—En agosto dijiste que “tras el 54% de suba del costo de vida en 2019, este año viene más tranquilo. Las proyecciones privadas hablan de cerca del 39% y del 40%. Si esto se confirmara, claramente habría un quiebre de la tendencia”. ¿Hay ahora un rebote?
—Efectivamente, hay una tendencia que viene a la baja. Pasar del 54% a lo que termine dando este año, que será bastante más bajo el año que viene, es una confirmación de que esa tendencia se rompió, al menos hasta ahora. Si se quiere, hay dos etapas dentro del año. En la primera mitad se vio una desaceleración muy fuerte. Teníamos niveles inflacionarios que estaban en el 1,5% en promedio y esta segunda parte donde vemos unos niveles más altos. Se aceleró respecto de lo que era la primera mitad, pero en términos de la tendencia, sigue a la baja. La clave es qué pasará del día después. Si el año próximo se podrá continuar con esta tendencia en términos interanuales. A principio de año, no bien empezó la pandemia, se puso muy fuerte el acento en los distintos acuerdos de precios, los precios máximos, se congeló el tema de tarifas. En la segunda mitad del año lo que se empezó a ver es que se iban permitiendo aumentos en algunos de esos precios máximos; se permitió un aumento en naftas, en algunos alimentos, y eso obviamente empezó a impactar en materia inflacionaria.
—Si se corta enero/diciembre de 2019 y el resultado es más del 50%. En cambio, enero/diciembre de 2020 probablemente tenga poco más del 40%; pero en diciembre vuelve a haber una crecida, eso si uno proyecta hacia adelante, ¿hay un segundo quiebre de tendencia? Es una pregunta más al economista que al director del Indec.
—El Indec no puede hacer proyecciones. Medimos lo que pasa realmente. Obviamente tengo internamente proyecciones. Mi rol institucional hace que vea lo que fue pasando.
“Que haya algunos aumentos no significa que vamos a una hiperinflación.”
—La baja de la inflación que se produjo fue el resultado de esas acciones que no se pueden sostener a lo largo del tiempo. ¿Volvemos a una inflación para 2021 similar a la de 2019?
—Sí tuvo que ver con las medidas: el congelamiento de algunos precios, los precios máximos, la estabilidad del mercado cambiario, sobre todo en la primera mitad. En la segunda mitad, algo del mercado cambiario, el oficial mismo, tuvo alguna variación que algún efecto también tuvo en precios. La clave para mí es cómo hace el Gobierno para administrar el retomar una normalidad. No se puede vivir con precios máximos o totalmente regulados. No sería una economía que fluya naturalmente. La clave será si se puede ir liberando algunos precios con una tendencia que siga a la baja. Dependerá de cómo se vaya administrando. Será un poco más difícil que al principio de los precios más regulados, donde se bajó muy fuerte. En los meses donde daba una inflación del 1,5% yo advertí que tampoco debíamos ponernos especialmente felices.
—Dijiste que “así como cuando la inflación era del 1,5% no dijimos que la batalla ya estaba ganada, ahora tampoco significa que la inflación se desbordó y que esté fuera de control”.
—El 1,5% fue con múltiples restricciones, precios máximos o regulaciones, que generaron esa baja también. Es lógico que cuando se liberan o permiten aumentos, exista una contraparte en inflación. No significa que se vaya a una hiperinflación. Estamos muy lejos de eso. La inflación sigue siendo uno de los problemas centrales de la economía argentina. Argentina ya viene con inflaciones muy elevadas desde hace muchos años y eso hace que la resolución del problema no se pueda pensar en un año. Es imposible suponer que Argentina llegue a una inflación de un dígito en menos de dos o tres años. Lo importante es que esa tendencia año a año sea un poco más baja. La pregunta es si se logrará seguir a la baja el año que viene.
