El ex ministro de Economía de la Argentina fue entrevistado para Periodismo Puro por Jorge Fontevecchia. A continuación, algunos de los tramos más destacados.
—Hablemos de inflación. Y comencemos con una frase suya. Dijo: “Sin moneda no hay crédito pero sin crédito no hay moneda”. Poner las tasas de interés al 70% anual para que los argentinos se quedaran en su moneda y no huyeran al dólar, como propuso el Fondo Monetario Internacional, al hacer inviable al crédito, ¿no hizo también inviable la moneda que trataba de preservar?
—Mi expresión refiere a que el crédito es fruto de la confianza. La certeza de que quien toma el crédito va a poder pagarlo. También, para que haya recursos genuinos para dar el crédito, tiene que haber ahorros que puedan vehiculizarse hacia el crédito. Si no existe esa confianza no existe crédito, pero no porque las tasas de interés que fije el Banco Central sean muy altas. Simplemente la gente no confía. No se confía por ejemplo en que alguien que presta en pesos vaya a recibir el peso al mismo valor real. Al no existir ese crédito no puede haber moneda. Se requiere la confianza en que la moneda preservará el valor.
—Semánticamente, crédito es confianza. Algo que pasa al lenguaje corriente: se dice que alguien tiene crédito como sinónimo de que se puede confiar en él. En portugués, “acreditar” es creer.
—Claro. Si en este momento el Banco Central dice yo emito dinero y se lo deposito a los bancos para que puedan prestarlo a una tasa muy baja de interés, eso no crea crédito. No: terminará creando más inflación, porque se necesita que la gente confíe. Primero, el crédito tiene que emerger del ahorro, tiene que haber recursos para poder dar crédito. No se puede fabricar con política monetaria el crédito.
—Una vez que adquirió cierto volumen y lleva mucho tiempo, ¿la inercia monetaria solo se frena con una reforma de la moneda?
—Sí, cuando se perdió totalmente la confianza en una moneda y cuando hay una gran inercia inflacionaria.
—Como en este momento.
—No diríamos ya que estamos en esa situación, pero podemos llegar al momento en que no haya otra alternativa que hacer una reforma monetaria. La instancia en la que haya que recrear el concepto de moneda. Un país que se quedó sin moneda y sin crédito tiene que crear una moneda o adoptar una moneda que sea creíble para recrear el crédito en base a la confianza que inspira.
—¿Es posible en la segunda década del siglo XXI una reforma monetaria en la Argentina?
—Sí, como parte de una reforma más integral decidida por un gobierno que respalde un equipo económico que esté bien preparado para implementarla.
—¿Se puede hacer con este gasto público?
—Justamente, la reforma más completa requiere una reforma del Estado y una reducción de gasto público como porcentaje del producto. Incluso, necesita una orientación diferente del gasto público.
—¿No usa el Estado la inflación para licuar el gasto y cobrar más impuestos? La quieren los empresarios para licuar los salarios, los sindicalistas para anualmente hacer discusiones salariales. Entonces, nuevamente ¿es posible la reforma en la Argentina de hoy?
—Con un enfoque integral, sí. Pero obviamente que no veo muy fácil que se consigan los apoyos para implementar una reforma monetaria. Salvo que forme parte la reforma monetaria de una concepción de una reforma global y que esté muy respaldada por el líder político que la impuso.
—Pareciera que ningún líder político contaría con ese poder en el siglo XX.
—Pero no quiero hacer el pronóstico de que es imposible encontrar una solución a la Argentina. En mi caso siempre voy a pensar que es posible si se dan ciertas condiciones, y trato de explicitar cuáles son.
—¿La estanflación en la que estamos es el prólogo de una hiperinflación?
—Si no se encuentra una solución al problema de la estanflación, una solución ordenada, existe el peligro de que sobrevenga una hiperinflación. Pero la hiperinflación existe cuando se descompone totalmente el poder político y pierden total eficacia la intervención casuística y los controles que el Estado puede introducir.
—¿No ve esa situación ahora en el corto plazo?
—No en el corto plazo. Pero si se descompusiera el poder político y Alberto Fernández perdiera apoyo popular y político, entraríamos en una zona de peligro.
—Lavagna explica que la recesión, al revés de lo que se explica, en lugar de bajar la inflación la sube porque los costos fijos se dividen en menos unidades, ¿comparte esa perspectiva?
—La recesión es una cura muy costosa y muy ineficiente para bajar la inflación. Algo que se justifica en países como Estados Unidos en la época de Paul Volker, cuando habían tenido estanflación a fines de los 80.
—O en Japón.
—O en Japón, porque la economía es suficientemente fuerte como para aguantar uno o dos años de recesión y a través de eso ponerles límites a las presiones sindicales y también a la demanda de gasto público. Pero en países que tienen estanflación por desorganización de la economía, es muy difícil que se pueda salir con más recesión. Pero no quiere decir que pretender eliminar la estanflación poniéndole plata en el bolsillo de la gente lograría una reactivación duradera de la economía. Cuando los problemas son fruto de la desorganización económica, como es el caso de Argentina, el punto de partida es una nueva organización, una buena. Ahí, la reforma monetaria permitiría que se estabilizara sin recesión. En la convertibilidad veníamos de una recesión.
