Posiblemente la reciente declaración de santidad del Cura Brochero y la todavía más cercana del Obispo Angelelli como beato –un paso previo a ser nombrado santo según los procedimientos de la Iglesia Católica– puede generar la sensación que alcanzar esas condiciones ya no es una cuestión exótica propias de personas de otras latitudes y tiempos. O sea, se fortifica la creencia que hay santos entre nosotros y en nuestro tiempo. En el mejor de los casos, ese podría ser el motivo que llevó a anunciar a Héctor Daer, secretario general de la CGT, que esa organización pidiera ese reconocimiento hacia Evita por parte de la Iglesia, en el marco del centenario del natalicio de la esposa del General Juan Domingo Perón.
Ahora bien, otra sensación que causa esta iniciativa es sorpresa pues no se conoce que surgiera de un proceso que se viniera incubando y que esa convicción estuviera extendida entre la comunidad cristiana propiamente dicha. En realidad, suena extemporáneo o impropio que una institución civil manifieste un pronunciamiento tan fuerte de fe religiosa como es la solicitud indicada.Sería suponer que todos los afiliados avalan semejante iniciativa, y lleva a identificar la central obrera con determinada confesión religiosa. Este argumento de autonomía recíproca entre las diversas esferas de sociedad civil y la religiosa parece aquí no tenerse en cuenta. En todo caso, podría esperarse una adhesión a posteriori pero no iniciar semejante campaña.
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Además, si bien buena parte de la CGT, identificada con el peronismo, entre sus fuentes ideológicas incluía habitualmente su identificación con la Doctrina Social de la Iglesia, hoy esa adhesión parece más diluida y hasta contradictoria en algunos puntos.
Otro aspecto es la oportunidad de dicha iniciativa. Una excusa posible es que no es el momento adecuado para semejante propuesta. En realidad es muy difícil pensar en un tiempo propicio porque de efectivizarse la postulación sería siempre enormemente polémica y controversial por dentro y fuera de la Iglesia. También habrá que cuidar que al menos actualmente habiendo un papa argentino eso no se interpretara que los de esa nacionalidad tuvieran más facilidades en obtener esas distinciones pues quedaría empañada la credibilidad de las mismas. Por de pronto, suponiendo la buena fe de la propuesta, se manifiesta un desconocimiento notorio o mal asesoramiento en cuanto al camino a seguir que se debe iniciar en la Iglesia local que no es una simple filial subordinada al papa en un esquema piramidal rígido como se suele creer.
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Algunas voces oficiosas de la Iglesia ya han manifestado su extrañeza e indicado la falta de requisitos en Eva Perón que señalen una pertenencia y práctica habitual de la vida de fe en un grado excepcional. Ciertamente eso es muy difícil de medir y, por eso, una serena evaluación debe estar alejada de cualquier indicio de conveniencia sectorial o partidaria, o de una sobreactuación que pretenda arrancar la conformidad de la Iglesia en ese punto pero desestimando otros. En realidad, lo que más nos tendría que preocupar no es el reconocimiento de los demás sino hacer el bien aunque “tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha” (Evangelio de San Mateo 6,3).
*Profesor de Filosofía USAL.