—En este mismo reportaje, Carlos Melconian dijo hace unas semanas: “Si se exceptúan los precios cuidados y las tarifas congeladas, la inflación actual ya es del 50%”. La misma o muy parecida a la de 2019.
—Lo que importa cuando uno mira la inflación o cuando hace la medición oficial es ver lo que efectivamente se tuvo como precios en un almacén, un supermercado o al cargar nafta. No sobre qué hubiese pasado con otras reglamentaciones. Efectivamente, todas esas reglamentaciones influyeron en que la inflación fuera más baja. La clave es cómo se usan esas herramientas transitorias, para ir trabajando en el resto de las variables para estabilizar la inflación. No había otra forma en el contexto de pandemia, con la emisión monetaria tan alta que hubo para poder atender los IFE. Pero se sabe que todo tiene un costo. Las decisiones que uno toma no son gratis, en algún momento tienen un costo. Es esencial aprovechar esas medidas transitorias. Si no se puede seguir bajando, la clave del 21 será mantenerla en un nivel parecido al de este año.
—Hace una década, la inflación estuvo alrededor del 20%, 25%; tuvimos varios años en que oscilaba entre el 20% y el 30%. Pareciera que de los últimos cinco, salvo uno, pasó a la decena siguiente, que estamos entre el 40% y el 50%.
—En todos estos años de inflación muy alta fue como que se iban saltando escalones. Efectivamente, se pasó de una inflación del 15% a una del 25%; luego a una del 35% y terminamos en una del 50%.
“La clave en materia de inflación es qué haga el Gobierno cuando se vuelva a una cierta normalidad.”
—Salvo en 2017, que bajó un poco, en todas las demás estamos en el escalón arriba del 40%.
—2016 fue el año en que se hicieron ajustes muy fuertes de tarifas, más la devaluación. En 2017 hubo aumentos de tarifas un poco más bajos y un tipo de cambio que se mantuvo estable. En 2018 fue cuando de vuelta el tipo de cambio pegó un salto importante.
—El Presupuesto prevé una inflación más bien más baja y un crecimiento del 5%, después de una caída del 12% del producto bruto. ¿Se puede conjeturar que en realidad se fue cuidadoso en hacer esa planificación subestimando y subproyectando tanto la inflación como el crecimiento? Si en lugar del 5% se crece el 7% u 8%, y en lugar del veintipico hay cuarenta y pico de inflación, ¿eso contribuye a que el Estado tenga más recursos y eventualmente se pueda reducir el déficit o se pueda gastar más?
—Es muy difícil todavía ver cómo quedarán la economía argentina y la mundial en la pospandemia. El mundo entero está en una crisis muy grande y Argentina le suma la particularidad de que ya viene de una recesión de varios años. El efecto para nosotros es acumulativo.
—Si tomamos los últimos dos años de Macri más el 12% de este año, llegamos casi a un acumulado del 20%. En 2001, la caída fue de alrededor del 10%.
—Hay que llevar todo eso a lo social y lo laboral. Más allá del número que termine dando la caída, en términos sociales no es lo mismo tener una caída del 10%/12% del producto por un año por única vez, a raíz de una pandemia, que la acumulación de crisis y una situación de inflación tan elevada. El deterioro social que se va produciendo es muy grande. La pobreza estructural en Argentina se va solidificando. Cuesta mucho más romper la tendencia de la inflación que hace cinco años.
—¿Qué herramientas se pueden utilizar para que la inflación baje?
—Debe ser a través de una combinación de medidas. Empezar a tener una macroeconomía sana, en cuanto a superávit y ritmo de crecimiento con inversión. No soy de los que solo miran la variable “inversión o consumo”. Mi padre me inculcó que la economía es un mecanismo de relojería. Cuando se mueve una variable, cambian también las otras. Para movilizar con equilibrio tiene que haber un compromiso político.
—¿Haría falta un Consejo Económico y Social?
