En las últimas semanas la comunidad internacional está siendo protagonista de un estallido social a escala internacional, junto a orwellianas reacciones represivas por parte de los Estados. Tengo certeza de que en nuestra región, quienes hayan visto las imágenes desde afuera de las fronteras de Venezuela, Ecuador o Chile, se han sensibilizado con el nivel de violencia con que los gobiernos respondieron al reclamo de sus ciudadanos.
Se observa un proceso de calentamiento socio-político de escala mundial, con manifestaciones multitudinarias en Santiago, Barcelona o Hong Kong. Es interesante notar que se dan contra gobiernos tanto de izquierda, como de derecha pues las problemáticas son las mismas. El nivel de hartazgo e impotencia ciudadana ante la creciente desigualdad entre ricos y pobres; el endurecimiento de restricciones contra libertades civiles; la destructiva corrupción generalizada de gobernantes y corporaciones; y la irreversible degradación medioambiental en pleno Cambio Climático Planetario son el común denominador de las manifestaciones.
Para tomar dimensión de la trascendencia global de estos convulsionados días podemos citar, entre nuestros vecinos de América Latina a Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Venezuela Honduras y Puerto Rico. Si elevamos la mirada encontramos episodios de intenso descontento social en Francia, Cataluña, el Reino Unido, Holanda y Rusia; en Hong Kong-China, e Indonesia; en Líbano e Irak; en Egipto, Sudán Argelia y Guinea… y la lista puede encenderse aún más en los próximos años si los gobiernos continúan desoyendo al futuro que toca la puerta de sus casas de gobierno, sus parlamentos y palacios. En orden de evitar enfrentamientos auto-destructivos es esencial para los gobernantes de la nueva década que comprendan que estas manifestaciones evidencian una lógica crisis de insostenibilidad del sistema mundial.
Ante este cuadro de situación, cabe comenzar a pensar, más allá de los moldes de pensamiento establecidos por la agenda mediática y política de turno (sean de izquierdas o derechas). No hace falta ser experto en geopolítica para comprender que los pueblos del mundo más allá de las características estructurales e históricas específicas de cada caso particular, sostienen reclamos sensatos, que pueden sintetizarse en la necesidad de valores positivos como ser la equidad, la libertad, la justicia y el cuidado de los derecho humanos y del ambiente en el cual vivimos.
Ahora bien si quisiéramos darle una solución real a los problemas que se están manifestando, deberíamos comenzar por entender el problema en sus causas. Luego tendríamos en nuestro poder una herramienta de análisis útil para diseñar el árbol de soluciones necesarias. Siguiendo esa reflexión, encontraremos una potente luz roja sobre tres subsistemas esenciales de la ingeniería del Sistema-Mundial, a saber: la desigualdad Social; la incapacidad y corrupción de la dirigencia política; y la insostenible Economía monetaria, basada en el valor del dinero que en sí mismo no tiene valor real alguno. A ello tenemos que agregarle una variable que no debe dejar ser el foco central de toda la política local y global: el Cambio Climático.
Un Sistema Social profundamente desigual
Actualmente es bien sabido que vivimos en una mundo donde una élite económica y política, representada por un 1% de la población global, concentra la mayoría de los recursos económicos y de poder político e institucional. El resto de la población mundial, en mayor o menor medida según su capacidad o posibilidad de acceder al recurso monetario, vive bajo un orden económico y político que le tocó según la región y país donde nació o vive.
Esta desigualdad es palpable en casi todo el mundo, y donde no, simplemente se oculta. En definitiva la literatura científica ya ha encontrado una relación positiva entre desigualdad o pobreza y diferentes niveles de violencia alrededor del mundo. Si queremos vivir en un mundo más seguro, tenemos que trabajar sobre las causas de la desigualdad y la pobreza.
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Un sistema político internacional obsoleto
Es importante entender la diferencia entre el ideal y la realidad de la Democracia y definir que tan democrática es realmente, pues en líneas generales el sistema Político Internacional, se encuentra escudado bajo un concepto, de mínima diluído y de máxima falso, de Democracia. Más allá de la forma adoptada por cada Estado, encontramos que la población se encuentra intermediada por instituciones partidarias, que como se está poniendo en evidencia, sea que se definan como de izquierda o de derecha, están mostrándose incapaces de representar legítimamente a sus Ciudadanos, brindando soluciones reales a los desafíos que trae aparejado el Siglo XXI.
Actualmente, en el mejor de los casos, se vive bajo un sistema representativo monopolizado por partidos políticos. Aquí vemos como lo Social, lo político y lo económico se entrelazan causalmente. No hay sociedad que no sea dirigida por enquistadas elites locales, que a su vez se encuentran interconectadas globalmente. Estas disfrutan de desmedidos privilegios respecto al resto de la sociedad, además de ser muchas veces acusados, y hasta confirmados, de ser parte en casos corrupción y delitos de lesa humanidad.
