OPINIóN
Columna

Pensar en el diálogo posible, el caso de las relaciones judeo-cristianas

Tenemos que hacernos a la idea de que se trata nada menos que de modificar una cultura consolidada a lo largo de muchos años.

Solidaridad
Solidaridad | Public Domain Pictures / Pixabay

A esta altura, entre grupos importantes de la población argentina -y no sólo de la Argentina- constituye un valor entendido, desde lo descriptivo que existen grietas profundas inter e intragrupos políticos, sociales, económicos, que abarcan a porciones decisivas de la sociedad civil. Desde lo preceptivo, muchos estamos de acuerdo en que hay que promover el diálogo para salir de esas divisiones, antes que ellas -en las especiales modalidades argentinas- provoquen que se venga abajo el edificio social.

En buena fe se propone que hay que hacer algo. Pocos proponen formas sustanciales de desarrollar el consenso. En esas condiciones, el hay que tiende a convertirse en una fuente de frustración y de profundización de la grieta.

Como aporte para un desarrollo que no me cabe duda ya ha sido emprendido por sectores amplios de la sociedad y sin pretender haber descubierto la pólvora, me gustaría volver sobre algunos conceptos básicos.

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Corrernos al centro para evitar la debacle

Qué esperar.- No podemos esperar que una situación social y cultural que se ha consolidado a lo largo de siglos (podemos comenzar con morenistas y saavedristas o si lo prefieren desde la expulsión de los jesuitas o desde cualquier otro hito histórico; todos tendrán una antigüedad mínima de por lo menos dos siglos) se resuelva en un santiamén. Tenemos que hacernos a la idea de que se trata nada menos que de modificar una cultura consolidada a lo largo de muchos años. Es una tarea para un par de generaciones. Como dice un antiguo proverbio hebreo uno puede saber que no finalizará la tarea, pero ello no lo exime de comenzarla.

Eso en cuanto a las expectativas.

Tampoco podemos ponernos como objetivo arribar a una unanimidad ideológica. Intentarlo sería la mejor manera de perpetuar las confrontaciones. La cuestión creo que consiste en cómo canalizar las diferencias sin que dañen a sus portadores ni a los ciudadanos de a pie que miramos con una mezcla de asombro y rechazo el nivel destructivo a que ha llegado el disenso entre nosotros.

Algunas reglas elementales.- ¿Qué exigir entonces? Presento algunos parámetros. Aclaro que los ejemplos que proporciono pueden referirse a todos los colectivos políticos.

Guardemos las reglas de convivencia. No es admisible violarlas. En general, hacerlo es síntoma de autoritarismo y falta de raciocinio. Intentemos condenar al ostracismo social a los infractores. Parece una nimiedad, pero si no se respetan las reglas de convivencia no hay punto de partida posible. Ejemplos de prácticas viciadas: que los políticos develen para la construcción de sus propios espacios de poder información confidencial negativa sobre sus adversarios. La legitimación de las fake news constituye una triste reflexión no sólo moralmente infraccional sino una palmaria violación de reglas sociales de convivencia. En el Parlamento israelí y con el apoyo de 70 sobre 120 integrantes y del propio Presidente de Israel, los legisladores acaban de asumir un pacto de buenos modales.

Un pasado glorioso y una realidad preocupante

Respetemos el principio de progresividad. No es posible que la mera circunstancia de un cambio de gobierno, que constituye una reconfirmación de las reglas de la Democracia, se transforme en el disparador para hacer tabla rasa de todo lo hecho hasta ahora aún cuando contara con el respaldo de la anterior oposición ahora devenida oficialismo. Es una versión contemporánea del mito de Sísifo, donde –permítanme confundir los ejemplos- se come el hígado de la ciudadanía.

