PERIODISMO PURO
Entrevista

El filósofo que explica la hipnocracia de Trump a Milei

Andrea Colamedici es italiano, ideólogo del experimento filosófico para el cual creó la identidad falsa del escritor hongkonés Jianwei Xun, autor del libro “Hipnocracia”, creado en colaboración con herramientas de inteligencia artificial, y revolucionó el mundo intelectual, revela en esta entrevista cómo fue el proceso de creación de esta “performance”. Cosechó elogios y críticas tanto como indignación y admiración cuando develó el misterio detrás del autor hongkonés. Es el fundador de Tlon, editorial, factoría cultural, librería teatral y librería en la Galería Nacional de Arte Moderno de Roma, es el creador de los Premios Italianos de Podcast, el Festival de Filosofía de la Trienal de Milán y el Festival de Filosofía de Roma; profesor de Prompt Thinking en el Instituto Europeo de Diseño de Roma, de Herramientas de Inteligencia Artificial en el Máster de Periodismo de la Universidad de Bolonia, y profesor del curso de Inteligencia Artificial para Líderes en la 24ORE Business School. Además, es un fanático de la Argentina y borgeano declarado.

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HIPNOCRACIA. “La hipnocracia es un sistema anticultural, porque es un sistema que produce datos, que genera información sin fin, pero que desalienta la producción de redes entre conocimientos”. | SERGIO PIEMONTE

—Usted ideó la identidad del filósofo Jianwei Xun, publicó “Hipnocracia” bajo ese seudónimo, para luego revelar la verdad sobre este experimento de construir un libro y un autor que no existe, en colaboración con herramientas de inteligencia artificial, ¿qué quería demostrar?

—Yo quería crear un libro que fuera a la vez teoría y práctica. Es decir, una obra que narrara la manipulación que todos estamos sufriendo en este momento y que al mismo tiempo la demostrara. Que fuera por un lado un soporte teórico, que pusiera a la gente en situación de poder estudiar concretamente cómo funciona hoy la hipnocracia, por lo tanto, la manipulación de los estados no ordinarios de conciencia. Por otro lado, sin embargo, no quería hacer un ensayo que terminara en las páginas, sino que produjera, a todos los efectos, una experiencia práctica, concreta, hipnocrática. Es decir, una performance filosófica que fuera al mismo tiempo, precisamente como meta-recursiva, y también una reflexión crítica sobre la inteligencia artificial hecha a través de un uso crítico de la inteligencia artificial. Soy consciente de que puede sonar complicado, pero para mí era muy importante contar algo que fuera a la vez teoría y práctica, reflexión y experiencia.

“Quería crear una obra que narrara la manipulación que estamos sufriendo y a la vez la demostrara.”

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—¿Inaugura este experimento una nueva forma de hacer filosofía, de la mano de la tecnología?

Andrea Colamedici, en Periodismo Puro con Jorge Fontevecchia.
TRUMP, MUSK Y LA MANIPULACIÓN DE LOS RELATOS. “Trump promete lo incumplible por un lado, y suscita constantemente nuestra indignación por otro, específicamente para convertirnos en espectadores perennes”.

—No sé si la inaugura, pero estoy seguro de que habrá cada vez más. Hay una cuestión fundamental. Yo no le pedí a la inteligencia artificial que escriba este libro por mí, escribí este libro usando la inteligencia artificial de manera contrastiva, para demostrarme que estaba equivocado, para desafiarme, para romper mis conceptos, para romper mis ideas sobre el mundo, es decir, para asegurarme de que mis teorías fueran puestas a prueba. Lo importante para mí no era crear una relación con la inteligencia artificial como mi reemplazo, sino como instrumento a través del cual yo pudiera desarrollar un supersujeto, un sujeto más allá. Es decir, una tercera entidad que no soy yo, que ni siquiera es la inteligencia artificial, sino que es lo que surge de una relación consciente y crítica con la inteligencia artificial. Porque hoy en día, el enorme riesgo es que la mayoría de la gente utiliza la inteligencia artificial de la forma más estúpida posible, que es la forma básica y clara, y que es el uso oracular, que es pedir respuestas. Pero sobre una base estadística probabilística, lo que ocurre es simplemente la satisfacción de nuestras preguntas y, por tanto, la confirmación de nuestros prejuicios, y en consecuencia nunca se nos desafía. No se produce pensamiento filosófico, sino una homogeneización de pensamientos. El gran reto actual para el pensamiento filosófico, en general para la construcción de conceptos, es utilizar la inteligencia artificial en clave crítica, aprender a utilizar estas herramientas que pronto serán la estructura de nuestra existencia de una manera nueva, porque de lo contrario nos encontraremos delegando completamente el ejercicio del pensamiento. Tenemos el deber, como intelectuales, pensadores, filósofos, periodistas, estudiosos, de hacer lo que dice Nam June Paik, que fue un gran artista e investigador en el campo de la tecnología, que dijo: estudio y practico la tecnología para odiarla mejor. Me doy cuenta de que suena casi como una paradoja, pero es extremadamente importante hoy en día para aquellos que hacen filosofía, para desafiarse a sí mismos y desafiar a la inteligencia artificial. Poniéndonos en peligro de alguna manera, porque de lo contrario corremos el riesgo de aceptar acríticamente tecnologías que acaban suplantando nuestras facultades. Esto es exactamente lo que Tammuz a Thoth en el Fedro, en el relato que hace Platón del mito de la escritura, en el que Thoth entrega a Tammuz la gramática, las letras, la escritura precisamente, y le dice: Faraón, yo que soy un dios te entrego la escritura, que es una droga de la memoria y al mismo tiempo un instrumento para tu sabiduría y la de tus súbditos. Tammuz lo detiene y le dice: querido dios, tu inventas, pero déjame decidir qué hacer con ella y qué efecto tendrá sobre mis súbditos. La escritura es muy peligrosa, dice Tammuz a Thoth, porque engaña pensando que produce memoria y engaña pensando que genera conocimiento. En realidad, produce ignorancia, y por otro lado, produce la ilusión de la memoria. Y lo mismo ocurre con la inteligencia artificial. Es decir, nos arriesgamos a utilizar herramientas con la idea de que mejoran nuestra memoria y aumentan nuestro conocimiento, cuando en realidad solo producen un enorme desconcierto. Hay un gran artista italiano, Carmelo Bene, que tal vez lo conozcan en Argentina, que dijo una frase extraordinaria sobre esto: el abuso de la información expande la ignorancia con la ilusión de eliminarla. Y para mí este es un punto fundamental. Si tenemos que hacer una nueva filosofía hoy, y tenemos que hacerla, porque si no la hacemos pronto ya no tendremos posibilidad de hacer filosofía, porque perderemos la capacidad de comprender las razones y las formas en que se manifiesta el pensamiento. Así que, si aceptamos este reto hoy, debemos tener el valor de utilizar estas herramientas de manera crítica, de manera performativa, incluso desafiante, especialmente desafiante hacia nosotros mismos.

“Era importante contar algo que fuera a la vez teoría y práctica, reflexión y experiencia.”

—Cuéntenos cómo escribió el libro en colaboración con la inteligencia artificial.

