—En un reportaje Miguel Ángel Pichetto decía que no hay forma de que ningún partido y ningún candidato pueda llegar a presidente si no gana en la tercera sección electoral. ¿Los cambios demográficos que vivió la Argentina en las últimas décadas llevaron a esa realidad?
—La Matanza es la quinta provincia argentina electoralmente hablando, después de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y la Ciudad de Buenos Aires. Somos más grandes que Mendoza, que 19 provincias. Lo que decía Miguel Ángel tiene que ver con el fuerte arraigo del voto justicialista en la zona sur y suroeste del Gran Buenos Aires, la tercera sección electoral. La zona norte y noroeste es la primera. La Matanza es el 24,4%, casi el 25% de todo el Conurbano.
—¿Y por qué se da esa diferencia tan contundente? También en 2015 con el triunfo de Mauricio Macri en La Matanza la diferencia a favor del peronismo fue más de 60%.
—Antes las elecciones en La Matanza se ganaban como las gana en Capital el radicalismo o el PRO. El primero sacaba 50 puntos aproximadamente y el segundo, 30, tal como sucedió en Capital en la última elección con Horacio Rodríguez Larreta. En los últimos años, a partir de Alberto Balestrini, empezamos a ganar con más diferencia. En la última, 65% frente a 24% que sacó el PRO. Esos 41 puntos de diferencia tienen que ver con que no nos votan solamente los sectores de los trabajadores o la clase media baja. Nos vota también la clase media media y la clase alta. En el único lugar de La Matanza donde perdimos fue en el circuito de Ramos Mejía centro. En los barrios y la periferia de Ramos también ganamos. Eso marca la diferencia de lo que era el peronismo de La Matanza antes y lo que es hoy. Es un proyecto de consensos con sectores no peronistas, del radicalismo, independientes. Hace unos días hicimos la reunión del relanzamiento del Consejo para el Desarrollo Estratégico de La Matanza. Convocamos a todos los sectores, desde los Rotary, el Club de Leones, hasta las organizaciones sociales, los colegios profesionales, los dos obispados, los sectores de la Justicia. Estaban representadas la educación, la cultura, todos los sectores. Éramos cincuenta, y entre todos discutimos semanalmente un proyecto socioeconómico, urbanístico y sociocomunitario de Matanza. Como si fuera una Legislatura paralela. Lo que sale de ahí es lo que tiene que hacer el intendente.
“Un peronismo consensualista debe crear la vacuna contra la grieta.”
—¿El peronismo de La Matanza es más abierto, menos ideológico e incluye también a sectores no peronistas?
—Ganamos con el 60% o 65%; tiene que ver con gobernar con los empresarios, los comerciantes, los sectores apolíticos. Entre todos se decide en qué momento hacer una obra en Ramos Mejía, en Isidro Casanova o en San Justo. Los empresarios necesitan del apoyo del Estado para seguir subsistiendo, más en los tiempos tan difíciles que vivimos económicamente hablando en los últimos años. La Matanza es la capital industrial de Argentina. Teníamos 3 mil industrias cuando yo empecé como intendente; hoy hay 7.500 industrias. La Matanza fue declarada por ley en 2014 capital del trabajo y la producción. Generamos subsidios para los empresarios en estos momentos tan difíciles de la pandemia.
—¿Hay en esa mirada panperonista una perspectiva de futuro del peronismo? ¿Una idea de renovación? Comenzaste con Antonio Cafiero.
—Empecé a militar orgánicamente con Antonio Cafiero en la renovación, en el centro de estudiantes de mi escuela.
—Parecería haber desde la renovación una cierta idea siempre en gestación.
—Hay que refundar el peronismo. O nace un nuevo peronismo o no entendimos nada, no aprendimos de nuestros errores.
—¿Cómo sería ese nuevo peronismo?
