PERIODISMO PURO
Entrevista

Daniel Gollan: "La vacuna rusa generó un cimbronazo geopolítico"

Considera que es clave posponer otros debates y buscar concordia ante la pandemia, un evento que sucede cada cien años. Explica la lógica con la que actúa la Provincia a la hora de proponer restricciones. Para él, la posibilidad de abrir más o menos durante el invierno dependerá esencialmente de la baja de contagios y del avance de la vacunación. Brinda detalles de las negociaciones con distintos laboratorios y cuenta cómo desde su ministerio le comunicaron, en junio de 2020, a Nación que la vacuna Sputnik "tenía potencial".

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Daniel Gollan. | PABLO CUARTEROLO

—Hay un retuit en tu cuenta a Nicolás Kreplak, tu viceministro, que a su vez le contesta a Cristian Ritondo sobre el tema de los tests rápidos. Kreplak dice: “Cristian, el covid-19 es un evento de notificación obligatoria. Esto quiere decir que todos los resultados deben ser cargados al Sistema Nacional de Vigilancia. Por ende, no se puede masificar la manipulación de los tests sin control profesional. Si no sabe, no opine”. ¿Los dirigentes de Juntos por el Cambio no saben sobre la situación sanitaria?

—Hay una tendencia de ciertos dirigentes, e incluso de algunos medios, a incitar a que se violen las leyes. El covid-19 está regido en el marco de una ley de enfermedades llamadas de reporte obligatorio. Ese reporte debe hacerlo una cantidad de gente que tiene una clave para entrar al Sistema Nacional de Información de Salud. La Ley 15.465 fue refrendada específicamente para esta enfermedad por una resolución del año pasado del Ministerio de Salud de la Nación, la 680. No puedo habilitar a las farmacias a que lo vendan. Si va una persona a una farmacia, no se puede cumplir con lo que me marca taxativamente la ley. Tampoco se tiene en cuenta que se genera un residuo patogénico que debe ser desechado en forma especial como residuo tal porque tiene sustancias contaminantes.

—¿Qué diferencia, en cuanto a lo residual, hay con otros tests similares que la gente utiliza privadamente?

—Que está regulado por una ley especial que hace que se necesite una denuncia obligatoria y que es peligroso manipularlo. Me reúno y me reuniré nuevamente por el tema de farmacias. Que lo venda a la farmacia el distribuidor, la droguería, el importador, no me importa. Pero debemos garantizar que se cumpla la ley.

“El pico llegó antes porque aparecieron variantes que contagian siete veces más que la original.”

—A veces determinadas leyes, frente a determinadas circunstancias, pueden quedar obsoletas.

—Se puede dialogar eventualmente, si fuera posible y no se pusiera en riesgo a la comunidad. No se puede imaginar que manejen eso, que tiene secreciones y debe descartarse de una manera particular, cientos de miles de personas e incluso chicos. Supongamos que pudiéramos resolverlo, porque uno puede hacer una excepción a la ley dentro de la emergencia. Pero como estamos hoy, está bien que se prohíba. 

—¿Pero terminará siendo así? En Inglaterra envían tests para hacer en los hogares.

—Si podemos corregir los riesgos que genera la manipulación posterior y podemos lograr que se cargue en el sistema sanitario, todo se puede discutir. Para eso hay que cambiar la metodología. Lo que no podemos hacer como dirigentes, ni siquiera de la oposición, es pedirle a un funcionario que incumpla la ley. Sin reglas del juego, no hay democracia.

—¿La cuarentena que se hizo en Villa Azul en junio de 2020 tiene algún punto de contacto con la estrategia del gobierno de Gildo Insfrán en Formosa? ¿Hay allí algún componente ideológico? Se dice que el gobernador tiene una formación de origen maoísta.

—Estuvimos en Villa Azul varias veces con los equipos de protección personal. Fuimos con el gobernador. En ningún momento la gente vivió esa experiencia como algo diferente a que la estábamos cuidando. Cuando uno está en una guerra, y esto es bastante parecido a una guerra, no podemos estar discutiendo todos todo el tiempo. Hay un generalato que dice “hagamos esto”, porque si no caen las bombas y nos matan. Son situaciones extraordinarias. Suceden cada cien años. Hay que tomar medidas extraordinarias. Uno puede tener diferencias acerca de hasta dónde llegan. No puede haber veinte voces de mando. Ante una crisis de esta magnitud, hay que hacer lo que hizo Angela Merkel hace poquito. Sacar una ley. Viví en Alemania, sé de su disciplina. Cada estado no puede hacer lo que quiera en una crisis que es excepcional. La gente lo tomó como que no estábamos restringiéndole ninguna libertad individual. Simplemente la cuidábamos. Y en esa medida, podía seguir ejerciendo su libertad. Quien enferma o muere es el que en menos condiciones está de ser libre. Hay que abordar la cuestión de una manera diferente a pensarla como medidas de una época de normalidad. Algunos comentarios u opiniones dan la impresión de que no hay crisis. En la bicameral del Parlamento, un diputado de la oposición se quejó porque la economía el año pasado funcionó mal. En el mundo, la economía cayó 10% o más. Los PBI cayeron en todo el mundo. Hay una cierta desconexión.