—He leído con mucho entusiasmo estos días en torno a este proyecto y también ha habido críticas. He recibido críticas inteligentes y críticas estúpidas. Una de esas críticas, que me parece estúpida, fue que yo tardaba una hora en escribir un capítulo y él escribió este libro en veinte minutos. ¡Pero eso es una locura! Quiero decir, es cierto que, si sigues adelante, producirás un libro mediocre, pero escribir un buen libro lleva mucho más tiempo que escribirlo a mano. En primer lugar, se trata de escribir las propias reflexiones, de tener una historia, de tener la capacidad de elaborar un pensamiento. Entonces, el primer paso, en mi caso, en el caso de la hipnocracia, fue una pregunta que leí en un periódico italiano. Un periodista se preguntaba: no siempre podemos hablar solo de fascismo. Si hablamos de fascismo, se refería a varios exponentes mundiales, corremos el riesgo de no entender lo que está pasando. No es que no haya una herencia fascista en todo esto, pero se corre el riesgo de que sea un término que no funciona. Deleuze habla de la filosofía como construcción de conceptos. Entonces, si la filosofía es la construcción de manijas que permitan a las personas aferrarse a la realidad, lo primero que hice fue decir: ¿qué es esta palabra? ¿Cuál es la palabra que mejor describe la forma en que funciona el poder hoy en día? Y empecé a razonarlo, a pensarlo. Luego, sometí mis dudas a la máquina, a las dos máquinas, porque lo que hice fue crear un espacio digital dentro del cual dialogué con dos inteligencias artificiales, con ChatGPT y con Claude. ChatGPT es un producto de OpenAI, Claude es un producto de Anthropic. Las conecté, las hice dialogar, las hice colisionar. Lo intentamos, porque así es como se hace filosofía. Hay un pensamiento muy bello de Francis Scott Fitzgerald que dice: la prueba de una inteligencia de primer orden es la capacidad de contener en sí misma pensamientos contradictorios y funcionar bien. Nosotros, en cambio, estamos constantemente habitados por confirmaciones de las cosas que pensamos. En cambio, necesitamos desafiarnos a nosotros mismos, espolearnos, y utilizar la inteligencia artificial de este modo. Así que empecé a buscar la palabra, en primer lugar. ¿Cuál es el concepto que determina este momento? Y en algún momento surgió el concepto de hipnocracia. Se me ocurrió la idea de hipnocracia, pero a veces, me pasaba en estos días cuando hice entrevistas, que me preguntaban, sí, pero ¿se te ocurrió a ti o a la máquina? Me llegó, pero nunca me hubiera llegado si no hubiera dialogado con la máquina. Sin ese diálogo, que no es preguntar, sino utilizar un dispositivo para producir una autoría emergente, sin ese diálogo nunca hubiera podido llegar a ese nombre. Nunca se me hubiera ocurrido. ¿Por qué me puse a prueba? Luego, una vez desarrollado el concepto, intenté ver cómo podía desarrollar las ideas que he escrito en otros libros anteriores, La sociedad de la performance, El amanecer de los nuevos dioses, en los que, por ejemplo, razono sobre las similitudes entre este momento histórico, en el que se produce una grieta entre la escritura y lo artificial, y el momento histórico del nacimiento de la filosofía, en el que se produjo una grieta entre la oralidad y la escritura, muy similares. ¿Qué podemos aprender de lo que hicieron Platón y los tan denostados sofistas? Que en realidad eran extraordinarios, sobre todo la primera generación de sofistas, para, por ejemplo, hacer ejercicios como la antilogía, que consiste precisamente en ser capaz de plantear tesis contrarias a la propia. Hoy, en internet, con burbujas de filtros y cámaras de eco, siempre confirmamos nuestras tesis. Siempre nos damos la razón. Tenemos una línea de tiempo que nos dice tú eres tú, tú eres grande, tú eres extraordinario. Esto no es filosofía, esto no es pensamiento. El pensamiento necesita estímulos. Y así construí, entonces, poco a poco, el libro sobre la base de la evolución del concepto de hipnocracia, tratando en primer lugar de construir el concepto, y luego también quería construir un puente para que la gente entendiera que no todo estaba perdido. Porque hoy el gran riesgo es construir siempre y únicamente herramientas para investigar el horror. Y así relegar a la gente a la impotencia. Un pensador tiene el deber, como dice David Foster Wallace, hay un hermoso pasaje en el que critica a Bret Easton Ellis, y dice, un escritor habla de un escritor, pero el discurso está bien para la filosofía, un escritor tiene el deber de investigar el horror, pero también debe utilizar el desfibrilador en las partículas de la magia. Y me parece una imagen preciosa, me da escalofríos solo de pensarlo. Porque ese es el deber que tenemos. Tenemos que mostrar el horror, pero tenemos que mostrar lo que en el libro llamé las prácticas de la soberanía perceptiva, las prácticas de la resistencia invisible, porque de lo contrario eres simplemente alguien que está en connivencia con el sistema si no te comprometes también a construir herramientas para hacer la vida sostenible. Me impresionó mucho el impacto que tuvieron estas ideas en el mundo, no me lo esperaba en absoluto, pero me sentí orgulloso de todo lo que pasó. Me sentí orgulloso de que la gente en El Salvador, en Colombia, en Argentina, en España, utilizara la herramienta hipnocracia, el concepto hipnocracia, para sostener el impacto del absurdo que se manifestaba en sus naciones. Eso me hizo realmente feliz como individuo antes que filósofo.

“Escribí Hipnocracia usando la inteligencia artificial de manera contrastiva.”

—Usted es profesor de Prompt Thinking en el Instituto Europeo de Diseño de Roma, ayúdenos a entender qué es el “prompt thinking” y le pido su mirada sobre el uso de la inteligencia artificial y la idea del uso de la inteligencia artificial como un espejo de nosotros mismos, que puede retroalimentar y nutrir nuestros conocimientos.

Andrea Colamedici, en Periodismo Puro con Jorge Fontevecchia.
LA ERA DE LA POSVERDAD. “Corremos el riesgo de quedarnos pasmados y pasar mucho tiempo comprobando hechos, puede ser una actividad estéril, porque criticamos no solo otra realidad, sino un paradigma de la verdad”.

—La idea del prompt thinking se me ocurrió cuando me di cuenta de que la gente no entendía lo que tenía en sus manos cuando utilizaba herramientas como ChatGPT. Es decir, me di cuenta de que la gente las utilizaba sin darse cuenta de lo profundamente que estaban cambiando la forma en que percibían la realidad. Eso fue solo el principio, pero poco a poco lo que está sucediendo, y es extremadamente grave, es que estamos delegando tontamente no solo el ejercicio del pensamiento, sino precisamente las grandes opciones de toma de decisiones, los grandes desafíos éticos a las inteligencias artificiales. Y eso es terriblemente irresponsable. Entonces lo que pensé fue que debo desarrollar un modelo que permita a los estudiantes relacionarse con la inteligencia artificial, no para hacer su tarea más rápido, sino para hacer mejor sus deberes. Hice la formación para profesores en el Politécnico de Milán en Italia, y recibí una pregunta que me impactó mucho. Me dijeron, cuándo puedo dejar de estudiar el ChatGPT. Nunca. No puedes dejar de estudiar el ChatGPT. Si enseñas, si tienes una relación con los estudiantes, tienes que conocer las herramientas que utilizan los estudiantes. No puedes ser perezoso. Y hay un gran riesgo de pereza que veo, que es muy peligroso. Flaubert dijo que el talento es una larga paciencia. El talento no es solo la capacidad de dibujar bien. El talento es sobre todo la capacidad de comprometerse con algo que te interesa. Utilizar la inteligencia artificial con pereza es acostumbrarse poco a poco a una herramienta tecnológica que te sustituye en todo. Al principio estás contento porque apruebas el examen, porque haces la tarea, porque te das cuenta de que eres más rápido entregando el artículo o la redacción o lo que sea. Pero luego, poco a poco, el sentido de tu vida desaparece, porque somos animales narrativos. Necesitamos contar historias y si alguien las cuenta en lugar de nosotros, estamos perdiendo el sentido profundo de nuestra humanidad. Y, a cambio de una nota alta en el examen, te estás jugando la capacidad de aprender a razonar. Por eso dije prompt thinking, incitar a pensar, es decir, ayudar a los alumnos, por ejemplo, a utilizar la inteligencia artificial para crearse dudas, para hacerse preguntas. Muchos utilizan la inteligencia artificial haciendo preguntas a la máquina y ya está, se dan por satisfechos con la respuesta que les llega. Pero es humillante. Quiero que la gente se dé cuenta de lo humillante que es utilizar así la inteligencia artificial. Es obvio, si tienes que obtener información sobre un vuelo está bien, pero si tienes que llevar a cabo un proceso cognitivo, si tienes que razonar, no puedes hacer que otra persona razone en tu lugar, porque de lo contrario, ¿qué estás haciendo aquí? Cuando hablo con los profesores y les digo que no tienen que presionar a sus alumnos para que no usen ChatGPT, es porque no pueden impedirlo, igual que no podemos impedir que la inteligencia artificial esté en nuestras vidas, tampoco podemos hacer nada para quitarla. Igual que Platón sabía que la escritura ya formaba parte de su vida, y de hecho la criticó muy duramente; sin embargo, escribió las páginas más bellas de la historia. Si leemos el Simposio, hay algunas escenas extraordinarias, el griego roto de Alcibíades que está borracho, comparado con Pausanias, que es un general estricto, en la misma escena; los valles del Iliso en el Fedro, hermosos. Él escribe estas páginas que son las mismas páginas en las que critica la escritura. Y nosotros tenemos que hacer lo mismo, es decir, tenemos que saber utilizar esta herramienta para criticarla de verdad. Pero al final, la inteligencia artificial es simplemente, digamos, la característica fundacional de la hipnocracia, de este sistema actual que gracias a la hiperproducción de la realidad contamina constantemente nuestras vidas con lo que Steve Bannon, que fue un gran asesor de Trump, solía decir “inundar la zona de mierda”. Y eso es exactamente lo que se está haciendo. Nos encontramos perdidos y no sabemos cómo tomar contramedidas. Así que se trata de desarrollar una erótica de la complejidad, una alfabetización de la realidad que nos ponga en condiciones de decir: quiero usar estas herramientas porque no quiero que me utilicen a mí. Sé que el abismo me mirará, como decía Nietzsche, pero no lo miro. Lo miro sabiendo que me observa y probablemente me manipula. No me siento más inteligente, porque también hay este detalle que me parece muy peligroso, y aquí cierro, no quiero tomarme mucho tiempo para esta respuesta, pero es muy importante para mí dejar claro que mucha gente se siente más inteligente que las herramientas que utiliza. Es como los que piensan que no tienen prejuicios, son las personas que tienen los mayores prejuicios. Si te crees más listo que una infraestructura que ha sido ideada por ingenieros muy inteligentes que se pasan la vida intentando conocer nuestro funcionamiento psíquico para poder aprovecharse de él y manipularnos, significa que estás admitiendo tu propia estupidez. En cambio, tenemos que admitir nuestra ignorancia, tenemos que admitir nuestras fragilidades y decir: no puedo habitar plenamente las redes sociales sin ser manipulado. Si creo que estoy por encima de todo esto, me engaño, y por eso debemos educarnos para habitar estos espacios, porque son nuestros espacios vitales, pero hacerlo con conocimiento y criticidad, y con gusto por atravesarlos, sin la idea de que podemos salvarnos de una vez por todas. La época actual es increíblemente peligrosa, por lo que también hay mucho de salvación.