Presentemos los ejemplos de diálogo a la luz del día. No me cabe duda de que en las Cámaras del Parlamento los legisladores de los distintos colectivos políticos arriban diariamente a acuerdos intergrupales positivos, que reflejan una conciliación de intereses muy dispares. En la cultura política argentina, de este tipo de acuerdos no se habla. Sólo se expresa públicamente lo que separa. Lo que es fruto de un acuerdo huele a espurio y a contubernio. Se pasa por alto así un principio elemental: se predica con el ejemplo. ¿Se animarán los protagonistas de este tipo de acuerdos a publicitarlos sin que los paralice el miedo de perder un puñado de votos?

Los efectores del cambio.- ¿Desde arriba o desde abajo? ¿Desde el liderazgo o desde la base? Desde los dos sentidos. Si el liderazgo no da el ejemplo, no hay solución posible. Si no hay una masa crítica de seguidores, no desde una cierta ideología sino desde ciertas reglas de fair play olvidemos todo el asunto y sigamos la técnica de Sansón – destruyamos el templo. Una vez más, para configurar esto hace falta tiempo. Tengo una idea acerca de quiénes son los seguidores y cómo encontrarlos. ¿Dónde están los dirigentes dispuestos a dar el ejemplo? ¿y los ciudadanos dispuestos a reconocerlos y seguirlos sin esperar veinte años desde su fallecimiento?

No se me oculta que para todo esto hace falta una estructura organizacional mínima. Podría ser tarea para una o varias ONG. Comenzar haciendo un recuento de organizaciones y personas afines, comunicarlas entre sí, buscar y encontrar la dirigencia posible y de allí en más seguir adelante.

Olympe De Gouges, una patriota perseguida

Miremos un ejemplo, el del desarrollo de las relaciones judeo-cristianas.- Relato ahora un ejemplo posible que no puede, quizá, ser correlacionado con el caso argentino. No es un proceso perfecto ni está terminado: el de las relaciones judeo-cristianas.

Hacia el año 1933, fecha del advenimiento del nazismo al poder en Alemania, la sanción de las leyes raciales de Nüremberg en 1935, la Noche de los Cristales Rotos en 1938 y el exterminio de las comunidades judías bajo el nazismo a partir del año 1941 (son referencias generales sin pretensiones históricas precisas), ya habían transcurrido 1700 años de prejuicio, odio, expulsiones y matanzas. Después de la Shoáh las diversas denominaciones cristianas y en especial la Iglesia Católica Apostólica de Roma, iniciaron un proceso de revisión de la enseñanza del desprecio que había constituido una base esencial de la hecatombe.

Primero vinieron los líderes individuales. Entre otros los muy católicos Juan XXIII y el Cardenal Johannes Willebrands desde los cincuenta. El Cardenal Argentino Jorge Mejía desde los sesenta. Jules Isaac y  Abraham YeoshúahHeschelen la grey judía. En 1965 el Concilio Ecuménico Vaticano II emitió una declaración formal, NostraAetate, Cap. 4. renovando totalmente el marco conceptual del vínculo judeo-católico. De allí en más se nutrieron las filas de los participantes en el Diálogo provenientes de ambos sectores y simultáneamente se crearon estructuras en ambas comunidades de fe para sostenerlo y desarrollarlo. Se emitieron documentos doctrinarios importantes en los setenta y los ochenta. De allí en más el Diálogo se desarrolló sin detenciones. Una precondición radicó en la creación de confianza recíproca entre ambos sectores. Tomar el té juntos también tuvo su importancia para ello.

-¿Es una revinculación perfecta? No por cierto. Los análisis doctrinales de uno u otro sector al criterio de muchos dejan qué desear. Los prejuiciosos siguen siendo muchos. La prioridad de este Diálogo en cada comunidad de Fe es muy baja. Los participantes de uno y otro sector son relativamente pocos.

Sin embargo, lo que tras setenta años ha decantado es una profunda fraternidad entre muchos desde su propia e irrenunciable identidad y una real paz de los espíritus que se refleja en los comportamientos institucionales e individuales.

El Diálogo se demostró posible y fructífero. También puede serlo en la Argentina. Requiere meditación y tiempo.

 

* Abogado. Presidente del Consejo de Administración de la Fundación Shalom.