Daniel Gollan, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
GEOPOLÍTICA SANITARIA. “Entablamos, a través de relaciones internacionales que habían quedado de nuestro gobierno anterior, un diálogo con Gamaleya y sus expertos. Nos dieron más datos y se los acercamos al gobierno nacional”. (Foto: Pablo Cuarterolo)

—Pero una cosa es caer un 4% y otra un 10%. 

—Salvo China, casi todas las economías cayeron muchísimo. Cuando esta crisis nos agarra en la Argentina, veníamos ya de una situación económica caótica. Es una diferencia con el resto de los países.

—¿Argentina ya estaba en -2 y si agregás lo mismo que Brasil te irías a -6?

—Exactamente. En la provincia de Buenos Aires, en Salud comenzamos con 883 camas públicas de terapia intensiva. Con esos números, el primero de julio de 2020 no entraba nadie más en una terapia. No por covid-19. Me refiero a accidentes cerebrovasculares, infartos agudos de miocardio. Te morías en tu casa. Es el verdadero colapso del sistema. La gente cree que el colapso es que esté saturado. El colapso es cuando ya no entrás en el sistema. Ni siquiera te van a buscar, lo que vimos en Italia al principio. Esto es una crisis y hay que contextualizar todo. También cómo estábamos.

—¿Cuántas camas de UTI dejó Daniel Scioli? 

—Ese dato no lo recuerdo. Pero se cerraron muchas camas de terapia intensiva durante el gobierno de María Eugenia Vidal. Ahora estamos en 2.300 públicas. Hay que sumarles casi 1.600 privadas. Todas esas camas no se van a quedar después de la crisis, estimamos que por lo menos será el doble. Con lo cual vamos a estar resolviendo uno de los principales problemas. Todos los secretarios de Salud e intendentes de la Provincia, sobre todo los que viven lejos y tienen que viajar 200/300 kilómetros por una emergencia, ya no tendrán ese problema. La pandemia deja también algunas cosas buenas. Hay mil problemas para resolver después. Pero en terapia intensiva quedará una infraestructura muy fuerte en la Provincia. Evitará ir a La Plata o a un lugar del Conurbano ante una crisis.

—¿Son creíbles los datos de cada país? ¿Venezuela fue más exitoso que el resto de la región? 

—No creo que esos datos sean ciertos. Se puede poner en una ficha, como hacemos aquí en la Provincia. Lo podemos resolver porque pusimos un sistema informático. Aunque sea un mes o dos, el dato llega y se consolida. 

—¿Y en Venezuela precisamente? 

—No conozco el caso de Venezuela, En la Provincia lo conocemos a través de un indicador que se llama exceso de muerte. Es el indicador más exacto que dimensiona el impacto de la pandemia sobre la mortalidad habitual. No lo tenemos en el país. En la Provincia lo pudimos hacer precisamente porque informatizamos todo el sistema. Algo que presentamos los primeros días de diciembre. El exceso de muerte fue muy leve si lo comparamos con cualquier país latinoamericano. 

“Ciertos dirigentes, e incluso algunos medios, incitan a que se violen las leyes.”

—Hace un año se habló sobre la llegada de los médicos cubanos para colaborar con el personal habitual de la salud. Vos fuiste uno de los que se reunieron con el embajador Pedro Prada. ¿Terminaron siendo necesarios? 

—No terminaron siendo necesarios. En el momento en que armamos las camas de terapia intensiva, los dispositivos extrahospitalarios, contamos los médicos que teníamos y no alcanzaban. Teníamos un déficit de cerca de 600 médicos, y enfermeros en menor medida. Planteamos alternativas. Les pedí a los alemanes, me dijeron que no mandarían a un terapista ni por casualidad. Con Cuba el problema es que tampoco podían mandar terapistas. Nos podían enviar médicos generalistas, pero no intensivistas. Con lo cual no nos resolvían el problema. Como logramos estirar el tiempo de eclosión de la curva, empezamos un proceso de capacitación muy intenso para más de 1.450 clínicos y kinesiólogos para ayudar y sostener al terapista, que hasta ahí atendía un número limitado de camas. A partir de este sostén, no reemplazan al terapista que maneja un montón de patologías, pero sí durante un año se fueron formando cada vez más en la práctica y en la teoría para sostener exclusivamente pacientes respiratorios de covid-19, una cuestión más acotada.