“El libro surge de una relación consciente y crítica con la inteligencia artificial.”

—¿Se imaginaba cuando ideó este proyecto que el libro “Hipnocracia” iba a tener el éxito que tuvo, con tres reimpresiones en dos meses, reseñado y citado en todas partes?

—No, y le digo la verdad. La primera tirada de este libro fue de setenta ejemplares numerados. La primera vez que lo llevé al mundo fue un experimento que hice con unas setenta personas. Entonces, en ese mismo momento, vi que el concepto de hipnocracia era importante. Luego hice leer este libro y vi que todo el mundo se estaba volviendo loco, todo el mundo tenía la sensación de poder atravesar esta época con menos desconcierto. Y ahí dije, algo está pasando, algo interesante está sucediendo aquí, hay un concepto que puede ser de ayuda, de la que no me atribuyo todo el mérito, porque no podría haber escrito esto sin el apoyo, más bien sin la relación con la inteligencia artificial. Y por eso, cuando vi que se empezaba a hablar de ello en España, en Argentina, en Colombia, en Francia, donde acaba de salir con un epílogo en el que también cuento el experimento, lo mismo pasará en España, digamos en el mundo anglosajón, tendrás la publicación del libro con el epílogo en el que lo cuento todo. Nunca hubiera imaginado todo esto, pero creo que es la prueba de que podemos construir historias, narraciones. Hay una historia que me contó Gilles Gressani, que es el director de una revista geopolítica muy importante en Europa, se llama Le Grand Continent, es una historia apócrifa, no sabemos si es verdad, pero es muy bonita y voy a aprovechar la ocasión para contarla. Nikita Khrushchev, en el 59, tiene esta reunión con Richard Nixon y le dice: si la gente te habla de un río imaginario, no le dices a la gente que el río no existe, tienes que construir un puente imaginario. Esta frase me parece maravillosa, tiene muchos niveles de interpretación. El más peligroso, que es con lo que no estoy de acuerdo, pero que es la que hacen los hipnócratas, es el pueblo es un buey, es estúpido y quiere ser engañado, vamos a engañarlo. Pero hay otra lectura posible, es que el pueblo tiene sed. El pueblo quiere agua, el pueblo tiene una emergencia espiritual, porque de eso se trata. Inventemos un puente que le permita utilizar esa agua, que lo conecte. Hoy necesitamos el mito, necesitamos contar historias. El riesgo para aquellos que, como nosotros, aman la democracia, es que corremos el riesgo de quedar atrapados frente a esta locura perenne, en general, de los grandes hipnócratas de este mundo. Corremos el riesgo de quedarnos pasmados y pasar mucho tiempo comprobando hechos, lo cual está muy bien, pero corre el riesgo de ser una actividad estéril, porque nosotros criticamos no solo otra realidad, sino un paradigma de la verdad. Cuando hacemos fact-checking, a la gente de Trump no le afecta en absoluto, porque para ellos el mundo es totalmente diferente. Necesitamos crear nuevas narrativas, nuevas historias, nuevos mitos que nos emocionen, porque de lo contrario corremos el riesgo de conducirnos directamente al sinsentido. Tenemos que contarnos historias. Y aquí, si se me permite añadir una cosa más sobre esto, que es muy importante para mí. Giacomo Leopardi dice algo increíble en el Zibaldone. Cita a Longino (N de R: soldado romano que traspasó el costado del cuerpo de Jesús con su lanza) y dice que Longino se pregunta por qué sus contemporáneos son tan mediocres, son tan pobres, y dice que debe ser porque son agrios, debe ser porque son lujuriosos. Leopardi le dice: no, tus contemporáneos son tan mediocres porque no tienen ilusiones. Y él se extraña y dice: ¿qué significa eso? Y Leopardi se lo explica. Un exceso de racionalidad es extremadamente peligroso, porque es cierto que el sueño de la razón genera monstruos, pero los monstruos también se generan cuando la razón es demasiado activa, cuando la razón está demasiado presente, cuando la razón te dice que, por ejemplo, hacer las cosas por la gloria, hacer algo porque es bonito y ya está, no sirve de nada. Tenemos una necesidad vital de ilusiones. Hoy vivimos en una época en la que las ilusiones se han derrumbado, la familia se ha derrumbado, la religión se ha derrumbado, el sentido del Estado se ha derrumbado. Todas estas instituciones se han derrumbado, todas estas ilusiones, todas estas historias que, sin embargo, nos hacen vivir. Los derechos humanos son una historia que debemos salvaguardar. Debemos saber que son una historia, que no existen en la naturaleza, pero es algo que hemos sido capaces de imaginar y que debemos salvaguardar con todo nuestro cuerpo. Y así, cuando estas instituciones se derrumben, porque la sociedad se reinventa, se transforma, debemos tener el valor de reivindicar el amor por las ilusiones, debemos saber construirlas con cuidado para conquistar el mundo. Los griegos lo hicieron. Simon Weil dice: los griegos nos dieron las artes como puentes que cruzar, y acabamos habitándolos, ¿qué puede haber más humillante que habitar un puente? Hay que cruzar ese puente. Tenemos que utilizar la filosofía, el arte, las tragedias griegas, todo lo que nos dieron nuestros antepasados, como herramienta para ir a otro sitio, para llegar a otro sitio, no para quedarnos ahí. Y en lugar de eso lo que hicimos fue esto de aquí. Tenemos que reivindicar el derecho a contar historias, pero no porque tengamos que creernos falsedades, no se trata de eso, no se trata de que tengamos que ser niños ingenuos, sino que tenemos que entender que, si no reivindicamos el derecho a construir mitologías, grandes narraciones, nunca podremos soportar el peso del sinsentido, porque la vida en sí misma no tiene sentido. El sentido lo generas, lo construyes cuando emprendes un proyecto, y hoy debemos tener el coraje de inventar un futuro, porque hay un agujero frente a nosotros en el que debemos poner nuestro coraje para pensar.

“Utilizar la IA con pereza es acostumbrarse a una herramienta que te sustituye en todo.

—¿Tiene algún significado el nombre de Jianwei Xun?

