La trayectoria de mi vida sorprende a muchos. Si bien hoy presido el Centro Zen de San Francisco (USA), -fundado en 1962, uno de los centros de práctica Zen más importantes de occidente-, nací y me crie en Argentina.
Me gradué de licenciado en Administración de Empresas y durante más de una década fundé y lideré una agencia de publicidad regional, tras haberme desempeñado en una multinacional de consumo masivo y un importante grupo de medios. En este camino de exploración en el que llevo alrededor de 20 años, no dije basta, como muchos creen. Más bien, fui reflexionando acerca de cómo seguir, acerca de cómo vivía la vida y la posibilidad de transitar un cambio positivo.
Dedico mucho tiempo a reflexionar acerca de mi propia posibilidad de transformación y la manera en que puedo apoyar el cambio en otros, observando nuestra capacidad para continuar aprendiendo y sumar experiencias. Hoy espero que estas líneas sean una excusa para compartir con Uds. herramientas para vivir de una manera diferente, ser de una manera diferente y profundizar en el equilibrio, en la capacidad de conexión, con foco en el potencial que tenemos para cultivar un cambio positivo como individuos y en nuestros entornos. Cómo lograr transformarnos como seres humanos.
En un entorno tan cambiante y puesto a reflexionar sobre las nuevas habilidades y destrezas para el mundo actual, me gustaría poner el foco en el concepto de la ecuanimidad. Es un concepto que no está en el radar de la mayoría de las personas. Sin embargo, es una de las cualidades que sintetiza muchas de las actividades que hoy desarrollo como monje zen.
¿Qué es la ecuanimidad y porqué es importante? Probablemente muchos de quienes leen esto tienen vidas con muchas actividades y responsabilidades, en cada plano. Diariamente transitan espacios de desafíos, dificultades y oportunidades. Cada situación nos brinda alegría y motivación, pero también frustraciones, complejidades y desacuerdos... Nuestra vida, en general, es sumamente variada. Y a eso debemos sumarle que ahora vivimos inmersos en una pandemia que lo hizo todo aún más difícil y complejo.
La vida es compleja y profundamente maravillosa. Y tenemos una oportunidad de repensar el cambio, la curiosidad, la capacidad de aprender, la seguridad, la confianza y la gratitud, como algunas de las herramientas para enfrentar nuestra realidad tan compleja. Todas fundamentales en procesos de transformación: nos ayudan a transitar el camino hacia un ser más humano, en la variedad de lo que hacemos y en todo lo que somos.
Y estas herramientas están vinculadas en profunda relación con la ecuanimidad. Muchos la relacionan con la paz, la tranquilidad o la tolerancia. Pero ecuanimidad proviene del latín “ecuanimitas”, formada por “ecua” igual “anima” más “dad”: la cualidad del igual ánimo. Esto puede en ocasiones remitir a la idea de no prestar atención, a ser indiferentes, o insensibles. Pero estos son los que llamamos “enemigos cercanos de la ecuanimidad”: la apatía, el desinterés, la desconexión. Se parecen, pero no son lo mismo.
Para entenderlo mejor, imaginemos todo lo que ocurre en nuestras vidas y que genera algún impacto emocional o físico, cada cambio, cada situación… y sinteticémoslo en una gota de tinta: lo que acontece en nuestra vida, concentrado en una gota de tinta. Imaginemos también un vaso de agua. La gota de tinta es todo aquello que nos ocurre y el vaso de agua soy yo.
Ahora bien: las situaciones que nos ocurren, la gota de tinta cae en el vaso de agua, ingresan en nosotros y tiñen el agua. Lo que ocurre nos afecta y el cambio tiñe por completo nuestra persona y el estado en el que estamos. Para controlar esto, solemos utilizar distintas estrategias: tratar de que la gota no caiga en mi vaso, cambiar el color de la gota, negar que la gota existe, achicar la gota: son todas estrategias para modificar el entorno.