—Reemplazaste en el ministerio nacional a Juan Manzur. Tanto a Manzur como a Ginés se les adjudica muy buena relación con los laboratorios. ¿Cómo debe ser ese vínculo y cómo es tu diálogo con la industria médica? 

—Siempre fuimos partidarios de sostener la industria nacional, No solamente obtuvimos mejores precios, como por ejemplo con el sofosbuvir para tratar la hepatitis C, que costaba 84 mil dólares. Conversando con el laboratorio nacional, se logró hacerlo por 1.500 dólares. De 84 mil a 1.500. A 84 mil, no se les podía pagar el tratamiento a los pacientes. Con el nuevo precio, esos pacientes salvaron su vida. En la relación con los laboratorios nacionales, se intenta que inviertan más en ciencia y tecnología. Estuve en la que era la Secretaría de Ciencia y Tecnología. Coordiné cuatro años el Programa Nacional Especial de Salud. Nuestra intención fue siempre que invirtieran no el 2% o el 3% de sus ganancias en ciencia y técnica, sino el 10%, el 12%, incluso el 17%. Fue una obsesión. Es el futuro, la innovación, las nuevas moléculas, las biosimilares. Intentamos incentivarlos a que innovaran, dieran soluciones y bajaran los precios. No es fácil. Queremos pagar lo menos posible y ellos tratan de ganar lo más posible. No es una relación fácil. Pero tenemos una relación buena. Además, nosotros, particularmente yo, nos hemos destacado por intentar desarrollar la industria farmacéutica pública. 

—¿Como el instituto Butantan en Brasil? 

—El laboratorio Tomás Perón, que hacía vacunas, BCG, antirrábicas, sueros antiofídicos, fue devastado en los cuatro años del gobierno de María Eugenia Vidal. Directamente lo devastaron. Le cortaron hasta el gas, no funcionaba nada. Lo estamos levantando. Se jubiló mucha de la gente. Estamos recuperando capital humano. Tenemos un proyecto muy interesante que también es asociativo público privado, lo que es el futuro. Hay que pensar en estas asociaciones en las que uno pone la universidad y el laboratorio público y, junto con el privado, hace desarrollos innovadores. En eso estamos.

—¿Cuál fue el rol de la negociación de la Provincia con la Federación Rusa para conseguir la vacuna Sputnik? 

—Tenemos un equipo muy fuerte de virólogos y biólogos en nuestro ministerio. Cuando sale la vacuna Sputnik, mandamos a pedir datos y nos dieron una información primaria de cómo era la vacuna, su plataforma. Lo que luego se conoció: un adenovirus 26, un adenovirus 5 en el que se montaba la partícula spike, que ya había sido probada exitosamente con el ébola. Prometía ser una plataforma confiable y efectiva. Nuestros expertos nos dijeron que era una vacuna muy interesante, con muchas perspectivas. Hablamos de junio de 2020. El gobernador nos indicó que tomáramos contacto. Le dije que el problema sería después tener la vacuna, porque en el mundo son 7 mil millones de personas que se pelearán por una vacuna. Entablamos, a través de relaciones internacionales que habían quedado de nuestro anterior gobierno, un diálogo con Gamaleya y sus expertos. Nos dieron más datos y se los acercamos al gobierno nacional. Luego siguió con todas las tramitaciones el gobierno nacional y nosotros colaboramos. Fue muy positivo, porque Gamaleya es la principal vacuna que tuvimos hasta ahora. Pronto tendremos mucha más oferta de otras; pero por ahora tendríamos muy baja vacunación si no fuera por esto. 

—¿Te referís al gobierno de Cristina Kirchner cuando decís anterior?

—Claro. Habían quedado contactos. Sobre todo nuestro jefe de Gabinete, que había trabajado en Cancillería. Tuvimos videoconferencias con CanSino, con vacunas norteamericanas, con Janssen. Con Pfizer, a nivel local, nos expresaron que no tenían ningún poder de decisión, pero que estaban dispuestos a colaborar. Buscamos en todos lados. También hay una vacuna cuyo ensayo clínico se hizo en hospitales de la provincia de Buenos Aires. Es alemana, junto con Bayer, se llama Curevac. Terminamos los ensayos clínicos, que dieron muy bien, salvo para la variante Manaos. Ese es el problema que tienen las vacunas ARN para virus como este, con tantas mutaciones, que se vuelven patógenas. Tienen capacidad de infectar. Las proteínas específicas que se eligieron de la original de Wuhan quizá no son efectivas contra las otras. 

