El 1° de mayo de 1982, a las 04.42 Hs, se inició la guerra. Cuatro horas antes del amanecer, el avión Vulcan X M 607, bombardero de gran altura perteneciente al Escuadrón 101 de la Real Fuerza Aérea (RAF), lanzó 21 bombas de 1.000 libras cada una sobre la península del aeropuerto de Puerto Argentino. Fue la más importante operación aérea realizada después de la Segunda Guerra Mundial. El avión había despegado de la isla Ascensión y, en un vuelo de 5.600 km, fue reabastecido 15 veces en el aire.
La máquina fue detectada por los radares de vigilancia aérea (más de 300 Km de alcance), pero no entró dentro de las posibilidades de los sistemas de armas antiaéreas propias, que tenían un máximo de 6.000 metros de alcance. Aquel Vulcan lanzó las bombas cuando estaba sobre el mar y viró de regreso hacia el norte; fue esa razón por la que no hubo fuego sobre esta nave. Las bombas hicieron estragos en el terreno y en las instalaciones, pero solo una de ellas dañó levemente la pista, que quedó operable. Sólo hubo que lamentar una víctima.
Esa misma mañana, a las 07.45 y a las 08.25 Hs, se repitieron los ataques a la posición de Puerto Argentino y al aeropuerto. Emplearon 4 y 5 aviones Sea Harrier respectivamente, que lanzaron bombas de 250 libras.Con seguridad fueron derribadas dos máquinas y una tercera se alejó presuntamente averiada.
Con 43 años de servicio, los míticos aviones Mirage se despiden del aire
Según fuentes británicas, poseían 24 modernos cazabombarderos Sea Harrier de la Royal Navy, equipados con misiles aire-aire Sidewinder provistos por los Estados Unidos; otros 10 de la RAFy 6 bombarderos Vulcan; 4 transportes Hércules C-130 y 16 transportes de reabastecimiento aéreo, que operaban desde la isla Ascensión. Además, disponían de más de 100 helicópteros de distinto tipo. En cuanto a su principal material antiaéreo, contaban con misiles Sea Dart (80 Km), Sea Wolf (10 Km), Sea Cat (7 Km) y Blow-Pipe portátil (3 Km).
El principal armamento nuestro -moderno, radarizado y computarizado- consistía en misiles Roland (6 Km) y cañones Oerlikon-Contraves de 35 mm (4,5 km) y el misil portátil Blow-Pipe. En síntesis, el enemigo nos superaba en cantidad y calidad de aeronaves, y en alcance y cantidad del armamento antiaéreo.
En Malvinas, en el marco táctico, desde fines de abril se encontraba en condiciones de operar un Sistema Conjunto de Defensa Aérea -compuesto por armas y radares-, coordinado por el Centro de Información y Control (CIC) emplazado en Puerto Argentino, que controló y dirigió la mayoría de las incursiones de nuestra Fuerza Aérea y de la Aviación Naval, proporcionó ayudas de aeronavegación y posibilitó operaciones de búsqueda y salvamento. Fue significativo el aporte del mayor de la Fuerza Aérea, Hugo Mayorano, y del capitán de corbeta Héctor Silva; por parte del Ejército participó el teniente coronel Héctor L.Arias, quien también condujo los modernos sistemas antiaéreos del Ejército que proporcionaron una eficaz “sombrilla antiaérea” protectora a la artillería de campaña, a las instalaciones logísticas, al aeropuerto y a los puestos de comando y comunicaciones. Lamentablemente, la distancia existente entre las islas y el continente, y el no alargamiento de la pista del aeropuerto de Malvinas, hicieron imposible emplear a la caza interceptora -aviones Mirage y SkyHawk- que, en una situación distinta podría haber cubierto las medias y largas distancias para atacar a la aviación enemiga. El dominio del mar por los británicos y la superioridad aérea por disponer de 2 portaviones en su flota fue determinante.
La hazaña militar de los pilotos argentinos en Malvinas
No puedo omitir señalar los inconvenientes que se originaban en la capacidad de responder a la guerra electrónica que perturbaba a los radares. Contra esa interferencia y engaño, la defensa más eficaz era la conocida “agilidad” (cambios) de frecuencia que poseían los equipos más modernos. Otra amenaza del enemigo aéreo eran los misiles antiradiación, destinados a destruir radares, atraídos por la emisión magnética emitida por el propio radar. Se calcula que los ingleses lanzaron 5 o 6 de ellos, pero solo uno, el 3 de junio, en horas de la madrugada, hizo impacto en un radar del Grupo de Artillería Antiaérea 601, produciendo la muerte de un teniente, un sargento y dos soldados.
Los británicos reconocen la pérdida de 14 aviones (5 Harrier y 9 Sea Harrier), entre el 1° de mayo y el 8 de junio; además de 30 helicópteros en distintas circunstancias.
El rendimiento de la artillería antiaérea fue valorado por el estadounidense Thomas Milton, que afirmó: “Los artilleros argentinos, con medios inferiores en número y calidad, demostraron una peligrosidad tal que obligó a sus enemigos a volar a gran altura, fuera del alcance de misiles y cañones Oerlikon-Contraves, y se anotaron la mayoría de las pérdidas aéreas que sufrieron los ingleses”.
En la desigual lucha por la superioridad aérea, nuestras pérdidas, de vidas y máquinas, fueron considerablemente mayores que las británicas. Una de las grandes enseñanzas del conflicto es que en la guerra moderna, un comandante terrestre debe preocuparse tanto de su flanco aéreo como de su flanco terrestre.
*Ex Jefe del Ejército Argentino, Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica