OPINIóN
ÉTICA Y POLÍTICA

Quién manda

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Boudou. Condenado a prisión luego de un extenso juicio. | cedoc

El país está en una difícil encrucijada, y se torna imprescindible la reflexión sobre cómo enfrentar la situación.

Si salimos adelante, el camino se basará en los valores sociales que tenemos los argentinos. La Justicia puede y debe ser la primera virtud a considerar como valor del Estado. O de la comunidad organizada, para decirlo de otra manera. Con justicia individual y social se avanza hacia la comunidad irganizada a que aspiramos.

En estos días se ha formulado en el país un debate sobre un destacado personaje de la política –Amado Boudou–, que fue vicepresidente de la república y que está condenado a prisión luego de un extenso juicio en los tribunales, donde se agotaron las instancias revisoras de sentencias parciales hasta llegar a la confirmación dictada por la Corte Suprema de Justicia.

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Boudou, con tres socios y dos cómplices, se apropió de la imprenta Ciccone Calcográfica, que era uno de los talleres donde se imprimían los billetes de la moneda nacional, a la que se le encargó un primer trabajo de impresión de 1.250 millones de billetes. La condena  confirmada que pesa sobre él es “cohecho pasivo y negociaciones incompatibles con la función pública”. Dicho en términos más comunes, es haber recibido coimas significativas y haber abusado de su influencia y su poder para enriquecerse.

Y surgieron desde voces políticas, incluso del más alto nivel, protestas y reclamos suponiendo que su condena se debe a falsas acusaciones.

En la medida en que debemos regirnos por las leyes del país, no hay duda de la culpabilidad de Boudou y del consiguiente castigo que ha merecido por robo y defraudación al Estado.

Ahora, ¿qué piensan los argentinos acerca del robo?, ¿es acaso tolerable aunque sea en ciertas circunstancias?

Para no hacer una calificación religiosa y no remitirnos al decálogo judeocristiano y a su séptimo mandamiento, y quedándonos en las cosas nuestras, sugiero remitirnos a los consejos de Martín Fierro a sus hijos como un valioso código de ética nacional. De la treintena de consejos, algunos pueden clasificarse como el establecimiento de una legislación social. Y al primero, de la fraternidad como ley primera y al deber de trabajar, sigue la sabia sextina que dice: “Ave de pico encorvado/ Le tiene al robo afición/ Pero el hombre de razón/ No roba jamás un cobre/ Pues no es vergüenza ser pobre/ Y es vergüenza ser ladrón”.

Si damos vuelta y tratamos de justificar el robo, suponiendo que no es vergüenza ser ladrón, vamos contra la ética de la comunidad, que no piensa que los poderosos puedan robar por el simple hecho de tener poder.

Es grave que haya un movimiento masivo –a través de una multitudinaria solicitada, por ejemplo–  que quiera ignorar que el robo es una vergüenza porque un hombre de cierto partido cae en la volteada. Se quiebra así la necesaria comunidad de valores aceptados y respetados por todos.

Es grave también que el presidente de la república reflexione sobre si es mejor lograr el olvido (si así podemos llamarlo) del robo cometido por  un indulto o una amnistía legislativa del Congreso. Máxime en plena pandemia, con robos en las calles como algo cotidiano en todo el país, y cuando necesitamos unirnos solidariamente para la distribución de la vacuna y seguir adelante con nuestras rutinas. Ya lo he dicho en una nota anterior: nuestra salvación está en el trabajo de los hombres y las mujeres que hacen cotidianamente el país, nuestra esperanza está en el pueblo.

¿Y los que gobiernan, y los referentes de los valores, sea la Iglesia, los diversos líderes políticos, los intelectuales más destacados, o sea no el sector popular sino el de la elites?

No hay figuras nacionales sobresalientes y positivas. Seguimos con el interrogante de quién manda en el Gobierno, de qué va a hacer la Corte Suprema, por qué tanto apuro con el aborto, y cuál es la salida de la pandemia, de la que no sabemos todavía con cuáles y cuántas vacunas contamos. El panorama es incierto. Es necesaria la acción de los anticuerpos, tanto en lo físico como en la situación política.

*Ensayista.