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¿La falacia del títere?

Reencuentro del Presidente y su vice en el acto de la ESMA el Día Internacional de los Derechos Humanos.
Reencuentro del Presidente y su vice en el acto de la ESMA el Día Internacional de los Derechos Humanos. | Prensa Senado

Para el politólogo latinoamericanista francés Alain Rouquié, quien en 2017 publicó el libro El siglo de Perón, la mayor creación del peronismo y lo que lo hizo tan longevo fue el antiperonismo. Quizás una creación conjunta del propio Perón hasta 1955 pero potenciada al infinito por la estupidez comunicacional de la llamada Revolución Libertadora que vino a derrocarlo prohibiendo siquiera que se lo nombrara en los medios de comunicación, que debían apelar a figuras como “el tirano prófugo”, que lo único que hacían era darle cada vez más centralidad y protagonismo. “Lo reprimido vuelve con más fuerza”, explicaba Freud. La omnipresencia de Perón en parte fue creada por quienes tenían la obsesión de acabar con él.

Algo similar puede estar pasando con Cristina Kirchner: tanta preocupación de sectores de la opinión pública, la oposición y los medios por acabar con ella, tanto asignarle capacidades omniscientes en el logro de los fines que se propone, asignándole fuerzas tan superiores al resto de los actores políticos, no hacen más que retroalimentar la percepción del peso que verdaderamente tiene. 

Algunos ven una Cristina enorme y un Alberto Fernández mínimo y lo que habría es un empate

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La obsesión de esos sectores por Cristina como absoluta protagonista y agente de la política argentina, al engrandecer su figura más allá de las proporciones reales, necesariamente  tiene que reducir la figura de Alberto Fernández, en el siempre finito espacio del escenario, al de un títere.

La narrativa más difundida sobre la fórmula presidencial del Frente de Todos la explica como resultado de una epifanía de Cristina Kirchner a quien un día le surgió la idea de Alberto Fernández como candidato a presidente y ella misma como su vice. Con dos interpretaciones complementarias: porque ella sola no ganaba o porque ella sola tendría luego dificultades para gobernar. Pero no explica por qué Alberto Fernández, quien había dado muestras de repetidas “traiciones”, trabajando para los candidatos que se le enfrentaron, Massa y Randazzo, además de haberla acusado hasta de lo mismo que Nisman. ¿Por qué no otro buen gestor público y más leal si finalmente Alberto Fernández no era una persona que sumara votos ni conocido por la mayoría de la población? 

La narrativa oficial se completa colocando a Alberto Fernández como alguien simplemente lábil, que un día decía una cosa (pacto con Irán) y otro, otra: un débil que lo que solo deseaba era ser embajador en España hasta que se encontró con un hada madrina que lo tocó con su varita mágica y lo hizo presidente.

Pero omite que antes de que Cristina Kirchner anunciara la fórmula encabezada por Alberto Fernández, los gobernadores de Entre Ríos (Gustavo Bordet), Córdoba (Juan Schiaretti),  San Juan (Sergio Uñac) y Salta (Juan Manuel Urtubey), entre otros, se habían expresado pública o tácitamente a favor de una fórmula presidencial peronista que excluyera a Cristina Kirchner teniendo como precandidatos a Roberto Lavagna, Sergio Massa y el mencionado Urtubey. 

Cristina Kirchner no era libre –como lo fue Perón en 1973 al designar para igual cargo a Cámpora– de decidir sola colocar a cualquier representante suyo en la presidencia. Tenía que codesignarlo porque el elegido debía, dando garantías de independencia de la propia Cristina Kirchner, satisfacer a los gobernadores que ya se habían alineado tras otra candidatura panperonista no kirchnerista.

Mañana PERFIL publica reportajes largos a dos de aquellos gobernadores que promovían la candidatura de un peronista no kirchnerista: Gustavo Bordet y Juan Manuel Urtubey. Bordet fue reelecto como gobernador de Entre Ríos y explica que él en persona fue a negociar con Cristina Kirchner meses antes de que se anunciara la fórmula de Alberto Fernández, para integrar en sus listas de legisladores entrerrianos a representantes del kirchnerismo y que la persona encargada de amalgamar las listas fue el propio Alberto Fernández. Que como Entre Ríos tenía desdoblada la elección presidencial de la local, meses antes de la elección nacional la provincia fue la  primera muestra anticipada de lo que luego sucedería a nivel nacional. Dice Bordet que Entre Ríos es como Ohio en Estados Unidos, que siempre coincide y anticipa el resultado nacional.

Bordet cuenta que fue Cristina Kirchner quien recomendó a Alberto Fernández para llevar adelante la unión del peronismo entrerriano con los kirchneristas de su provincia. Pero nuevamente aquí surge la razonable conjetura sobre cuán libre pudo haber sido esa decisión en alguien en la situación de Cristina Kirchner, quien corría el riesgo de una nueva derrota electoral, la tercera en ese caso después de la de 2015 y 2017, esta última perdiendo ella misma nada menos que ante una figura incomparable como Esteban Bullrich.

Con gobernadores no alcanza y sin gobernadores no se puede, sería la otra perspectiva

Cuando se sostiene que cada carta pública de Cristina Kirchner debilita más la figura de Alberto Fernández no se tiene en cuenta la hipótesis contraria y que esas cartas demuestran la impotencia  de la vicepresidenta, que, en lugar de la acción gubernamental para lograr cambios en la realidad, reduzca su papel a la de una comentarista de la realidad sobre la que, en lugar de ser agente, es apenas un paciente más.

Al terminar el reportaje, Bordet, sugestivamente,  propone que el candidato del Frente de Todos para 2023 sea Alberto Fernández, quizás un anticipo de que el peronismo no kirchnerista y los gobernadores, así como no hubieran aceptado en 2019 como candidato a presidente a Axel Kicillof o Máximo Kirchner y tuvo Cristina Kirchner que poner a Alberto Fernández, tampoco lo harían en 2023.