China percibe el acuerdo con Australia como una medida amenazante, en el marco de una política exterior cada vez más agresiva de los Estados Unidos, que tiene más continuidades que rupturas con respecto a la de Donald Trump. Y Francia, que con la llegada de Joe Biden esperaba un cambio sustancial en el trato con la Casa Blanca, se entera casi por la prensa que a sus espaldas se estaba tejiendo un acuerdo que derribó su venta más importante de las últimas décadas. Además, París se sintió traicionado por Australia, en especial por su excusa irracional de que abandonaba el acuerdo porque quería pasar de los submarinos convencionales a los nucleares.
Este acuerdo no solo afectará negativamente la relación entre Estados Unidos y China, sino también la de Washington con muchos países europeos. Se suponía que Joe Biden iba a traer el multilateralismo al mundo, pero en este caso solo ha exacerbado las divisiones entre aliados como el Reino Unido y la UE. Por otro lado, la estrategia del primer ministro británico, Boris Johnson, no ayuda porque apostó al ciento por ciento al alineamiento con Estados Unidos, lo que representa un movimiento cuanto menos arriesgado y bastante temerario, porque el Reino Unido necesita que la relación con la Unión Europea sea fuerte tras la construcción del Brexit.
Si Australia y Estados Unidos piensan que este pacto va a contrarrestar la dependencia comercial de Australia con China cometen un error de cálculo. Aunque Estados Unidos sigue siendo la primera potencia mundial, ya no es lo que era hace diez años, tiene un gobierno débil internamente y los aliados tienen un papel más importante que jugar.
*Profesor de la UCA. Observatorio Sino-Argentino.