OPINIóN
opinión

Mostrar las heridas que perduran

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Víctimas de trata: contar lo invisible. | valerio bispuri

Conocí a Margarita Meira a finales de 2015 en Buenos Aires, en el barrio de Constitución, donde había fundado recientemente la asociación Madres Víctimas de Trata. Se reunían en una pequeña sala con una mesa, unas sillas y una pared de fotos de chicas que habían desaparecido “en el aire”: algunas durante unos meses, otras durante años, habían sido secuestradas y obligadas a prostituirse en algún prostíbulo oculto del país.

Mi trabajo sobre la trata de mujeres en la Argentina comenzó con la observación de esas imágenes de niñas sonrientes e inocentes. La idea de contar lo invisible era muy compleja porque estaba en contacto con algo de lo que no se hablaba en ese momento. Empecé a escuchar, a escuchar a las madres desesperadas que buscaban a sus hijas, a veces incluso durante años, y no dejaron de esperar, de luchar. Me reuní con las pocas chicas que milagrosamente lograron escapar después de años de abuso y violencia por parte de sus secuestradores. Miré los ojos fijos de Fabiola, una chica de 21 años, piel y hueso, cuando la conocí pesaba 32 kilos. Sentí su mirada ausente que de vez en cuando se desgarraba, así como la expresión aparentemente serena de Nancy y el inmenso dolor de Laura. Traté de entender sus heridas y al principio no utilicé la cámara, no era necesario, primero había que ponerse en contacto con ellas: marchar todos juntos a las manifestaciones de las Madres Víctimas de Trata y ver cómo esas mujeres intentaban internamente sobrevivir. Me interesaba contar su vida interior pero también cómo vivían su contacto con el mundo exterior.  

El trabajo fotográfico comenzó por sustracción, yendo a mirar más allá de lo que veía, en los gestos, en las miradas, en los movimientos, en un presente que es pasado y en un pasado que intenta ser presente. Empecé a fotografiar a madres y niñas desesperadas que habían regresado después de ser encerradas en un agujero clandestino. Quería contar la encomiable fuerza de Margarita que hace lo imposible por encontrar a esas mujeres desaparecidas y devolverles la identidad. Fui a las localidades más pobres de Buenos Aires, donde muchas de estas chicas se refugian: en chozas fantasmáticas, en contacto con una realidad dramática. La intención no era dar al trabajo sobre la trata sólo un sesgo de denuncia, sino intentar entender dónde comenzó el secuestro, por qué Argentina es un país tan acostumbrado, más que en cualquier otro lugar del mundo, al hecho de que las personas desaparezcan. Me interesaba contar lo que hacen Margarita y sus madres, pero también lo que sienten y piensan las chicas que lograron volver de la pesadilla. Un mundo tan complejo y a menudo impenetrable, el de la ausencia, el dolor, la violencia que permanece adherida a la piel, a los ojos de quienes lo han experimentado. Las imágenes que he buscado son precisamente para contar las heridas que perduran en las mujeres que han sobrevivido.

*Fotógrafo profesional, colabora con revistas internacionales como L’Espresso, Il Venerdì, Internazionale, Le Monde y Stern. Publicó Encerrados, un fotorreportaje sobre las condiciones de vida en 74 prisiones de todos los países de América Latina. (Traducción: Ariel Pennisi).