“Pfizer le vendió 10 millones a Chile, pero le entregó 30 mil vacunas hasta hoy.”

—¿Cuáles son las vacunas con esa característica?

—Las vacunas ARN son Pfizer, Moderna y ahora Curevac, que investigamos en la Provincia con 9 mil voluntarios.

—¿Finalmente tendrán menos posibilidades de adaptarse a un nuevo virus? 

—Deberán adaptarlas cada tanto. Si muta el virus, se necesitará una adaptación de la vacuna a la proteína específica del nuevo virus. Mientras que en las que son virus atenuados o con proteínas spike montadas sobre un adenovirus, es como comparar un Ford Falcon con un Torino. Son muy buenas, no fallarán porque tienen una base estructural que permite que el sistema de defensas del organismo detecte múltiples proteínas, no una o dos. Brindan una protección más integral. 

—¿El problema en vacunas es AstraZeneca, como dice Felipe Solá? 

—Había contratos firmados, con fechas de recepción. Las primeras vacunas de AstraZeneca debían llegar en marzo. Calculo que a eso se refiere Felipe Solá. Pfizer le vendió 10 millones a Chile, pero le entregó 30 mil vacunas hasta hoy. Italia y España están en juicio con Pfizer porque no entrega las vacunas. Italia va muy mal con el programa de inmunizaciones. En todo el mundo escasearon vacunas. No es que solamente tuvo problemas una vacuna. Producir una vacuna no es hacer un flancito en una casa. Tiene una complejidad enorme. Hay todo un proceso inicial de escalado. Las vacunas ARN tienen esa ventaja: se escalan muchísimo más rápido. Aun así, tuvieron cuellos de botella e incumplieron los contratos en gran parte. No soy jurista; pero del otro lado del mostrador lo que dicen es que ellos aseguraron el primer semestre, con un plan tentativo aparentemente. No soy abogado, pero se atrasó sobre las expectativas que nos dieron.

—¿Hubieras pedido que el Congreso, en el momento de aprobar la ley, omitiera la palabra “negligencia”?

—La ley estuvo muy influenciada por lo que exigía Pfizer. Se hizo lo máximo posible sin caer en un acto de inconstitucionalidad, según los que saben. Ese fue el tema. Otros laboratorios del mundo fueron más flexibles. Creo que ese fue el problema central con Pfizer. Pero si Pfizer nos hubiese vendido vacunas, estaríamos como Chile.

—Se afirma que las vacunas que iban a venir a la Argentina fueron a Uruguay. ¿Cuántas fueron?

—No sé cuántas compró, pero también está atrasadísimo. Paraguay está atrasadísimo. Todos los que confiaron en distintas modalidades o que llegaron tarde están mal. Es lógico que si Uruguay consigue un millón de vacunas para una población de 3 millones de habitantes, 3 millones y medio, un poco más, es un montón. 

Daniel Gollan, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
MÉDICOS CUBANOS. “El problema fue que tampoco podían mandar terapistas. Podían enviar médicos generalistas, pero no intensivistas. También pedimos médicos alemanes, pero nos dijeron que era imposible”. (Foto: Pablo Cuarterolo)

—Si se hubiera conseguido un millón de vacunas de Pfizer, hubieran ayudado.

—Por supuesto. Pero tuvieron ese problema. 

—¿Por qué Pfizer tiene exigencias jurídicas diferentes de los otros laboratorios? 

—Hay un libro muy interesante para entender la industria farmacéutica. Se llama La verdad acerca de la industria farmacéutica. Cómo nos mienten y qué hacer al respecto. Lo interesante es que está escrito por Marcia Angell. Trabajó veinte años en el New England Journal of Medicine. Fue la primera editora jefa de esa prestigiosa revista norteamericana. Está en PDF, hasta traducido en español. Es muy interesante ver cómo funciona realmente la industria farmacéutica. La enorme cantidad de trampas que existen. Lo escribió en una línea comparable a lo que está haciendo Joe Biden. Se pregunta por qué los estadounidenses pagan medicamentos diez veces más caros que los canadienses. Medicamentos que ellos producen. Vio que se moría mucha gente y decidió escribir el libro. La gran industria farmacéutica multinacional, particularmente con sede en los Estados Unidos, está llena de trampas. Ella dice que mucha gente piensa que la Food and Drug Administration (FDA) es un organismo neutral. La lectura del libro indica otra cosa. La FDA no deja entrar la vacuna AstraZeneca en Estados Unidos para que no compita con las propias.