Pero ¿cómo nos va con esa estrategia?; ¿cómo han logrado modificar el efecto de la gota? Acá es importante volver al concepto de ecuanimidad: porque la gota siempre va a ser una gota, más grande o chica. La ecuanimidad nos propone cambiar el punto de foco de la gota al vaso e invitarnos a una investigación personal de uno mismo para pasar de ser un vaso a un balde. Seguir trabajando para transformarnos de balde en una bañera, luego un lago y más tarde un mar. La ecuanimidad nos invita a un cambio de foco hacia adentro, hacia una exploración, dado que la gota siempre ocurre.
La propuesta es, entonces, cultivar la ecuanimidad y explorar nuestro interior: la gota va a ser siempre la misma, pero el efecto será diferente: la gota en un vaso no lo afecta de la misma manera que lo hace en el mar.
La ecuanimidad es la capacidad de abarcar e integrar la vida sin vernos desbordados por su inmensidad y complejidad. Aunque en el vaso y la bañera haya 100% tinta, no estamos hablando de desconexión, o de tolerancia o de fortaleza: hablamos de amplitud, de abarcar la misma gota, pero con más espacio. Al aumentar el contenedor, al transformarnos en balde tenemos la capacidad de responder en vez de reaccionar a todas las situaciones de nuestra vida. Cultivar la ecuanimidad nos da la posibilidad de no reaccionar como lo hace el agua de un vaso frente a la tinta. Nos da la capacidad de integrar cada estímulo como en la bañera o el lago, con mayor capacidad de recibir y de sostener.
Cultivar la ecuanimidad requiere intencionalidad y esfuerzo, no surge naturalmente de un día para el otro. Hay que comprometerse, hay que trabajar. Es posible para cualquier persona desarrollar la ecuanimidad: se cultiva y se nutre en todos los aspectos de nuestra vida. Hay ciertas cosas que nos ayudan a lograrla. Una es hacer silencio, detenerse intencionalmente, explorar, aunque sea, cinco minutos cada día cuál es nuestro estado interno. Otro punto importante para su desarrollo es como nos conducimos como personas, como somos con relación a otros, como mantenemos un orden y una conducta ética. Es muy difícil ampliar nuestro contenedor cuando vivimos desordenados y sin valores éticos. Hay que detenerse y explorar nuestros valores. Un tercer elemento es cultivar la compasión: ser compasivos, ser menos críticos, estar menos pendientes del juez interior que todo lo evalúa. La generosidad es otro factor para cultivar la ecuanimidad: dar y darse a uno mismo: no me refiero tan solo a ayuda material, es también atención, tiempo, una palabra, una sonrisa. Ahí radica la generosidad.
Y un pilar fundamental es la mente de principiante: una cabeza abierta, curiosa, con capacidad de comprender que siempre que hay algo que no sabemos, que no estamos viendo. Que nuestra manera de ver la realidad es distinta de las de otras personas. Por eso es importante no cerrarnos en nuestros preconceptos.
Para concluir, es importante trabajar para que la gota sea una, y que no la multipliquemos. Poner foco en lo que ocurre ahora y en este momento. Observar con atención cuál es el verdadero problema y cuanto es lo que estamos agregando nosotros.
El concepto de ecuanimidad nos orienta acerca de dónde poner el foco en nuestro trabajo de transformación. Nos propone utilizar estas herramientas para trabajar sobre nosotros como contenedor y no sólo poner expectativas sobre la gota de tinta sobre la que tenemos poco control.
De vaso a balde, de balde a bañera, de bañera a lago y luego a mar: responder en lugar de reaccionar. Cultivar la ecuanimidad es un proceso continuo en nuestras vidas, una capacidad fundamental y una transformación hacia una persona cada vez más humana.
* Sozan Miglioli. Monje Zen y presidente del San Francisco Zen Center (USA).