—Xun es un hexagrama del I Ching, pero Xun también significa información y velocidad. Elegí este nombre porque necesitaba algo que hablara simultáneamente de información, pero también de la capacidad de intentar mantenerse firme en un momento de locura extrema, en un momento de caos y confusión. Aprovecharé esta oportunidad para revelar una cosa más, si me lo permiten. La persona con la que han estado en contacto los editores, los periodistas, los curiosos, los profesores que han escrito a Xun, se llama Sara Horowitz. Elegí Horowitz, porque es el nombre de un cabalista alemán del 1600, extraordinario, un rabino muy interesante, que había escrito una oración que era simultáneamente una oración ordinaria y un tratado de cábala, dependiendo de la gente que se relacionaba con el texto, de la experiencia y el conocimiento que la gente tenía. Y creo que eso es lo que debería ser la filosofía hoy en día, debería ser algo al alcance de todos, que todo el mundo pueda entender, pero luego, los que tienen las herramientas para ir más allá, ven que también hay más y van más allá. Y también son los dos niveles de la hipnocracia, el nivel libro y luego el nivel revelación, que, no te lo voy a negar, ha causado malestar a mucha gente. Mucha gente lo ha vivido mal, la mayoría se ha entusiasmado, pero no puedo fingir que no hubo tres, cuatro, cinco personas que me dijeron: me sentí mal por ello, me sentí traicionado. Mi objetivo nunca fue engañar a nadie, nunca fue traicionar a nadie, también porque elegí desde el principio revelarlo, no es que me desenmascararan. Leí en El País, de hecho, me entrevistaron para hacer una rectificación, que me habían desenmascarado. En absoluto, yo elegí desde el principio cuándo lo revelaría todo y acordé con L’Espresso, Le Grand Continent, Brut, la fecha exacta en la que haría este anuncio general, porque el punto no es engañar a la gente, no es mostrar que todos somos manipulables. Por supuesto que todos somos manipulables, el punto es hacer que la gente diga: ¡todavía puedo jugar!, ¡todavía puedo vivir!, y eso es muy importante para mí. Así que Xun, en su nombre, tiene esta misma instancia de la velocidad a la que viaja la información, pero al mismo tiempo la capacidad de poder detenerse frente al río y ver pasar la corriente.

—En una entrevista que publicó en Facebook, “Brut. Book”, usted habla de Platón y su concepto de “pharmakon”, que es a la vez cura y veneno, ¿por qué es importante esta idea para usted?

—Para mí esta idea es fundamental porque el pharmakon para Platón es exactamente la escritura a la que me refería antes. Pharmakon no es algo que a veces cura y a veces envenena, es algo que cura y envenena simultáneamente. La inteligencia artificial, este poder actual, cura y envenena. Debemos tener la lucidez de comprender cómo dosificar este pharmakon, cómo exponernos a esta intoxicación. No podemos hacer otra cosa, este es el tiempo en que vivimos, no podemos negarlo. Edgar Morin, uno de los más grandes sociólogos vivos, que creo que tiene ahora 103 años, o algo así, dice algo hermoso: que debemos aprender a navegar océanos de incertidumbre a través de archipiélagos de certeza, islas de certeza. Y para ello, por supuesto, tenemos que averiguar cómo conectar nuestros conocimientos. El peligro que mencionaba antes, el veneno al que estamos constantemente expuestos, si sabemos dosificarlo, puede ser una vacuna. Pero debemos tener la lucidez de hacer lo que Ulises hizo con las sirenas. Hay un pasaje muy hermoso en Sloterdijk que se parece a una reflexión de Helios, y él pregunta por qué Ulises va a las sirenas, ¿por qué Ulises quiere escuchar a las sirenas? Y dice algo sorprendente, que las sirenas le cuentan a Ulises su historia. Es decir, Ulises va a las sirenas no porque canten bien, sino porque le cantan la odisea, le cuentan su historia. Es vertiginoso, pero es muy útil porque Ulises sigue yendo a las sirenas, pero se hace atar, se ata a sí mismo. Eso es lo que tenemos que hacer con el pharmakon, es decir, tenemos que ser capaces de exponernos a esta locura, a este delirio, a esta increíble confusión, pero al mismo tiempo tenemos que protegernos, tenemos que recordar que es venenoso, tenemos que aplicar contramedidas. Como dice Bradbury, debemos zambullirnos en el abismo y mientras tanto construir nuestras alas, porque ya no hay tiempo para construir nuestras alas desde arriba. Y por otro lado, no debemos zambullirnos y decir que pase lo que pase, porque morimos, nos estrellamos. Tenemos que buscar, mientras creamos piezas, con qué construir más alas.

“La época actual es increíblemente peligrosa, por lo que también hay mucho de salvación.”

—¿Cuál es su expectativa sobre lo que sucederá ahora que se ha revelado el experimento detrás del autor de “Hipnocracia”?

—No lo sé, porque por un lado espero que Hipnocracia sirva para alimentar un debate sobre la toma de conciencia del uso de la inteligencia artificial por un lado, y la toma de conciencia en torno a la cuestión del poder, de cómo se manifiesta el poder hoy en día, porque ya no es un poder que solo utiliza el cuerpo, no solo utiliza la mente, es un poder que opera sobre los estados de conciencia. Es un poder que satura nuestra capacidad atencional, que destruye nuestra atención, que nos hace personas incapaces de habitar. Así que no tengo ni idea de lo que puede pasar ahora, para mí lo que está pasando ya es increíble. Hubo una filtración de opinión que decía que este libro había llegado hasta el Elíseo, en Francia. Lo vi comentado por grandes intelectuales y también me sentí honrado por los elogios que me hicieron. Me alegré mucho cuando lo leí. Para mí esto ya es increíble, ya es mucho, porque no creía que este libro fuera a traspasar las fronteras de Italia. Soy conocido en Italia y algunos de mis libros se han publicado en el extranjero en varios idiomas, pero no pensaba en absoluto que este libro tendría esta vida. No me lo esperaba, y me ha impresionado mucho. No tengo ni idea de lo que va a pasar, la verdad. Esto ya me parece increíble. Espero que pueda servir de ayuda, eso sí, más allá de la vida del libro, espero que luego quien lo tome le siga el juego y no se limite a decir lindas teorías interesantes, sino que diga: qué puedo hacer concretamente, qué puedo hacer para no estar dentro de este vicio, frente a los aranceles y luego quitar los aranceles, y mientras tanto destruir economías. ¿Cómo puedo soportar el peso de esta desvergüenza? Debemos necesariamente problematizar todo esto y organizarnos intelectualmente. Es imprescindible salir a la calle, pero hay que salir a la calle con ideas nuevas y estas ideas nuevas en mi opinión no vienen solo de la crítica, sino de la construcción de esa soberanía perceptiva, que para mí es uno de los conceptos fundamentales del libro. Porque no significa decir: yo tengo una verdad y la voy a proteger hasta que me muera, sino que significa decir independientemente de la realidad que se me presente, que se me muestre: yo voy a permanecer lúcido, porque no voy a ser parte de un sistema manipulador que esté basado en el deseo de complacerme. No quiero ser complaciente, no quiero estar satisfecho, quiero elegir la felicidad y no el contentamiento, porque estamos obsesionados con estas microdosis de satisfacciones, somos adictos a las microsatisfacciones dopaminérgicas, que nos dan constantemente una pequeña producción de energía, y sin embargo es devastador, porque nos impiden comprender lo que es la felicidad. La felicidad es otra cosa, felicidad, del griego felicitas, eres feliz cuando eres felix, es decir, cuando eres fecundo, fructífero, cuando aportas al mundo. En cambio, estás contento cuando estás contenido, cuando estás saciado, estás lleno, has comido mucho y estás contento. Confundimos felicidad y contentamiento, en cambio debemos reclamar nuestro derecho a la felicidad. Y también renunciar a esos placeres de satisfacción que nos proporciona el scroll constante, porque es ese scroll el que nos da satisfacción, el que nos hace sentir que hemos consumido y cumplido con nuestro deber de buen ciudadano informado. En realidad, muchas veces no es más que un intento de no sentirnos culpables porque no hemos entendido lo que hemos hecho durante el día. Y por eso se trata de recuperar, por ejemplo, los ejercicios de los antiguos estoicos, Marco Aurelio, concretamente, pero también Séneca, que repasaba su día a la inversa, desde lo último que había hecho hasta lo primero, y lo repasaba con una revisión de sus valores y decía: he sido consecuente con mis valores. Es normal que, si vives en una época en la que los valores no tienen valor, todo este ejercicio carezca de sentido, pero hay que reconstruir los valores, hay que transvalorarlos. Nietzsche, habla del tiempo en que existen los últimos hombres, que son los que se revuelcan en la ausencia de valores. Es un tiempo en el que los mediocres tienen grandes posibilidades, porque no tienen valores que cumplir. Debemos tener el coraje en este tiempo de inventar nuevos valores, de inventar nuevas historias, de entusiasmar a la gente, en el sentido más profundo de la palabra, que es entheos, el Dios interior, hacer que la gente se sienta atravesada por lo divino. No importa si Dios existe o no, ese no es el punto, el punto es activar esa producción de energía que proviene del deseo de lo divino. Como decía Ciorán, un gran escritor francés: a veces tengo ganas de inventar a Dios solo para tener a quien culpar. Esta perspectiva me parece muy interesante.