—Porque es inglesa.

—Sí. Lean ese libro, es muy interesante. Puede abrir muchísimas mentes acerca de cómo juega e impone cosas la industria farmacéutica. Hace cosas que otras industrias no consiguen. Y eso es porque maneja una lógica que es la vida o la muerte. Ningún otro producto trabaja con eso.

—¿Es un caso análogo al de Brasil, que no aprobó la Sputnik y sí la vacuna china, que se produce en el Butantan?

—Hay un juicio ahora. Anvisa va a terminar reviendo la situación, porque no tomaron la información disponible, incluso disponible en Anmat. Entre Anvisa y Anmat tenemos un convenio de reciprocidad firmado. Ahí jugaron intereses económicos. 

—¿Pero por qué la rusa no y la china sí? Jair Bolsonaro tiene problemas geopolíticos con ambos países. 

—Más allá de lo que quiera Bolsonaro o algún gobierno en especial, hay relaciones que son enormemente superiores.

—¿Son intereses comerciales?

—Rusia tiene una industria farmacéutica que era endógena hasta ahora. Por primera vez sale al mercado. Y sale a disputar. Eso también genera mucho ruido. Es lógico, porque es un competidor más, con una vacuna muy buena que generó un cimbronazo que mueve la geopolítica.

—Y China ya producía vacunas a nivel internacional.

—Además, sus laboratorios ya tenían gimnasia internacional. En el mundo hay algo que se llama pic/s, que son los top ten de las agencias de regulación en el mundo. Cuando estuvimos en Anmat logramos calificar y entramos, tuvimos la intervención de la Anmat. Esa calificación es bastante relativa, porque acá se aprueba casi automáticamente algo de la FDA, pero no al revés. son cuestiones del poder. Rusia tenía un sistema de carga de datos diferente al que usaban las empresas occidentales y China. Los datos estaban, pero había que cargarlos en cinco módulos diferentes. Es un proceso que lleva tiempo. Cuando estuvo toda la información pertinente, se hizo la aprobación en Argentina. Brasil no quiso hacer ese proceso. Tendrá que rever la medida porque hay mucho malestar, en la planta, de los profesionales de carrera de la Anvisa. Es una determinación que tuvo mucho de decisión política.

 

—Hugo Sigman desmintió las versiones que lo responsabilizan de hacer lobby negativo con Pfizer. ¿Cuál es tu opinión personal del trabajo de Sigman y de Marcelo Figueiras, el dueño del laboratorio Richmond? 

—A Sigman lo conocemos. Es una persona que está en la industria farmacéutica y que ha diversificado. Hoy es una empresa a escala internacional. No está solamente en la Argentina. Tiene sede en España y exporta desde acá hacia otros países y de otros países hacia aquí. Es una empresa enorme, no solamente farmacéutica. Ofreció su planta de última generación, cambiando el objetivo inicial de hacer algunos anticuerpos monoclonales para hacer la vacuna. Lo que llamaríamos el principio activo de la vacuna. Lo que leemos todos es que el contrato con AstraZeneca, que él proporcionaría esa parte y se terminaría en México, se cumplió. Los retrasos vinieron del otro lado. No veo intencionalidad en la situación actual. Me parece que la debe estar sufriendo.

—¿Qué pensás de la controversia alrededor de la vacuna de Pfizer? Se redactó una ley para ellos que, finalmente, no les terminó funcionando.

—Porque la exigencia que pone el contrato de Pfizer es violatoria de mandatos constitucionales. En Brasil la aceptaron, pero todos los bienes, incluso el Banco Central, son embargables. Se conoció ese trato.

—¿Por qué lo aceptan Europa y Brasil, y no nosotros?

—No lo sé. No sé por qué lo hacen los otros países. Si nosotros aceptábamos esto, los mismos que nos cuestionan seguramente nos hubieran objetado hacer algo inconstitucional. 

—Desde una perspectiva psicologista, podría afirmarse que un país con problemas con la soberanía es más sensible que otros sin ese problema.

—Si fuera por soberanía, no tendríamos AstraZeneca, que es inglesa.

—Me refiero a pedir las reservas del Banco Central o cuestiones que pueden afectar simbólicamente la soberanía. 

