La conversación publica, angustiada por la profunda crisis socioeconómica, abunda en reclamos a la dirigencia, para que acuerde políticas de Estado que permitan superar las trabas laberínticas de nuestro crónico estancamiento posibilitando las condiciones para un desarrollo sustentable en el tiempo.
Para evitar propuestas voluntaristas es conveniente reflexionar sobre los condicionamientos objetivos sobre los cuales los actores del acuerdo tendrán que desarrollar su tarea, delimitando así el espacio de acción factible.
Acuerdo con el FMI: "Antes que sea tarde"
La Argentina esta invertebrada como consecuencia de tres transiciones inconclusas:
- La transición de una política institucional de gobiernos cívicos/militares autoritarios, liderados por caudillos hacia gobiernos democráticos republicanos conformados por coaliciones sin liderazgos indiscutibles, que puedan contener y disciplinar tendencias centrífugas y definir estrategias para gobernar. Signos claros de estas carencias son el cimbronazo que padece el Frente de Todos a raíz de la renuncia de Máximo, por estar en disidencia con el acuerdo con el FMI, o la fractura en sub bloques en el Congreso entre los representantes de Juntos por el Cambio. Ambas coaliciones carecen de métodos institucionales para dirimir diferencias.
- La transición de un Estado en sus tres niveles, nacional, provincial y municipal organizado para defender intereses corporativos a uno estructurado para arbitrar la sobredemanda de estos intereses corporativos y/o sectoriales en aras de defender el interés del conjunto de la sociedad mediante una burocracia mérito técnica.
- Del agotamiento del modelo de sustitución de importación, de bajísima productividad que requiere salarios reales bajos y/o pobreza creciente, a uno de mayor productividad integrado al mundo que sea sociopolíticamente sustentable y en el cual se logren reducir los niveles alarmantes de pobreza actuales.
Estas tres transiciones inconclusas se retroalimentan entre sí siendo una de las principales causas de la gran incertidumbre y falta de credibilidad tanto del conjunto de la sociedad como de referentes del exterior con el cual el país necesita imperiosamente interactuar. Un Estado sobre demandado por intereses corporativos y sectoriales, sumado a una frágil institucionalidad que no permite arbitrar conflictos de intereses, dificulta enormemente acordar reformas estructurales para mejorar la productividad, integrándose al mundo mediante procesos de inversión que requieren estabilidad de reglas de juego.
De una cultura política de caudillos, tanto militares como civiles, que aglutinaban tras de si las bases de apoyo social para llegar al poder e intentar gobernar, pasamos a una de coaliciones sin que la sociedad y ni la dirigencia tengan en claro cuales son las reglas para constituirlas, para elaborar estrategias y para designar dirigentes que representen los intereses de la sociedad civil. Esto a su vez retroalimenta la incertidumbre reinante generando más desconfianza y permanentes cambios de reglas de juego con lo cual se interrumpen los procesos de inversión y se produce el estancamiento crónico.
Este laberinto, construido a partir de décadas de postergar decisiones, son los factores gravitantes que conspiran para desarrollar acuerdos con posibilidades prácticas de ser implementados. Esto conlleva a imaginar una arquitectura política que torne probable:
- Consensuar entre la dirigencia de ambas coaliciones – intra-coalición y entrecoaliciones - cómo distribuir el costo político de los posibles acuerdos. El excesivo internismo en ambas coaliciones y la necesidad de enfrentar elecciones cada dos años son serios impedimentos para que las respectivas conducciones encuentren incentivos a la hora de sentarse en la mesa de negociación. Sin solucionar este serio escollo, previo a discutir que se va a acordar, es altamente probable que el intento fracase.
- Resuelto el dilema del primer punto, determinar cuáles son las políticas de Estado para las cuales se requiere consenso y luego acordar entre ambas coaliciones los equipos técnicos para elaborar las propuestas, y de ser factible, los equipos profesionales para ejecutar lo acordado.
- Plasmar en una ley a aprobarse en el Congreso el consenso logrado instrumentado de forma tal que, independientemente de quien gobierne, constituya una política de Estado cuyos temas acordados dejen de ser discutidos en las futuras contiendas electorales.
FMI: acordar no nos salva, pero evita una catástrofe
Es evidente que no se trata de un acuerdo sencillo de armonizar. A las dificultades políticas señaladas mas arriba, se añaden las presiones corporativas de todo tipo en que ambas coaliciones, y en especial sus dirigentes, tendrán que lidiar. Postergar sine die las decisiones es suicida, animarse a encararlas es complicado, pero quien pretende ser dirigente político en estas delicadas circunstancias tiene la obligación de enfrentarlas.
* Pablo Madanes. +Joint Degree en Economía y Filosofia de University College London.