—Sí. Tampoco soy partidario de los megaplanes, pero creo que las señales tienen que ser claras sobre el camino que se recorre. Israel, por ejemplo, tuvo un programa de estabilización que fue bueno en materia inflacionaria.
—También con acuerdo social.
—Además, los acuerdos sociales en otros momentos se intentaron y no salieron. Hubo fracasos. Hay señales que se dan en el largo plazo. En una economía como la argentina, en un contexto como el que estamos, se puede decir que se van a tener en cuenta variables. Es un poco difícil porque se debe tener cierta flexibilidad para ir adaptándose a los vaivenes, los mundiales y los propios de una economía desde hace tanto tiempo estancada.
—¿Qué conversaste con Jorge Todesca, tu predecesor, antes de su fallecimiento?
—Primero, lo necesario para hacer una transición como correspondía. Me contó mucho sobre su experiencia en el instituto. Con Jorge no tenía una gran relación antes, pero teníamos contacto por la profesión. Dejó un organismo que funcionaba, que tenía credibilidad. Sobre eso que había dejado, mi rol era dar saltos de calidad. Mejorar aún más las estadísticas, ver cómo brindar mayor información.
“No soy partidario de los megaplanes, pero creo que las señales tienen que ser claras sobre el camino.”
—¿Le sirvió al kirchnerismo haber intervenido el Indec y no dar datos fidedignos?
—No te podría contestar por otros. Es un error que Argentina no tenga un sistema de estadísticas bien solidificado. Es como tratar de tapar el sol con las manos. El Indec o cualquier organismo de estadística es como un tomógrafo. Debe dar un racconto de lo que le pasa al cuerpo de la economía a través de parámetros muy precisos. Luego será el médico el que tome las decisiones. Si uno rompe el tomógrafo, las decisiones después se hacen más difíciles.
—Sigamos con esa metáfora. Cuando una persona saca un seguro de vida, le hacen un estudio para ver su grado de salud. Si rompiste el tomógrafo, la compañía de seguros te va a cobrar más caro. Al romper el termómetro del Indec se generó el riesgo de un costo de imprevisión más alto, vinculado a la reputación
—Sí. Cuando el Presidente me ofrece el cargo, sabiendo que además yo no venía de ese espacio político, el planteo fue que necesitaba una persona que pudiera llevar adelante un organismo técnico, que mantuviera el trabajo técnico profesional y la credibilidad del instituto. Y una persona con la que se pudiera hablar, intercambiar algunos datos e información.
—¿Hablás con él con alguna frecuencia?
—No.
—¿Conocés a la vicepresidenta?
—No la conozco. La verdad, creo que la he visto una vez hace muchos años, hará casi 15 años por lo menos, en algún evento.
—¿Y al ministro de Economía Martín Guzmán?
—Lo conocía de antes. Yo era diputado y nos tocó compartir algunos paneles económicos. Tuve algunos contactos en esa época. Ahora el contacto que tengo con los distintos ministros es más por una cuestión de alguna información que elabore el instituto y nos piden detalles.
—Te manejás con autonomía.
—Sí, es parte del Poder Ejecutivo, pero sí, con total independencia. Y así como no me piden nada sobre el instituto salvo algún dato, tampoco me piden opinión sobre una política. No le correspondería hacerlo al instituto.
—¿Toda esa emisión de instrumentos financieros terminará produciendo inflación? ¿Qué pasará a nivel global en ese sentido?
—El mundo está sufriendo un aumento de inflación. Está en niveles un poco más altos. En algunos países están estudiando el efecto de la pandemia, en particular su peso sobre el rubro de alimentos y bebidas, lo que más se movía en la cuarentena. En el caso de Argentina, como ya el rubro alimentos y bebidas tiene una preponderancia muy grande, no estaría generando tanto efecto. Pero en otros países, especialmente los más desarrollados, empiezan a ver algún efecto de subvaluación en alguna inflación producto de estas canastas. Respecto a Argentina, si no empieza el movimiento económico y de demanda de dinero, tendrá efectos sobre la inflación. Si la economía se empieza a reactivar y comienza a haber un movimiento de la demanda, no necesariamente terminará impactando en los mismos niveles que la emisión.
