, suelo y aguas; problemas de desnutrición como consecuencia de la pérdida de biodiversidad e infinidad de alteraciones fisiológicas (por ejemplo, endocrinas) relacionadas a la degradación del ambiente.
En su afán de lograr un grado de desarrollo (muchas veces tomado como sinónimo de crecimiento económico) que es insostenible, la humanidad viene sobrepasando los límites planetarios desde la década de 1970, lo que podría denominarse “bancarrota ecológica” ya que consumimos más recursos de los que tenemos. Y todos sabemos a dónde nos conduce una situación de estas características.
Ante esta realidad, el llamado urgente de Francisco para animarnos a cambiar radicalmente resulta más que oportuno. Y como “todo está conectado” el cambio debe ser integral.
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Pero ¿qué podemos hacer concretamente? Tal vez empezar por reconocer que a nivel individual, los hábitos y conductas más simples hacen la diferencia; desde nuestro rol como ciudadanos, salir de nuestra zona de confort y reclamar y exigir a nuestros gobernantes que asuman el compromiso político necesario para empezar a transitar la senda de un desarrollo genuinamente sostenible: planificando y coordinando políticas públicas, controlando el cumplimiento de regulaciones existentes, promoviendo iniciativas de cuidado socioambiental, combatiendo la corrupción en todas sus formas, exigiendo la transparencia en la toma de decisiones, etc. Y esto, sólo para empezar.
Sin dudas, tenemos un gran desafío por delante.