—Tiene que ver con interpretar los objetivos y las ilusiones de las nuevas generaciones en primer lugar. Hablo constantemente con los centros de estudiantes de las escuelas, de la universidad, de los sectores católicos, evangélicos. Tenemos mucho trabajo con los jóvenes. Los chicos dicen que no quieren más semejante inequidad. Se sorprenden por cómo creció la inequidad en la Argentina. Además, van por la igualdad de derechos de género, de salario de género. Se preguntan por qué una mujer o un hombre joven ganan distinto aunque tengan la misma categoría. Las mujeres ganan un 30% menos. Además, pugnan por el mundo verde. Nos exigen cuidar de verdad el medio ambiente. Hacerlo sin verso. El nuevo peronismo tiene que ver con interpretar el aggiornamiento que necesitamos de esta nueva Argentina de la era digital. Me formé con los salesianos. Tenía 6 años, hice la escuela primaria en una escuela parroquial. La secundaria fue en la mejor escuela de aquel momento de la Argentina que formaba aeronáuticos, la mejor escuela civil: el Jorge Newbery. Quería ser piloto de aviones. Mi generación fue la de la recuperación de la democracia. “Recuperar la vida”, decíamos. Hoy los chicos están acostumbrados a vivir en democracia. Van por una sociedad distinta.
—¿Habría que recrear veinte verdades adecuadas al siglo XXI?
—Las veinte verdades peronistas son el Padre Nuestro para mí. Es espíritu del último abrazo de Juan Perón y Ricardo Balbín. Terminar con la grieta. Es lo que hicieron hace cuarenta años cuando se dieron el abrazo famoso después de tantos años de disputa.
—¿Cómo se va a amalgamar esa idea en una coalición en la que conviven el peronismo clásico, el Frente Renovador y el kirchnerismo para que surja ese nuevo peronismo?
—Depende de generar permanentemente consensos. No hay nación en el mundo a la que le vaya bien si la mayoría de sus ciudadanos no están detrás de los mismos objetivos. Hasta en las grandes potencias en algún momento se agrandan las diferencias. Sucede en los Estados Unidos. Joe Biden deberá ver cómo la rompe. Ese peronismo consensualista debe crear la vacuna contra la grieta. Es una vacuna tan importante como la que nos sacará de la pandemia que nos llevó a la crisis más grande de la humanidad de la época moderna.
—El espíritu del abrazo de Perón y Balbín no pareció reflejarse en la gestión de Cristina Kirchner en su última presidencia.
—Como decía José Ortega y Gasset, es el hombre y su circunstancia. Aprendí a gobernar con Alberto Balestrini. Tanto Verónica Magario cuando fue intendenta como yo ahora que volví a ser intendente, gobernamos así: buscamos consensos.
“Para mí, las veinte verdades peronistas son el Padre Nuestro.”
—¿Hay diferencia entre ese nuevo peronismo consensualista y el kirchnerismo?
—El nuevo peronismo es un todo. Es lo que emergió en la última elección. La sociedad argentina mayoritariamente votó un todo; no a una parte. Por eso hablo de refundar el peronismo. Hay muchísima juventud.
—El Presidente utiliza una terminología no muy común en las últimas décadas en la Argentina: socialdemocracia. ¿Ese nuevo peronismo podría tener ribetes socialdemócratas?
—La clave es estar a la vanguardia de los cambios en el mundo.
—El peronismo del 45 era más emancipador y no consensualista. Fue evolucionando y el abrazo de Perón con Balbín es el punto cúlmine. ¿El proceso de evolución del peronismo llevará a una nueva forma que no sea el kirchnerismo?
—En la pospandemia son esenciales los consensos. Como nunca antes. Hay que pensar lo que era Irlanda hace veinte años. O Alemania después de la Segunda Guerra. El Muro de Berlín es el nacimiento de la revista Noticias. Todo se generó en un gran avance, un desarrollo, un gran progreso de los países que venían del desastre de la guerra. Es lo que va a pasar ahora, luego del desastre de la pandemia del Covid-19. Salieron gracias a los acuerdos entre todos los sectores, los empresarios, el campo, la industria, los trabajadores, los comerciantes, las iglesias. No hay nadie que quiera que exista hambre en la Argentina.
—Consensualista es una buena forma de definir de otra manera lo institucional y lo republicano. El respeto a las instituciones estuvo en un segundo plano por parte del peronismo. Consensualismo implica lograr consensos en las instituciones, por ejemplo, el Congreso o la Justicia.
—Los ejemplos no deben ser solo de palabras. También corresponde que se manifiesten en los hechos. En mi ciudad tenemos un Consejo Consultivo de Seguridad. Sabemos que el problema atraviesa a toda la Argentina, a las grandes ciudades, al interior. Generamos un ámbito de trabajo en el que están los jueces y los fiscales, las fuerzas de seguridad. En el Conurbano hay Gendarmería y Policía. La defensora del Pueblo (N. de la R.; Silvia Caprino) es una reconocidísima dirigente del radicalismo de mi ciudad; también están los sectores de la educación. La mejor política contra la inseguridad es la inclusión. No hay nadie que sepa mejor dónde está el problema de inseguridad que cada uno de los vecinos.
