PERIODISMO PURO
Entrevista

Pedro Cahn: "Si la cosa se desmadra, puede ser necesario que haya cierres"

Eligió su especialidad porque era la rama más social de la medicina. Y a lo largo de los años, se transformó en uno de los principales especialistas mundiales en sida y en uno de los principales asesores del presidente Alberto Fernández ante la pandemia de covid-19. Dice que si algo se aprendió en 2020 es que son imposibles las cuarentenas muy largas, pero no descarta aplicarlas cortas y puntuales.

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Pedro Cahn. | marcelo silvestro

—El libro “Lo viral”, del escritor español Jorge Carrión, empieza así: “El 17 de noviembre de 2019 por la mañana un virus desconocido entra en el cuerpo de un hombre de 55 años, cuyo nombre también desconocemos. Por la tarde, empieza el siglo XXI”. ¿Comenzó una nueva etapa del mundo en Wuhan? 

—Creo que sí. Hay un antes y un después de la pandemia. Existen muchas cosas de las cuales no nos estamos dando cuenta todavía, porque estamos remando en la mitad de un río que por momentos se vuelve más revuelto. Por momentos parece estar más tranquilo, pero no vamos a salir de la pandemia de la misma manera en la que entramos. No lo digo en el sentido de que vamos a ser más buenos o más solidarios. No es así necesariamente. Debería, pero no. Mirando qué pasó en el siglo XX donde atravesamos dos guerras mundiales, el genocidio armenio y contra el pueblo judío, las poblaciones gays, los gitanos, las personas que pensaban distinto, la humanidad no mejoró demasiado. Además, tuvimos bombas atómicas, otras guerras más limitadas, atrocidades múltiples, asesinatos. Basta con leer los diarios de los últimos diez años. Esta pandemia nos tiene que permitir reflexionar sobre algunas cosas de las cuales no deberíamos volver atrás. Está claro que no podemos pensar en enfrentar la pandemia solos, que cada uno se puede arreglar por su cuenta, en un sálvese quien pueda, tanto a título individual como en cada país. Deberíamos tener una mayor fraternidad entre los países para poder resolver esta cuestión. No es lo que se vio a comienzos de 2020 con la lucha despiadada por los equipos de protección personal. Se secuestraban cargamentos cuando un avión tocaba tierra para recargar combustible. Tampoco es lo que estamos viviendo ahora con el tema de las vacunas. Hay países que tienen firmados contratos que no las recibieron; mientras que hay otros que tienen firmados contratos para nueve veces su población. Tenemos un continente entero como África donde muy pocas ciudades recibieron algunas migajas de dosis de vacuna. 

“El tema vacunas debería quedar fuera de la discusión electoral.” 

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—En un artículo reciente, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han escribió: “El virus SARS-COV-2 es un espejo que refleja la crisis de nuestra sociedad. Hace que resalten aún con más fuerza los síntomas de las enfermedades que nuestra sociedad padecía ya antes de la pandemia”. ¿El covid-19 es una continuidad, es una disrupción o un síntoma de algo que ya existía antes? 

—Las tres cosas. Esto es una crisis. Y las crisis no traen nada nuevo. Lo único nuevo en esta pandemia es el virus. Todo lo demás son cuestiones preexistentes. Por eso, yo decía hace poco que el sensible se volvió más sensible; el solidario, más solidario; el miserable, más miserable. Las desigualdades son peores que las de antes, pero ya existían. Pasa un poco como cuando uno se pone mayor. Cuando uno se pone mayor, no adquiere nuevas características, lo que hace es endurecer características preexistentes. Las crisis, las epidemias, nos hacen eso: ponen más en evidencia las situaciones. En eso me hace acordar mucho a la epidemia de VIH, en la que también lo único realmente nuevo fue el virus. Todas las cosas que vimos después, como la falta de bioseguridad en el trabajo de los profesionales de salud, la discriminación hacia las personas con diferentes elecciones sexuales, la persecución policial de los usuarios de sustancias, la falta de seguridad en los bancos de sangre, ya existían antes, lo que hizo el virus VIH fue ponerlas de manifiesto. Aquí tuvimos también situaciones de discriminación hacia personas que tenían covid-19 y también hacia los trabajadores de la salud. Vimos carteles en edificios que decían: “Si usted es trabajador de la salud, use la escalera, no use el ascensor”. Fue disruptivo, innovador, un cambio rotundo e inesperado que irrumpió en nuestras vidas. Como quien abre una compuerta y caen millones de litros de agua; pero, al mismo tiempo, puso de manifiesto las dificultades que arrastrábamos. No me refiero solo a la sociedad argentina, sino la sociedad mundial.

