OPINIóN
Política

Justicia argentina: es tiempo de un nuevo salto en la evolución

Es imposible imaginar y mucho menos esperar que una degradación de 80 a 100 años se revierta en poco tiempo. Pero es necesario sostener siempre la mirada en un futuro mejor, deseable, como único camino y recurso posible para revertir aquel proceso.

Corte Suprema de Justicia
Corte Suprema de Justicia | CEDOC

Es imposible imaginar y mucho menos esperar que una degradación de 80 a 100 años se revierta en poco tiempo. Pero es necesario sostener siempre la mirada en un futuro mejor, deseable, como único camino y recurso posible para revertir aquel proceso.

El único modo posible para mejorar es evolucionar, porque se trata de incorporar "conceptos" culturales, lentamente,  de modo imperceptible cada día, pero que al final de un tiempo nos permiten ver que estamos viviendo en un mundo diferente.

La justicia argentina actual es todavía un refrito de miradas culturales distintas, pero en términos generales podemos ver algunas evoluciones significativas, positivas, de cara al rol esencial que le cabe al Poder Judicial en la construcción de un modo de relación entre los ciudadanos.

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En 1983, con la vuelta de la democracia, la justicia se enfrentó a un primer desafío: con que intensidad sería capaz de defender el primer derecho que cualquier estado democrático debe garantizar a sus ciudadanos: la vida.

Viviendo en pandemia y después

Luego de muchos debates y del histórico juicio a las Juntas Militares se instaló, lenta pero definitivamente, una actitud de nuestros Tribunales a favor de la protección de la vida de nuestros ciudadanos. Por supuesto que hay errores e intereses que con frecuencia muestran signos contrarios, pero a diferencia de lo que ocurría décadas atrás, nadie prácticamente alega en favor de dichas barbaridades. De alguna manera se ha creado la barrera cultural que impide el aplauso a cualquier atropello a la vida humana. Un salto cualitativo enorme del que muchas veces no somos conscientes, pero que ha cambiado la vida de la sociedad. Que ha cambiado nuestra vida en esta sociedad.

Alguna década después comenzó un segundo proceso de evolución de nuestra justicia en favor del segundo valor que,  inmediatamente después de la vida deben defender el Estado y la sociedad toda: la libertad. Sería impensable que hoy pudiesen ocurrir bajo un manto de normalidad una serie de hechos -lease detenciones- que en aquellos años vimos como normales, como actos legítimos o comprensibles en el ejercicio del poder.

Es absolutamente repulsivo que un Presidente le mande la Afip a un adversario político, pero en términos evolutivos es increíblemente mejor que levantarlo, ponerlo en el baúl de un auto y tirarlo en un sótano. Esto ya no se puede hacer. Y el "puede" no se refiere a que hayan cambiado los recursos físicos de los que dispone un Presidente para hacerlo; es que ni la sociedad ni la justicia, en términos generales, lo tolerarían y mucho menos lo comprenderían. Ese político caería inmediatamente en la mayor de las desgracias.

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Por supuesto acepto que hay una gran cantidad de casos en los que estas afirmaciones previas no se verifican; en especial ha habido errores mayores cuanto mayor ha sido el amateurismo del gobernante, que por esa misma razón no comprende el ciclo histórico en que le toca vivir y la absoluta imposibilidad de salirse del mismo por algo mas que poco tiempo. Quien insiste en nadar contra la corriente, a lo bestia y por el medio del río, suele terminar ahogándose, porque en algún momento olvidó que el objetivo era llegar a la costa.

Pero a pesar de estos hechos que muchas veces obturan por su gravedad la mirada sistémica, compartiremos todos los que tenemos mas de 50 años, que en términos generales, disfrutamos hoy de un grado de libertad inimaginable 30 años atrás: libertad de movimiento, libertad de comercio, libertad de pensamiento, libertad de cátedra, libertad de culto, libertad sexual, libertad en la diversidad y, la mayor y mejor expresión de estos tiempos, libertad de opinión y de expresión irrestrictos. Nada de esto sería posible sin una justicia, que en sus diversos fueros, cada día elige proteger la libertad.

Creo entonces que está llegando la hora para la justicia en Argentina de enfrentar un nuevo desafío, de afrontar un nuevo salto evolutivo que atienda el clamor de la sociedad en un área aún muy desprotegida: la defensa del patrimonio de cada argentino a la hora de los conflictos de tipo civil y comercial que son sometidos a su jurisdicción. Naturalmente a uno se le hacen presentes los problemas generales a través de la repetición de situaciones particulares. Como pasó anteriormente con la protección de la vida y con la protección de la libertad.

Oportunidades de la cuarentena, podemos hacerlo

Hace poco mas de tres meses, en una audiencia en la que se discutía la liquidación de un pagaré siete años después de iniciado el juicio, el Juez, un caradura al que prefiero no nombrar, recién duchado a las 11 de la mañana, de impecable traje y sin ninguna marca del esfuerzo que cualquier ejecutivo de rango medio-alto de cualquier corporación ya muestra a media mañana dijo, muy suelto de cuerpo "Dres, no dirán que este retraso es culpa de este juez. Yo tengo 3800 causas; qué puedo hacer". Le sugerimos que probara trabajando más, lo que no resultó lo mas oportuno para granjearnos la simpatía de Su Señoría. Pero en realidad se nos ocurría que este señor debía poner un aviso en algún diario informando que él administra causas, no justicia, y que por lo tanto le recomienda a las 7200 partes que pleitean en ese juzgado que se busquen un arbitraje privado. Porque justicia no van a tener.  Este Juez debería ser despedido en forma urgente por el Consejo de la Magistratura.

Cuando se habla de seguridad jurídica en Argentina, por supuesto que podemos remontarnos a la súper macro y hablar de leyes, convenios internacionales, sistemas y demás cuestiones cercanas al sexo de los ángeles. Pero la primera inseguridad jurídica que debemos atender es la ineficiencia, la arbitrariedad y la inevitable corrupción que estas situaciones generan en la justicia civil y comercial, en un sistema que aún no es observado de cerca tal como hoy sucede con la Justicia Federal Penal, y que por lo tanto puede arbitrar sobre miles de millones de pesos y de dólares a su antojo, escondido bajo tecnicismos, con sentencias ilegibles para el ciudadano común. ¿Pasa con todos los jueces y todos los camaristas? No; pero ocurre con muchos.

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Parece necesario que los jueces entiendan y asuman que ha llegado la hora de poner reglas claras en la administración de conflictos sobre temas patrimoniales. Es imposible para un país crecer de modo sostenido si cada transacción, que por su propia naturaleza está sujeta al riesgo de un conflicto, está sujeta también al riesgo de la arbitrariedad, de la vagancia o de la ineficiencia judicial. Dando por sentado el derecho a la vida y el derecho a la libertad, y no siendo ya un tema de preocupación de cada día, a lo que cualquier ciudadano le dedica la mayor parte de su tiempo es a la construcción de su medio de vida, de su patrimonio, mayor o menor.

En conclusión, la justicia en la Argentina evoluciona acorde con los tiempos y reclamos de la sociedad. Protege la vida y protege la libertad de cada uno de nosotros, sin dudas. Pero no todos asumen aún que la evolución nunca puede detenerse; es hora de que asuma con decisión la protección del patrimonio que cada argentino somete a su decisión. La Argentina necesita crecer, y eso es imposible sin procesos claros, transparentes, rápidos y eficientes aplicados al mundo del comercio. La Corte tiene un fondo de reserva de decenas de miles de millones; tal vez ha llegado la hora de volcar parte de esos recursos a la creación de nuevos juzgados y a la elección, educación y entrenamiento de jueces probos y conscientes de su rol, y despedir a todos esos que creen que ser jueces es administrar una mesa de trading o un club de campo. Los abogados que pleitean saben perfectamente quiénes son.

 

* Presidente de Radio Cultura. Entre 1994 y 1996 dirigió el Proyecto del Banco Mundial Reforma del Sector Justicia en la República Argentina.