“Xun es un hexagrama del I Ching, pero también significa información y velocidad.”

—Periódicos como “El País” de España han retirado de su web las notas que reseñaban “Hipnocracia”, por el hecho de no haber cumplido con la norma europea del etiquetado en productos creados a partir de la inteligencia artificial, ¿le trajo esto problemas legales?

—Creo que fue un error, y ya lo hablé con el columnista. El caso es que el escritor me pareció una buena persona, es decir, simplemente me pareció una persona que no entendía lo que había pasado, porque el proyecto es difícil de explicar. Probablemente vio la portada de L’Espresso y pensó que un periódico me había desenmascarado y había desenmascarado el trabajo de una persona que no conocía y que había hecho que una inteligencia artificial escribiera un libro. Fui invitado como filósofo, el 13 de septiembre de 2023, al Parlamento Europeo para escuchar el discurso de clausura de Ursula von der Leyen, el llamado discurso del estado de la Unión. En ese discurso, importante para mí, Von der Leyen dijo en un momento dado que los propios fabricantes de inteligencia artificial están logrando avances que no esperaban conseguir. Esto significa que es muy difícil producir una legislación que sea un corpus propio, no solo de leyes, sino también de recomendaciones, que pueda seguir el ritmo de las innovaciones. Es muy complicado. Y sin embargo tenemos que hacerlo, es un esfuerzo que tenemos que hacer, no podemos hacerlo de otra manera. Así que estoy muy de acuerdo con la ley de inteligencia artificial de la Unión Europea, estoy muy de acuerdo con regular el uso de la inteligencia artificial. Pero lo que ha hecho El País es malinterpretar una operación que no nació con la idea de hacer pasar ahora un libro publicado por la inteligencia artificial por un libro de un humano. De hecho, ese autor me entrevistó y expliqué estas cosas. Por otra parte, comprendo que, en este momento complicado para un periódico, no es fácil embarcarse y navegar en este delirio. No es fácil controlar las fuentes del sinfín de productos, artículos, textos que surgen cada día. En otro tiempo podía tener sentido, había experimentos en Italia, incluso muy bonitos, que demostraban la falta de preparación de la clase periodística italiana, que no era capaz de ir a hacer una serie de investigaciones sobre las fuentes. Ahora bien, una performance de ese tipo allí, en mi opinión, sería perjudicial. Poner a prueba la capacidad de un periodista de hoy sería violento en lo que a mí respecta, porque un periodista de hoy es una clase que se encuentra en una situación desesperada. En primer lugar, porque están mal pagados en todo el mundo. Después, porque compiten en un mundo que les pide constantemente una actualización sin fin, una producción incesante de información, deben estar siempre al pie del cañón, no hay tiempo para la reflexión, no es una clase contra la que uno pueda permitirse el lujo de ensañarse en estos momentos. En todo caso hay que apoyarla, hay que reconocer que está viviendo un momento de transición epocal, que poco a poco tocará a todo el mundo, que tocará a los diseñadores, que tocará a los artistas, a los actores, a los escritores. Así que comprendo el enfado de El País, que canceló la obra, lo comprendo. Pero ahora que se conoció la verdad, espero que atesoren esto para reflexionar sobre lo que es hoy la inteligencia artificial. Porque no todo lo que utiliza la inteligencia artificial es, digamos, deplorable. Y por otro lado, el otro gran problema es que eliminar un artículo es algo que tiene que hacerse con cuidado, porque a lo mejor ese artículo se puede contextualizar, se puede criticar. Porque hacerlo corre el riesgo de ser un movimiento realmente en línea, demasiado en línea, con este tiempo. Hay que tomarse la complejidad de complicar las cosas, hay que tomarse el tiempo de mirarlo en su conjunto. Es fácil pulsar borrar, no cuesta nada. Es difícil de explicar realmente. Es difícil decir: he hecho esto, míralo, porque no desaparece así como así. Si estaba en papel no puedes borrarlo. Tenemos la ilusión de que las cosas se pueden borrar. Pero no es así. Para mí habría sido importante que ese artículo permaneciera. Por supuesto lo tengo en PDF, así que el artículo de alguna manera permaneció. Pero incluso así, en mi opinión, se podría haber hecho un esfuerzo extra; además de la entrevista directa que me hicieron, se podría haber hecho el esfuerzo de decir: ¿por qué lo cancelamos? Al fin y al cabo, no borraron algo escrito con inteligencia artificial, no borraron algo mío, borraron algo suyo. Borraron elogios hechos a una obra. Pero si esa obra es buena, los elogios siguen siendo válidos. Aunque la hubiera escrito yo, ahora aquí estoy diciendo una paradoja, ¿no? Aunque la hubiera escrito enteramente una máquina. Si tú has escrito que esas reflexiones son interesantes, esas reflexiones siguen siendo interesantes. Simplemente contextualizas que una máquina las produjo. En este caso, ni siquiera las produjo una máquina, así que con más razón no hay que quitarla. Creo que eso fue incorrecto. Pero no tengo ganas de decir, hasta la muerte, o lo malo, el horror. Probablemente, a la inversa, yo hubiera hecho lo mismo, hubiera cometido el mismo error, digo la verdad.

Andrea Colamedici, en Periodismo Puro con Jorge Fontevecchia.
BORGIANO FANATICO: “Borges en Tlön, Uqbar Orbis Tertius, termina diciendo: y seguiré traduciendo por mí mismo lo que veo, para una traducción que nunca publicaré.” Con su libro El algoritmo de Babel.

“Somos constantemente conscientes de la ficción y, sin embargo, no podemos evitar creerla.”

—Uno de los artículos que más difusión le otorgaron a la identidad Xun y al concepto de hipnocracia fue el análisis del discurso de la toma de posesión de Donald Trump, publicado por “Le Grand Continent”. ¿Estaban al tanto del experimento los editores de la revista?

—Sí, llegaron a estarlo. Al principio pidieron traducir el artículo, y luego los puse al corriente de la historia. Así que informé a la editorial francesa y a la editorial española de la historia, porque para mí era importante que las personas implicadas fueran aquellas que estuvieran activamente implicadas, más allá de los que escribieran buenas reseñas, sino las que fueran parte integral del proyecto y lo supieran todo. Porque para mí la ética es fundamental. Es decir, en este caso se trataba realmente de decir: estamos haciendo un proyecto juntos, súbete a bordo con nosotros. Sabina Minardi es la periodista de L’Espresso que escribió la entrevista, que hizo el artículo para el semanario italiano. Se enteró de la existencia de Xun el 9 de enero, es decir, antes de que el libro saliera a la venta en Italia, porque le habíamos enviado un adelanto para que lo leyera y tenía algunas dudas. Y fue una de las pocas periodistas que preguntó: pero déjame entender más, cuéntame más. Y entonces lo que hice fue contarle toda la historia y meterla en el proyecto. Informarla de todas las cosas que estaban pasando y que son tantas, increíbles, porque precisamente la recepción en Sudamérica para mí es maravillosa, como amante de Argentina, como borgeano convencido. Yo podría haberme callado con la editorial, pero creo que hubiera sido profundamente injusto desde el punto de vista ético. Quiero decir, si hacemos un experimento, si hacemos una actuación filosófica, eres parte del juego conmigo y es justo que sepas lo que está pasando, de lo contrario es manipulación, de lo contrario es engaño, y para que no sea así tienes que estar informado de los hechos.

