No es la primera vez que un juez sospecha que James Bond se disfrazó de periodista. Hace poco tiempo, en San Isidro se investigó a una asociación ilícita integrada por varios periodistas, dedicada al espionaje, incluyendo la procuración, búsqueda, sustracción, revelación y comercialización ilegal de datos políticos, sociales, militares y económicos.
Mediante técnicas de hacking y phishing, se entometían en correos electrónicos ajenos para obtener información. Los protagonistas de aquella historia vivieron la situación como un gaje del oficio, sin precisar de qué oficio hablaban.
Hoy, el caso es muy diferente, y seria equivocado obtener conclusiones apresuradas (esto vale para los periodistas, y para toda persona sometida a una investigación judicial, principio elemental que no siempre respetan los periodistas).
Más allá de lo que ahora es materia de análisis, es un secreto a voces que muchos comunicadores sociales reciben ingresos permanentes o circunstanciales, provenientes del pago de operaciones para difundir, callar o interpretar temas de manera determinada. Periodistas que nunca esperaron gran cosa de si mismos y comienzan así el declive hacia toda clase de dependencias y claudicaciones.
"Es un secreto a voces que muchos comunicadores sociales reciben ingresos permanentes o circunstanciales, provenientes del pago de operaciones para difundir, callar o interpretar temas de manera determinada"
En algún momento, se especuló con la existencia de ciento ochenta y seis periodistas a sueldo de los servicios de inteligencia. Es entendible entonces cierta confusión. Pueden activarse para apoyar o perjudicar a alguien o a algo, y son claves para la generación de una ideología de apoyo, o para la creación de corrientes de opinión. No les preocupa tanto estar en lo cierto como conseguir que los demás les den la razón. Cosas que a la humanidad no le sirven para nada.
Por lo general, vemos que los programas de televisión dedicados al periodismo nos quieren imponer sus costumbres y sus ideas. En algunos casos, solo sus costumbres, porque ideas no tienen. Desconocen el arte de la argumentación.
Muchos jueces le temen más a dos renglones de una publicación periodística que a cien páginas de argumentos jurídicos. Antes de resolver algo importante evalúan, invariablemente, como va a rebotar su decisión en los medios de comunicación.
Los fallos judiciales los leen cinco personas; los diarios, lamentablemente, los lee todo el mundo. Por eso, cuando un juez debe tomar una decisión que de antemano se intuye como antipática para la opinión pública, la hace coincidir con algún episodio que la eclipse.
¿Cómo se disimula un elefante rosa en la calle Florida? Llenando la misma calle de elefantes del mismo color.Por el contrario, cuando la decisión luce, se elije un viernes, para ver su reflejo en la prensa durante el fin de semana.
"Está claro que cada medio de comunicación cubre de distinta manera todo lo que ocurre en una investigación judicial"
Esto lo sabe el núcleo duro de los periodistas que todos los días recorren los pasillos de Tribunales: en su mayoría no son famosos, la gente no los reconoce por la calle y casi todos tienen pluriempleo para poder llegar a fin de mes. En su mayoría son inteligentes, una enfermedad inofensiva y elegante. Casi nunca publican todo lo que saben, entre otras cosas, porque la tarea es imposible (hay cosas que no se pueden narrar) y porque se desataría la tercera guerra mundial. Y me parece que duermen poco, porque llegan siempre de mal humor a Comodoro Py.
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Está claro que cada medio de comunicación cubre de distinta manera todo lo que ocurre en una investigación judicial. Y difícilmente un periodista dé a una información un enfoque diferente de la línea editorial del medio para el que trabaja. Poco depende de ellos, más allá de los artilugios de su ingenuidad.
Con alguna experiencia, resulta fácil hacerle decir cualquier cosa a un texto judicial. Complejidad del derecho o picardía del periodista.
Un periodista nunca termina de saber los verdaderos contornos de una noticia. Pero lo que esta fuera de discusión es la indignidad de quien omite informar hechos objetivos.
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Se tiene propensión a creer que la verdad es una pérdida de tiempo, y en consecuencia, una forma de lujo que nadie puede permitirse. Bien analizado, no deja de tener su mérito.
Para terminar, quiero advertir sobre otra falta de respeto a la inteligencia: además de servicios de inteligencia, sospecho que algunos medios de comunicación han incorporado magos: cuando una noticia no gusta, se la hace desaparecer.
(*) Autor del libro Forum Shopping Reloaded.