La investigación sanitaria y los conocimientos epidemiológicos, nos permiten aseverar la existente correlación entre los niveles educativos generales y específicos (sobre salud) y el nivel de salud efectiva detectable en una determinada población. En este sentido, una innumerable cantidad de estudios internacionales han demostrado la correlación directa, entre los niveles de educación de las madres y la mortalidad infantil y aún la propia mortalidad materna.
En síntesis la educación para salud, es un factor indispensable para mantenernos sanos, prevenir y combatir todo tipo patologías, por ello debemos encuadrar a la educación como uno de los determinantes en salud, en una conjunción matricial articulada con otros predictores tales como: la alimentación, el agua potable y cloacas, la atención médica, los determinantes genéticos, las condiciones ecológicas y diversos otros.
Cuarentena: crecieron los accidentes domésticos en chicos menores de 5 años
En diferentes estudios nos hemos formulado el interrogante acerca del cuándo, el cómo y con qué intensidad o alcance debería ser extendida esta educación para la salud. Esta cuestión no resulta un tema menor, máxime cuando diferentes segmentos poblacionales aun privilegian preconceptos muy primitivos impidiendo por ejemplo una educación sexual científicamente orientada para adolescentes; este tipo de educación resulta fundamental e indispensable para proteger la salud física y psicológica de los jóvenes, pudiendo la carencia de ella condicionar negativamente todas sus vidas futuras como adultos.
Es evidente que la Educación para la Salud, debe desarrollarse en edad temprana y en concordancia con diferentes edades del desarrollo, por lo que sin posibilidad de mostrar los videos reales, intentamos describir el contenido observado de una extraordinaria clase de preescolar en un Colegio de la Gold Coast en Australia:
► En primer lugar la instructora les pregunta a los niños lo que saben acerca de primeros auxilios y la mayoría levanta la mano y responde al unísono una frase muy promovida en esa área: “llamar al 000 para pedir una ambulancia”; luego se les pregunta respecto a qué tipos de afecciones o lastimaduras requieren de una ambulancia y los alumnos mencionan las mordeduras de víboras (existentes en esa zona), cortaduras y desmayos:
► Practican entre ellos cómo hacer vendajes:
► Se enseña qué hacer ante alguien desmayado, revisando la respiración de nariz y boca y el movimiento abdominal, luego se lo rota para colocarlo en una mejor posición de recuperación.
Todos los niños practican en un maniquí cómo hacer RCP con sus propias manos, contando en conjunto la cantidad de masajes efectuados y desde luego calculando el ritmo entre cada uno de estos.
Al generar estas charlas, los niños con afecciones como asma y alergias comienzan a compartir voluntariamente sus propias experiencias con sus compañeros y a partir de estas, se introduce la importancia del Ventolin para asmáticos y el Epipen para casos de shocks anafilácticos en alergias extremas.
Con una canción, enseñan RCP a nenes desde jardín de infantes
Además del orgullo personal de observar a mi nieto como uno de los “médicos tratantes”, la revisión de una experiencia como esta, nos impulsa a analizar en conjunto con nuestros lectores las múltiples implicancias del evento:
- En primer lugar se estimula en los niños la empatía, consideración y preocupación por el prójimo, contribuyendo así a una sociedad más cohesionada e integrada y menos propensa al bullying y otros fenómenos disociantes.
- En segundo lugar, se genera un conocimiento consciente y razonado respecto a la existencia de enfermedades y accidentes que pueden afectar a sus seres queridos, a sus amigos o aun a sí mismos.
- De igual modo se los estimula a aprender que ante un evento de esta naturaleza, se debe actuar con calma y que en muchos casos, su propia intervención puede ser de gran utilidad, ya sea llamando a la ambulancia, o aun intentando ayudar directamente a la persona.
Es altamente probable que niños familiarizados y “entrenados” para estos posibles eventos, no se sientan aterrorizados y paralizados al enfrentarlos, mientras que quienes nunca han sido preparados, podrán cursarlos en circunstancias mucho más traumáticas. Por otra parte, esta toma de conciencia temprana de la salud, seguramente también podrá implicar un mejor cuidado de ella a través de su vida adulta.
Trasladando estas suposiciones a datos comparativos contrastables, podemos observar que en el 2019 las estimaciones indicaban que en Australia la expectativa de vida era de 83,94 años mientras que en Argentina 77,17 años (más de 6 años de diferencia); la mortalidad infantil de menores de 5 años en Australia fue de 3,6 niños cada 1.000 niños nacidos vivos frente a 9,3 niños en nuestro país (casi 300% más) y la mortalidad materna en el 2017 implicó 6 óbitos por cada 100.000 nacidos vivos frente a las catastróficas 39 muertes maternas de Argentina (las que muchas veces se busca disimular cambiando el comparador a 10.000 nacidos vivos de modo de aparentar un número menor).
Frente a esta evidencia contundente, deberíamos recordar siempre la recomendación de Einstein de “no hacer siempre lo mismo si pretendemos resultados distintos”, por lo que además deberíamos concordar que llegó también la hora de aprender y “copiar” todo lo que evidentemente otros hacen bien y nosotros no.
* Martín A. Morgenstern. Dr. UBA Economía. Profesor e Investigador en Economía de la Salud.
