OPINIóN
Columna de la USAL

El valor de la diferencia

Parecería que la balanza se define por el conflicto en contra de la integración y la cooperación.

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Mauricio Macri y Cristina Fernández. | Cedoc.

Desde el domingo de las PASO estamos obsesionados intentando interpretar una diferencia de 15 puntos. Algunos no pueden entenderla y proyectan esa incapacidad en las encuestadoras. Otros sospechan del proceso electoral. Algunos culpan a la economía, otros a la política. Todos escuchan las voces del electorado y ensayan interpretaciones distintas, pero ningún criterio tiene suficiente fuerza como para imponerse. Las últimas elecciones importantes en todo el mundo también tuvieron diferencias notables entre pronósticos y resultados, con la complicación en la interpretación de las diferencias que expresó el voto.

¿Hemos perdido la capacidad de interpretar la diferencia?

Esta pregunta se agiganta cuando pasamos a la realidad internacional y vemos cómo se multiplican los conflictos a partir de diferencias, como si éstas estuvieran predestinadas a dividir y oponer. Los conflictos construidos a partir de diferencias económicas entre USA y China, a partir de diferencias políticas entre Venezuela y USA, a partir de diferencias en la visión de futuro entre Europa y Gran Bretaña, a partir de diferencias religiosas en Medio Oriente. Cuando vemos los resultados de la gestión de las diferencias a gran escala, parecería que la balanza se define por el conflicto en contra de la integración y la cooperación.

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Hacia el interior de los Estados la tendencia parece ser la misma. Las diferencias en distintas posiciones se convierten en posturas extremas y escenarios polarizados. La modernidad construyó una democracia que se sostenía en la diferencia como algo positivo y tenía al pluralismo como un valor. ¿Ese pluralismo ya no vale lo suficiente para sostener al consenso como el resultado que se debe construir?

Tal vez no sea el pluralismo el problema, sino el contexto que necesita: el de una cultura nacional mayormente homogénea con valores hegemónicos definidos.

Ese contexto es el que está en extinción. La dinámica de la globalización ha producido escenarios nacionales multiculturales. El abanico de diferencias a las que nos exponemos va creciendo día a día, mientras que la capacidad de entender esas diferencias no avanza a la misma velocidad.

La reacción es cerrarse a lo diferente por ser incapaces de procesarlo. El rechazo a la diferencia aumenta y se sostiene justificándose con relatos extremos que inundan los discursos en la sociedad. Así la búsqueda de una verdad consensuada va perdiendo todo su valor.

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¿Se puede recuperar la capacidad de entender y gestionar la diferencia? ¿O solo tenemos la opción de buscar totalidades de iguales que expulsen al diferente?

La clave está en reconocer el protagonismo de la diferencia y asumir el desafío de gestionarla. Al pluralismo hay que sumarle la interculturalidad como valor, basada en el reconocimiento de la diferencia y en la comunicación entre significaciones y percepciones diferentes como la capacidad principal para construir un nuevo entendimiento.

Debemos tomar conciencia de la importancia de incentivar la formación de líderes que puedan gestionar la diferencia y construir una realidad donde la negación del diferente deje de ser la regla. Entonces solo quienes posean esta capacidad asumirán los cargos con responsabilidad social, gestionando con eficacia acciones para transformar la realidad. Partiendo de este valor estamos formando nuevos profesionales en nuestra licenciatura en gerenciamiento económico intercultural.