—¿Tiene alguna explicación aquello que dicen los no expertos en economía acerca de que la inflación medida no refleja lo que se siente al comprar cotidianamente?
—Es una sensación totalmente justificable. La inflación que uno siente en el bolsillo cuando va al supermercado siempre da la sensación de que es mucho más alta. Que la inflación en alimentos pasó del 4,8%, lo de agosto, al 2% no significa que podrá comprar más. Va a poder comprar menos, porque la inflación sigue siendo elevada. Ahí hay un primer efecto. No es que se volvió hacia atrás o hay precios más baratos. Sigue siendo más caro el costo de vida. Y el segundo punto grande es que no hay que olvidarse de que el índice de precios al consumidor es una canasta de precios donde se mezcla desde los alimentos hasta la carga de naftas, cuánto se pagó en el abono del celular o cuánto me cuesta reparar un automóvil.
—Un fenómeno que se describe para explicar el triunfo de Donald Trump es que la clase media estaba teniendo una capacidad de consumo menor que la de sus padres. Cuando se analiza el índice de inflación en los Estados Unidos, daba bajísimo, pero comprar una casa costaba tres veces y eso no lo reflejaba el índice de inflación. ¿El índice de inflación en esa canasta tiene en cuenta el alquiler pero no tiene en cuenta el valor de la propiedad, por ejemplo?
—Depende de cuál es el producto que uno termina consumiendo. Es otra de las particularidades de la economía argentina, la variabilidad de precios es muy grande. Hay productos que suben 20% y otros que bajan 15%. Es algo que se da en lo fresco, las frutas, las verduras. En eso se pierde mucho
—Aunque eso es coyuntural, ¿pero no se observa que el stock crece por arriba de la inflación?
—Si se observan los activos de las acciones y se comparan con lo que le pasa al mundo, hoy Argentina está muy barata. Se mezclan realidades que salen del tema inflacionario. Pero en otros países desarrollados esas cosas en las propiedades, los precios de automóviles de más alta gama, cambian respecto de los sueldos.
“A la economía le llevará por lo menos dos o tres años poder recuperar el efecto.”
—Cuando vemos que el desempleo aumentó pospandemia, el tercer trimestre, del 10,4% al 13,1%, o sea de 1.400.000 personas buscando trabajo a 1.444.000, es una cantidad pequeña, que no tiene en cuenta que en realidad el número de personas que están buscando empleo bajó de 12 millones a 9,5 millones... O sea que había en marzo 12 millones de población activa y hoy 9,5. Si uno suma esos 2,5 millones de personas que dejaron de buscar trabajo durante la pandemia, que uno supone que en parte fueron cubiertas con el IFE y en parte vieron que no había posibilidad de conseguir trabajo, daría más del 30%.
—Cuando uno mira la problemática del mercado de trabajo, no solo hay que mirar la tasa de desempleo. El Indec efectivamente lo mide. Para el Indec, es lo que llamamos inactividad marginal. Gente que antes tenía trabajo, y ahora no es que sea inactiva, como un jubilado. No tienen trabajo, pero no son parte de la población económicamente activa, porque no salen al mercado de trabajo. Si solo se queda con la parte del mercado de trabajo de los que buscan, está perdiendo de vista el problema de la inactividad marginal. La lógica debería decir que en algún momento empezarán a volver al mercado de trabajo. Ahí habrá que ver qué termina pasando con la tasa de desocupación. Tenemos problemas de desocupación, de subocupación, de precariedad laboral. A eso se suma que mucha gente hoy está en inactividad marginal. Es un problema que hay que mirar en su integralidad. Hay dos variables que son las que más me preocupan hacia adelante: una es la inflación; la otra es el mercado de trabajo. Si no se empieza a reactivar el trabajo, la recuperación social no se va a dar y será nacesario algún tipo de medidas de contención social. Medidas como el IFE no pueden ser eternas.