—¿Habría que hacer un Consejo Económico y Social de Desarrollo para la Argentina?
—Habría que hacerlo ayer.
—¿Quiénes deberían ser parte? Cristina propuso incluir a los medios.
—El campo, la industria, servicios, empresas, federaciones de comercio, el mundo de las nuevas tecnologías. Todo lo que tiene que ver con la fuerza de la producción y con la fuerza del trabajo. No creo que sea necesario que sean empresarios de medios solamente. Pero si son empresarios de medios que también tienen industrias o son dueños de empresas de servicios o de empresas primarias agrícola-ganaderas, sí.
—Es el caso de Clarín, para ponerlo en términos concretos.
—Por supuesto, todos. La familia Eskenazi; los Bulgheroni. Jorge Brito hubiera sido un puntal importantísimo, porque no solamente fue un banquero de excelencia. También fue un hombre de la producción.
—¿Te gustaría que Roberto Lavagna presidiese ese consejo?
—Me encantaría. Es un gran moderador. Hay que buscar los equilibrios. Nadie tiene la verdad absoluta.
—La Matanza es el lugar con mayor cantidad de industrias que ningún otro...
—Capital Industrial de la Argentina. La Capital Nacional del Calzado.
—¿Cuál sería el rol del sindicalismo en esta renovación peronista?
—Todos tenemos que aggiornarnos. No es igual la Argentina de 1945 o la de la de 1973 que la de hoy. Todos debemos evolucionar. Hablo permanentemente con empresarios para ver cómo los puedo ayudar para que produzcan más. Les digo que si a ellos les va bien, también le va bien al pueblo. Los representantes del movimiento obrero saben que hay que buscarle la vuelta. Hoy en la pandemia generamos muchos consensos porque estábamos todos detrás de cómo empezábamos a ponernos en marcha para producir y se dejaron algunas cosas de lado. Hace cinco meses que tengo todas las industrias abiertas, con protocolo, pero produciendo. Eso se logra escuchando y conteniendo.
—¿Te pareció interesante la propuesta de Roberto Lavagna de nuevo empleo con nuevos sistemas laborales?
—Buscaría todas las soluciones para que produzcamos más. Si producimos más, generamos mayor consumo; si hay mayor consumo, hay más trabajo. Y si hay más trabajo, habrá aumento de los salarios. ¿Alguien está en desacuerdo con esa Argentina?
—Ni el ministro de Trabajo, Claudio Moroni, ni la CGT están de acuerdo con esa propuesta.
—Hay que sentarse. Hablar una vez, dos veces, diez veces. Es la forma. En mi ciudad no tenemos un buen presupuesto. En La Matanza tenemos el 3% del presupuesto de la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo. Pero generamos soluciones con creatividad, con consensos, con inteligencia.
—Tenés la menor cantidad de presupuesto, como estado, que cualquier otro lugar de la Argentina; la mayor cantidad de población y uno de los niveles de pobreza más altos de la Argentina. ¿Eso es lo que lleva a buscar acuerdos?
—Somos una tierra de inmigrantes. Tenemos la colectividad italiana más grande en la Argentina; 220 mil italianos o hijos de italianos; la colectividad portuguesa más grande de la Argentina, 100 mil portugueses; la segunda española más grande de la Argentina. Después de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, las tierras que no estaban tan caras eran alrededor de la Ciudad de Buenos Aires. Así nació La Matanza industrial. Cada uno de nuestros abuelos trajo el oficio del aparado del calzado. En La Matanza se produce el 66% del calzado que se fabrica y se exporta. Desde esos valores de los inmigrantes europeos y después del primer peronismo la migración interna de las provincias argentinas generó un gran crisol.
—Decías que después de la pandemia el consensualismo será una demanda de toda la sociedad. ¿La Matanza plantea una foto anticipada de la Argentina anticipada?
—No solo Argentina; el planeta todo no tiene otra salida que el consensualismo después de esta terrible tercera guerra mundial que es el Covid-19. Desde La Matanza podemos contar, sí, algunas experiencias. A través de estos consensos llegamos a comprarles a todos los chicos los manuales de las escuelas, desde jardín de infantes hasta la secundaria.