Pedro Cahn, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
FUTURO. “Esta pandemia no se va a resolver sin las vacunas, pero no se va a resolver solamente con ellas”. (Foto: Marcelo Silvestro)

—También Byung-Chul Han escribió sobre el cansancio y abatimiento y el agotamiento como secuela. “Se sienten cadáveres vivientes. Un paciente explica: ‘Es como cuando el móvil queda solo con 4% de batería y con eso hay que aguantar todo el día’”. ¿Por qué este virus produce ese fenómeno?

—Por suerte no les pasa a todas las personas. La gran mayoría tienen formas leves y no todo el mundo tiene ese síndrome poscovid que usted tan bien describe. La causa por la cual se produce no está clara. Hay fenómenos que todavía requieren ser estudiados. No es la única enfermedad viral que deja un cuadro de fatiga crónica en una proporción de pacientes. Se vio después de, por ejemplo, la infección por el virus de Epstein Barr que produce la mononucleosis infecciosa. Las enfermedades virales en general hacen que la gente se sienta muy cansada mientras las padecen. Pueden quedar secuelas. En algunos casos son más frecuentes; en otros, menos. Pero déjeme agregar algo. Habló de “abatimiento y agotamiento”. Esta enfermedad tiene la particularidad de que no solamente produce abatimiento y agotamiento en las personas, sino en la sociedad en riesgo de padecerla. Las sociedades están abatidas y agotadas por la frustración de tener que modificar sus planes. Desde la visita familiar del fin de semana a las vacaciones soñadas para las cuales estuvimos ahorrando un par de años. Los proyectos de construir algo, de empezar una carrera presencial. La gente que más dificultades tuvo es la que tiene trabajos informales, que durante largo tiempo se las tuvo que arreglar con alguna ayuda del Estado o de los vecinos, porque no tenían directamente para comer

—El jefe de Gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, fue internado con una arritmia que se suponía que también podría haber sido una secuela.

—Habría que ver la historia clínica. No voy a opinar sobre el caso particular. Puede ser que tenga que ver como que no. Que algo pase en forma secuencial no significa que haya una relación causa/efecto. Cuando doy clase, explico que el día que nací llovía. Ni llovió porque nacía, ni nací porque llovía. Existen las coincidencias temporales. Una persona de la edad del jefe de Gobierno puede tener una arritmia perfectamente y no tener nada que ver con el covid-19. También puede ser una secuela. No lo sé.

“Como en la epidemia de VIH, hubo discriminación a los enfermos y al personal de la salud.”

—¿Son habituales esas secuelas? 

—La gran mayoría de los pacientes no tienen arritmias poscovid. Aunque está descripto, sí.

—Así como el siglo XX fue el siglo en el que se generó el derecho de la juventud, el XXI crea el derecho a la longevidad, lo que conlleva una idea diferente sobre la finitud. ¿Qué hubiera pasado con un virus como este hace cincuenta años cuando no había ni respiradores artificiales?

—Creo que hubiera sido mucho peor. No hace falta remontarse a cincuenta años. También hace veinte. No hubiéramos podido tener esta entrevista, porque la plataforma Zoom no existía. No hubiéramos podido discutir qué tipo de vacuna es más conveniente a un año de la aparición del primer caso. Dentro de la tremenda desgracia que significa esta pandemia, tenemos la suerte que se haya producido en una era con amplio nivel de desarrollo científico-tecnológico. Es interesante lo que plantea respecto a la finitud y a las personas mayores. Escuchamos voces de algunos políticos como el vicegobernador de Texas, Dan Patrick, que afirmaban que los viejos tendrían que morir para dejar lugar a los jóvenes. Una especie de genocidio planificado para la gente mayor. Suelo decir que el viejo es quien tiene un año más que yo. Ninguno quiere sentirse incluido en esa categoría. Es muy interesante ese planteó. No tuvimos todavía, y espero que nunca nos llegue, que estar en la situación de seleccionar a quién le ponemos un respirador y a quién no. Allí entran en cuestión elementos que no son solo científico-técnicos; son bioéticos. Son las situaciones que debemos evitar. La pandemia también nos plantea desafíos no solo desde el punto de vista biomédico; también desde la ética. 

—Byung-Chul Han en “La sociedad paliativa”, que saldrá publicado el mes próximo, describe nuestra sociedad actual como “de supervivencia. En vista de la pandemia, la enconada lucha por sobrevivir experimenta una radicalización viral. La guerra contra el virus hace que recrudezca la lucha por sobrevivir. La salud es elevada a objeto supremo de la humanidad”. Me tocó entrevistar a Fernando Savater. Recordó que a fines de los años 50 hubo una gripe asiática que mató en su momento a un millón y medio de personas tanto de Asia como de Europa y de América, lo que transpolado a hoy, proporcionalmente es más o menos lo que se supone que podría terminar causando este covid-19. ¿En aquella época no produjo el efecto mundial de hoy porque se aceptaba una menor longevidad? 