—¿Cómo se hace con un millón y medio de personas que buscan trabajo y no encuentran y dos millones y medio de personas que ni siquiera salen a buscar porque ya dicen que no van a encontrar y que tenían trabajo en marzo?
—Es mucha gente. La clave estará en cómo se da la recuperación. Si es esa V, W o L. Tengo la sensación de que transitaremos el abecedario completo. Algunos hablan del logo de una zapatilla.
—¿Se crecerá más de lo que se bajó?
—Claro. Pero se va a dar en algunos sectores, no en todos. Para poner ejemplos muy concretos, las ventas online han tenido un crecimiento fenomenal. Pero turismo, hoteles, cines, tuvieron una caída muy grande. Imagino que será lenta también la recuperación. Tendremos sectores que no cayeron en la pandemia, muchos de alimentos que se pudieron mantener, otros que cayeron muchísimo y están allá abajo y todavía no empiezan a salir, y otros que lentamente ya empiezan a recuperar. Se necesitará una mirada muy sectorialista, Ver cuáles son los sectores que necesitarán algún empujón más grande. Hablábamos de alimentos: algunos tuvieron el mismo crecimiento o se mantuvieron. Hay otros que cayeron muchísimo. Un ejemplo está en lo que se podía stockear, cuando había miedo porque no sabíamos qué pasaría. Se compraba más de lo que podía ser stockeado. Eso no pasaba con un jamón crudo, un queso fresco o las verduras. Vimos muchos comportamientos atípicos durante la pandemia. En verduras hubo un aumento de precios muy fuerte también por cuestiones de logística. La pospandemia será cómo se recupera una nueva normalidad. Soy de los que creen que el mundo no será exactamente como antes. Cambiarán los ámbitos de consumo, se mantendrá el comercio online.
—¿Cuál será la letra que represente la recuperación?
—Hay que ver el promedio. No diré una V, porque no se recuperará el nivel prepandemia. Sectores como la industria, sí. De hecho, ya se recuperó, pero a la economía le llevará por lo menos dos o tres años poder recuperar todo el efecto. A algunos países desarrollados les tomará un año y en el año 2022 ya estarán a niveles prepandemia. Los países de Latinoamérica posiblemente tarden dos o tres años en recuperarse.
—Se cayó un 12%, ¿Se recuperará un 6% el año próximo y otro 6% el año siguiente?
—Puede ser, con lo cual no va a ser una V.
—La pipa de Nike a la que te referías.
—Exacto. Eso en conjunto. Cuando se va a lo sectorial, se obtenderá el abecedario completo.
—Para comparar con 2002, cuando uno mira lo que pasó en 2002 en términos de empleo, el desempleo había llegado a más del 20% después del default y de la salida de la convertibilidad. Eduardo Duhalde, consciente o inconscientemente, llevó adelante un proceso de P x Q. O sea, corrigió precio por cantidad. Hubo una inflación de más del 40% sin paritarias, o sea los salarios bajaron un 40%, pero bajó el desempleo de más del 20% al 12% Se bajó el desempleo en la misma proporción que bajaron los sueldos. ¿Se dará algo análogo en esta oportunidad?
—La recuperación del mercado laboral de 2001 tuvo también que ver con una recuperación muy fuerte de la economía. No es que cayeron los salarios e inmediatamente se recuperan. Tiene que ver con un conjunto de variables.
—Pero si los sueldos se hubieran quedado en dólares, como los de 2001, habría sido imposible que se hubiera mantenido el empleo.
—La salida de la convertibilidad hizo que también hubiera una variación en dólares.
—Hay una oportunidad en aquello que decías sobre que la Argentina está barata.