—No soy abogado. Pero los legisladores nos dijeron que estábamos pasándonos de la raya de lo que nos permite la Constitución. Habiendo tantos países y ofertas de vacunas, hay que ver qué pasa con el aspecto constitucional. Hubo horas y horas de discusión con Pfizer. Podría haber bajado una cláusula, que además no le representaba nada. No implicaba ninguna seguridad extra. Es simplemente una costumbre de algunos laboratorios de querer imponer condiciones humillantes. Por eso sugiero leer ese libro. Lo dijeron los propios congresistas norteamericanos. Criticaron a Pfizer por imponer condiciones humillantes a los países ante la necesidad de dar respuesta a una pandemia. No es que nosotros no queríamos la vacuna de Pfizer. La queremos y se sigue negociando para ver si se logra un acuerdo. Como se negocia con Moderna, y con cualquier otra vacuna de cualquier otro país. Negociamos con todas.

—No me contestaste sobre el laboratorio Richmond, de Figueiras. 

—La planta que fuimos a visitar con el Presidente, que se inaugurará pronto, es de productos de alta potencia, no estará lista hasta dentro de un tiempo y no puede ser adaptada para producir esto. Figueiras consiguió que un laboratorio que normalmente trabaja para él, creo que en Malvinas Argentinas, reciba el líquido ya fermentado.

—Que vendría de India.

—Con eso, lo único que se hace es filtrado, purificación, la parte de esterilidad, mezclado con excipientes y llenado. En un paso futuro, pero que va a demorar lo que demora una planta para hacerse, podrá hacer el principio activo. No te mandarían la bolsa, sino un tubito con apenas algunas células, y se hacen acá los reactores, el fermentado.

—Lo que hizo Sigman en su laboratorio.

—Exacto.

—¿El pico de contagios ya se alcanzó o crecerá cuando el frío aumente, a pesar de las limitaciones sobre la circulación? 

—Esperábamos el pico un poquito más adelante, cuando empezara el frío. Lo esperábamos para ahora. Pero empezó un mes y pico antes. Fue porque se metieron variantes mucho más contagiosas. Aunque no haga frío, contagian siete veces más que el virus original. Se adelantó, y con una variante más contagiosa, que además es mucho más agresiva. Da muchos más casos graves, y encima en gente más joven. Las variables que tenemos que manejar son la circulación del virus vinculada a la circulación de gente, y la cantidad de gente vacunada, fundamentalmente de aquellos que tienen comorbilidades, mayores, esenciales, etcétera, para intentar que los casos que se enfermen no sean graves y no saturen el sistema.

Daniel Gollan, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
VILLA AZUL. “Fuimos con el gobernador varias veces. En ningún momento la gente vivió esa experiencia como algo diferente a que estábamos cuidando”. (Foto: Pablo Cuarterolo)

—¿Pero se adelantó el pico?

—Un algoritmo de la Universidad de Tres de Febrero dice que este puede ser el pico actual. Pero el mismo algoritmo afirma que si largamos a todo el mundo a hacer vida normal volvemos a tener un pico altísimo. Deberemos seguir jugando un tiempo con medidas para evitar la circulación viral, y vacunar. Mientras más rápido vacunamos, terminamos como Israel o como Estados Unidos.

—¿Seguirán las restricciones en el AMBA todo el invierno, al menos en algún grado? 

—Deberemos hacer un poco lo que hizo Alemania. Jugar a un equilibrio que dependerá de los casos y de si logramos bajar los contagios. Con todos los cuidados podremos abrir determinadas actividades un tiempo y quizá las volvemos a cerrar. Israel en abril cerró tres veces la parte de educación. Nueva York lo hace a cada rato si sube de 150. Son más exigentes. Ellos, cuando había 150 cada 100 mil habitantes, cerraban escuelas e iban a la virtualidad. Familias que viven allá saben que estuvieron meses sin ir a la escuela. Alemania maneja 165 cada 100 mil. Hemos establecido criterios bastante amplios: 500 casos.

—Pero tu pálpito es que vamos a seguir con restricciones todo el invierno.

—Restricciones que, cada vez que vacunemos, serán menores. Esperemos que hacia el último trimestre nos encontremos ante una situación de vuelta a una mayor normalidad. 

—¿Qué diferencias encontrás respecto al combate del coronavirus con la Ciudad de Buenos Aires y su Conurbano?

—Cuando dijimos el año pasado que cuando se moviera el AMBA explotarían los casos en el resto del país, nos dijeron de todo. Luego nos dijeron que éramos unos genios. Ni una cosa ni otra. Es epidemiología básica de primer año. Se mueven 13 millones y medio de personas acá con las que interactúa casi todo el país. Era imposible que no sucediera. Tuvimos que dar una respuesta mucho más rápida, y el interior tuvo cuatro o cinco meses de changüí para prepararse. Pero en Rosario quizá también fue un bumerán. Esperaban que llegara una y otra vez, y no sucedía.

—El cuento del pastor mentiroso y el lobo.