—Hay un componente positivo en el derecho a la longevidad. Hay que considerar además la rapidez con la que se expandió esta pandemia, fruto de las comunicaciones. En los años 50 viajar a otro continente era toda una aventura. Cuando algún familiar viajaba a Europa, le hacíamos reuniones de despedida. Los llamados telefónicos eran carísimos. Hoy conversamos, y si no fuera por el tema de las fronteras, usted mañana podría estar en Corea entrevistando a Byung-Chul Han. La aparición de las primeras notificaciones en la ciudad de Wuhan en China fue el 27 de diciembre de 2019. Nos enteramos el 1º de enero, porque el 31 de diciembre China lo comunica a la Organización Mundial de la Salud. Lo miramos como un fenómeno chino. Luego vimos con sorpresa que no era solo China; también estaba Irán, y otros países asiáticos. En poco tiempo vimos que era Europa. Ahí nos dimos cuenta de que nos podía pasar a nosotros, como efectivamente ocurrió. Fue en muy poco tiempo. El primer caso en Argentina fue reportado el 3 de marzo de 2020. Hablamos de una enfermedad notificada a fin del año 2019. Todo funciona muy rápido. Usted menciona la gripe asiática. Hace aproximadamente cien años existió la mal llamada gripe española. No somos afectos a ponerle el nombre de un país a una enfermedad. Pareciera algo inculpatorio. En la antigüedad hablaban de la sífilis como el morbo gálico, como una enfermedad producida por los franceses.

“No podemos descartar que el virus siga teniendo variantes.”

—Como si los franceses fueran promiscuos.

—Claro. Esa epidemia de gripe mató a 50 millones de personas. No a 3, a 50. La historia de las epidemias nos obliga a redoblar los cuidados. Lo digo especialmente en un momento en el que, con más retraso o con menos retraso, están llegando las vacunas a distintos países del mundo. Aun cuando estuviéramos todos vacunados, hay cuidados que tenemos que seguir manteniendo. Las vacunas no son 100% efectivas. Hay gente muy vulnerable en relación con la infección. Las personas mayores de 65 a 70 años, con comorbilidades, las personas obesas, con enfermedades respiratorias, cardiovasculares, personas inmunocomprometidas. Esas personas necesitan que nosotros nos sigamos cuidando. De ninguna manera digo que esta situación será eterna. Esta pandemia no se va a resolver sin las vacunas, pero no se va a resolver solamente con las vacunas. Seguramente, mucha de la gente que lea este reportaje ya está vacunada. No significa que estén protegidos para siempre ni que queden liberados de usar el tapabocas, mantener la higiene respiratoria, ventilar los ambientes o lavarse las manos. Es muy importante seguir contribuyendo a la salud: la global y la individual. El virus no viaja solo; viaja con las personas. En la medida que nos movemos más, hay más circulación viral. Hay una cuestión a tener en cuenta: la posibilidad de que el virus en la medida que se multiplica aumenta su diversidad. Tiene un ácido nucleico que se llama ARN, ácido ribonucleico, que le otorga mucha capacidad para copiarse a sí mismo y muy rápidamente. Cuando lo hace muy a menudo se equivoca, comete errores. Esos errores se llaman mutaciones. Esas mutaciones pueden ser neutras, que no afectan de ninguna manera la relación del virus con el ser humano. Pueden ser deletéreas para el virus y hacer que sea menos capaz de seguir avanzando en “su tarea”, entre comillas. O pueden ser mutaciones que lo hagan más agresivo o contagioso. Una de las leyes de la dialéctica de Georg Hegel dice que la calidad es fruto de la cantidad. En esa diversidad aparecen las variantes de preocupación. Son las que hoy nos están poniendo en jaque. Basta con mirar lo sucedido en Brasil, con una pandemia incontrolada. El pésimo manejo hizo que no por casualidad fuera el país que generó una variante como la P-1, de alta preocupación y que la tenemos acá nomás del otro lado de la frontera.

—En el caso de muertes por millón de habitantes, Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Perú están en un rango de entre mil y 1.400. Países más chicos, como Uruguay y Paraguay, están en una situación bien distinta. ¿La tendencia a cierto acople de los resultados finales de número de millones de muertos por millón de habitantes tiene alguna explicación científica?