—Cuando se mira objetivamente, se observa que tiene muchas oportunidades de revertir el proceso.
—¿La recuperación en V será porque más gente va a estar trabajando o porque los salarios van a ser mayores que la inflación? En 2002 claramente se dio lo segundo. Luego, en la medida en que se reducía el desempleo, empezaron a aumentar los salarios.
—El problema de Argentina es más complejo. La crisis no necesariamente tiene las mismas magnitudes que en 2001, pero la complejidad hay que analizarla desde lo acumulativo de los problemas. Si uno toma hoy, y si lo llevo al P x Q, si fuese por P ya estaríamos creciendo y generando muchos puestos de trabajo, porque en los últimos tres o cuatro años, el argentino viene perdiendo en términos de su salario real una proporción muy alta.
—En los dos últimos años de Mauricio Macri, la pérdida del salario real fue entre el 6% y el 8% cada año.
—Este año también habrá una caída, sobre todo en el primer trimestre, que fue cuando pegó más fuerte la pandemia. Una de las cosas que más se deterioraron fue el ingreso laboral. Es probable que el tercero y el cuarto trimestre se recupere. Si se lleva al P x Q, mi respuesta es que tenés que estar volando en puestos de trabajo porque tu P cayó mucho. Pero no alcanza eso. La clave está en las señales, mostrar una economía que empiece a funcionar. Si fuera como dicen los economistas ortodoxos, ya estaríamos con pleno empleo. Y Macri no hubiese tenido problemas de empleo. Uno de los problemas del mercado laboral es que hace muchos años que viene estancado.
“Los efectos de la inflación siempre les pegan más fuerte a los sectores más bajos.”
—Tiene la misma cantidad de gente con empleo en blanco que en 1970, con el doble de población...
—Pero cuando uno mira el punta a punta, los puestos de trabajo son los mismos y la población crece. Todos los años se incorpora más cantidad de gente al mercado laboral, con lo cual tenemos el problema estructural del desempleo. Por eso se precisa esa planificación más de largo plazo, teniendo en consideración cambios que ha habido en la forma de trabajo. No es la misma la situación del mercado laboral de hoy que la del año 2001. Hoy la economía popular tiene una incidencia en el producto más grande que en 2001.
—En la página del Indec, se brindan datos sobre la canasta básica. Se dice: “Durante octubre de 2020, la variación mensual de la canasta básica alimentaria (CBA) con respecto a septiembre de 2020 fue del 6,6%, mientras que la variación de la canasta básica total (CBT) fue del 5,7%. Las variaciones interanuales de la CBA y de la CBT resultaron del 45,8% y 40,0%, respectivamente”. ¿La inflación para los sectores más pobres de la población es diferente que para los sectores medios y altos?
—La canasta básica de alimentos es para no ser indigente. No se trata de lo necesario para comer si se tiene un buen pasar. No es que estás en un buen pasar o que estás con una situación de consumo holgada. Es lo mínimo indispensable para no caer en indigencia. La canasta básica total empieza a incorporar otros rubros más que alimentos, y es para no ser pobre. Y aquí se da lo mismo que hablábamos antes sobre la sensación que tiene la gente sobre los precios y la inflación.
—¿La inflación de la gente de menos dinero es un 10% más que la de la gente con más dinero?
—Alimentos es uno de los rubros que aumenta más. Eso fue lo que pasó en octubre. En los meses anteriores fue al revés.
—En el año completo fue el 44% en vez del 40%.
—Los efectos de la inflación siempre les pegan de forma más fuerte a los sectores más bajos. Por eso se dice que la inflación es una máquina de generar pobreza. Hace muchos años que la canasta básica sigue estando por arriba del promedio general.
—¿En todos los países es así?
—La mayoría de los países no tiene problemas de inflación. En el mundo es muy baja. Hay que ver cómo termina ahora con la pandemia, pero estará en torno al 4%. Hay pocos países que tienen problemas inflacionarios como el nuestro. En países desarrollados se vio que los alimentos eran los que más subían. Lo que confirma que los pobres son quienes más la padecen.
