OPINIóN
A 44 años del 24 de marzo de 1976

Un "Nunca más" actualizado

La historia no es solo una disciplina que se encarga de estudiar y analizar el pasado, sino que además es una ciencia que nos enseña a entender el presente y a mejorar el futuro.

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44 años del golpe de estado. | Cedoc Perfil

La historia no es solo una disciplina que se encarga de estudiar y analizar el pasado, sino que además es una ciencia que nos enseña, en función de ese pasado, a entender el presente y a mejorar el futuro. Es que la historia es experiencia, y sobre todo para la vida de los países y de sus instituciones.

En el caso de la Argentina, la historia nos muestra datos que debieran ser aleccionadores: en los cincuenta y tres años que transcurrieron entre 1930 y 1983 (adviértase que se trata del 25% de nuestra historia) se vivieron veintidós años de gobiernos militares de facto en el contexto de seis golpes de Estado producidos contra presidentes radicales (Hipólito Yrigoyen y Arturo Illia), conservadores (Santiago Castillo), desarrollistas (Arturo Frondizi) y peronistas (Juan Domingo Perón y María Estela Martínez), y en los que gobernaron doce presidentes no elegidos popularmente.

Una historia con cinco golpes de estado

En ese nefasto período de la historia de nuestro país, las excepciones no eran los gobiernos constitucionales sino los civiles. A tal punto es así, que cuando en el año 1989 Raúl Alfonsín entregó los atributos de mando a Carlos Menem, se recuperaba una tradición cuya última manifestación se había producido en el año 1938, en el que Agustín P. Justo había entregado la banda presidencial y el bastón de mando a su sucesor Marcelino R. Ortiz. En esos cincuenta y un años, ningún presidente constitucional pudo hacer entregar de los atributos de mando a otro elegido por el pueblo.

El 10 de diciembre de 1983 se inició,en la Argentina, el período genuinamente democrático más extenso de la historia de nuestro país. Hoy podría ser posible que fuera elegido presidente de la República un argentino nacido en democracia, ya que para ello se requiere contar con treinta años de edad. Pues con todas las dificultades políticas e institucionales que hayamos podido vivir en los últimos treinta y seis años, es ponderable que hayan podido ser resueltas, o que puedan serlo, en el marco de ese antiguo pero noble régimen de gobierno denominado democracia, cuya característica no es solo que el pueblo, como titular del poder, lo delega en sus representantes mediante el voto, sino que además constituye un estilo de gobernar fundado en la indispensable obligación de las autoridades, de dirigir todas sus acciones a lograr el bienestar de sus representados.

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Nadie duda de que se trata de un sistema político perfectible y tal vez, incluso, hasta plagado de defectos; pero Winston Churchill tenía razón cuando decía que la democracia es el peor sistema de gobierno, exceptuando a todos los demás. Es que no hay otro régimen político en el que el pueblo tenga la posibilidad de revocar el mandato popular conferido mediante el sufragio, y por lo tanto es el único que permite al gobernado opinar acerca de quién debe conducir sus destinos. Nada menos.

En eso debemos pensar hoy, día en el que se cumplen cuarenta y cuatro años desde que se produjo el último de los seis golpes militares en nuestro país, y que ha sido instituido como feriado nacional mediante la ley 25.633 sancionada en el año 2002, declarándoselo comoDía Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia”.

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Si bien se apela a la memoria por los hechos ocurridos en la última dictadura militar que se desarrolló entre 1976 y 1983, es necesario apelar a ella para entender que nunca más debe buscarse la solución de los problemas del país por fuera de la democracia. Pues ese “nunca más” constituye un grito emocionado cuyo objetivo es evitar que, en el futuro, se repita la historia vivida por los argentinos durante esos siete años, no solo caracterizados por la deficiencia institucional, sino también por la sistemática violación de los derechos humanos.

Y es probable además, que ese “nunca más” vociferado por el extinto fiscal Strassera al final de su alegato en el juicio seguido contra los militares que gobernaron en la última gestión militar, requiera una adecuada actualización y se convierta, ahora, en una nueva exigencia y en una necesidad: que la custodia de los derechos humanos no constituya la bandera de algunos sectores de la vida política del país que, creyéndola propia, la utilicen políticamente cuando su resguardo y vigencia es una causa de los cuarenta y cinco millones de argentinos.

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Este 24 de marzo es un día más en el calendario, y es uno más de los dieciséis feriados nacionales que hay en la Argentina, pero el aislamiento preventivo y obligatorio al que debimos ser sometidos para frenar la progresión del virus nacido en China, tal vez nos permita concentrarnos un poco más en su verdadero significado.