—Puedo dar fe de la veracidad de los datos que se comunican en Argentina. Conozco cómo funciona el sistema SISA (Sistema Integrado de Información Sanitaria Argentino). No tengo dudas de que Chile y Uruguay tienen sistemas serios de reporte. Teniendo en cuenta el manejo de la pandemia en Brasil, me permito dudar de sus cifras. Me permito dudar. No tengo por qué dudar de otros países, pero Brasil fue muy desordenado. Cambiaron cuatro ministros de Salud en el curso de la pandemia. No sacaría conclusiones. Pero sí es llamativo lo que usted señala. Hay circunstancias diferentes. Chile intentó mantener abierta su actividad comercial, pero tiene toque de queda nocturno hace muchísimos meses. Ahora tiene cierres en el Gran Santiago. Uruguay todo el año pasado mantuvo una situación basada en la responsabilidad de sus ciudadanos. Pero tuvo que determinar el cierre de escuelas y limitar al mínimo la actividad en las oficinas públicas. Nosotros tuvimos que apelar a esas medidas, y ojalá no tengamos que volver a hacerlo. Si la cosa se desmadra puede ser necesario que haya cierres. Una de las tantas cosas que hemos aprendido en 2021 con respecto a lo que hemos hecho en 2020 es que probablemente debamos ser más quirúrgicos en relación con los cierres. Por ahí necesita cerrar Tucumán y no la Ciudad de Buenos Aires, o viceversa. Quizás haya que hacer como Córdoba, que cerraba un barrio porque existía un brote en un determinado lugar. Debemos tener en cuenta lo que aprendimos. En las actividades que generan riqueza, como la industria y el comercio, en general los protocolos se cumplen muy bien. En los negocios o supermercados, en general hay una limitación en cuanto al número de personas. En algunos lugares le toman la temperatura, no en todos, tampoco creo que haga falta; en general piden que se laven las manos con alcohol. El gran problema es la actividad no formal. Todo lo que son las reuniones sociales. En la primera etapa de la pandemia hubo muchos contagios en el equipo de salud. No porque atendieran pacientes con covid-19, sino porque en el momento del descanso se juntaban siete u ocho personas en una sala sin ventilación. En el merecido descanso, tomaban un mate juntos. Los contagios que hubo en fábricas no fueron porque los industriales hayan sido irresponsables en el manejo con sus empleados. No conozco el cien por ciento, pero esta es la referencia que tenemos. La gran mayoría de las empresas fueron muy cuidadosas con sus empleados. Pero quizás a la hora del descanso o a la salida se iban juntos a tomar una cerveza o un café. Y ahí nada de barbijo, de cuidado, de distanciamiento social. Nos tenemos que cuidar en las actividades formales, pero sobre todo en las actividades informales en un momento en que la climatología nos obligue a estar encerrados. Se deben evitar las reuniones sociales en lugares cerrados y mal ventilados. Estar al aire libre es ventajoso. Pero cincuenta o cien personas al aire libre sin barbijo tampoco es una garantía. Estar en un lugar cerrado en otoño o invierno y con mucha gente es una receta para el desastre.

“Hay fenómenos vinculados al covid-19 que todavía requieren ser estudiados.”

—Chile ordenó confinar a casi el 70% de su población pese al éxito de la campaña de vacunación. ¿Sucederá lo mismo en el otoño o invierno en Argentina, pese a una vacunación creciente?

—No podemos decir que la campaña de vacunación de Chile fracasó. Si llegó la campaña a mucha gente, hay que ver cuánto tiempo llevan con una dosis y cuánto con dos dosis. El efecto no es inmediato. No es que yo me vacuno y estoy inmunizado. Se requieren como mínimo 21 días para desarrollar anticuerpos con una dosis. Luego se hace una segunda dosis entre dos y 28 días después, que requiere otros 14 o 21 días. Prácticamente son dos meses. Chile está vacunando fundamentalmente con una vacuna que se llama CoronaVac, del laboratorio Sinovac, que tiene un 50% de eficacia. No lo digo negativamente, 50% es mucho mejor que cero. Pero no es que tenga una eficacia del orden del 70%, 80% o 90% como otras vacunas. Chile se vio obligado a hacer confinamientos porque tenía un crecimiento en el número de casos tal que empezó a comprometer la posibilidad de poder asistir a los pacientes en las salas de internación. Tenemos que darle un par de semanas más a su plan de vacunación. Una cosa no se da de patadas con la otra. Vacunemos todo lo que podamos, pero tengamos los cuidados para no saturar el sistema.

—Se elogiaba en la Argentina que Chile vacunaba en mayor proporción y no se mencionaba que no había cruzado la fase 3, a diferencia de lo sucedido con la vacuna Sputnik V. ¿Cuál es su balance de la utilización política de los argumentos a favor y en contra de las vacunas?