—Háblenos de la noción de hipnocracia y el poder que operan los algoritmos sobre la conciencia, ¿cómo llegó al concepto de hipnocracia?

—La hipnocracia para mí fue un concepto que nació, como decía antes, tratando de encontrar un modo que describiera no solo el funcionamiento del individuo dictador o, en todo caso, de un hombre o mujer en el poder, sino que describiera también una psicología de masas. Es decir, hipnocrático no es solo el hombre en el poder, la persona que manda. Hipnocrático es la condición en la que todos nos encontramos, la hipnosis en esencia. Es un estado de hipnosis masiva. Nos encontramos perpetuamente hipnotizados y nos encontramos en lo que yo llamo en el libro, el “edging algorítmico”, que es una especie de satisfacción siempre prometida pero nunca alcanzada. Y Elon Musk trabaja exactamente de esta manera, es decir, te dice que vamos a llegar a Marte, vamos a poner chips en tu cerebro, los coches serán de autoconducción. No es importante que estas cosas sucedan realmente. Lo que está en juego es el hecho de que siempre vivimos dentro de promesas, como la inteligencia artificial general. Llegará. Y vivimos constantemente dentro de este sistema hipnocrático que nos hipnotiza mediante la producción constante de estados no ordinarios de conciencia. ¿Qué significa esto? Intentemos verlo mejor. Por estado no ordinario de conciencia entiendo lo que en el libro llamo transalgorítmico o meta-trans. Meta-trans tiene que ver con la no suspensión de la incredulidad. Cuando vemos una película practicamos la suspensión de la incredulidad, decimos, me creo esta historia, estoy viendo una película y no me paro a pensar que hay un actor, que detrás hay cámaras filmándolo, que hay luces, que hay alguien que la editó. Aquí no pienso en eso. Tengo la suspensión de la incredulidad. Pero en la meta-trans estamos simultáneamente en la escena y fuera de la escena. Somos constantemente conscientes de la ficción y, sin embargo, no podemos evitar creerla. Y esta situación es psicológicamente devastadora. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando hablamos con el ChatGPT y sabemos que no hay conciencia detrás. Pero hay una certeza, imaginamos que tiene emociones, le hablamos como si tuviera la capacidad de poder sentir algo humano. Sabemos que no es así y, sin embargo, no podemos evitarlo. La infraestructura tecnológica de nuestro tiempo tiene el gran mérito de ponernos en contacto unos con otros, pero el gran demérito de no responder nunca a la pregunta de por qué debemos ponernos en contacto. Porque la posibilidad de poder llegar a alguien o a algo corre el riesgo de ser una enorme carga para la conciencia. Es difícil de explicar, pero en el momento en que sentimos que podemos tener en nuestras manos, a través de estas herramientas, un teléfono, un smartphone, una computadora, todo el conocimiento del mundo, pero no sabemos qué hacer con él, nos sentimos frustrados en nuestras almas, corremos el riesgo de producir una sensación de falta de sentido radical. Porque Gramsci dijo que el conocimiento no es un almacén bien ordenado de información, sino la capacidad de contener en uno mismo pensamientos que se relacionan con otros. Es la capacidad de tejer relaciones entre el yo y el conocimiento. La cultura no es saber muchas cosas, la cultura no es la recopilación de mucha información, la cultura es la red entre las cosas que conocemos. Es esa red la que podemos lanzar al mundo y que nos permite construir una relación con el otro. Para eso sirve la cultura. Y hoy la hipnocracia es un sistema anticultural, porque es un sistema que produce datos, que genera información sin fin, pero que desalienta la producción de redes entre conocimientos. Y esto es psicológica y culturalmente devastador, porque somos ante todo relaciones. Somos las relaciones que tenemos con la gente, y la felicidad y el sentido, como he dicho antes, surgen de las relaciones. La hipnocracia es, ante todo, la eliminación de las relaciones y la sobreproducción de información. Es la sensación de estar perpetuamente frente a algo, es la sensación de producción constante de hambre; sin embargo, es la falta absoluta de sentido. En su lugar, tenemos que utilizar estas herramientas de una manera innovadora. Ahora están a nuestro alrededor, no podemos engañarnos, pero debemos tener cuidado de no ser ni tecnófobos, estar aterrorizados por la tecnología, ni tecnoentusiastas. Tenemos que desarrollar una tercera posición, que frente a los discursos hipnocráticos de Trump, que evidentemente promete lo incumplible por un lado, y luego suscita constantemente nuestra indignación por otro, específicamente para convertirnos en espectadores perennes, tengamos la lucidez de abstenernos de este juego, de no seguirle el juego y de sentir el gusto por la profundidad. Eso es lo que falta hoy, falta el gusto por la profundidad. ¿Te sientes estúpido si tienes ganas de profundizar en algo? ¿Qué te importa? Pero no, sino pasar al siguiente dato. Borges en Tlön, Uqbar Orbis Tertius, termina diciendo: y seguiré traduciendo por mí mismo lo que veo, para una traducción que nunca publicaré. Toma ese tiempo perdido, toma ese tiempo vacío, recupera el derecho a lo inútil, a lo pretendidamente inútil, simplemente porque la filosofía es inútil, porque no le sirve a nadie. Ese es el punto. Pensar no tiene por qué ser algo que utilicemos a la fuerza para lograr un resultado. Pensar es pensar por el mero hecho de pensar. Esto es lo que dice Nietzsche cuando habla de la vida como un experimento de conocimiento. La vida como experimento de conocimiento. Y continúa diciendo que con este principio en el corazón no solo podemos vivir con alegría, sino también reír con alegría.

“La hipnocracia es, ante todo, la eliminación de las relaciones y la sobreproducción de información.”

—Usted, o Jianwei Xun, dice: “En la óptica hipnocrática, el tiempo mismo se vuelve maleable bajo la fuerza de la sugestión: se transforma en un espacio psíquico que puede ser manipulado a voluntad”. ¿Podría ampliar esta idea para la audiencia?