“A Alberto Fernández le digo que 2021 será un año bisagra.”
—¿La crisis de la pandemia va a ayudar a que haya más consenso?
—Es algo inevitable.
—El Leviatán de Thomas Hobbes plantea eso: la necesidad de un acuerdo por necesidad. ¿La Matanza llegó al consensualismo por las mismas razones? No había manera de sobrevivir en un territorio tan pequeño con casi 2 millones de habitantes con un presupuesto infinitesimal. ¿Cuántas veces menor que el de CABA?
—97. Y el 3% del Presupuesto.
—Casi con la misma cantidad de habitantes.
—Sí 2.400.000 La Matanza; 2.800.000 la Ciudad según el último censo del Indec. El acuerdo es nuestra forma de enfocar la vida. Los vecinos, los empresarios de mi ciudad, los comerciantes de mi ciudad, los estudiantes universitarios, los profesionales, saben que es así. Hace un mes nos declararon una de las 57 ciudades del mundo reconocidas por la Unesco, “Ciudad del aprendizaje”. Lo hicieron por la revolución que hicimos en innovación entregando casi 250 mil kits de robótica a todos los chicos. Generamos un polo productivo tecnológico que será el primero de la Argentina. Similar al distrito 22 de Barcelona. Pensamos con una perspectiva de futuro.
—¿Cómo será la Argentina pospandemia del año próximo con 50% de pobreza?
—En La Matanza había 52% de pobreza mientras la Argentina tenía 30%. Bajamos del 52% al 14% de pobres; y del 33% de indigencia lo bajamos al 4% en 2015, según los números del Indec.
—¿Qué le dirías a Alberto Fernández cuando se encuentre en la Argentina pospandemia?
—Hablo con el Presidente habitualmente.
—¿Y qué le decís?
—Que el año que viene es bisagra. Tienen que estar las vacunas. Todas las que aparezcan. Lo principal es pensar cómo nos vacunaremos todos los argentinos, empezando por los enfermos de riesgo, el personal de salud y las fuerzas de seguridad. A partir de ese momento, hay que largar la caravana, como en las películas del Lejano Oeste.
—Aquello de la época feudal, cuando lo que la persona podía recorrer con su caballo era el territorio que le tocaba.
—Es lo que tenemos que hacer. Y los empresarios tienen una fuerza y una polenta bárbaras, a pesar de estos diez meses. Lo mismo sucede con los comerciantes. Todos están pensando cómo salimos y qué hacemos.
—¿Será una recuperación en V?
—Sí, siempre que logremos los consensos entre todos los sectores de la producción y del trabajo.
—Y del pensamiento. ¿También de la oposición?
—Por supuesto. La mayoría de los empresarios no son de nuestro sector.
—¿La carta de Cristina Kirchner le pasó la pelota a Alberto Fernández y abrió la puerta a ese acuerdo?
—El Presidente es el que decide y el que conduce. Puede escuchar a todos y tiene que escuchar a todos; pero el que decide y el que conduce en un gran país como el que yo sueño es el Presidente. El Presidente tiene que dar el ejemplo y convocar a todo el mundo más allá de las ideologías, más allá de los credos religiosos, a todas las columnas de decisión de poder.
—¿Emergerá un plan económico diferente?
—Sí, un plan consensuado entre alguien que tenga 200 mil hectáreas en la pampa húmeda y un representante del Sindicato de Televisión. Esa es la Argentina que quiero. Se puede hacer. Lo estamos haciendo.
—Tu comienzo fue muy joven con Alberto Balestrini.
—Empecé con los salesianos. Mi formación fue en el colegio, el Oratorio Don Bosco de mi barrio, Villa Luzuriaga; la iglesia redonda. Ahí pasé a ser presidente del centro de estudiantes. Allí pasé a ser presidente de los centros de estudiantes de todas las escuelas. Ahí conocí a Alberto. Tendría 16 o 17 años. Alberto era el abogado más prestigioso de mi ciudad. El que tiene el estudio en la esquina del Banco Provincia y la Municipalidad. Como en todos los pueblos. Ahí nos conocimos y no nos separamos más.
—¿Y cuál fue tu primer trabajo con Alberto?
