OPINIóN
Aduladores de Maradona

Mucha pena, pero mucha bronca

Diego Maradona se convirtió en una fuente de negocios fructíferos que atrajo a hombres y mujeres que se confundían la atracción por el personaje con el interés económico.

Maradona México 1986
Maradona México 1986 | Archivo

Diego se fue a los 60 años de edad. El fallecimiento tuvo lugar en circunstancias controvertidas que tendrán que ser dilucidadas por la justicia. Es cierto que el lugar de residencia no contaba con profesionales y equipamiento necesario para monitorear su salud después de la intervención quirúrgica a la cual fue sometido en la Clínica de Olivos. También estuvo solo durante las últimas doce horas.

Me da mucha pena y también rabia su desaparición. Diego fue una leyenda que acompañó a una generación e ilusionó a cientos de miles de niños de la Argentina y el mundo.  Las características de su juego, su energía y su impulso arrollador convertían al partido de fútbol en un espectáculo atrayendo multitudes que disfrutaban de esa actuación. 

Diego fue una leyenda que acompañó a una generación e ilusionó a cientos de miles de niños de la Argentina y el mundo

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Como muchas veces sucede con las personas tocadas por la varita mágica del éxito la figura de Diego se convirtió en una fuente de negocios fructíferos que atrajo a una cohorte de hombres y mujeres donde se confundían la atracción por el personaje con el interés pecuniario. La línea divisoria siempre es muy delgada y resulta muy difícil o requiere una disposición especial para diferenciar entre unos y otros. La fama le permitió a Diego divertirse del apego de las multitudes que supo brindarle cariño y apoyo aún en los momentos más complicados de su vida. Pero ese apego no siempre compensa o quizás nunca logra completar la fortaleza necesaria en un mundo complejo. Diego recorrió ese camino desde su origen humilde hasta llegar a las alfombras de los palacios.

La permanente búsqueda de reconocimiento abrió las puertas para que pudieran aprovecharse de su apertura. La foto, la camiseta o un simple llavero con su nombre adquirían un valor inusitado y así comenzó a aparecer una industria alrededor de su persona de todos los colores porque garantizaba enormes ingresos. La política no estuvo exenta de este juego y comparte la responsabilidad de haber utilizado la figura de Diego como lo hicieron todos para sus propios objetivos. Ahora cuando él no está aparecerán las plazas, las calles,  los paseos o santuarios con su nombre que no servirán para traerlo de vuelta.  

Habrá muchos que enjuagarán lágrimas por haber perdido  la posibilidad de seguir utilizando su nombre

Diego se fue a los 60 años joven. Se lo llevó el éxito y como suele suceder murió en soledad. El cariño de las muchedumbres en la cancha no repiqueteó entre las paredes donde transcurría su vida privada. Esa muchedumbre recordará las jugadas de sus primeros años donde había candor, malabarismo y genio. Pero habrá muchos que enjuagarán lágrimas por haber perdido  la posibilidad de seguir utilizando su nombre. Esos que nunca supieron acercarse a Diego como persona para respaldarlo en sus esfuerzos para reencontrarse a sí mismo.

La gloria es cruel. Las historias trágicas colman las bibliotecas. En todas aparecen los aduladores y los especuladores que ponen por delante sus propios intereses sin importarles las consecuencias. El ídolo se convierte en un instrumento frágil que se rompe a la primera brisa.  Me da pena que Diego se haya ido tan temprano pero más me da bronca que  haya muchos que ya estén pensando cómo usufructuar de la leyenda.