Dice un viejo dicho británico, cargado de flema inglesa: “Lo único peor a ser explotado es no ser explotado”. La discusión pública en estas horas pasa en parte por el nivel de la tasa de interés del préstamo con China, que se sabe es alta, bastante más que la del FMI y otros organismos internacionales.
Sergio Massa consiguió extender el swap con Beijing por US$ 18.500 millones y ampliar hasta los US$ 10 mil millones el rango de libre disponibilidad para apuntalar reservas y recuperar poder de fuego ante una eventual corrida contra el peso.
El swap es un instrumento al que recurrió por primera vez en 2009 Martín Redrado, entonces titular del Banco Central, con Cristina Kirchner presidenta. Permite habilitar el intercambio sin intervención del dólar. Tuvo sucesivas renovaciones, también con el gobierno de Macri, que ratificó en 2016 la relación estratégica integral con China inaugurada por los Kirchner. En 2018 Beijing condicionó la actualización del swap al cumplimiento del stand by con el FMI, que negociaba por entonces el ministro Guzmán. Dato clave.
China ya había autorizado que la Argentina dispusiera de un tramo de US$ 5 mil millones, que ahora se duplica. La ventaja es que se puede importar desde China por ese monto sin usar dólares. Eso mismo se fue a buscar a Brasil, mediante financiación del Bndes brasileño. El Banco Central de Brasil se opuso y se intentará vía Nuevo Banco de los Brics, donde ya ha habido una primera señal. La eventual entrada al Brics representa en el imaginario progresista lo que ha sido el ingreso al G20 en tiempos de Carlos Menem. No es lo mismo, pero se sabe que ampliar los escenarios de participación internacional siempre es positivo.
Sorprendió en este contexto la superficialidad del comentario de Máximo Kirchner, miembro de la delegación, en su visita a la Universidad de Fundan. El diputado celebró el hecho de que Beijing, a su juicio, no impone “ningún tipo de presión” como prestación a su ayuda, en contraste, insinuó, con las que ejercen los organismos de crédito internacionales.
Libro blanco 2008 y Libro blanco 2016, son dos documentos publicados por Beijing en 2008 y 2016 sobre su política general hacia la región. Allí se ve que la Argentina responde al modelo proyectado por China para sus relaciones con países de ingreso medio de la región, como advierte el experto en las relaciones con China, Eduardo Oviedo, de la UNR.
“Argentina parece ser un perfecto ejemplo de la práctica de los objetivos deseados por China en materia de inversiones y asuntos financieros”, dice en Alternación política en Argentina y relaciones económicas con China. Durante el gobierno del matrimonio Kirchner, que parece reproducirse en esta gestión, la “Argentina se convirtió en un componente más de la construcción global del comercio y el poder financiero de China”, mediante el intercambio comercial bilateral, primero, y luego, como fuente externa de financiamiento. Para Oviedo, “los swaps de divisas y los préstamos para infraestructura otorgados por China son mecanismos de dependencia”.
Qué opina Washington, que ha consagrado a China como principal desafío global a su seguridad, lo sabremos en el próximo viaje de Massa a EE.UU. Durante la reciente visita de Fernández a la Casa Blanca, Joe Biden dio instrucciones precisas al Tesoro de que no se deje llegar a la Argentina al colapso. Por el momento se ha escuchado decir allí que “comprenden”.