—Mi primer trabajo pago fue como peletero. Estudiaba y quería ser piloto de aviones. Aprendí a hacer tapados de piel, porque mi mamá los hacía. Estudiaba, trabajaba, tenía un emprendimiento en el que me iba muy bien con las pieles. Trabajaba para Charles Calfun, la peletería más importante de Buenos Aires en ese momento. Y aparte militaba. Ganaba muchísimo dinero, 10 mil/15 mil dólares por mes en aquel momento, aun siendo un pibe. Era bueno haciendo ese trabajo. Y Alberto me convenció para que fuera a trabajar con él en la Cámara de Diputados de la Nación, cuando entró al Congreso.
—¿Verónica Magario fue su secretaria?
—No. Yo quedo como secretario de Alberto y Verónica como una de las secretarias del equipo.
—¿Y qué había alrededor de ese hombre que generó tal herencia política?
—Alberto era un tipo de mucha luz. Emanaba bondad, te dabas cuenta de que era un tipazo. Además, fue uno de los mejores operadores políticos que conocí, por eso lo adoptaron distintos líderes. Por ejemplo, yo no soy un buen operador político.
—Lo fue para Carlos Menem, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner.
—Acordate de que era imposible ganarle a Duhalde en la provincia de Buenos Aires. Pero el puntal para ganarle a Duhalde fue La Matanza. En eso tiene razón Miguel Ángel Pichetto.
—¿Cómo sería la taxonomía que describe al buen operador político?
—Operador es como el gerente de relaciones públicas de tu empresa. La persona que por ser un excelente relacionista puede sentar en una misma mesa a dos personajes que no se sentarían nunca.
“Estábamos en el décimo subsuelo en 2003 y pasamos a la planta baja en 2015.”
—¿Manzano sería operador?
—Sí
—¿Nosiglia?
—Creo que nombraste a los tres mejores operadores.
—Dijiste que no eras operador. ¿Cómo te definirías? Sigamos con la taxonomía de los políticos.
—Soy más ejecutor.
—Gestor sería.
—Me interesa buscar consensos; gestionar y lograr soluciones.
—¿Y hay alguna otra categoría política que te parezca singular?
—Está mal que lo diga: pero están los que no trabajan.
—¿Que no trabajan y tienen éxito?
—Olvidan que son servidores públicos.
—Ahora, ¿qué atributo tienen esos que no gestionan?
—Como pasa en cualquier orden de la vida de cualquier sector profesional, hay gente responsable e irresponsable.
—¿Pero cómo logran sobrevivir en puestos tan importantes? ¿Se sostienen en su carisma?
—Así como hay arquitectos o abogados buenos y malos, también hay políticos competentes e incompetentes. Hay algunos dirigentes que utilizan una carrera para llegar a los estamentos de poder y hacer un uso personal.
—¿A eso te referías?
—A eso me refiero. No trabajan por la gente que los puso en ese lugar.
—¿El carisma es un atributo, más allá de la cualidad como gestores?
—Cuando un presidente termina un mandato queda claro si fue buen presidente o no. Lo mismo sucede con los intendentes o los gobernadores.
—Cristina Kirchner tiene carisma y a lo mejor no es ni buena operadora ni buena gestora.
—Tiene muchísimo carisma, por supuesto. Como gestión de gobierno me parece que tiene sus debes y sus haberes. Los ocho años de gobierno de Cristina quedarán como un buen gobierno, quizás con algún problema económico en los últimos dos años. Está claro también que se mató trabajando, que entregó su vida de verdad cuando fue presidenta. Ni hablar de Néstor.
—¿Y Alberto Fernández qué sería? ¿Un buen operador? ¿Un buen gestor?
—Alberto era un excelente operador. Puedo dar testimonio. Ahora está siendo un buen presidente. Creo que será un gran presidente. Será el presidente de los consensos.
—¿Un buen operador puede ser un buen gestor?
—Naturalmente se está mejor preparado para una cosa o para otra. Si sos un excelente gestor tu gerente de relaciones públicas debe ser también muy bueno.
—¿Cómo será el escenario electoral de octubre? ¿La coalición gobernante no será castigada por la economía?
—Tenemos que poner a la Argentina en el contexto mundial. La política más importante es la política exterior. En el nuevo mundo post Covid-19 tenemos que generar esos acuerdos con las distintas regiones del mundo, los distintos bloques, los distintos países. Alberto tiene muy claro lo que debe hacer. Es futurismo hablar sobre cómo será la economía.