—Que generó una fatiga en la sociedad. Y cuando llegó, la pasaron mal. Hubo provincias a las que nosotros les ofrecimos cosas. No a Santa Fe. Nación sí mandó equipos de ayuda de terapia intensiva. La provincia de Buenos Aires mandó equipos itinerantes de terapistas a Neuquén, Santa Cruz, para ayudar. Se quedaron un mes, un mes y medio. En Rosario, donde tengo muchos amigos, la pasaron mal. Estuvieron muy al límite. Acá habíamos estado en un 71% de máxima ocupación; allá llegaron mucho más alto.

—¿Cuál es tu posición sobre el tema de liberación de patentes?

—Nos sorprendió mucho el discurso de apertura del Congreso de Joe Biden. Decían que era Juan Domingo Biden, porque podría ser un discurso del peronismo. Aquello vinculado a una especie de Plan Marshall, de creación de trabajo intenso con el estado poniendo dinero, por ejemplo. Bernie Sanders es una persona con la que nuestros equipos en algún momento intercambiaron. Tiene una posición muy fuerte sobre el tema salud en los Estados Unidos. Lo veía aplaudir con entusiasmo a Biden. Y con esto de las patentes nuevamente nos vuelve a sorprender, y gratamente. Ni hablemos desde el punto de vista humano: desde el punto de vista económico, si el mundo resuelve rápidamente con la vacunación el problema del covid-19, el gasto de plata de algunos laboratorios es nada al lado de la reactivación inmensa de la economía mundial.

“Las vacunas ARN pueden tener problemas con las mutaciones más patógenas del virus.”

—¿No sería un problema frente a futuras pandemias?

—Estados Unidos puso más de 450 millones de dólares para los laboratorios. Lean el libro que les acabo de recomendar y se darán cuenta de que, en los Estados Unidos de Norteamérica, lo que los laboratorios después cargan como costos de investigación y desarrollo no existe. El 90% son fondos públicos.

—¿Por qué se opone Angela Merkel? 

—Hay que cambiar la mentalidad. Ante crisis de estas características, los gobiernos del mundo tienen que poner dinero para salir rápido porque se reactiva la economía mundial. No entiendo su actitud, porque Merkel tuvo posiciones sensatas. Dijo que hay que colaborar, y con todo el mundo. Sinceramente, no entiendo la posición de Merkel. Estará pensando que quizá después se extienda a otras líneas de la industria farmacéutica. Se reclama solamente para las vacunas para el covid-19. Salgamos de esto y, si quieren, que lo demás siga igual. Formo parte de un movimiento mundial que dice que para la investigación médica debería haber fondos de los países y salir de la lógica de las patentes. Algunos afirman que, si eso ocurre, no se harían investigaciones y la ciencia no progresaría. Es un debate. Pero es indiscutible que, ante una pandemia que sucede cada cien años, debemos aplicar políticas diferenciales.

—¿Querés dejar un mensaje final para este reportaje?

—Primero, agradecerte. Me sentí muy cómodo. Debemos sacar de la agenda las cuestiones más vinculadas a buscar rédito político electoral inmediato. No soy ingenuo. Todo es política. De un lado y del otro siempre se tratan de sacar ventajas. Pero ahora salgamos de esto. Evitemos ciertos debates. Todos queremos la escuela. Pero ahora discutimos medidas de cuidados, no si queremos o no educación.

 Sé que es muy ingenuo pedirlo, pero si pudiéramos colaborar tres o cuatro meses más en lograr un poco más de armonía entre los argentinos, ayudaría muchísimo.

 

 

“Con muchos dirigentes radicales del interior nos damos cuenta de que no tenemos diferencias”

 

—Aparece la palabra “militante” en tu autodefinición de Twitter. ¿Cambia en algo la perspectiva sobre la salud pública ser militante? 

—Nosotros reivindicamos la militancia como una manera de concebir la vida, cambiar la realidad para mejor a través de la política. Se intentó desprestigiar mucho la palabra militante. Me considero un militante político. Tuve decenas de oportunidades de me colocaran en listas partidarias y nunca quise. 

—Una definición clásica de política sanitaria dice que es aquella intervención de la sociedad sobre sí misma que pauta los modos en que se produce el proceso de integración social.

—Floreal Ferrara decía que la salud se define por nuestra capacidad psíquica, física y social de luchar todos los días contra el conflicto que es el vivir. Vivir nos produce cotidianamente un conflicto, y estar lo más sano posible es estar en las mejores condiciones para poder vencer en ese conflicto.

—¿Forma parte del Estado de bienestar esa estrategia de salud pública?

