Hablar de muerte y destrucción el día que nuestro país, la Argentina, honra la memoria de los 100 mil muertos que han desaparecido producto de la pandemia, relativiza la fuerza del hombre como artífice de su propio destino. Pero hay algo que debemos recalcar hoy: el 18 de julio de 1994, hace solamente 27 años, se desplomó un edificio, y murieron las personas que se hallaban en él. Ese edificio no fue destruido por la naturaleza, sino simplemente por la mano del hombre, las manos del mal, movidas por terroristas que pretendieron dar muerte, no por la muerte misma sino dar muerte con el pensamiento de que se puede destruir algo que los integrantes de un pueblo han sabido desarrollar durante milenios; fue el pueblo judío el que en los principios de la cultura le dio a Occidente la capacidad de bregar por sus propios ideales, por las bases que desarrollaron aquellos que el papa Francisco llamó “nuestros hermanos mayores”.
El pueblo judío ha sabido de persecuciones, de progroms, del Holocausto, y ese mismo pueblo ha tenido la fuerza y la capacidad de venir a nuestro país a cultivar sus tierras, a desarrollar sus emprendimientos, a poblar las universidades, a realzar las ciencias tanto dentro del ámbito de la medicina como en todas las otras áreas. El edificio de la Asociacion Mutual Israelita de la Argentina (AMIA) fue destrozado por el terrorismo.
La meta del terrorismo es borrar todo lo sembrado, que es el tramado cultural social que ese edificio llamado AMIA albergaba; mataron a su gente, quemaron sus libros, pero lo que no van a poder hacer nunca es borrar su cultura, borrar su mensaje, un mensaje de solidaridad, ya que ese edificio albergaba por ejemplo la bolsa de trabajo, sí, entendiendo que esa es la base de la Argentina y ese trabajo no era solamente para su comunidad, era para judíos cristianos musulmanes creyentes y no creyentes; todo lo que en la vida se forja en torno a un esfuerzo comunitario.
La comunidad judía argentina ha sido la más destacada entre las comunidades judías del mundo, en su actividad, tanto social como cultural, pero estos malhechores por medio de la destrucción de su edificio soñaron que podrían destruir su esencia.
Lo único que hace el terrorismo es atacar a aquellos que están indefensos, aquellos que no saben de dónde puede venir el mal.
Hoy homenajeamos también a los que han fallecido con la destrucción del edificio de la AMIA, tanto los que se encontraban dentro de ella como aquellos que casualmente se hallaban en su entorno.
Nos unimos al dolor de sus familiares, y queremos honrarlos, con la esperanza de que su actitud nos sirva como ejemplo de un pueblo que, a pesar de que pretendieron destruir sus instalaciones, nunca va a dejar de lado su reconstrucción, y esto lo demostró el hecho de que cuando la AMIA fue destruida, la comunidad judía con todo el apoyo de sus alrededores construyó de vuelta el edificio. Pero esto también debe simbolizar el grito que emerge dentro de nuestros corazones que reclama que los malhechores deben ser identificados, que esto sea un símbolo no solamente de paz, de amor, de integración social y cultural sino que también sea un símbolo de justicia. Justicia bajo la cual exista el derecho a vivir todos los ciudadanos de nuestro país sin diferenciaciones, sin discriminaciones y tratando de construir el futuro en base al trabajo de sus ciudadanos.
*Profesor emérito de la Universidad del Salvador (USAL).
Producción: Silvina Márquez