—Si Chile vacuna con Sinovac es porque tiene la información técnica necesaria. Su agencia regulatoria es muy seria. Pero sí nos pasó a nosotros con la Sputnik o ahora con la de Sinopharm. El reporte en una revista científica es el paso final respecto de una situación. ¿Cómo sabemos que una vacuna tiene eficacia de un porcentaje? Los estudios de vacuna se manejan por lo que se llaman puntos finales clínicos. Se cuenta la cantidad de casos de covid-19 confirmados por técnica de PCR y valorados por un comité independiente, diferente de los investigadores, que la historia clínica valida. Si se está frente a un caso verdadero que hay que tomar en cuenta, se hace en un estudio doble ciego comparando contra placebo. En el momento en que se llega a una determinada cantidad de casos, en general 150 para una población de 20 mil, 30 mil o 40 mil participantes, se abre el ciego. Un ejemplo de uno de los estudios es el siguiente: con unos 38 mil participantes hubo 176 casos de covid-19 confirmados por PCR de los cuales 160 estaban en la rama placebo y solo 16 en la rama de vacuna. Pero además el cien por ciento de los casos graves ocurrieron en la rama placebo. Las vacunas básicamente evitan las formas graves. Reducen la necesidad de oxígeno, de internación, de terapia intensiva y la mortalidad. Respecto de la utilización política, es una desgracia lo que ocurre. Estamos en un año electoral y debería quedar completamente afuera. El Gobierno compra vacunas porque es su obligación como Estado, y la oposición debería apoyar. Se puede discutir la política y la economía, el manejo de situaciones diarias. Hay múltiples temas, la inflación, la seguridad, lo que usted elija. No debería haber una discusión en relación con el tema de las vacunas.

Pedro Cahn, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
VACUNARSE EN EL EXTRANJERO. “Si una persona tiene dinero y tiempo suficiente para hacer cuarentena a la ida y a la vuelta y se vacuna afuera, es una vacuna menos que tenemos que aplicar nosotros”. (Foto: Marcelo Silvestro)

—¿Y en qué estado se encuentra la investigación en Argentina sobre la vacuna china CanSino Biologics? 

—El grupo nuestro de Fundación Huésped participó en tres protocolos de vacunas. Uno es la vacuna Janssen de Johnson & Johnson, que está siendo aprobada en Estados Unidos. Esperemos que se apruebe también aquí. Luego, la vacuna de Sinopharm, que se compró de Estado a Estado. Ya se presentó el registro por parte de un laboratorio nacional que será su representante. Y la vacuna de CanSino, que tengo entendido que recibieron autorización de uso de emergencia en nuestro país. Participamos coordinando 12 centros en Capital, provincia de Buenos Aires, incluyendo el Conurbano, La Plata y la ciudad de Mar del Plata. Se reclutaron unos 3.700 pacientes para ese estudio. Es una vacuna muy bien tolerada. No hemos tenido efectos adversos atribuibles. No le puedo hablar todavía de la eficacia del estudio local, pero sí del global. Hay una eficacia del orden del 67% en cuanto a transmisión y una eficacia superior al 90% en la prevención de formas graves. Datos similares de la vacuna de Sinopharm y la vacuna Janssen. Janssen y CanSino son vacunas de una sola dosis. Todas las demás, Pfizer, Moderna, Sputnik, AstraZeneca son de dos dosis, aunque se está considerando la posibilidad de extender la vacunación de primera dosis y postergar la segunda, como se hizo en Gran Bretaña.

“Estar en un lugar cerrado en otoño o invierno y con mucha gente es una receta para el desastre.”

—Argentina compró 65 millones de dosis. Sobre los 45 millones, si se requieren dos dosis, una parte de la población no quedará cubierta. Chile, con una población sustancialmente menor que la Argentina, menor del 50%, compró 88 millones de dosis, lo que le permitiría vacunar dos veces a su población incluso con dos dosis. ¿Hubo retraso o imprevisión en la compra de vacunas?

—Si hablamos de 65 millones de dosis, y contando con que todas fueran de dosis doble, estamos hablando de 32 millones de personas vacunadas, lo cual implica aproximadamente un 80% de la población. El cálculo no está mal. Además, haber firmado contratos no significa demasiado. Canadá compró nueve veces el tamaño de su población en vacunas, pero ni siquiera recibió el 10% de eso. Un país que uno toma muchas veces como modelo de sociedad, como Australia, no pudo vacunar en la proporción que tenían contratada porque dependían de la vacuna de AstraZeneca que se termina de procesar en Italia. Pero la Unión Europea prohibió la exportación de la vacuna de AstraZeneca a terceros países. No es solamente el tema de cuánto se compra. Si recibiéramos todo lo que se compró, lo que se firmó como contrato, la situación sería completamente distinta. No me pone nervioso que Chile vacune mucho. Ojalá vacunen mucho Chile y Brasil. Ojalá Uruguay, Paraguay, Bolivia hagan lo mismo. Cuanto más seguras estén nuestras fronteras, más seguros estaremos.