—Concebimos la salud en una dimensión amplia. No hay posibilidad de tener buena salud si una persona no tiene trabajo, ingresos y condiciones de mejorar la calidad de vida. No se puede concebir la salud separada de esa dimensión. 

—¿Es una ventaja o una desventaja ser un técnico en la cuestión? ¿La militancia enriquece?

—No concebimos la salud si no es en el marco de un proyecto político. Hay un proyecto en la Argentina desde el año 1946 que planteó el desarrollo nacional, un posicionamiento internacional, el desarrollo de la industria, el ascenso de las clases medias. Y que establece la salud como derecho. En la otra visión, la salud no es un derecho. La salud es una oportunidad de negocio y debe regularse por el mercado. 

—Ferrara fue ministro de Salud de Antonio Cafiero. En ese gabinete estaban Ginés González García, que fue su segundo ministro de Salud; Felipe Solá, que fue el primer ministro de Asuntos Agrarios; Alberto Cormillot, que fue el primer ministro de Asuntos de Acción Social; Jorge Remes Lenicov, que fue su segundo ministro de Economía; Eduardo Amadeo, que fue presidente del Banco Provincia; Mario Cafiero, que fue su secretario general en la Gobernación. Cuando uno mira la actitud anti K de Remes o de Amadeo, pareciera que el peronismo tiene muchos proyectos dentro de sí.

—El peronismo tiene visiones dentro de sí mismo, indudablemente, si no no se podría entender lo que sucedió en la década del 90. Muchos de los que nos sentimos peronistas planteamos que lo que sucedió en la década del 90 fue exactamente al revés del manual del peronismo. Nos abrimos circunstancialmente junto con el Grupo de los Ocho. Tampoco fuimos capaces de generar grandes cosas, habida cuenta de que ese movimiento terminó en el Frente Grande y luego en la Alianza. Hubo otros que siguieron dando la batalla desde las estructuras del Partido Justicialista. En el Frente de Todos, logramos asumir que aun en las diferencias, que las hay y que hay que asumirlas, se puede conformar un frente.

Jorge Fontevecchia entrevista a Daniel Gollan-Pablo Cuarterolo 20210507

—¿Ginés ocupa un lugar en la lista de grandes sanitaristas argentinos?

—Ginés tuvo una posición muy trascendente sobre el aborto y una serie de medidas sanitarias que luego se plasman más adelante en el programa de médicos comunitarios y una serie de herramientas que ayudan o tienden a tratar de ir dándole algún tipo de gobernanza real al Ministerio de Salud de la Nación, más allá de normas que se puedan dictar sobre lo que es la cuestión operativa diaria de la salud en la Argentina. Esta pandemia puso en crisis lo que venía muy mal del sistema sanitario.

—¿Es un militante en salud pública y uno de los grandes sanitaristas?

—Ginés es un militante del Partido Justicialista. Es sanitarista, pero también es militante. Algunos dicen que no son militantes, pero todos un poco lo son.

—¿Cómo fue tu vínculo con Carla Vizzotti cuando eras ministro y ella responsable del plan de vacunación?

—Excelente. Tan es así que nosotros le jerarquizamos el cargo de directora a directora nacional. La dimensión que había tomado el plan de inmunizaciones en la Argentina era tan grande que necesitaba, por decirlo así, mayor capacidad de mando. Entonces, le generamos una dirección nacional para poder llevar adelante semejante plan. Pasamos de seis vacunas a 19. Carla lo desarrolló maravillosamente.

—¿Te pareció bien que continuara con el gobierno de Macri? 

—Sí, claro. Ella se definía como una técnica y realmente me pareció bien que, si podía seguir sosteniendo lo que había hecho con nosotros, era bueno para la gente. Cuando la corrieron le dije que era una pena.

—¿Cómo definirías la ideología sanitaria del radicalismo actual? 

—Me pongo a conversar con los dirigentes radicales, del interior de la provincia sobre todo, y nos damos cuenta de que no tenemos diferencias. Hacemos el mismo diagnóstico, el mismo análisis. Reivindico fuertemente a Arturo Oñativia y a Aldo Neri.

—¿Hay diferencias entre la escuela sanitarista de Arturo Illia y Alfonsín con la actual de Juntos por el Cambio?

—Absolutamente sí. Y me confunde y hasta me apena. En la provincia de Buenos Aires hubo achicamiento del presupuesto. Fue muy grande durante los cuatro años de María Eugenia Vidal. El poder adquisitivo de los trabajadores perdió un 25%. Se bajaron enormemente los recursos vinculados a los programas de la Provincia y de la asistencia a las regiones sanitarias.

 

Producción: Pablo Helman y Debora Waizbrot.