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Vale todo

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Imagen pública. Cuáles son los valores podemos encontrar en los políticos. | cedoc

Dice un cuento budista zen que muchos jóvenes del Japón acudieron al retiro de su maestro Bankei. Durante ese retiro, un alumno fue sorprendido robando. Bankei fue informado del asunto, pero ignoró el hecho.

Por segunda vez descubrieron al mismo alumno robando, y de nuevo se lo comunicaron a Bankei, quien volvió a dejarlo pasar. Esto enojó mucho al resto de sus alumnos; firmaron un pedido para que el ladrón fuera expulsado y amenazaron con irse en bloque si el maestro no les hacía caso. Bankei, entonces, llamó a todos sus alumnos.

—Sois discípulos inteligentes –les dijo–, sabéis lo que está bien y lo que está mal. Podéis ir a otro sitio a estudiar si así lo deseáis. Pero este pobre alumno ni siquiera distingue entre el bien y el mal. Si yo no le enseño ¿quién lo hará? Voy a dejarlo permanecer aquí, aunque todos vosotros os marchéis.

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Un torrente de lágrimas brotó de los ojos del alumno que había robado. Todo deseo de reincidir había desaparecido así, instantáneamente.

Cuando la propia conciencia no es suficientemente fuerte como para hacer la distinción, los valores tienen que ser enseñados. Y cuanto más temprano, mejor. Los valores son cualidades que la mayor parte de las culturas aprueba. Que enaltecen al ser humano y lo colocan en un nivel superior desde el punto de vista ético. Un valor es una virtud.

Los definieron la Filosofía (desde los griegos), las religiones, la Justicia. Se partió del cuestionamiento inicial de si el ser humano es bueno o malo por naturaleza. Thomas Hobbes (siglo XVII) bregaba por lo segundo, Jean Jacques Rousseau (siglo XVIII) por lo primero: creía que el hombre nacía bueno y la sociedad lo corrompía.

Según las épocas y las culturas, hubo diferencias de criterio, pero hay cualidades en las que todos coincidieron: la empatía, la honestidad, el respeto, la libertad con responsabilidad, la gratitud, la puntualidad, la prudencia, la sinceridad, la compasión, el desapego de lo material, la lealtad, la humildad.

Si miramos hoy el comportamiento de nuestros gobernantes –y de gran parte de los gobernados– ¿cuáles de estos valores podemos encontrar? Traté de buscar dos, tres… pero no. No encontré ninguno.

Hipocresía, robos, tergiversación, corrupción, doble discurso, cinismo, violencia, confrontación, falta de escrúpulos. Esto es lo que vemos y padecemos a diario. El mal en todas sus facetas. Las que llevan a la codicia, a las peleas por el poder, a los odios, al resentimiento, a las divisiones, a las venganzas y… a las guerras. En éste “reino del revés” (¡gracias, María Elena Walsh!) se liberaron presos peligrosos, se dan instrucciones a los jóvenes para consumir droga, se acusa y cuestiona al inocente, se reinvidica al delincuente, se miente, se miente, se miente en nombre de la verdad.

Si es cierto que se predica con el ejemplo, ¿cómo tener esperanzas en una sociedad como la nuestra que ha extraviado todos los valores? ¿Cómo vislumbrar un rayo de sol en medio de tanta manipulación maquiavélica, inmoral, donde el fin justifica todos los medios?

Y, sin embargo, cada uno de nosotros tiene un poder inmenso para hacer el bien y negarse al mal: una ética personal, la voz de la conciencia.

Me viene a la memoria ahora una leyenda Cherokee, la de los dos lobos.

Un día, un anciano Cherokee llama a su nieto para contarle esta historia: “Dentro de cada uno de nosotros hay una batalla entre dos lobos: un lobo negro, que lucha contra todo sin cesar. Ese lobo es ira, envidia, resentimiento, celos, avaricia, soberbia, mentira, egolatría. Y hay un lobo blanco que vive en perfecta armonía con todo lo que lo rodea: es bondad, alegría, paz, amor, esperanza, gratitud, generosidad, humildad, compasión, creación, empatía y verdad.

El niño reflexiona un momento y pregunta: “Abuelo ¿cuál de los lobos ganará la pelea?”.

El viejo sonríe y responde: “Aquél al que alimentes”.

En una sociedad como la nuestra hoy, donde todo vale, nada vale.

Porque desde arriba hacia abajo, se alimenta y se engorda al lobo negro.

Pero los lobos blancos siguen estando. Viven. Tal vez un día no muy lejano decidan unirse y llevar luz donde reinaba solo oscuridad. Pero para eso, hay que alimentarlos. Hacerlos crecer, sanos, fuertes y resistentes.

*Escritora.