—El tiempo se espacializa. Básicamente significa que, en esta imagen, que en cierto modo es onírica, puede parecer compleja, pero en realidad es mucho más simple de lo que parece. Lo que Xun está diciendo en ese momento, lo que estoy diciendo a través de Xun, es que habitamos un tiempo que está perpetuamente marcado por el algoritmo. La mayoría de nuestros días se abren con el teléfono y se cierran con el teléfono. De este modo no estamos simplemente directamente en el ágora, en el espacio público. Estamos habitando inmediatamente un tiempo digital. Los griegos distinguían el tiempo cronológico del kairológico. Es la distinción que hacía Roberto Calasso, uno de los más grandes escritores de la literatura italiana y editor de Adelphi, entre lo digital y lo analógico. Y sostenía que la diferencia era la que hay entre lo continuo y lo discreto. Y que hoy en día tenemos una increíble dificultad para distinguir. Es decir, la diferencia que hay entre la música en mp3 y vinilo. No se trata de ser nostálgico sino de entender solo la diferencia que hay entre el tiempo reproducido en el espacio físico y el tiempo reproducido en el espacio digital. Dicho de otro modo: ¿cómo funciona un disco de vinilo? Un disco de vinilo tiene una aguja que se mueve sobre surcos que están hechos de manera digital, la imagen digital está hecha de pixeles. El mp3 digital está hecho de bytes que son estados discretos, que son digitales, que no son algo que es infinito. Borges dice: la verdad no tiene el rigor de los ajedrecistas sino el de los ángeles. El mundo tiene el rigor de los ángeles. El metaverso, la inteligencia artificial, la hipnocracia, tiene el rigor de los jugadores de ajedrez. No podemos contentarnos con el rigor de los ajedrecistas. No podemos saciarnos de él. El tiempo cronológico es la intemporalidad de los instantes: Kronos, en el sentido de que cada momento es igual al siguiente. Y así podemos engañarnos pensando que cada momento es idéntico. Pero hay una historia muy bonita que cuenta, Eric Hobsbawm dice que en las fábricas manipulaban los relojes porque al principio los obreros no tenían relojes, por lo tanto, el descanso de los trabajadores estaba regulado por los propietarios, que cambiaban la hora, la movían, hacían que las agujas fueran más deprisa, porque ningún obrero tenía un reloj personal con el que controlar. Es una imagen poderosa, realmente hermosa en ese sentido. Lo que podemos hacer hoy, creo, es entender la diferencia entre el tiempo cronológico y el tiempo kairológico. Pero el tiempo kairológico es el tiempo con el que somos capaces de distinguir lo distintivo de cada momento, es decir, somos capaces de entender que cada instante es diferente. Si entiendes que cada instante es diferente, puedes proteger el instante de ser manipulado. No significa que no tengamos que saber lo que es el tiempo, por supuesto, también hay una forma de contar el tiempo ordinario, pero cada instante tiene su peculiaridad, cada momento tiene su singularidad. Si puedes reconocer la especificidad del instante es porque has aprendido a contemplar. Es la palabra correcta, porque contemplación viene de la palabra contemplari, es lo que hacían los augures romanos, los sacerdotes, con su lituo, el báculo sacerdotal, trazaban un templum en el cielo, que era un espacio sagrado en el que profetizaban. Es decir, observaban el vuelo de los pájaros, divididos en fes, non fes, por lo tanto faust, non faust, y decían sí, aquí sucederá, no sucederá, es fértil, no es fértil, pero ¿qué estaban haciendo? Estaban delimitando un templum, con el palo terminaban el infinito. Los pájaros vuelan por todas partes, los dioses siempre nos están hablando, pero se necesita un espacio para contemplar, para mirar dentro del templo, necesitamos un espacio y necesitamos un espacio que la hipnocracia no produce hoy en día. Y por eso necesitamos reapropiarnos de ese tiempo, porque el reloj que los trabajadores no tenían es también una metáfora de un reloj interior que debemos desarrollar. De lo contrario, si no sabemos cómo fluye nuestro tiempo interior, serán las herramientas digitales las que nos impondrán un flujo inhumano, que corre el riesgo de perturbar radicalmente, en primer lugar, nuestro proceso bioquímico, porque corremos el riesgo de adaptarnos. Hay un libro muy bonito, se llama 24/7 Capitalismo tardío y el fin del sueño, de Jonathan Crary, y cuenta hasta qué punto este momento histórico corre el riesgo de hacernos estallar, en primer lugar, desde un punto de vista fisiológico, porque tenemos que cumplir constantemente con un deber de hiperpresencia. Estamos construyendo, y aquí hay un recordatorio muy fuerte en mi opinión, que necesita ser explorado pronto, la relación entre el fragmento sobre las máquinas de Marx y lo que está sucediendo con la inteligencia artificial. Estamos construyendo un mundo hecho a medida para que lo habite la inteligencia artificial. Estamos repensando cada vez más nuestros hogares, no para vivir mejor en ellos, sino para permitir que las herramientas tecnológicas tengan un mejor espacio. Empezamos creando espacio para aparatos y cosas, pero nuestros aparatos son cada vez más inteligentes y esta inteligencia, sin embargo, a veces es solo una ilusión de inteligencia. Pienso, por ejemplo, en los botones que ahora se están volviendo muy populares en Estados Unidos, los botones que pones en la heladera y que te envían directamente el pedido del producto que has terminado. Esto me parece increíblemente humillante para el ser humano. Quiero ser yo quien elija lo que compro y lo que no compro, no quiero delegarlo en un botón, pero no porque me sienta humillado porque soy orgulloso, sino porque quiero elegir lo que quiero. Protégeme de lo que quiero, dice un poeta, protégeme de lo que quiero. El deseo no es tan trivial, es decir, quiero elegir y el concepto subyacente es el de elegancia. La hipnocracia es una época en la que se desalienta la elegancia, en el sentido más profundo de la palabra. Veamos, elegancia no es vestir bien. Elegancia etimológicamente viene de eleggere, elegir, y eso es saber elegir lo que resuena contigo. Para que seas elegante, primero debes conocerte a ti mismo, después debes conocer el mundo y después debes saber crear una relación fértil entre tú y el mundo, eligiendo una parte del mundo con la que, efectivamente, habitar. Eso puede ser un paquete de pañuelos, un vestido, que no tiene sentido si es de marca o no, esa no es la cuestión. La cuestión es la resonancia, practicar la resonancia con el mundo. Este es el verdadero antídoto contra la hipnocracia, que pasa por la curiosidad y pasa por el autoconocimiento. Primero me conozco a mí mismo, luego conozco el mundo, y después intento hacer lo que hizo el árbitro de la elegancia, que es intentar comprender qué resuena mejor con lo que yo soy. Eso requiere curiosidad. Pero es curioso, y aquí me doy cuenta de que hago muchas citas, mucha etimología, pero para mí es muy importante. Curioso viene de curiosus, que significa el que cuida de las cosas. Hoy en día hay una falta de cuidado, hay una falta de atención, el cuidado está degradado. Si hay un banco roto, hoy pensamos que ese banco debe ser reemplazado. Pero tenemos que retomar la idea de arreglar el banco, como el artículo anterior (N del E: el artículo de El País). ¿Por qué quitarlo? Mejóralo, incluye lo que es fácil de eliminar, incluye lo que es agotador. Entiendo que es agotador, pero somos los jardineros del mundo, tenemos el deber de cuidar el mundo. En cambio, tenemos esta ansiedad, que es una ansiedad trágica. La ansiedad trágica de Trump y Musk, que se deriva de su incapacidad para abrazar la muerte. El transhumanismo, el largoplacismo, estas grandes ideologías detrás de la gente que actualmente está en el poder en varias partes del mundo, son ideologías deprimidas, trágicas, porque son incapaces de abrazar la muerte. La vida, el hecho de que estemos acabados, no es una desgracia, es una fortuna, es una herramienta filosófica muy poderosa que produce lo que Heidegger llama angustia, que te hace dar cuenta de que puedes diseñar tu vida. La hipnocracia es el momento en el que nunca experimentas la verdadera angustia. En cambio, tenemos que afrontar la angustia de darnos cuenta de que somos mortales. Realmente tenemos que movernos desde aquí, desde la angustia, desde ese reconocimiento del desconcierto radical. No podemos dejar de perdernos porque tenemos miedo de no saber dónde estamos. La única manera de encontrarnos es perdernos lúcidamente. No es inconsciencia, no son drogas, no es nada de eso. Es más bien rigor, es lucidez, es redescubrir el ejercicio de la disciplina, pero una disciplina que no es una pose, una postura, sino que es una disciplina de la indisciplina, que es la capacidad de darse cuenta de que hoy hay tantas fronteras que podemos cruzar, y que nosotros mismos podemos convertirnos en fronteras.

Hipnocracia
“FUI YO QUIEN COMBINÓ CON ‘L’EXPRESSO’ cuándo decirlo. Sabina Minardi, la periodista de L’Espresso se enteró de la existencia de Xun el 9 de enero, es decir, antes de que el libro saliera a la venta en Italia, porque le habíamos enviado un adelanto para que lo leyera”.

—En otra nota publicada por “Le Grand Continent”, Jianwei Xun dice: “La hipnocracia no es un concepto que se defina. Es un campo de fuerzas que se cartografía”. ¿Qué significa esto?

