Los veranos en Tilcara, Jujuy, son de festival folklórico en enero o de carnaval en febrero. Cuando era más joven, en los cuestionados años noventa, me interesaba en particular ponerme en contacto con personas que llevaban lecturas a cuestas y que me sirvieran de guía para comprender aquello que me rodeaba.
Por las calles pasaban el poeta Jorge Calvetti, el sociólogo José Luis de Imaz o el ensayista y escritor Adolfo Colombres. Había dos casas donde había garantía de reuniones descollantes: la de Inés Permberton, quien había estado casada con el pintor Remo Bianchedi y la de la filósofa Dolores Cossio, cuyo tío segundo fue el destacado jurista Carlos Cossio, quien la había intitulado su sobrina heredera en lo espiritual e intelectual.
Creo que fue en lo de Pemberton donde en una reunión estaban charlando el escritor Héctor Tizón, su mujer Flora Guzmán y el poeta Rodolfo Alonso. Tizón en los años noventa era una de las grandes figuras de la literatura nacional. Sus novelas y cuentos finalmente alcanzaron al gran público. Editorial Perfil logró reunir parte de sus obras y las publicó en dos tomos con presentación central en la Feria del Libro de Buenos Aires.
Nueve provincias tendrán más "flexibilidad" de actividad en próxima etapa de cuarentena
En esos encuentros de tardes tilcareñas me ponía siempre a la distancia. Con mis oídos trataba de captar cada palabra y de enhebrar algo coherente. En una de las charlas, Tizón dijo algo que atrapé en el aire: “Este país después que nos sacaron el tren se mostró como lo que es: un archipiélago”. Para mis adentros pensé qué diablos quería decir. La Argentina, como Indonesia.
Otra frase que alcancé a escuchar me facilitó redondear el argumento: “Yo soy lo que se diría un alto peruano: estoy más cerca de uno de Tarija que de uno de Rosario”. Me quedó flotando. La Argentina, un país de fronteras. La Argentina, un país de forasteros.
El Estado nacional que construyó la Generación del 80 alcanzó así para Tizón su columna vertebral de modo palpable con la red ferroviaria. La diversidad interna y los trenes eran recurrentes en su obra. Dos títulos de sus libros así lo indican: “Luz de las crueles provincias” y “A un costado de los rieles”.
Alberto Fernández dialogará con los gobernadores antes de extender la cuarentena
En estos días de pandemia, la fragmentación volvió a aflorar. Provincias que toman medidas como la suspensión de clases o el cierre de sus fronteras de modo autónomo. La presencia espectral de los bonos provinciales o cuasi monedas. Gobernadores o intendentes que impiden circular formaciones ferroviarias y amenazan con internar a sus maquinistas. Qué tristeza para Tizón.
El recuerdo de Tizón no es extraño para mí en estos días. La dispersión afloró en tiempos de crisis. El presidente Alberto Fernández toma decisiones cruciales luego de intercambios con gobernadores. Cada uno da su parecer. Algunos de ellos actúan previamente ante la precariedad que reconocen en sus provincias.
Si la Argentina está fragmentada, esto se repite a su vez al interior del megadistrito de la provincia de Buenos Aires. El Presidente habla por teleconferencia directamente con los intendentes del conurbano; el Gobernador hace de testigo. Fernández quiere tener un testimonio de primera mano. Si el politólogo Andrés Malamud promueve desde hace años la división de Buenos Aires en al menos tres distritos, en estos tiempos de crisis pareciera que por momentos hay treinta. Intendentes bonaerenses que cierran los ingresos a sus pueblos, imponen el uso de barbijos, prohíben la venta de alcohol a su antojo. Un salto y reformateamos una Confederación Argentina. Distritos aislados y encapsulados o la conformación de alianzas de algunas provincias: la Argentina Arcor (Arroyito, Córdoba) o la Sancor (Santa Fe-Córdoba).
En tiempos de intemperie y pandemia voy a mi biblioteca y recurro otra vez a las palabras sabias de Tizón. “Sólo cuando no sabemos lo que sucederá podemos tener esperanza. La certeza es lo que nos hace desgraciados” (“Luz de las crueles provincias”).