El economista y ex embajador en Estados Unidos, Martín Losuteau, se refirió a la "corrupción" durante el kirchnerismo, su desempeño en la gestión de Cristina Fernández y la volatilidad cambiaria que transita el Gobierno de Mauricio Macri. "Esta es una crisis autogenerada, doméstica, y a medida que el contexto internacional se hace más difícil, hace más grave la crisis doméstica", expresó durante una entrevista concedida a Jorge Fontevecchia, en el marco del programa "Periodismo Puro" emitido por el canal Net TV.
A continuación, un fragmento del reportaje:
—¿Qué grado de enfermedad genera en la sociedad y la política la corrupción?
—Es muy difícil cuantificar el impacto de la corrupción pero uno puede calificarlo. Aspiramos a que haya una sociedad sin corrupción, pero eso no existe en ningún lugar del mundo. El problema es cómo reacciona una sociedad ante la corrupción y cómo la castiga. La única manera de acercarse es castigando como corresponde. El siguiente nivel de corrupción es que gana una licitación el que trae las mejores copas y más baratas, y el Estado paga, pero alguien se queda con un 5%. Eso es un delito tipificado en el Código Penal del que paga y del que cobra. Desde el punto de vista macroeconómico, no es distinto de que alguien esté evadiendo el 5%. Esa es plata que se pierde. Después hay un peor nivel de corrupción: compro algo peor porque me pagan más. Ahí ya es difícil cuantificar.
—El daño que produce...
—Porque no solo se pierden recursos del Estado, sino que brinda peores bienes y servicios. Y hay un tema peor: la corrupción es el motor de la decisión política, entonces, si me pagan lo suficiente, no controlo que ingrese efedrina, no controlo los trenes, dejo que se vendan remedios oncológicos truchos en las obras sociales. El impacto que tiene para una sociedad es monstruoso, y ese es el nivel al que ha llegado la Argentina.
—¿Cuál de esos tres estadios se daban en el kirchnerismo?
—El último.
—Te voy a leer una cita de Cristina Kirchner en su libro sobre vos: “Vino el ministro de Economía, Martín Lousteau, con Gastón Rossi, su asesor, a explicarnos el tema de las retenciones móviles, que se basaban en el criterio de la renta extraordinaria. No me pareció mal porque es un criterio que comparto. Estábamos los tres: Alberto Fernández, jefe de Gabinete, Lousteau y yo. El jefe de Gabinete le pregunta: ‘¿Estás seguro de que no habrá problemas con eso?’, y Lousteau, muy seguro de lo que decía, contestó: ‘No, a ellos la soja no les interesa’. Qué increíble, ¿no? Juro por la vida de mis tres nietos y de mis dos hijos, que es lo que más quiero en el mundo, que dijo eso y agregó: ‘Que a las patronales agropecuarias solo le importaban las retenciones al trigo y al maíz’”. ¿Fue así?
—No sabía que el libro era ficción. En primer lugar, si lo que dice fuera cierto y al kirchnerismo le parecía que estaba mal, tenían la oportunidad, cuando renuncié, de decir “vamos a cambiar todo”. En lugar de eso, acentuaron el conflicto. En segundo lugar, hemos visto cómo funciona el kirchnerismo: nada se puede decidir sin que lo decidan los de arriba. En cualquier ámbito. Así he funcionado, y más cuando estaba Néstor Kirchner vivo. Entonces, quiero creer que tiene mala memoria porque, como lo dice, por los nietos y por los hijos...
—¿El pasado de Cristina está reconstruido en función de lo que sería ideal para ella?
—Eso ha sido con los enemigos rotativos que iba teniendo. Era un aliado y al rato siguiente, por una circunstancia, era un enemigo, y lo decía públicamente. Es evidente que reconstruía su propio pasado y su vinculación con esa persona y ese sector.
—¿Hoy seguís creyendo correcto tener las retenciones que se volvieron a colocar?
—Yo creo que, así como el gobierno anterior tenía un cepo al dólar, este a veces tiene un cepo ideológico que dice “algunos instrumentos no porque no”. Si uno tiene precios internacionales altísimos, un tipo de cambio hipercompetitivo, un país que consume lo que exporta, la verdad es que de acuerdo a las circunstancias, las retenciones deberían figurar dentro de la caja de herramientas. Sobre todo por la “enfermedad holandesa”: si tengo algo que de golpe se transforma en muy valioso y me inunda de dólares cuando lo exporto, me baja el valor del dólar, se me hace menos competitivo y mata la industria. A veces cerrarse ideológicamente es un problema. En este caso llegamos a las retenciones por una emergencia.
—Dijiste en su momento que Néstor Kirchner, al mismo tiempo, había sido el mejor y el peor presidente desde la llegada a la democracia por lo que había hecho muy bien y también muy mal. En Macri, ¿también hubo una parte muy buena y una muy mala?