—A menudo hablamos de que el mapa no es el territorio. Cuando decimos que el mapa no es el territorio, nos referimos a una teoría que dice en esencia que por mucho que seamos capaces de trazar líneas e intentar trazar un mapa de lo que nos rodea, siempre será solo una reproducción de la realidad. Y así, en esencia, por muy eficaces que sean nuestras teorías y sistemas, nunca serán completos. ¿Cuál es el problema hoy? El problema actual es que nuestros mapas son la realidad. El mapa es cada vez más grande, casi tanto como el territorio. Este proceso de cartografía es un proceso extremadamente peligroso por muchas razones. Hay una razón práctica, concreta. El PIB, el producto interior, el gasto de nuestros Estados siempre será mayor en función del consumo energético de la tecnología, concretamente de la inteligencia artificial, pero no solo. Es decir, al sostener la nube, estamos consumiendo recursos energéticos colosales. Todo esto de lo que estamos hablando tiene un consumo de energía colosal. Nietzsche dijo: no confíes en esos pensamientos que no son un festín ni siquiera para los músculos. Debemos añadir: no confíes en esos paraísos que no son un festín ni siquiera para la Tierra. El metaverso, la inteligencia artificial, internet, no son solo flujos de datos, son servidores, son almacenamientos gigantescos, son cables submarinos, son infraestructuras colosales que consumen cantidades incalculables de energía, constantemente, que estamos drenando de un sistema y por lo tanto le estamos quitando energía para sostener el mapa. Esto es simplemente estúpido. Quiero decir que este proceso de cartografiado constante también se deriva de la incapacidad de poder habitar el territorio con serenidad. Es como si experimentáramos una especie de disforia de especie, es como si desde la aparición de la conciencia una parte de la humanidad, la parte más depredadora, hubiera empezado a ser incapaz de vivir con la idea de que morimos, con la idea de que la vida no tiene sentido, sino que se construye el sentido, pero no viene dado de entrada, y con la idea de que no hay nada que ganar. Igual que no hay nada que descubrir que ya esté inventado, no hay nada que ganar. Vivir con esta conciencia es devastador, me doy cuenta de ello, pero también es muy liberador si lo llevas hasta el final. Esto para mí es cartografía, para mí es este ejercicio constante de crear una conciencia colectiva que de alguna manera nos confronta con la posibilidad de tener algún tipo de respuesta a por qué estamos aquí. ¿Por qué? Porque somos incapaces de vivir con el hecho de que no hay un porqué. No hay un por qué estamos aquí. No lo hay. No quiero decir esta cosa bastante trágica, lo diré de todos modos, pero cuando Midas va tras Sileno, un Aristóteles apócrifo lo cuenta, Midas va a pedirle la verdad a Sileno y este huye al bosque. Luego al final Midas logra atraparlo y Sileno le dice: miserable y efímera raza, hija del azar y del castigo, ¿por qué quieres saber lo que es mejor que no sepas? Lo mejor para ti es no ser, no ser nada. Lo segundo mejor para ti es morir pronto. Ahora bien, me doy cuenta de que esto suena a nota trágica, pero los griegos sabían vivir con esta realidad y vivían exactamente como Praton conocía los dramas de escribir y escribir. Tenemos que vivir con el sinsentido de la vida, con el arte, con la política, con el activismo, con la filosofía, con la literatura, con la música, que no son herramientas para ocultar, son herramientas para hacer sostenible el sinsentido. En cambio, este proceso de mapeo es un proceso mediante el cual tratamos desesperadamente de condensar todo nuestro conocimiento para que nos diga: aquí está, aquí viene la respuesta, ahora entendemos por qué estamos aquí. No, no puedes entenderlo, porque no hay ninguna razón por la que estés aquí. No la hay, y está bien.

“Si puedes reconocer la especificidad del instante, es porque has aprendido a contemplar.”

—Usted habla en su libro sobre la jaula epistemológica. ¿Podría explicar el concepto de la jaula epistemológica y cómo podríamos salir de esta jaula?

—El punto es que, dice Carlos Castaneda, que fue un gran filósofo, que pasa por ser solo un novelista, un poco raro. En realidad, para mí, Carlos Castaneda fue un gran filósofo, pero luego su genealogía es evidente, porque detrás de él se siente fuertemente a Milton Erickson, pero sobre todo se siente a Harold Garfinkel, que fue su profesor en la UCLA de Etnometodología. La etnometodología es una disciplina muy poco conocida en el mundo, pero muy interesante, que trata de romper la realidad. Se trata de romper ejercicios que él enseñaba, y Carlos Castaneda creaba mundos ficticios, narrativos, en los que ponía en práctica las teorías de su maestro. Se trata de lo siguiente. Una de las principales teorías es precisamente la de la ruptura de la realidad, es decir, la ruptura de la coraza epistemológica, de la jaula epistemológica. Lo que le dice a Garfinkel es lo que hace hacer a sus alumnos, empecemos por aquí, lo que Garfinkel hace hacer a sus alumnos es hermoso. Quiero decir, él envía a sus estudiantes a una calle, por ejemplo, y les dice: paren a un transeúnte y pregúntenle qué hora es. Cuando él te responda es mediodía, tú le respondes qué hora es. O vas a un restaurante, tratas a una persona normal como si fuera el camarero. O cuando te preguntan si estás cansado, preguntas qué significa cansado. Es decir, rompes el pacto narrativo de que todos nos entendemos constantemente. Uno de los grandes y extraordinarios inventos del neoliberalismo ha sido el de ponerse como superación de las ideologías. El neoliberalismo se plantea a sí mismo como lo que sucede tras el fin de la ideología y que por tanto genera una no necesidad de ideología. Pero el neoliberalismo es una ideología. Un marco narrativo es un dispositivo epistemológico con el que interpretamos la realidad y te dice que no hay alternativa, tácitamente. Es la única manera de interpretar la realidad. Cuando hablamos de jaula epistemológica, estamos diciendo que habitamos constantemente un mundo que nos dice que las herramientas que nos da para interpretarlo son las únicas verdaderas y las únicas correctas y que, en consecuencia, no tiene sentido cuestionarlas. Porque si las cuestionamos, lo que ocurre es que la realidad se derrumba. Pero eso no es cierto. Simplemente se derrumba un sistema. Como dice Mark Fisher, es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Y en cambio, debemos tener el coraje de pensar el fin del capitalismo. Entre otras cosas porque es el propio capitalismo el que necesita pensar en su continuación, de lo contrario corre el riesgo de ser un animal en agonía. Y por eso debemos tener el coraje de romper esta cáscara, que es una cáscara que tiene que ver no solo con la información, sino con lo que Kuhn llamó el paradigma, es decir, con la forma en que nos relacionamos con el mundo. Por otra parte, ha cambiado varias veces, especialmente hace poco salió un texto que revisa el concepto de paradigma kuhniano, pero básicamente lo que me gustaría decir en esta ocasión es que tenemos la oportunidad de desarrollar nuevas perspectivas sobre el conocimiento, y para ello tenemos que utilizar los instrumentos del poder. No podemos retirarnos de la lucha, pero debemos tener cuidado de que nuestra percepción no se deje engañar por el hecho de que el poder solo reside donde está. El poder también reside en la forma en que hemos aprendido a pensar sobre el mundo. El poder reside en la idea de que calificamos a las personas según un ranking, según categorías que nos hacen pensar que alguien puede tener tres o cuatro estrellas, en la idea de que constantemente nos sentimos con derecho a emitir juicios de valor sobre las personas. Hay algunos estudios muy interesantes sobre esto que dicen, por ejemplo, lo omnipresente que está este modo epistemológico, que tendemos a ser más bruscos, más violentos y menos empáticos con los conductores de servicios de alquiler de coches si contactamos con ellos con una app que cuando no contactamos con ellos con una app sino que los llamamos por teléfono. Es decir, nosotros cuando tenemos una relación con un humano, si ha sido mediada de alguna manera por una plataforma, deshumanizamos al humano, lo tratamos peor. Y esto es precisamente una manifestación de esa jaula epistemológica invisible pero increíblemente omnipresente. Porque el concepto de hipnocracia, como decía antes, no es solo algo que tengamos que aplicar al otro. En Italia dijimos: no es Mussolini en sí mismo, es Mussolini en mí. El problema no es que nazca otro Mussolini, el problema es hasta qué punto mi proceso epistemológico, es decir la jaula no está dentro, la jaula no está fuera; la jaula está dentro. La jaula corre el peligro de ser una jaula de pensamientos que me lleva a interpretar el mundo como un campo de compraventa y como un campo de depredadores. Y ese es el gran problema de nuestro tiempo. En cambio, hoy debemos tener el coraje de movernos de otra manera, debemos tener el coraje de abrazar este increíble desafío que existe en este momento de la historia. A menudo me encuentro con personas que me dicen: me gustaría vivir en otra época. En mi opinión, esta es una de las épocas más hermosas para vivir. ¿Por qué? Porque estamos a un paso del fin de todo, pero también estamos en condiciones de transformarnos realmente. Nietzsche habla del superhombre, ¿no? Pero el término que utiliza es ubermensch, que en italiano se ha traducido como superhombre, pero en realidad la palabra súper es errónea porque, Vattimo lo explica muy bien, ubermensch significa más allá del hombre. No debemos ser superhombres, no debemos ser versiones mejoradas de nosotros mismos, no debemos utilizar la inteligencia artificial para hacernos más fuertes. Debemos utilizar este tiempo para superar lo que somos, para convertirnos en otra cosa de lo que somos, y al final esa es la única forma real de volver a ser humanos.

Producción: Sol Bacigalupo.