El Mercosur cumplió 30 años. Con subas y bajas fue una creación muy útil para el desarrollo de la región y es imprescindible su continuidad y crecimiento, pero no es intención de esta nota hacer su balance, sino más bien pensar en su futuro, en los cambios que debemos producir para adecuarlo al mundo donde vivimos.
Se vive en este momento una transición hegemónica a nivel global, con la principal potencia como EE.UU. en declive relativo y una China en ascenso. Además de importantes actores como Rusia e India. Esta confrontación geopolítica, que también se libra en América Latina de manera creciente, implica, en los hechos, la ausencia de una única potencia capaz de conducir el sistema global a su voluntad. Más bien, la transición actual es un proceso con marchas y contramarchas en donde las potencias en disputa coexisten en un tenso desorden multipolar.
El nacimiento del Mercosur se dio en un etapa donde surgieron muchos acuerdos de libre comercio , cuyo punto culminante fue la creación de la propia Organización Mundial de Comercio en 1995. Eran los tiempos de liberalización, desregulación y financiarización consagradas en el Consenso de Washington que se presentaba como el único camino posible para transitar. Hoy, treinta años después, la hiperglobalización se encuentra en declive y la pandemia de covid-19 está contribuyendo a acelerar dicha crisis y reconfiguración. No es un fenómeno nuevo: el primer signo de que este mundo hiperglobalizado no sería eterno fue el colapso económico desencadenado en Wall Street en 2008. Si bien la economía global recuperó tasas de crecimiento positivas, el comercio internacional nunca retomó su dinamismo previo y la fantasía de una globalización estable, predecible y próspera se evaporó.
El libre comercio, como dogma y practica exclusiva fue dando lugar a diversas mezclas de nacionalismo y proteccionismo que alimentaron la guerra comercial entre Estados Unidos y China. La contracara del declive de la hiperglobalización ha sido la revitalización de otra tendencia estructural: la regionalización que se organiza en tres polos poderosos América del Norte, Europa y de Asia. Y se está produciendo un fenómeno que crece que es el acortamiento de las cadenas de valor y se están volviendo más regionales, y esto es fortalecido por movimientos de las principales potenciales comerciales en fortalecer organismos con fuerte base regional, como lo hacen las principales potencias económicas con el relanzamiento del T-mec (ex nafta) entre México, Estados Unidos y Canadá en 2018 y la firma en 2020 de la Asociación Económica Integral Regional entre 15 países de Asia aglutinados por China. Hay coincidencias en varios economistas que el covid-19 ,sus consecuencias y la acelerará la tendencia hacia el acortamiento de las cadenas hacia un mayor enfoque en el uso de cadenas de suministro regionales. Para repensar el Mercosur se hace imprescindible considerar esta realidad, sino correríamos el riesgo de buscar soluciones en un mundo que cambió.
Se debe repensar la estrategia de inserción internacional de nuestro país, y de el bloque que integramos con el fin de construir un camino propio de desarrollo inclusivo y sostenible en términos económicos, sociales y ambientales. En un mundo en abierta confrontación geopolítica, la opción de un alineamiento automático con alguna de las potencias en disputa sería en sí mismo limitante, y ofrendaría nuestro desarrollo a necesidades y prioridades ajenas.
Mercosur y Coronavirus: una comunidad de seguridad en riesgo
Por ello, en lugar de aceptar pasivamente una integración subordinada a alguna, o varias, de las fábricas dominantes en la geografía global, tenemos frente a nosotros la oportunidad de reconfigurar el Mercosur como un polo con fuerte desarrollo industrial, pero estudiando y decidiendo en que sectores somos mas competitivos y apoyarlos fuertemente. Sé contar con la centralidad del rol del Estado para diseñar y planificar la integración, así como para acordar con el sector privado y los trabajadores políticas de desarrollo sostenidas en el tiempo. Además el impulso regional a la ciencia y la tecnología es un elemento central para una inserción global competitiva. No alcanza simplemente con una industrialización a la vieja usanza.
Hay cuestiones que deben mantenerse y fortalecerse los Estados Partes deben continuar encarando las negociaciones de manera conjunta; y estas deben hacerse en el marco de un proyecto productivo regional en lugar de hacerlo como una mera plataforma comercial, con el objetivo de potenciar, en lugar de debilitar, las capacidades productivas y científico-tecnológicas del Mercosur.
Además debemos impulsar como bloque y con países aliados que coincidan con nuestros intereses, la propuesta de un multilateralismo más solidario, inclusivo y desarrollista. Esto implica propugnar con ajustes al sistema vigente reglas de juego que amplíen los márgenes de maniobra para el diseño y la implementación de verdaderas políticas de desarrollo en los países de ingresos medios y bajos. Se trata de una discusión profunda sobre las reglas del comercio internacional, propiedad intelectual, cooperación tributaria, regulación de las inversiones y arquitectura financiera internacional. Tarea compleja pero imprescindible si no queremos ser espectadores con cada vez menos peso en esta reformulación que estamos viviendo.
Se debe repensar la estrategia de inserción internacional de nuestro país, y de el bloque que integramos con el fin de construir un camino propio de desarrollo inclusivo y sostenible en términos económicos, sociales y ambientales.
En este repensar del Mercosur, buscar un nuevo paradigma, se debe colaborar a concebir el subcontinente sudamericano con carácter bioceánico, como nunca se hizo y aprovechar nuestra extraordinaria condición de contar y poder disponer del Pacifico y el Atlántico. La integración bioceánica e inclusiva, resulta imprescindible para abordar los desafíos del presente de un mundo de bloques, con potencias en disputa y crisis de las cadenas de valor global.
La constitución de un nuevo Mercosur que integre todos los países de América del Sur es necesaria en estos tiempos. Una integración que tenga carácter bioceánico y multipolar, que integre lo político, lo social y lo económico pero que mantenga la autonomía monetaria que respete los bancos centrales de los países y a su vez constituya autoridades supranacionales de arbitraje y equilibrio que nos liberen de la extraterritorialidad de nuestros posibles conflictos comerciales.
Tal vez estas iniciativas de consolidación y expansión, y no la flexibilización y debilitamiento de las normas de integración actuales del Bloque Regional, sean el mejor homenaje para repensar el futuro del Mercosur en esta fecha tan importante, su 30 aniversario.
*Vicepresidente del Parlasur.