—¿Podrá ser castigado el oficialismo si hay aumento de la pobreza y menor cantidad de trabajo?
—No va a ser así. El Presidente lo demostró en estos meses en los que estuvo al lado de las empresas subsidiando la mitad de los sueldos de los empleados. En Europa, en Estados Unidos, los índices de desocupación de la pandemia fueron entre 12% y 15% promedio. En la Argentina 2% de desocupación más de la que teníamos en marzo. Estuvo al lado de los empresarios.
—Pero en algún momento se van a acabar esas ayudas.
—La gente no se va a olvidar de eso. Pasa hoy con los adultos mayores, con los jubilados.
—¿Se recordará la gestión de la pandemia aunque la economía no se haya recuperado?
—La gente sabe perfectamente que venimos de cuatro años de un gobierno anterior que dejó a la Argentina y a la provincia de Buenos Aires en muy malas condiciones.
—¿Cuál es tu balance del gobierno de Mauricio Macri? Competiste en La Matanza con su ministro de Educación, Alejandro Finocchiaro.
—Pasará a la historia como el presidente más endeudador. Fracasó económicamente hablando. Estábamos en el décimo subsuelo en 2003 y pasamos a la planta baja en 2015. Ahora bajamos otra vez al quinto subsuelo con los cuatro años del gobierno anterior.
—¿Y María Eugenia Vidal?
—Desgraciadamente también. Al principio parecía que Vidal era otra cosa, no solamente en lo económico, sino por ejemplo en el tema de inseguridad. Mi ciudad tiene la mitad de los policías de cuando empezó Vidal, porque no se dedicó a formar policías.
—¿En las elecciones de octubre tendrá un muy mal resultado Juntos por el Cambio?
—Falta. Pero creo que los argentinos volverán a darle un voto de confianza al Presidente por la pandemia.
—¿Ese voto de confianza al Presidente también es un voto de castigo al gobierno anterior?
—Apuesto a un positivo. La gente le dará un voto de confianza a nuestro presidente y a nuestro gobernador.
—¿Con quién competirán para diputados? ¿Encabezará Vidal la lista opositora?
—Tengo muchos amigos en la oposición, y escucho cosas. Pero no me pidas nombres, por favor te lo pido.
—¿Quién pensás vos que será el candidato’
—Especulan sobre si Vidal irá a la Provincia o si será candidata en la Ciudad porque después sería candidata a jefa de Gobierno, con Horacio Rodríguez Larreta candidato a presidente.
“La Matanza tiene la mitad de los policías de cuando empezó Vidal.”
—¿Quién te gustaría que encabezara las listas oficialistas?
—No tengo todavía un candidato definido.
—¿Dónde imaginás el futuro de Sergio Massa, Máximo Kirchner o Axel Kicillof?
—Tenemos que entender esta nueva Argentina y el nuevo mundo pospandemia. De eso depende el futuro de los dirigentes. Si el eje principal son los consensos, estarán ahí.
—¿Ves muy consensualista a Kicillof?
—Fui dos años diputado nacional, de 2017 a 2019, con Axel. Convivimos. Lo conozco muy bien. Es un gobernador que recibió una provincia destrozada, como una casa que se derrumbó. Hay que empezar a construirla, no se ve todavía lo que está logrando. Es la primera vez que Axel tiene responsabilidades ejecutivas y a los dos meses, tres meses, le tocó la pandemia. Va a demostrar ser ese buscador de consensos. Lo veo en algunas acciones que lleva adelante. Hay que ver qué es lo que hace con los intendentes de Cambiemos de la provincia de Buenos Aires. Habla permanentemente. Fue un gran consensuador o logró consensos repartiendo el dinero que envió Nación a Provincia.
—¿Tiene las características del consensuador?
—Sí.
—¿A Cristina Kirchner también le ves esas características consensualistas?
—Cristina demostró que se adelantó mucho. El eje de la campaña de Cristina fue “generemos un nuevo contrato social”, antes de ser candidata a vicepresidente.
—¿Cambió aquella de 2013, de los últimos dos años, que era más confrontativa?
—Sí. Es lo que decíamos de Ortega y Gasset. Es una mujer y sus circunstancias. La mejor prueba es que no se presentó como candidata.
—¿Con otras circunstancias ella hubiera sido así?