—En toda la costa brasileña, fundamentalmente de Río de Janeiro hacia el norte, la dieta es a base de pescado. La gente pesca para comer, pescado que no se exporta. Los argentinos tenemos una dieta basada en elementos alimenticios que exportamos. Probablemente otros países no tengan ese problema.
—Cuando vemos el aumento de precio de las commodities, observamos que tiene un impacto en productos alimenticios nuestros. Uno de los que más estuvieron subiendo es la soja, que no se come, pero sí da de comer a parte de la cadena que después uno termina comiendo, como los cerdos. Cuando uno miraba el índice de precios mayoristas de los últimos meses, veía que justamente lo que tenía que ver con lo ligado a cereales u oleaginosas, tendía a subir. Eso se traduce en inflación.
—¿Qué es el censo nacional económico? ¿Cada cuánto tiempo se hace?
—El último fue hace 15 años. Empezó en 2004 y terminó en 2005. Ese censo requirió más de 15 mil personas en la calle recorriendo los distintos negocios. Un operativo que tardó mucho y obviamente tuvo su costo.
—Lo hizo tu padre.
—Lo hizo el Indec; él era ministro. La particularidad que tenemos ahora es la incorporación de tecnología. El censo permite tener una foto exacta de cómo están la situación económica y la matriz productiva, quiénes producen bienes y servicios, qué sectores tienen más incidencia en la generación de puestos de trabajo de forma directa y de forma indirecta, por qué una empresa a su vez contrata a otros sectores como proveedores. Todo ese encadenamiento aparece en los censos económicos. Permite tomar mejores decisiones.
—¿Cuál es la conjetura que tienen sobre los resultados?
—En los años 2004/2005 tenía poca relevancia el sector de software. Hoy es una industria muy pujante, con mucha capacidad exportadora. No es que en esos 15 años el Indec no hizo nada para medir cómo iba la evolución o cómo incidía. Pero no es lo mismo tener encuestas o pequeñas fotos que contar con una matriz nueva de cómo funciona toda la economía.
“Uno de los problemas del mercado laboral es que hace muchos años que viene estancado.”
—¿Cambia el diagnóstico económico un censo así? ¿Le permitirá al Ministerio de Economía modificar alguna de sus políticas?
—Creo que sí. Le dará mucha más información. No sé si en términos macroeconómicos, pero sí en términos más microeconómicos. Quizás el Ministerio de Producción podrá tener información más granular y más detallada que permita tener políticas más específicas.
—¿La tecnología permitirá que el procesamiento sea más rápido?
—Pretendemos tener los datos hacia finales de 2022. Empezamos la primera etapa del censo económico ahora, la lanzamos el 30 de noviembre, sigue hasta el 1º de junio. Ahí cerraríamos el operativo de empadronamiento. En esta primera etapa se tienen que registrar todos los CUIT activos, los monotributistas, los autónomos, las sociedades sin fines de lucro, las sociedades con fines de lucro. Un empadronamiento que es 100% digital. Se entra en una página web, www.censoeconómico.indec.gob.ar, y ahí se completan muy pocas preguntas, entre 14 y 17. Eso nos va a permitir tener una demografía empresarial y una caracterización muy precisa de cuáles son los distintos sectores dentro de la economía y sus actividades. Allí, pasamos a la segunda etapa, que empezaremos hacia principios de 2022, tenemos seis meses de procesamiento de datos. Principios de 2022 empezamos con encuestas específicas, que es lo que nos va a dar la granularidad, y eso nos va a tardar otros seis meses de encuestas y otros seis más o menos de procesamiento de datos.
—Será a fines de 2022.
—En el censo económico anterior se tardó cinco años en hacer el procesamiento de la información. Pretendemos en dos años terminar todo.