—¿Que Canadá haya comprado 314 millones para 38 millones de habitantes implica desde el punto de vista ético alguna falla internacional?

—Hiere la conciencia humana, sin ninguna duda. Hiere la mía, y la de cualquier persona de bien. Imaginemos que se destraba la producción y que Canadá recibe esos millones de dosis de vacunas. Mientras, el continente africano está prácticamente sin vacunas. Habría heladeras rebosantes de vacunas en Montreal, en Toronto, en Vancouver y gente muriéndose porque no pudo recibir la vacuna. ¿Le parece razonable? Cabría preguntarse si hablamos de algo nuevo. Ninguno de nosotros estará seguro si el otro no está mínimamente bien. No digo igual porque es imposible, pero sí que tengamos un estándar mínimo de vida que nos permita saber que al día siguiente tenemos con qué alimentar a nuestros chicos. 

—A la cuestión ética se sumaría una cuestión básica de inteligencia.

—Un secretario de Estado de los Estados Unidos de la década del 90 presentó un reporte al presidente de los Estados Unidos diciéndole que el principal peligro que tenía Estados Unidos en esa década no era el terrorismo, ni la Unión Soviética, sino el VIH, precisamente por lo que dice usted. Quien no lo haga por solidaridad, que lo haga por egoísmo. Todos los países tienen que tener acceso a las vacunas. No tiene sentido guardarlas en la heladera mientras otra gente está muriendo. Eso tarde o temprano se vuelve en contra. Es como tirar agua para arriba.

—¿Qué pasará con la vacuna de AstraZeneca? ¿Llegará rápidamente a la Argentina? ¿Cuál es su pronóstico respecto de su eficacia?

—La eficacia de la vacuna no es un tema de pronóstico mío sino de datos publicados. AstraZeneca presentó ante la FDA, la Anmat de Estados Unidos, una entidad muy seria, sus datos. Es 72% de eficacia y alrededor del 90% de protección para formas graves, con mejores cifras en las personas mayores. Cuando decimos que hay problemas de producción de vacunas, no es solo de la producción del antígeno. AstraZeneca es el mejor ejemplo. Un laboratorio argentino, MaBxience, lo produce. Envió el equivalente de 36 millones de dosis a México. En México deben hacer el envasado final. Pero le faltan insumos. A veces lo que falta para tener el vehículo terminado no es el motor, sino que hay carencia de volantes. Usted tiene casi todo, pero no puede usarlo. No sé exactamente qué, pero puede estar faltando el frasquito, la tapita de goma, la jeringa. Insumos que están en este momento en una carrera despiadada entre diferentes países tratando de comprar todo lo que pueden. Es lo mismo que sucedió en su momento con los sistemas de protección.

“El gran problema hoy no está en lo productivo sino en la actividad no formal.”

—¿Se vacunó?

—Sí. 

—¿Qué sintió cuando vio lo que popularmente se llamó el “vacunagate”? 

—Un desagrado muy grande. Una persona que acepte vacunarse sin hacer la fila hace mal. Diez casos están diez veces mal. Cien casos están cien veces mal. Tuvo el peor final porque le costó el cargo a uno de los mejores ministros de Salud que tuvimos en nuestra historia, que es Ginés González García. No cambió mi opinión sobre él. Pero por utilizar un lenguaje maradoniano, Ginés se equivocó y pagó. La decisión de removerlo fue adecuada para dar un mensaje fuerte a la sociedad. Aun cuando numéricamente, cuando uno se pone a mirar la lista de los setenta vacunados, más de la mitad se justificaba. Bastaba con que uno solo estuviera mal vacunado, y eso no debería ocurrir. El orden de la vacunación tiene que ser el que está establecido por criterios técnicos.

—¿Habló con el ex ministro una vez que dejó el cargo?

—No tuve una relación de amistad con Ginés, sí de respeto mutuo. Lo conocía de su gestión anterior como ministro. Desde el 89 cuendo se creó el Comité Técnico Asesor de HIV Sida formo parte. Un día me lo crucé en el ministerio y me invitó a tomar un café. Estuvimos charlando dos horas. Esa fue la relación más personal que tuve. Me hizo y le hice preguntas. Fue muy agradable. Después nos volvimos a encontrar en las reuniones en las que nos convocaba el Presidente o él, o a veces Carla Vizzotti. No tengo una relación personal, pero tampoco tengo ningún inconveniente. En todo caso quiero dejar pasar un poco más de tiempo, porque me imagino que debe estar muy dolido, pero en algún momento quiero saludarlo.