—Sin ninguna duda. Cuando opiné, Kirchner acababa de terminar de ser presidente, y ahora te diría que hay que dejar que el transcurso del tiempo nos ayude en los juicios. Y eso vale también para Macri. Creo que él tiene una oportunidad muy importante, que es reconfigurar el sistema político. Su objetivo debería haber sido unir a los argentinos. No debería haber sido pobreza cero y eliminar el narcotráfico. “Soy un presidente de transición que va a reconfigurar para bien el sistema político argentino”. Y creo que todavía está a tiempo.
—Sobre Kirchner, agregaste: “Tiene la experiencia de Santa Cruz, que no es manejar una macroeconomía, sino una Secretaría de Hacienda de la provincia. Mira solo la recaudación. Y la recaudación siempre provee información vieja: las ventas del mes pasado. La macroeconomía y su falta de experiencia con ella es un serio problema”. ¿Eso también es lo que le pasó a Macri, le faltaba esa formación macroeconómica?
—En este caso hay un condimento distinto. Cuando arranca la crisis financiera internacional, le dije al ex presidente Kirchner: “Nadie sabe cómo está esto. Nadie que te diga cómo termina lo sabe. Tampoco yo. Tenemos que ser hiperprecavidos”. En ese momento, la economía empezaba a pegar una vuelta. Le decía: “No tenés que mirar la recaudación porque la recaudación, si es del IVA, es del mes pasado, si es de Ganancias refleja el año anterior. Las reservas no son algo que nosotros estemos haciendo. Tenemos que empezar a mirar prospectivamente”. ¿Qué creo que le pasa al Presidente? Le pasa que se acostumbró a administrar la administración pública, administrando algo que tiene recursos de más.
—Buenos Aires Ciudad.
—Se da el lujo, en un contexto muy difícil, de hacer obras, o Juegos Olímpicos que no tienen sentido. Malgasta. La Ciudad de Buenos Aires fue así. Y él tuvo la ventaja de que tenía un contexto más favorable para endeudarse y siempre tuvo déficit en sus años de gestión, y multiplicó la deuda por cuatro. Se acostumbró a que eso podía ser un escenario natural cuando asumiera en la Nación. La Nación tiene otros condimentos.
—¿La diferencia entre la Provincia y la Ciudad?
—Sí. Cuando uno tiene una crisis económica y empieza a mirar para atrás, corre el riesgo de chocar porque toma medidas mirando lo último que pasó. Pero la crisis es tan vertiginosa que la medida está atrasada con respecto a la realidad. A la lectura política que tiene el ala táctica del Gobierno, Marcos Peña, Duran Barba, con respecto a las elecciones, le pasa lo mismo. Ellos miran el sentir de la población y cuando reciben la encuesta...
—Cuando te hice ese reportaje, había estallado la crisis de las hipotecas, el Producto Bruto argentino había caído 3% y dijiste que venían dos años muy difíciles para la Argentina. Comparada con esa crisis, ¿esta es más grave?
—Esa crisis financiera internacional corrió el riesgo de ser una gran depresión, con lo cual había que tener todos los mecanismos anticíclicos y toda la precaución posible, que era la discusión que yo tenía dentro del gobierno. Pero era una crisis externa que encontraba a la Argentina bien parada. Tenía superávit de cuenta corriente y superávit primario. Nada se compara, ni esa situación ni la actual, con lo que fue la crisis de 2001. Hoy la situación económica es mucho mejor que en la crisis de 2001.
"Como el Gobierno tiene un enojo emocional con el kirchnerismo, a veces toman las mismas medidas pero tratan de que no se parezcan en nada".
—Compará con la de 2009.
—Sí. Pero aparte, no es una crisis internacional que se nos contagia porque estamos débiles. Esta es una crisis autogenerada, doméstica, y a medida que el contexto internacional se hace más difícil, hace más grave la crisis doméstica. En 2001, Argentina tenía a quién echarle la culpa. Era la convertibilidad. Ahora, se nos inunda la casa desde un montón de lugares distintos y no sabemos por qué ni a quién culpar. Genera una desorientación, una frustración y una desesperanza mayor en la sociedad justo en un momento electoral.
—¿Se salió demasiado apresuradamente del cepo?
—Una salida rápida del cepo implica una devaluación importante; si al mismo tiempo saca retenciones, lo que tiene es un aumento muy importante de los productos que Argentina exporta, alimentos, y genera inflación de aquellas cosas que la gente más necesita. Al principio, hubo un salto inflacionario por la salida del cepo y por la quita de retenciones, y después le pongo encima las tarifas. El Gobierno heredó una suerte de triángulo de las Bermudas de la economía, que es que teníamos estos precios relativos desalineados con un proceso inflacionario en curso, una economía que no crecía ni generaba puestos de trabajo y un déficit fiscal. Y el problema es que a medida que tratamos de tocar los vértices del triángulo para modificarlos, afectamos los otros dos. Eso requiere que los que toman decisiones, los que agarran cada uno de los vértices para modificarlo, estén muy bien coordinados. Y este gobierno, en el diseño institucional de su gabinete, hizo todo lo contrario y eso agravó la posibilidad de solucionar estas múltiples cosas al mismo tiempo.
—¿Alfonso Prat-Gay era el que decía que los precios de la economía argentina ya estaban con el dólar blue?
—Sí.