Asimismo prácticamente todos los casos se caracterizan por concentrar su interés político en un juego electoral cortoplacista, enfocado en la mejor utilización de herramientas de comunicación (marketing) política para conseguir clientes-electorales de elección a elección, haciendo sólo aquello que en su percepción les atraerá más electores y perdiendo totalmente de foco el fin de la política en sí misma: la gestión eficiente para la realización de un bien común sostenible en el tiempo.
Tal vez sea esta miopía política la que impide a los líderes mundiales poner la voluntad política para realizar los cambios necesarios en pos de la evolución del Sistema Mundial hacia uno más inteligente y sostenible para la sociedad, la economía y el ambiente. Un ejemplo elocuente es el de las medidas de Adaptación y Mitigación del Cambio Climático, que implicaría, entre otros cambios radicales para el Orden Mundial actual, poner fin a la pesada industria hidrocarburífera y pasarse a una red global y distribuida de energías limpias y renovables; otro sería la necesaria transición desde la actual economía monetaria de consumo a una economía global basada en el uso eficiente de los recursos.
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Un sistema económico monetario centralizado
Es fundamental entender que en realidad el Mundo, en las décadas posteriores a la segunda guerra mundial, ha construido un entramado institucional político y económico que podemos definir como Corporatocracia, es decir un gobierno mundial de Corporaciones y Gobiernos, que en colusión llevan adelante su agenda bajo el leitmotiv de la generación de beneficios monetarios al margen de cualquier costo social y ambiental. Es decir, el Ser Humano y el Ambiente no están entre sus prioridades, son medios, jamás fines. Este sistema global está basado en una necesidad constante de extracción de recursos naturales, especialmente los hidrocarburíferos que lo energizan; la industrialización y la logística global para sostener un consumo masivo, constante e inconsciente por parte de la población. Asimismo su lógica de maximizar beneficios genera escasez donde no hay beneficio monetario, destrucción y degradación ambiental, y precarización laboral hasta la esclavitud cuando no se le impone ningún control efectivo.
La insostenibilidad del sistema puede observarse en la deuda que tiene consigo mismo, o mejor dicho, que impone sobre toda la población mundial sin que esta siquiera lo sepa. Según el FMI, el mundo tiene una deuda de u$s 184 billones, es decir un 225% del PBI global, significando que cada habitante le debe al sistema monetario internacional unos u$s 86000 por el solo hecho de existir. Por otro lado debemos tener presente que el déficit ecológico de la tierra, es decir la diferencia entre la huella ecológica generada por la demanda de recursos naturales y la biocapacidad, es decir los recursos disponibles, ya se supera a comienzo de Junio de cada año. Es decir que en medio año ya consumimos todos los recursos naturales que la Tierra es capaz de regenerar, haciendo que por año consumamos dos Tierras. Y llegados a este punto cabe preguntarse: ¿Cómo reaccionaría un sistema planetario como el terrestre a una situación de insostenibilidad como esta?
Cambio Climatico: El Gran Multiplicador de Riesgos Globales
Hay un factor único y a-histórico que en este momento debería ser foco de todo trabajo serio para lograr una evolución significativa o al menos un rediseño del Orden Mundial: el Cambio Climático. Gracias a la ciencia ya sabemos que, con cierta incertidumbre en su intensidad y velocidad, inexorablemente va a transformar el mapa del planeta tierra en los próximos 500 años. Un fenómeno natural que fue potenciado de forma exponencial, dicho sea de paso, por nuestra forma de vida, impresa y reproducida por los pilares sociales-económicos- políticos del mundo actual.
Según el Foro Económico Mundial, el Cambio Climático no solo ha ido ganando relevancia como Riesgo Global sino que en algunos modelos de futuro se lo define como un multiplicador o amplificador de riesgos globales, cuyos efectos, que ya puede observarse año a año, incluyen la intensificación y aumento de frecuencia de eventos climáticos extremos, el gradual y sostenido aumento del nivel del mar en relación al deshielo de los polos, la pérdida creciente de biodiversidad, entre otros. Todos estos cambios en el planeta impactarán de forma destructiva sobre la economía, la infraestructura crítica, la tecnología generando fuertes tensiones sociales y políticos capaces de desestabilizar continentes enteros y elevar el número de migrantes climáticos alrededor del mundo a millones en la próxima década.
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Hacia un Nuevo Mundo
Ante las explosiones sociales que estamos observando como manifestaciones de la insostenibilidad social-política-económica y ambiental del sistema mundial, podemos comenzar a poner en discusión la obsolescencia del Orden Mundial actual y la necesidad imperiosa de superar sus limitaciones en pos de desarrollar un Nuevo Orden Mundial.
Este nuevo Orden tendría como objetivo de transitar una potencial catástrofe climática que pone en juego la misma existencia de la vida humana sobre la faz de la Tierra, y transformar dicho riesgo existencial global en una oportunidad a-histórica para la evolución consciente (es decir, pensada) del sistema internacional, comenzando por reconocer las deficiencias y limitaciones del orden actual y luego empoderar el pensamiento de colaboración inteligente entre toda la humanidad en pos de un nuevo sistema más humano y equitativo, más democrático y económicamente sustentable.