—Para lograr eso debería haber un ajuste del gasto público de 15 puntos del producto bruto, ¿no produciría también recesión? ¿O el crecimiento que produce la estabilidad equilibraría la recesión que produce la reducción del gasto público?
—Vuelvo a insistir en que la reforma monetaria tiene que ir acompañada con un plan de reforma del Estado que baje el gasto público.
—¿Esa baja no es recesiva en sí misma?
—Depende de cómo se haga. La baja que hicimos en la década de los 90 acompañando la convertibilidad fue muy significativa. Consistió en eliminar las pérdidas de las empresas del Estado: privatizar, hacer que la inversión que antes financiaban directamente las empresas del Estado o el mismo Estado fuera realizada por el sector privado.
—¿Es lo que está haciendo Paulo Guedes en Brasil?
—Paulo Guedes estudió muy bien la situación económica del Brasil y las reformas que él está introduciendo son parecidas, sí. Vamos a poner un ejemplo con la actualidad: Aerolíneas Argentinas llegó a perder creo que casi 800 millones de dólares al año desde que fue reestatizada. Perdía plata también antes cuando la manejaban los españoles pero esa pérdida la financiaban los españoles, no salía del Presupuesto.
—Tampoco iba a durar.
—Tampoco iba a durar, salvo que los españoles la manejasen bien. Pero desde que la maneja el Estado tuvo pérdidas muy grandes. Cuando vino Macri, nombró gente en Aerolíneas Argentinas tratando de hacerla una empresa más eficiente. Lograron bajar el déficit a 300 mil millones. Ahora nombran a este señor, Pablo Ceriani, que fue el segundo del anterior presidente, un hombre muy vinculado a los gremios aeronáuticos, que son los que dificultan cualquier solución real al problema de Aerolíneas. Y ya abren el paraguas diciendo que en realidad Macri no había disminuido la pérdida a 300 sino que seguía siendo de 700. Lo hacen porque saben que este año van a tener una pérdida probablemente de ese monto o más. Para no perder tanto restringen la competencia que les puedan hacer las low cost. Es volver a un manejo de una empresa pública que va en la dirección opuesta a disminuir el gasto del Estado. Lo mismo sucede con el congelamiento de las tarifas, incluso las de la energía. Eso aumenta el gasto público porque produce una serie de subsidios necesarios para que las empresas sigan produciendo. En el caso de los combustibles, se va a desincentivar la inversión en el sector petrolero, aun en el proyecto emblemático que tiene el Gobierno, Vaca Muerta. Cuando uno habla de reforma del Estado o de reducción del gasto público tiene que entrar caso por caso en todas las fuentes de gasto público e ir sobre aquellas que van en contra de la eficiencia.
—¿Se puede reducir gasto público sin que sea recesivo?
—Sí, con una política que logre estabilidad. La estabilidad es expansiva porque la gente adquiere confianza y empieza a gastar más y así se mueve la rueda del mercado interno.
—¿Reduciendo el gasto público en aquellos lugares menos productivos para el total de la sociedad se reduce un efecto y se sobrecompensa por el efecto expansivo que tendría la estabilidad?
—Lo que seguro genera cada vez más recesión es la inflación.
—Lavagna plantea que es un círculo vicioso: finalmente la recesión no termina reduciendo la inflación sino que por momentos la potencia, y viceversa. En un círculo que es la estanflación.
—Claro, pero la afirmación de Lavagna es peligrosa.
—A usted no le gusta mucho Lavagna, ¿no?
—Es que es realmente peligrosa en este sentido: que la gente suponga que el ajuste es necesariamente recesivo. Hay un ajuste que puede ser expansivo si forma parte de un programa de estabilización bien diseñado. Por ejemplo, tomemos el caso de la desindexación de jubilaciones o de salarios. Si por ejemplo a la gente se le dijera que a partir de ahora las jubilaciones y los salarios se pagarán en dólares se podría eliminar la indexación de salarios y de jubilaciones.
—Algo que creo que usted le recomendó a Mauricio Macri para eliminar las paritarias todos los años.
—Lo hice como una chicana para que empezaran a pensar en que se necesita desindexar, pero vinculado a una reforma monetaria. Ahora vamos en la dirección opuesta: quieren desindexar pero le prohíben a la gente comprar dólares, manejarse con dólares, ahorrar en dólares dentro del país. En esta dirección la desindexación va a aparecer como muy injusta, porque la inflación va a continuar y se van a deteriorar en términos reales las jubilaciones o cualquier cosa que se desindexe. Y deberán admitir una devaluación que a su vez va a acentuar el deterioro de jubilaciones, pensiones y salarios. Si no será un vehículo para acentuar los desequilibrios entre precios y salarios y la puja distributiva. Así, se terminará con más inflación que antes.