En la mañana del 11 de Setiembre del 2001 me encontraba reunido frente al Congreso de los Estados Unidos. Frente al edificio al que se dirigía uno de los cuarto aviones que habían sido secuestrados por la organización terrorista Al Qaeda. Si bien ese avión no alcanzó su destino, los otros tres sí lo hicieron, causando la muerte de más de 3.000 personas y un considerable daño económico. Fue el mayor atentado terrorista en la historia de la humanidad.
Guerra al terror. Recuerdo cuán vulnerables se sintieron los estadounidenses en ese momento. Un pequeño grupo de extremistas había podido atacar a sus principales símbolos de poder económico -las Torres Gemelas- y militar -el Pentágono. De esta manera, el período de relativa calma que habían disfrutado luego de la caída del muro de Berlín culminaba de manera violenta. Fuimos conscientes de que un cambio iba a tener lugar, pero no imaginamos la magnitud que tendría.
El presidente George W. Bush fue claro al respecto: a partir de ese momento Estados Unidos pelearía afuera de su territorio para no tener que hacerlo adentro. El 11 de Setiembre marcó el inicio de una nueva etapa para la política exterior estadounidense, la llamada “guerra global contra el terror”. Pero eliminar a las organizaciones terroristas alrededor del mundo no fue el único objetivo. Igual o más importante aún fue la noción de que con eso no alcanzaba, que para defender los intereses de Estados Unidos iba a ser necesario cambiar los gobiernos de otras naciones, transformándolos de esta manera en democracias liberales. De esta manera se lograría modificar su accionar externo, protegiendo así los intereses de Estados Unidos y trayendo mayor estabilidad al sistema internacional.
Batallas. ¿Qué evaluación podemos hacer de la guerra contra el terror? Si bien el primer objetivo fue exitoso, ya que la potencia occidental no volvería a sufrir un ataque similar al del 11 de Setiembre, el intento por transformar otras naciones terminó causando un enorme daño al prestigio y al poder estadounidense. Para entender este proceso debemos detenernos a analizar las dos principales “batallas” del período.
En 2003 Estados Unidos invadió Irak. Si bien en un comienzo la Casa Blanca citó como motivo la presencia de armas químicas, armas que nunca serían encontradas, al poco tiempo emergió otra justificación: la necesidad de reemplazar al gobierno de Saddam Hussein por una democracia liberal. Lejos de traer estabilidad, con la invasión emergieron una serie de grupos rebeldes que durante años enfrentarían a las tropas estadounidenses. Asimismo, quedaron expuestas las profundas divisiones internas que existían dentro de Irak. El conflicto incluso benefició uno de los principales rivales de Washington: Irán. En primer lugar, porque le permitió a la nación persa ejercer mayor poder dentro Irak a través de la mayoría chiita y, aún más importante, porque la ayudó a ganar influencia en el Medio Oriente. Un Irak debilitado ya no podía ejercer el rol de contrapeso natural de Irán en la región.
La otra intervención militar tuvo lugar en Afganistán pocos meses después de los atentados. El objetivo fue derrocar al gobierno de el Talibán ya que este le brindaba asistencia logística a Al Qaeda. El triunfo militar no sólo fue rápido, sino que además contó con mayor apoyo internacional del que luego tendría la invasión de Irak. Pero luego de cambiar el gobierno y eliminar numerosos cuadros operativos de Al Qaeda, la misión consistió en transformar una nación sumamente compleja, algo que los soviéticos ya habían intentado sin éxito a fines los 70. Luego de 20 años de conflicto, hace unas semanas los estadounidenses abandonaron Kabul y el Talibán volvió al poder. Esta vez con un mayor control territorial y con el armamento que los estadounidenses dejaron atrás.
Costos. El costo económico de la guerra contra el terror superó los 8 billones de dólares y causó la muerte de miles de soldados estadounidenses. Asimismo, la fallida intervención en Irak es una de las causas que explica el creciente descontento popular con la clase dirigente estadounidense. Descontento sin el cual no podemos entender la aparición de Donald Trump y la polarización política que observamos actualmente.
En términos geopolíticos, la prolongación de la guerra contra el terror distrajo a Washington de la que terminaría siendo la mayor amenaza: el crecimiento de una China capaz de disputarle su hegemonía global.
¿Por qué Estados Unidos reaccionó como reaccionó? En parte porque sus autoridades no comprendieron las complejidades de Afganistán y el Medio Oriente. Luego de la II Guerra Mundial, Alemania y Japón se transformaron en democracias liberales en parte porque ya tenían estados modernos. Las realidades en otras naciones son muy diferentes. Por otra parte, la idea de que todas las sociedades aspiran a ser democracias liberales no tiene en consideración la influencia que el nacionalismo, el tribalismo y las religiones continúan manteniendo. Influencia que, por ejemplo, moldeó las percepciones de millones de afganos e iraquíes, que vieron la presencia estadounidense como una invasión y no como un acto de liberación.
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Hegemonía. Sería apresurado sin embargo concluir que los errores cometidos por Washington luego de los atentados del 11 de Setiembre marcaron el fin de su preeminencia. Luego de un largo período de confusión estratégica, un nuevo consenso parece haber surgido. Un consenso compartido tanto por demócratas, republicanos, empresarios y la población estadounidense en general. ¿En qué consiste? En la necesidad de detener el ascenso de China. Una gran estrategia que, para bien o para mal, le dará mayor continuidad y foco a su política exterior estadounidense. El propio presidente Joe Biden señaló recientemente que su país ya no intentará transformar otras naciones mediante ocupaciones militares, sino que a partir de ahora se concentrará en enfrentar a rivales como China.
Es posible entonces que Estados Unidos vuelva a recuperarse, como lo ha hecho en otras ocasiones. Recordemos la situación en la que se encontraba en los 60 y 70. Período en el que un presidente fue asesinado, otro tuvo que renunciar antes de ser juzgado y se vivía un profundo malestar social debido al trauma que dejó la Guerra de Vietnam. La sociedad estadounidense aprendió de sus errores, triunfó en la Guerra Fría y se posicionó como potencia hegemónica. No debería extrañarnos que esto vuelva a suceder.
*Especialista en relaciones internacionales. Vicepresidente del CARI. Autor de La Argentina después de la tormenta.