—Es su deseo. Acordémonos de todo lo que le pasó en esos dos últimos años de mandato: ocho o nueve corridas cambiarias, cambió el orden internacional.
—¿Macri ya fue?
—Es lo que dicen los jóvenes de las ciudades por las que me muevo.
—¿Tienen razón?
—La mayoría siempre la tiene.
—¿Tendrá otro cargo en el futuro? ¿Qué rol tendrá en 2023?
—No creo que Cristina vuelva a ser presidenta. No es lo que yo quiero, lo digo por una decisión personal de ella. Conociendo lo inteligente que es, no. Estará al lado, acompañando y apoyando.
—¿Quién será el candidato de la coalición gobernante en 2023?
—Es la pregunta del millón. El peronismo y el Frente de Todos tienen muchas mujeres y muchos hombres que pueden ser. El Presidente es el primero entre todos ellos.
—¿La coalición se amalgamará y reducirán sus diferencias?
—Aprendimos de nuestros errores.
—¿El error fue dividirse?
—Hicimos un gran mea culpa. Las nuevas generaciones nos van a sacar del camino si no lo entendemos.
—¿Cómo resolverán las diferencias en las candidaturas? ¿Habrá internas?
—Para presidente, es posible. No veo internas el año que viene.
—¿No ves las PASO el año que viene?
—No, es una locura. Es una locura pensar en primarias cuando antes tenemos que pensar en la vacuna. Hay que salvarles la vida a los argentinos. Gastar dinero en primarias está fuera del sentido común. Hay que sentarse, consensuarlo, gastar más en una vacuna y su logística.
—No me respondiste sobre Axel, Massa y Máximo.
—El Presidente es quien tiene más chances de volver a ser candidato. Los tres pueden ser presidenciables, pero no son los únicos. “Que florezcan mil flores”, dijo Néstor. El peronismo es un semillero de dirigentes.
—Vos no tenés ese problema, porque tu antecesora fue Verónica Magario. Pero ¿estás a favor de la reelección continua de los intendentes?
—No sé quién metió este tema desde los medios. Hablar de reelecciones o no es política de bar, de café. Es teoría pura. No es una cuestión prioritaria.
—¿Te gustaría ser gobernador de la provincia de Buenos Aires algún día?
—Seré lo que tenga que ser. Ya entregué mi vida, después de mi familia...
—¿No hay vuelta a ser peletero?
—Fui muy feliz. Me hace acordar a mi mamá, a mi papá. Teníamos taller en casa, pero así como hacíamos sacos y tapados de piel, teníamos un kiosco. Mi mamá me enseñó a leer a los 4 años, así que yo a los 5 años sabía leer, escribir y dar vuelto en el kiosco. Mi madre me ponía un cajoncito de gaseosa, abría la ventanita y yo atendía. Estoy muy agradecido a mi pueblo, a mi ciudad y a mi país.
—Los gobernadores suelen ser porteños. Esto vale tanto para Daniel Scioli, para María Eugenia Vidal como para Axel Kicillof. ¿El gobernador tendría que ser alguien que haya hecho su carrera política en la Provincia?
—Son las circunstancias. Axel será un muy buen gobernador. Lo demostrará. Ya lo hace con la pandemia. No era fácil mantenernos con el desastre que nos dejaron en el sistema de salud. Pensaron que La Matanza iba a ser el peor lugar del mundo respecto de la pandemia. Y somos el lugar número 38 entre los municipios de más de 100 mil habitantes. Hubo 400% menos de contagio que la Capital Federal. No es por milagro. Eso es compromiso y solidaridad.
—¿Ves alguna posibilidad de desborde social pospandemia?
—No hay ninguna posibilidad de desborde social, salvo algún foco activado a propósito.
—¿Cuál es tu visión sobre el tema de las tomas y tu opinión sobre lo que pasó en Guernica?
—Las tomas de tierra son acciones ilegales. Hay que decirlo con todas las letras. Tampoco podemos criminalizar la pobreza. Deseo la Argentina de mis abuelos, de mis padres, volver a esos valores. Mi mamá y mi papá estuvieron 25 años pagando la hipoteca de mi casa. Mi padre se enfermó y se murió porque sacó la hipoteca con la 1050. Pagamos la casa cinco veces. Deseo un país en el que la cultura del trabajo, del esfuerzo, sea la única senda por donde ir.
Producción: Pablo Helman, Débora Waizbrot y Adriana Lobalzo.