OPINIóN
Pensar en el futuro

Influencia de la educación en la formulación del proyecto de vida

Hay que cambiar el rol tradicional del educador y que la educación sea integral donde se incorporen aspectos del ser humano.

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salidas permitidas con niños | Obregon Juan

Desde hace varios años, en el ámbito educativo, se trabaja el concepto del proyecto de vida y sobre la importancia de la proyección a futuro en las jóvenes generaciones. Al respecto, Miguel Espeche, sostiene que una de las principales causas de enfermedad psíquica de los jóvenes es la falta de proyección futura.

Seguramente, como docentes, hemos trabajado esta temática con adolescentes y con jóvenes; pero, ¿consideramos que el desarrollo de las capacidades necesarias para definir y desplegar el proyecto vital se deberían trabajar desde muy temprana edad?

El proyecto de vida consiste, básicamente, en conocer qué se quiere ser o hacer en la vida para poder tomar decisiones en el futuro próximo y lejano; como decía Viktor Frankl “el hombre es hijo de su pasado, pero no su esclavo, y es padre de su futuro”, cuestión que conlleva encontrar el sentido de la vida. Pero para poder hacerlo también es necesario tomar decisiones y llevarlas a la práctica; elecciones que se deben realizar desde todas las dimensiones de la persona.

Sin dudas, la educación tiene una influencia muy importante en la formulación del proyecto de vida; pero, ¿cómo llevar adelante desde la educación formal el despliegue de las capacidades que permiten, entre otras cosas, elegir y concretar lo decidido?

El proyecto de vida consiste, básicamente, en conocer qué se quiere ser o hacer en la vida para poder tomar decisiones en el futuro próximo y lejano

La respuesta a este interrogante pone de manifiesto la necesidad de una educación verdaderamente integral -la gran aliada en el proceso de desarrollo del proyecto vital-.; una formación en la que los educadores podamos incorporar todos los aspectos del ser humano; en la que estén presentes sus valores, su cognición, su afectividad y su espiritualidad.

Para ello, es ineludible realizar un corrimiento del rol central tradicional del educador, aprender a enseñar desde un lugar donde el foco de la tarea esté en que el alumno comprenda a través de un proceso que le permita reflexionar, tanto antes de decidir sobre la realización de una acción, como luego de su ejecución. De esta forma, se posibilita el desarrollo de la capacidad de pensamiento reflexivo que lo acompañará en el proceso de toma decisiones, su evaluación, su puesta en práctica y en vivir con las consecuencias lógicas de estas decisiones. De esta manera, el educador es más un guía del proceso de aprendizaje que el portador de todo el saber.

En este punto, nos preguntamos cuándo es que comienzan a desarrollarse estas capacidades, ya que, si no permitimos que también los niños puedan elegir, tomar decisiones y equivocarse, ¿estamos colaborando desde el principio en el desarrollo de personas que puedan encontrar el sentido de la vida o que puedan autoproyectarse? Creemos que es el momento de orientar nuestro trabajo a partir de estas consignas, es decir, permitirles equivocarse, tratar el error como algo natural, que puedan elegir entre una u otra actividad, que tomen la decisión de realizar algo o no, para luego mostrarles que cada acción que llevarán a cabo o no, tendrá su consecuencia, la que deberán aceptar y convivir con ella. Así, esta perspectiva educativa desarrolla principalmente la responsabilidad, necesaria en la actitud de vida que permite el despliegue del proyecto vital.

Creemos que es el momento de orientar nuestro trabajo a partir de estas consignas, es decir, permitirles equivocarse, tratar el error como algo natural

En efecto, en la formación de formadores, de manera especial, debemos tener presente este proceso, que también les permitirá autoreflexionar sobre su propia escala de valores, dando lugar a una formación de profesionales de la educación que los ayude a convertirse en auténticos líderes del proceso de enseñanza. Estas acciones facilitarán la incorporación de capacidades metacognitivas que colaborarán en la mejora de las propias prácticas de enseñanza y de la calidad educativa de la institución donde se desempeñen.

En síntesis, una educación que se preocupe por el despliegue del proyecto vital debe estar en manos de educadores que sean capaces de organizar la reflexión sobre las prácticas referidas a su propia identidad y al proyecto de vida, tanto de sus alumnos como de ellos mismos como formadores.

* Dra. en Psicopedagogía. Profesora de los Profesorados Universitarios de Enseñanza Primaria e Inicial de la Escuela de Educación de la Universidad Austral.