OPINIóN
Polémica

Presencialidad: ¿qué dicen los docentes?

Los debates mediáticos sobre el regreso a las clases presenciales están nutridos por "especialistas" que jamás pisaron un aula. ¿Por qué se excluye la voz de los docentes?

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Sistema de burbujas en escuelas. | Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires

Hace unos días varios medios publicaron una carta donde distintos “referentes” de la cultura, la salud y la educación reclaman por la vuelta a las clases presenciales. El reclamo llama la atención por su redundancia —porque es como si todavía se hicieran manifestaciones a favor de la despenalización del aborto, en cuyo caso digamos que convendría hablar menos de un reclamo que de una performance o una parodia—; pero también porque entre los firmantes hay muy pocos docentes. Abundan, sí, los abogados o psicólogos mediáticos que cada tanto van a dar una clase a la Universidad de San Andrés u otra semejante; pero docentes “de a pie”, por así decir, no se advierte ninguno, y esta ausencia es sintomática de lo que viene ocurriendo hace muchos años, que es que la voz del docente está borrada de todos los debates que se generan en torno a la educación. En general, y en términos heideggerianos, los maestros y los profesores siempre son hablados por otros, y máxime por gente que se presenta como “especialista” sólo por haber cursado Ciencias de la Educación, una carrera que tiene menos entidad epistemológica que la patafísica. Ellos son los que opinan, los que señalan, los que dicen qué conviene hacer y qué no, los que terminaron imponiendo una paideia que prescinde de la idea de esfuerzo y de autoridad, los que han estado detrás de todas las reformas de las últimas décadas y, aún así, siempre han salido indemnes. ¿No será hora de incorporarlos al reparto de responsabilidades? ¿No habrá llegado el momento de escuchar también a los que meten los pies en el barro, a los que ponen el cuerpo, a los que saben, entre otras cosas, lo que es estar en un aula sin calefacción y con vidrios rotos durante el invierno?

Hoy muchos de esos docentes están desamparados. No se sienten representados ni por la política ni por los gremios, ni mucho menos por estos “especialistas” que en general jamás pisaron un aula para dar clase —muchos de ellos por cierto no durarían siquiera dos minutos en una escuela primaria o secundaria—, como tampoco lo hicieron esos politólogos o abogados semi-ágrafos que ponen al frente de los ministerios, y cuyos currículums suelen caber en un boleto de colectivo.

Por eso cuando se habla de una “presencialidad cuidada” la verdad es que nadie lo toma muy en serio. Casi ningún docente piensa que, ahora sí, alguien los va a cuidar, y en efecto muchos ya lo están corroborando: a varias escuelas de la zona del AMBA no están llegando los elementos de higiene que prometieron. En algunos casos —muchos docentes nos lo contaron en off— mandan un par de jabones, una botellita barata de alcohol, un paquete de bolsas de consorcio, y arreglate. Si alguno recibe una mascarilla llámese privilegiado. Los insumos que no están, como siempre, salen del bolsillo de cada maestro o profesor.

Lo que no podemos comprar, en todo caso, es algo que nos vienen arrebatando hace varias décadas: la autoridad. En muchas escuelas va a ser muy difícil “hacer cumplir” los protocolos, no sólo porque no están dadas las condiciones edilicias, no sólo porque faltan elementos de limpieza, sino además porque nadie está acostumbrado a cumplir las reglas. Ni siquiera las pocas reglas que quedan luego de tantos años de dislates pedagógicos, de zonceras más o menos similares —sólo van cambiando algunos tecnicismos— a las que Hannah Arendt ya les respondió categóricamente hace cinco décadas.  

Pero, ¿a cuántos, sinceramente, les importa esto? Cuando volvamos a esa escuela presencial donde los chicos pasan quince años y egresan sin poder comprender textos simples, ¿algunos de los que hoy insisten con la presencialidad van a levantar la voz con tanta fuerza como lo están haciendo ahora? ¿O es que sólo quieren sacarse a los pibes de encima? ¿Veremos algún día una demanda social para que mejore la calidad de la educación? ¿O seguiremos, como hasta ahora, haciendo la vista a un costado mientras muchos alumnos siguen terminando la escuela casi en estado de analfabetismo?  

Muchos hoy insisten sobre la necesidad de jerarquizar la docencia, y tienen razón. Pero, ¿no estaría bueno empezar por escuchar lo que los docentes tienen para decir?