OPINIóN
Por más educación

Celebremos la niñez asegurándoles la presencia en las aulas

El lugar que ocupa la escuela y la niñez en la formación de los futuros adultos.

Presencialidad escuelas
Nuevo enfrentamiento entre Nación y Ciudad. | Perfil

Ni la niñez ni la escuela existieron siempre. No son conceptos inmutables ni unívocos, más bien todo lo contrario: son construcciones de las sociedades modernas que surgieron en un momento específico. De hecho, su aparición contemporánea da cuenta de un proceso más o menos simbiótico. La escolaridad surge a fines del siglo XVIII como instancia preparatoria para asegurar que esas niñas y niños - que recién comienzan a pensarse como tales - cuenten con las herramientas necesarias para transformarse en adultos y, fundamentalmente, ciudadanos. Esto implicaba contar con ciertos conocimientos, como la lecto-escritura, y haber aprendido las reglas de comportamiento aceptables y deseables para desempeñarse en la vida social.

Entonces, si la categoría de niñez surge para periodizar y estructurar el ciclo vital de las personas, el nacimiento de la escuela puede pensarse a su vez como instrumento de formación y organización de las infancias, que forma parte, asimismo, de un proyecto mayor de ordenamiento de la vida en común. De algún modo, el hecho de que dos siglos más tarde continuemos reservando un día específico para celebrar a las niñas y los niños y sigamos reconociendo la importancia de la escuela da cuenta de cuán poderosa y eficaz ha sido esta alianza. Más aún si contemplamos que ambas son pensadas como algo obvio, natural e incontestable. Sin embargo, lo cierto es que se trata de ideas particulares que dieron forma a instituciones específicas. Lo riesgoso de pensarlas como categorías universales es que perdemos de vista todo aquello que queda por fuera, todas las diferencias que laten al interior de la ilusión de homogeneidad.

 Si la categoría de niñez surge para periodizar y estructurar el ciclo vital de las personas, el nacimiento de la escuela puede pensarse a su vez como instrumento de formación y organización de las infancias

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Porque no solamente construimos la infancia. También elegimos una fecha para celebrarla: en Argentina inventamos el día del niño (así, en masculino) y con el solo propósito de vender juguetes. Pero tal como construimos, podemos deconstruir y reconstruir. Podemos elegir que sea el día de las infancias: diverso, plural, abierto. Y podemos optar porque la celebración sea otra, decidir que sea una fecha para alzar la voz y exigir que sus derechos sean respetados, que el cuidado desde el amor y el respeto no sean regalos que reciben solo algunos. Podemos hacer lugar a la reflexión, salir del adultocentrismo para ponernos en el lugar de escucharlos activamente, jugar y aprender juntos. Dejar de intentar hacer encajar individualidades en un colectivo abstracto y tomarnos el tiempo para conocerlos, sin etiquetar ni restringir sus libertades.

El primer paso para construir infancias y escuelas más inclusivas es garantizar que nadie quede afuera

Por otra parte, si un modelo unívoco de lo que debería ser la escuela en gran medida produjo y reprodujo una idea fija de lo que debía ser la niñez, hablar de infancias implica, haciendo el camino inverso, pensar en las escuelas que pueden hacerlas posibles: una escuela que los abrace y los potencie, que los ponga en el centro, que alcance a todos, que aborde todas las dimensiones que tenemos como personas, que los deje explorar y que los prepare para construir la vida que quieran vivir. Sobre todo, una escuela que los habilite a disfrutar de su niñez, que cuide ese tiempo valioso y lo celebre todos los días.

Lamentablemente, habitamos un presente en el que ese escenario está muy lejos de cumplirse. Hoy en Argentina solo la mitad de las y los niños asiste al nivel inicial preescolar. Si nos concentramos en el universo de establecimientos educativos de gestión estatal, encontramos que únicamente el 10% tiene nivel maternal y el 50% solo ofrece cupo para sala de 4. En este contexto, el primer paso para construir infancias y escuelas más inclusivas es garantizar que nadie quede afuera. Si queremos que todas las niñas y los niños puedan vivir y apropiarse de su niñez, lo primero que debemos asegurar es que todas las infancias estén en las aulas. Porque no hay peor escuela que la que no fue.