Pedro Cahn, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
CUIDAR LA ECONOMÍA. “En las actividades que generan riqueza, como la industria y el comercio, en general los protocolos se cumplen muy bien”. (Foto: Marcelo Silvestro)

—¿Ve alguna reprimenda ética en quienes deciden irse a vacunar a los Estados Unidos?

—No. Si una persona tiene el dinero y el tiempo suficiente para hacer la cuarentena a la ida y a la vuelta y se vacuna afuera, es una vacuna menos que tenemos que aplicar nosotros. No tengo reproches. Si usted me pregunta si yo lo haría, no, la respuesta es no. 

—¿Frente a una segunda ola, la estrategia será hacer cuarentenas puntuales, parciales y más cortas?

—Es mi opinión. No necesariamente va a ser la decisión que tome el poder político. La gente sobreestima el valor que tiene el comité asesor. Somos asesores, no nos votó nadie. No representamos a nadie más que a nosotros mismos. Las decisiones son del Presidente, del ministro, del jefe de Gobierno de la Ciudad, de los gobernadores de las provincias. Podría contarle muchas anécdotas. Mi ex profesor de tenis me llamó por teléfono y me dijo: “Pedro, abrime la cancha”. Un domingo salí a pasear con mi hija. Me cruzo con una persona y me dice: “Pedro, abrí el comercio”. Solo trasmito mi opinión, acertada o equivocada. Creo que en algún momento puede ser necesario hacer algunas restricciones. Le voy a plantear un escenario ideal. Supongamos que fuera posible, sabemos que no lo es, cerrar durante 15 días toda la actividad. 15 días significa que todos nos quedamos en casa, incluyendo a los médicos, los policías, los bomberos, los repartidores de alimentos. Eso no puede funcionar. Pero si fuese así, agotamos la pandemia, porque ya no habría quien se contagie. Evidentemente no es posible. Debemos intentar mantener todas las actividades vinculadas al bienestar de la gente, que pasa por la recuperación económica, pero al mismo tiempo intentando evitar aquellas actividades que contribuyen a la perpetuación de la pandemia. Si uno hace un cierre corto de diez días, parece ser suficiente de acuerdo a lo que vemos. Es una cosa muy dinámica, que requiere observación permanente. Hay indicadores epidemiológicos que ayudan a darnos cuenta de dónde estamos.

—En retrospectiva, ¿se deberían haber tomado medidas más cortas, menos drásticas y permanentes? 

—Probablemente uno podría haber hecho cosas diferentes. El tema era cuándo y cómo tomar esa decisión. El objetivo fundamental de la cuarentena del año pasado fue preparar el sistema de salud. Podemos estar orgullosos de que ningún argentino murió por falta de un tubo de oxígeno, por falta de acceso a la cama de terapia intensiva. Se construyeron más hospitales, se reacondicionaron salas, hubo más oferta de camas de terapia intensiva. Eso no volverá a ocurrir en 2021. Se podrían construir más hospitales; el tema es que no tenemos quién nos atienda. No podemos multiplicar los terapistas. No veo en el cortísimo plazo la necesidad de tomar medidas de restricción. 

 

—¿Qué rol ocupan en la terapéutica en este momento tratamientos como plasma, suero equino o los analgésicos inhalados? 

—El único medicamento que no tiene discusión en el mundo es la dexametasona, un corticosteroide que aplicado a las personas que tienen requerimiento de oxígeno baja definitivamente la mortalidad. Hay datos contradictorios respecto del plasma de convalecientes. Soy coautor del trabajo de suero equino que se publicó recientemente. Tiene números favorables en términos de algunas reducciones de evoluciones en terapia intensiva, pero no alcanzó el objetivo primario de demostrar superioridad con respecto a no utilizarlo. El ibuprofeno inhalado no tuvo ningún estudio con rigor científico que demuestre su utilidad. Los anticuerpos monoclonales muestran resultados prometedores. Son como anticuerpos teledirigidos contra un determinado antígeno. Son drogas complejas de sintetizar, bastante caras y de administración intravenosa, lo cual limita mucho su uso. Mientras tanto, se están investigando muchísimos medicamentos: drogas antivirales, modificadores de la respuesta inmune. Paradójicamente, estamos más retrasados en terapéutica que en vacunas.

—¿Es factible la distopía más terrorífica en la que el virus evoluciona de manera que se haga resistente a las vacunas y volvamos a tener una situación como la de 2019?

