Como ciudadana, como persona y tal vez especialmente como madre, me siento profundamente afectada por este crimen en manada que nos retrotrae al tiempo de la horda primitiva. Fernando ya no está y sus padres no saben cómo consolarse.
Los que sí están son los criminales que patearon en la cabeza a una persona indefensa.
Como psicoterapeuta no puedo eludir pensar en ellos, como pensé y escribí también sobre los torturadores en tiempos de la represión política. Hay que pensar en ellos porque siguen en esta sociedad, espero que en la cárcel, pero aún bajo cadena perpetua, seguirían haciendo daño ya que transmitirían a otros presos –que cumplen condena por delitos menores- su versión de lo que son y, por lo que entiendo, que sin arrepentimiento alguno.
Fernando Báez Sosa: la tragedia anunciada
La pregunta es: ¿qué son? Hay respuestas totalmente sexistas que los podrían mostrar como tipos solidarios entre ellos, fuertes, capaces de defenderse, muy “machos”. ¿Muy machos? Pobres los amigos heterosexuales, especialmente, o para mí únicamente los que aceptan la diversidad y son varones heterosexuales cisgénero, como yo soy mujer heterosexual cisgénero. Otros son homosexuales, bisexuales, transexuales, lo que cada cual desee y sienta que es.
Me enteré de los rituales de iniciación con los que se supone se vuelven más machos. ¿Más machos, sufriendo humillaciones, también en manada? ¿Entonces? ¿Qué son estos rugbiers, criminales? Nuestra formación nos permite detectar ciertas conductas que reflejan cómo actúa el inconsciente. En términos académicos, para que se entienda de cuán profundo estamos hablando, los que atacan más están ligados a lo homosexual, a “salir del closet”, padecen un alto nivel de debilidad.
Multitudinaria marcha en el Congreso y diversos puntos del país por Fernando Báez Sosa
No conozco a los personajes, de modo que lo que estoy diciendo se refiere a rasgos generales. Son personas muy débiles, con personalidades muy mal estructuradas y, si no hacen algo para cambiar, seguirán siendo proclives a descompensaciones que no les ayudarán a disfrutar de la vida, sino a ser pasibles de castigos sociales como la privación de sus libertades.
Nos queda, y aquí mi condición de psicoterapeuta minoritaria es un problema, pensar qué hacemos con esta sociedad a la que pertenecen como nosotros.
Necesitamos medidas políticas y educación. No más en este breve escrito.