El domingo, desde muy temprano en este espacio y en el canal Net TV a partir de las 22, se conocerá la entrevista de dos horas y media que Jorge Fontevecchia le hizo al colega Daniel Santoro, cuya trayectoria profesional quedó enchastrada por el viscoso Caso D’Alessio. La nota, aun sin aparecer publicada, ya está generando una mezcla de intriga, ansiedad y preocupación en distintas redacciones a un lado y otro de la grieta que divide al país y hundió al periodismo argentino en, acaso, su etapa más controversial, irritable, arbitraria, confusa…
Es que el escándalo judicial por “asociación ilícita y espionaje” que se sustancia en Dolores cayó como una bomba en los medios, tan obsesionados, de un lado y del otro, más por tomar partido en las disputas ajenas -lo cual las torna propias- que por lo que vendría a ser su función esencial: contar lo que no se sabe y analizar lo que no queda claro como herramientas para entender lo que está ocurriendo, sin medir a quién beneficia o a quién perjudica la información.
Así las cosas, nos permitimos apenas dos opciones:
1) Santoro es un despreciable operador macrista. Un victimario.
2) Santoro es un ángel engañado en su buena fe. Una víctima.
Sin embargo, Daniel Santoro no es ninguna de esas dos cosas, aunque en sí mismo pueda encerrar mayores o menores cuotas de ambas, combinadas con otras tantas más. Nadie es exactamente lo que decide ser. El deseo suele chocar contra las circunstancias. Nadie es cien por ciento lo que le piden o le mandan. Las circunstancias suelen chocar con la autoestima.
El asunto es que Santoro es periodista. Más aún: es un periodista reputado nacional e internacionalmente. Por eso mismo es noticia. Porque su relajada -a mi juicio, promiscua- relación con sus fuentes (con D’Alessio, con Lilita Carrió, con el fiscal Stornelli…) equivale a la clásica metáfora del hombre que muerde al perro. El día en que uno se lleva a sus fuentes a la cama –sigo con las metáforas, no me tomen literal-, la imparcialidad, la distancia, la sensatez y el equilibrio se van al tacho.
Daniel Santoro por Net: Todo lo que nunca dijo sobre el caso D'Alessio
Lo conozco. Es, como tantos periodistas, alguien muy pagado de sí mismo y bastante paranoico. Egocéntrico. Autorreferencial. Su capacidad de aceptar críticas o visiones diferentes es, al menos en público, casi nula. No sabíamos que despreciaba hasta tal punto a ciertos compañeros de la mesa de Animales Sueltos. Hubo que enterarse por un expediente judicial, en el cual constan sus confianzudos chats con D’Alessio. Dice que “son conversaciones privadas”. Su arrepentimiento no alcanza el contenido profundo de sus dichos. Sólo se arrepiente de haber fallado, al punto de quedar tan expuesto. Justo él.
De todo esto habló el jueves con Jorge Fontevecchia, según me cuentan. Por ahora, sólo vi el cuestionario por escrito. Al ver el anuncio en este sitio, muchos colegas me preguntan: "¿Lo mató? ¿Le perdonó la vida?". Yo les digo, veánla y saquen sus propias conclusiones.
Julio Blanck, el recordado jefe de redacción de Clarín, definió como “periodismo de guerra” el estilo sesgado que adoptó ese medio en su confrontación con los K. Leeré la entrevista a Daniel Santoro como una charla con un convulsionado “coronel”.
(*) Director de Contenidos Digitales y Audiovisuales en Editorial Perfil.