—¿Ese fue el error original con la inflación? ¿En lugar de reducirla, se la agrandó?
—No. También la manera de establecer las metas de inflación fue un poco chapucera. Se trató de que las metas de inflación fueran un indicador de lo que el Gobierno trataba de hacer en lugar de una meta rigurosa.
—¿Cómo gente inteligente, me refiero al Gobierno en su conjunto, creyó que podía bajar la inflación con una devaluación de 9 a 15 junto a aumentar las tarifas?
—Equivocándose. Puede ser voluntarismo, sobreconfianza en la propia capacidad. Como el Gobierno tenía un enojo emocional con el kirchnerismo, a veces toman las mismas medidas pero tratan de que no se parezcan en nada, y en el fondo son medidas similares. Hay una parte emocional que queremos resolver, toda aquella cosa que es evidente para el público, para nuestro votante, que hizo mal el kirchnerismo.
—En 2018, ¿hubieras ido al FMI?
—Creo que fuimos al Fondo Monetario por un error de diagnóstico. Uno de los problemas que tiene la Argentina es que la política de los gobiernos tiende a desalinear el tipo de cambio con el que Argentina necesita. Suponé que estamos produciendo estas copas. Necesitan energía, mano de obra, arena para el vidrio. Salimos al mercado internacional y competimos, pero la verdad es que más de la mitad de nuestro costo es el Estado, lo que pagás en impuestos y lo que el Estado te da a cambio de eso, que yo pague más el vidrio, pero que mi vidrio cuando llegue a la góndola del supermercado se rompa. Entonces, ¿cómo compito con vos siendo más caro y peor? Hay una sola respuesta: siendo más barato en dólares. Ahora, cuando un gobierno tiene déficit, te atrasa el tipo de cambio. Entonces, alguien que produce tiene la mochila de un Estado más caro, con un tipo de cambio atrasado. Es imposible ganar. Es por eso que Argentina no crece, no genera puestos de trabajo en blanco. Eso hacía que tuviera una perspectiva distinta sobre cuál era el tipo de cambio de equilibrio en el que se podía estacionar el dólar cuando empieza la corrida. Lo discutí con el ministro de Economía, con el presidente del Banco Central en ese momento, y ellos pensaban que el tipo de cambio era competitivo y yo decía: “No le estás agregando que subimos la presión tributaria un montón”.
"Creo que fuimos al Fondo Monetario por un error de diagnóstico".
—¿En mayo de 2018, cuando el dólar estaba a 22?
—Cuando el dólar estaba a 22, mis cálculos en ese momento daban 38. Cuando empieza la corrida, gran parte del Gobierno cree que ese tipo de cambio es competitivo por mirar el corto plazo, en lugar de mirar estructuralmente el tipo de cambio. Ahí se perdieron 25 mil millones de reservas defendiendo un tipo de cambio que no era sostenible. Cuando te quedaste sin esos 25 mil millones de reservas, el mercado miró y dijo: “¿Vas a defender el tipo de cambio para evitar la corrida y la inflación subsiguiente, o vas a pagar la deuda?”. No te alcanza. Terminaste yendo al Fondo. Argentina siempre aborda las coyunturas con una falta de diagnóstico estructural, que no solamente le hace subestimar la coyuntura, sino que le hace tomar las medidas de corto plazo equivocadas para lidiar con la coyuntura.
—¿Hubieses ido al Fondo?
—Si no hubieras cometido ese error, no terminabas en el Fondo. Una vez que no tenés ninguna otra manera para financiarte y tenés déficit y vencimientos, no te queda otra que ir al Fondo.
—¿Fue una suerte para Macri que ganara Trump las elecciones y tuviera el salvavidas del Fondo Monetario?
—Había una parte del Gobierno que estaba muy jugada por Hillary. Yo advertí que Trump siempre tenía un camino para ganar, se lo dije al Presidente cuando fue para allá. Le vino bien a la Argentina en la coyuntura, como otra cosa de la cual yo no era partidario, el hecho de organizar el G20. Toda la preparación previa que requiere es una vinculación muy directa con un montón de líderes mundiales con los que construiste confianza, y a la hora de la emergencia, eso pagó mucho.
—¿El garante del Fondo Monetario es Macri?
—El garante del Fondo Monetario es Argentina. El Fondo siente que hay una parte menos populista que tiene mucha más inclinación a cumplir los compromisos, que lo considera parte de las instituciones que un país tiene que tener. Hoy estamos en una situación en la que el mundo nos cree un poco. El problema que vive la Argentina, desde el inicio de la crisis, es si es capaz de encontrar un rumbo colectivo o no. Lo que el mundo no vio es que Argentina estuviera resolviendo las cosas que arrastrábamos de antes: déficit fiscal, déficit de cuenta corriente, reordenamiento del Estado, no gastar en un montón de cosas que no deberíamos gastar. Hay un momento en el que el mundo se entusiasmó, producto de que Argentina venía de un nivel muy bajo, en que podía recuperar terreno, y después se dio cuenta de que no estábamos dando ninguna de las discusiones para recuperar terreno que debíamos dar. Y eso mismo les pasó a los argentinos con Cambiemos.