OPINIóN

Qué significa la irrupción del extremismo de derecha

Javier Milei
Javier Milei | Instagram

En los últimos años, el espacio de la derecha tradicional en América Latina se ha visto sacudido. En varios países del Cono Sur, con cierta excepción que mantiene Uruguay por la historia de su cultura cívico democrática y la estabilidad económica -a pesar de irrupción de Cabildo Abierto-, estamos viendo un fenómeno que implica el desplazamiento de la derecha tradicional por fuerzas extremistas. Este problema presenta aspectos similares al que se manifiesta en Europa.

¿Imitarlos, parecerse a ellos o establecer un cordón sanitario? Por ahora, en países como España, el Partido Popular ha logrado representar un límite frente a la derecha radical representada por Vox, sosteniendo la principal oposición al gobierno de Pedro Sánchez. Sin embargo, se ha visto obligado a establecer alianzas con este partido en gobiernos locales. En otros países, como Hungría y Polonia, gobiernan hace ya varios años o han llegado al gobierno recientemente como en Italia.

En Chile, desde las elecciones de 2021, José Antonio Kast ha emergido como el nuevo líder de derecha en aquel país. Logró desplazar a Sebastián Piñera y los partidos que lo representaban, Renovación Nacional y la Unión Demócrata Independiente (UDI). Obteniendo su Partido Republicano una mayoría de los representantes constituyentes, el partido más cercano al ideario de Augusto Pinochet tiene una responsabilidad importante en la elaboración de la nueva constitución pos dictadura.

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En Brasil, el PSDB, partido que había tenido su época de oro en los mandatos de Fernando Henrique Cardoso (1994-2002), ha sido desplazado por el bolsonarismo agrupado en el PL (Partido Liberal). Varios exponentes centristas del partido tucano terminaron aliados a Lula en las últimas elecciones de 2022 como Cardoso y Alckmin. Si bien el asalto golpista de Brasilia en enero del 2023 y hechos de corrupción han derivado en complicaciones para el liderazgo futuro de Bolsonaro, su figura y los valores que representa, sintetizados en “Dios, patria, familia y libertad”, mantienen vigencia para muchos brasileños.

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Donald Trump y Jair Bolsonaro

En Argentina, el ascenso de Javier Milei y La Libertad Avanza muestra que este fenómeno emergente ocupa también el centro de la escena. Patricia Bullrich y Mauricio Macri, al haber legitimado y suscripto a varias de las propuestas del libertario de extrema derecha, han colaborado en su fortalecimiento. La incapacidad de las coaliciones dominantes para hacer propuestas sólidas a la ciudadanía en el contexto de una profunda crisis económica, social y política, han derivado en el ascenso del libertario de extrema derecha. La derecha mainstream en Argentina, representada en Juntos por el Cambio, debería observar lo sucedido en Chile y Brasil, la irrupción de un fenómeno que, como ha sucedido en aquellos países, podría condenarla al ostracismo.

Lo particular de Milei, en comparación con las otras derechas radicales, es que es el candidato que más abiertamente saca de la caja las políticas privatizadoras como centro de su programa político. Si bien la derecha radical en América Latina tiene esta característica, hasta el momento la prédica anti estatista no había sido ejecutada con tanta virulencia.

Bolsonaro se había cuidado mucho más de eso en 2018, ya que, si bien había establecido la alianza con el Chicago Boy Paulo Guedes para Economía, la campaña estaba mucho más centrada en los temas de seguridad y anticomunismo. Kast tampoco parece haber ocupado el centro de su campaña con el neoliberalismo; más bien con el eje “libertad o comunismo” al estilo bolsonarista. Es la crisis hiperinflacionaria argentina la que habilita un sentimiento ciudadano de barrer con el Estado por derecha.

Como muestra lo sucedido en otros países, una vez que estos movimientos extremistas entran en escena, estableciendo un lazo afectivo potente entre el líder y sus seguidores, sacuden la escena política y la condicionan por varios años.

Javier Milei
Javier Milei

Por otra parte, la incapacidad de los progresismos de atacar el corazón de las desigualdades y lograr alcanzar algunas de las promesas de campaña, han derivado en este crecimiento. Una izquierda irresponsable, que hace en campaña promesas que no puede cumplir una vez en el gobierno, participa en hechos de corrupción, así como justifica violaciones a derechos humanos cuando son cometidas por quienes son parte de sus grupos ideológicos, es también parte del problema.

En todo caso, en Argentina, estamos frente a un nuevo escenario donde ya nada volverá a ser como antes. La experiencia demuestra, por lo sucedido en Brasil, Estados Unidos, Chile y otros países que, una vez establecidas estas fuerzas extremistas en el corazón del cuerpo social, forman parte y moldean el debate público. Por lo tanto, una estrategia opositora frente a estos sectores deberá partir de la premisa de que todo ha cambiado, y nuevas fórmulas deberán ser implementadas para ejercer la oposición.

Esto no debe pensarse como una perspectiva de acá a las elecciones de octubre o noviembre, sino como un plan a largo plazo que tenga por objetivo ejercer una oposición a las fuerzas extremistas de derecha atacando las causas que dan sustento a este fenómeno. Estas causas, al ser estructurales, deberán ser enfrentadas como parte de un largo camino.

* Autor del libro “La reconquista autoritaria” (Marea, 2022)