—No creo que suceda. Todos los años vacunamos contra la influenza. Si usted se vacuna este año, nadie lo hará con la cepa de 2019 o de 2020. El peor escenario es que efectivamente necesitamos vacunas nuevas cada año. Tenemos un desarrollo científico-técnico de tal magnitud en el mundo que nos permite mirar con optimismo relativo la situación. En este momento se están investigando vacunas para las cepas nuevas. Desde Pfizer para abajo, todos los laboratorios, todas las instituciones estatales o mixtas trabajan en probar vacunas que puedan servir para las variantes inglesa, sudafricana, brasileña y las que estén por venir. No podemos descartar que siga teniendo variantes. El virus, entre comillas, “es hábil”, pero creo que más hábiles son los científicos que trabajan en esto y prevén las situaciones. 

—¿Resulta inimaginable que sucedan otras pandemias

—No diría que es infundado. No es imposible, pero veo poco probable que cada cuatro años tengamos una situación así. El covid-19 es una enfermedad de transmisión respiratoria. Si tuviera covid y usted estuviera al lado mío, durante el tiempo que estuvimos hablando sin barbijo los dos, podría haberlo contagiado. Eso no sucede con otras enfermedades muy severas, como por ejemplo el ébola. No tuvimos una epidemia mundial porque el ébola no es una enfermedad de transmisión respiratoria. Depende del mecanismo de transmisión y del movimiento de la gente. En nuestra cultura nada de lo que suceda en alguna parte del mundo puede sernos ajeno. Hay que estar muy atento y mirar todos los días la geografía médica de lo que sucede en el mundo.

—¿Por qué aún no hay vacunas contra el sida?

—Es una situación diferente. Con la vacuna se estimula el sistema inmunológico. En la hepatitis, se inflama el hígado, me pongo amarillo, tengo cansancio, fiebre. Mi sistema inmunológico lo combate. Algo análogo sucede en la gripe. Ante el VIH, lo que es atacado es el sistema inmune. Es como un grupo de delincuentes que en vez de dedicarse a robar bancos se dedica a asaltar comisarías. Esa es una de las razones por las cuales es tan difícil conseguir una vacuna. En la Fundación Huésped participamos de un estudio llamado Mosaico, que se coordina desde la red de vacunas de VIH de los Estados Unidos. Se está buscando, pero es sumamente difícil. El virus VIH tiene una capacidad de mutar extraordinaria. ¿Vamos a llegar a tenerla? Espero que sí. ¿Puede ser que tengamos antes una vacuna terapéutica antes que una vacuna preventiva? También es posible. 

—En 1933 su tío fue agredido por unos jóvenes de la juventud nazi en un medio de transporte y eso lo decidió a irse inmediatamente de Alemania. ¿Tuvo alguna intuición de que iba a ser el gran problema de salud pública cuando decidió dedicarse a la infectología?

—Le mentiría si dijera que fui capaz de pronosticar la pandemia del sida o la del covid-19. Elegí infectología porque es una especialidad muy vinculada con lo social. Es la única especialidad en que se combate a enemigos vivos: una bacteria, un parásito, un virus o un hongo, que además tiene capacidad de adaptación. Fíjese lo que nos pasa con los antibióticos. El mal uso que hacemos genera que tengamos bacterias cada vez más resistentes. Hay una vieja frase que dice que la pobreza agrava las epidemias y las epidemias generan más pobreza. 

—Estuvo afiliado al Partido Comunista. ¿Cuál es su propia definición ideológica? 

—Dejé de pertenecer al Partido Comunista hace mucho tiempo, en el año 87 u 88, en desacuerdo con muchas cosas. Vi que los ideales que me llevaron a afiliarme no se cumplían en la realidad. Hoy diría que estoy dentro del campo del progresismo. No tengo filiación partidaria. Pocas veces voté al ganador, muchas veces voté al perdedor. Es parte de las reglas del juego democrático.

—Al margen de su profesor de tenis y del otro episodio que narró. ¿Tuvo algún episodio negativo en la calle en este lapso? 

—Jamás sufrí una agresión física o un insulto o algo por el estilo. Tengo la fortuna de no tener participación en las redes sociales, y como no tengo Twitter no me entero de algunas cosas que se dicen. Duermo más tranquilo. Que alguien hable mal de mí es pequeño al lado del sufrimiento de mucha gente que ha perdido todo. Mientras usted y yo estamos conversando, hay gente que está haciendo cola en un comedor popular para tener la cena del día para los chicos. Que me queje porque alguien me califica de creador de la infectadura sería indigno de mi parte.

 

Producción: Pablo Helman, Debora Waizbrot y Adriana Lobalzo.