Hay un dolor que no cesa. Es el de los familiares de los caídos en Malvinas y de los Veteranos. Es un dolor único e intransferible. No es un sentimiento que busque lástima, por el contrario, se inspira en el orgullo más elevado y que demanda, porque lo merece, el reconocimiento genuino, espontáneo, desinteresado y permanente. Ese que al volver de las Islas y por mucho tiempo no tuvieron. El que privó a las mamás y a los papás, cuando sus hijos no regresaron, de respuestas concretas y valientes. Ese que negó por mucho tiempo los honores a los caídos como ellos merecían. El que no estuvo a la altura para brindar la atención que era urgente, y aún se necesita. Ese que no esté contaminado de usos partidarios para beneficios espurios. El que les fue negado porque la derrota avergonzó a la dictadura que gobernaba en aquel entonces, y porque la sociedad tardó mucho en hacerse cargo de sus miserias, incluso de apañar, como se hizo, una guerra absurda de dos gobiernos que sólo buscaban el rédito personal para eternizarse en el poder sin consideración por la vida ni los derechos humanos.
Hoy, tal vez porque nos encontramos todos en un estado de sensibilidad mayor a causa de la crisis humanitaria que estamos enfrentando, quizás estemos más atentos a la fecha y hagamos cada uno lo posible para que el día no pase desapercibido.
Dice José Saramago: "Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se comienza por el olvido y se termina en la indiferencia".
Tenemos el tiempo para unirnos a los Familiares de los Caídos que convocan para la medianoche a entonar juntos el Himno Nacional. También para buscar textos y leer testimonios escritos por aquellos que decidieron y asumieron ser la voz y la palabra de los que no pueden expresarse, y fundamentalmente de los que ya no están entre nosotros. Hay cientos de libros y videos en las redes para leer, ver, escuchar.
En lo personal, soy un interesado por la historia y doy un enorme valor al relato en primera persona. Están los que fueron protagonistas, y estamos muchos de nosotros que fuimos testigos. Contar y que contemos es importante para el futuro. Porque saber es imperioso y ser solidario nos humaniza.
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La vida me dio la oportunidad de interactuar con muchos de los veteranos, soldados y militares de carrera, y además trabajar con los familiares en el marco del Plan Humanitario de Identificación en el Cementerio de Darwin, que es reconocido por el mundo entero.
Tengo grabado a fuego miles de testimonios recogidos en ese proceso maravilloso, y mucho más la imagen del 26 de marzo de 2018 cuando al llegar a Darwin con 90 familias el viento se detuvo , el cielo se pintó de un celeste increíble y el sol brilló como jamás en los días de la guerra.
Ese día, en el que los familiares fueron a honrar a sus seres queridos fallecidos, el campo santo se vistió de vida, y fue posible porque todos supimos ponernos de acuerdo. Porque saldar esa deuda de reencuentro con el ser amado era imposible de seguir postergando.
El homenaje de hoy debería servirnos también para entender que los argentinos tenemos acuerdos muy firmes que sostenemos contra toda adversidad y que en ello no hay grieta posible: la defensa de la democracia, los derechos humanos en su amplitud y Malvinas.
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Estos dos últimos son ejemplos claros y palpables incorporados como mandato constitucional en la reforma de 1994 por unanimidad. Debemos honrar estos compromisos buscando acciones superadoras, pensadas con mentalidad de estadistas y alejadas así de mero oportunismo político circunstancial.
Porque debemos recordar que cuando el 2 de abril concluye, cuando los homenajes terminan, nosotros volvemos a nuestros mundos. Los familiares y los veteranos continuarán con sus penas buscándonos para que nuestra mirada los vea y nuestro abrazo los cuide.
Honor a quien honor merece.