—¿Todos los países están posponiendo el censo para el año próximo? Las Naciones Unidas recomiendan hacerlo al comienzo de cada década.
—Hay algunos países que habían empezado. Incluso hay algunos que ya habían terminado el censo antes de la pandemia. Otros que tienen un censo mucho más digital que países como Argentina lo continuaron. Pero hay muchos que lo postergaron. Hay algunos que ya pusieron fecha para 2022. Por ahora, nosotros hemos tomado la decisión de hacerlo en el año 2021. Suponemos que en la primera mitad del año se hará una vacunación. En la segunda mitad empieza el proceso electoral. No quiero que el censo se mezcle con la contienda electoral, porque es de todos los argentinos, es apolítico. La ventaja que tenemos al realizar el censo económico y el poblacional en el mismo momento es que nos va a permitir tener una idea mucho más acabada de todo el sector informal de la economía. Los censos económicos te dan la parte registral de la economía: los poblacionales permiten comprender la informalidad.
—¿La tasa de natalidad crecería respecto del último censo, el que se realizó el día de la muerte de Néstor Kirchner? En 2010 dio una tasa de crecimiento del 10%. Ahora, si somos más de 45 millones, la tasa sería un poco mayor.
—Da más del 10%. Las proyecciones que se hacen por la curva de natalidad nos indican que esa sería la tendencia.
—Y la inmigración.
—Inmigración. Veremos efectivamente cuando tengamos el censo cómo será el conteo exacto.
—¿Tenés una conjetura distinta?
—Posiblemente no. Lo que tendremos esta vez es una primera versión muy rápida. Calculamos que en 24 horas o quizás el mismo día ya tengamos la cantidad de argentinos y argentinas. Es probable que se conozca el número de inmigrantes, la población por sexo.
—Me contaba un economista el otro día que en EcoLatina, la consulora de la que eras director, te llegaba mucha gente que analizaba posibilidades de inversión en la Argentina. ¿Es así?
—En ese momento sí. Hace rato que dejé la consultora, cuando entré como diputado nacional, a finales de 2015. Pero en ese momento era permanente.
“Mi padre me inculcó que la economía es un mecanismo de relojería.”
—¿Qué pasó con toda esa expectativa que tenía tanta gente? ¿Estaban equivocados?
—Argentina sigue siendo un país muy atractivo cuando se encuentran buenas oportunidades. Por los vaivenes permanentes, cada vez cuesta más convencerse de las oportunidades, convencerlos de que entierren plata y hagan una inversión productiva. Cada vez más, hay una tentación de irse a esas inversiones especulativas más de corto plazo.
—Si hoy estuvieras al frente de la consultora, ¿qué les dirías a tus clientes?
—Acá se me mezcla un poco con la visión positiva que suelo tener. Argentina está atravesando un momento muy complejo y el año que viene, aunque sea un año de recuperación, seguirá siendo un año complejo. No se sale de la crisis de un momento para otro. Costará generar. Si miro hacia adelante y observo a algunos sectores que tiene Argentina que se pueden desarrollar, tengo que ser optimista. Son atractivos algunos sectores de la economía. Pero hay que tener ganas de arriesgarse. Argentina debería ser un país que empezara un proceso de recuperación sostenible. La política jugará un rol importante. La dirigencia, en un amplio espectro, no solo la política sino también la empresarial, la social, tiene que tener un rol para que esto pueda materializarse.
—¿Depende de que la pipa de Nike se convierta en V?
—Sí. Pero por el proceso y la envergadura de la crisis, no creo que sea una V en un año. Será necesario un proceso de recuperación más largo, pero uno puede dar una señal, mostrar el camino. Si se convence a los inversores, se generará naturalmente un efecto de contagio. Deseo de invertir. Con mostrar el camino, los inversores acompañarán el crecimiento.
Producción: Pablo Helman, Débora Waizbrot y Adriana Lobalzo.