La anulación de las condenas a Lula por corrupción en Brasil resuena en la Argentina generando múltiples hipótesis:
● ¿Es un anticipo de lo que sucederá con las causas por corrupción de Cristina Kirchner?
● Que se anulen las sentencias de Lula por parcialidad del ex juez Sergio Moro coordinada con el fiscal del Lava Jato Deltan Dallagnol ¿terminará anulando todas las causas de corrupción del mismo juez y fiscal?
● Si se probara en Argentina que el juez Claudio Bonadio tampoco fue imparcial porque tenía una enemistad manifiesta con Cristina Kirchner y actuó con igual coordinación que Moro con su fiscal, en el caso argentino con Carlos Stornelli, ¿también se anularían las causas de Hotesur y Cuadernos, aunque llegaran a tener condena de tribunales orales (las condenas que se anularon en Brasil tenían fallos no solo de Sergio Moro sino también de tribunales superiores)?
● ¿Serán los mensajes entre distintos funcionarios judiciales y del gobierno anterior que está investigando la jueza Servini de Cubría equivalentes a los mensajes de Telegram que divulgó en 2019 en Brasil el sitio The Intercep y fueron la evidencia para acusar de parcialidad a Sergio Moro?
● Que Lula pueda volver a ser candidato a presidente en las elecciones de Brasil el año próximo ¿anticipa para 2022/3 un nuevo cambio de época en el que se regresa al mapa político sudamericano de 2007 con Brasil, Bolivia, Argentina, Venezuela y Ecuador presididos por Lula, Evo Morales, Cristina Kirchner más los representantes de Chávez y Correa (por la eternización de Maduro y Andrés Arauz, si ganara en Ecuador la segunda vuelta el 11 de abril)?
Vayamos por partes: en Brasil fue la Justicia la que modificó el clima político mientras que en Argentina fue la política la que modificó el clima judicial. La causa del Lava Jato generó condenas ya con el partido de Lula en el gobierno, generando el desprestigio que derivó en 2016 en el impeachment de Dilma Rousseff y la posterior condena a Lula, que le impidió ser candidato en las elecciones de 2018. En Argentina fue el triunfo de Macri en 2015 y el cambio de clima político lo que generó una aceleración de las causas por corrupción que estaban dormidas más el agregado de otras nuevas.
En Brasil, Lula hubiera ganado las elecciones de 2018 mientras que en Argentina Cristina Kirchner perdió las elecciones en la provincia de Buenos Aires en 2017 y se alió con Alberto Fernández y Sergio Massa en 2019 porque ella sola podría no vencer.
En Brasil, se sostiene que Bolsonaro trabajó para conseguir que Lula recuperara sus derechos políticos porque prefiere competir con él en un balotaje el año próximo que contra el gobernador de San Pablo, que no tiene el alto rechazo de una parte de la sociedad como Lula. Pero el tema se le fue de las manos. Su estrategia era que las condenas a Lula se anularan solo bajo el argumento de que por no ser un juez de Brasilia, Sergio Moro no tenía jurisdicción para juzgar a un presidente y de esta forma no se anularan todas las pruebas contra Lula de la instrucción de Moro y el fiscal Dallagnol, como los testimonios de los arrepentidos.
El objetivo de Bolsonaro era que inmediatamente se comenzara otro juicio contra Lula en Brasil con las mismas pruebas y que tuviera sentencia condenatoria en primera instancia antes de las elecciones del año próximo porque igual no inhabilitaría a Lula a ser candidato ya que solo con condena en segunda instancia perdería sus derechos políticos y no habría tiempo para dos condenas antes de los comicios.
Pero lo que comenzó siendo el 9 de marzo una anulación solo por cuestiones de jurisdicción producida por el juez Edson Fachin, dos semanas después, el 23 de marzo, terminó creciendo con el fallo de la segunda sala del Supremo Tribunal anulando las condenas por parcialidad de Sergio Moro.
El Supremo Tribunal de Brasil, a diferencia de nuestra Corte Suprema, tiene dos salas de cinco miembros cada una y un presidente. Son once miembros cuyos nombres, se dice en Brasil, son hasta más conocidos que el de los once titulares de la selección de fútbol. En este caso, la segunda sala terminó votando tres a dos a favor de Lula pero la sorpresa fue el cambio de voto que posibilitó ese resultado. Se trata del de la jueza Cármen Lúcia, quien en 2016, siendo presidenta del tribunal, definió que Lula fuera a prisión y en 2018 votó a favor de Sergio Moro cuando también se discutía la actuación del juez. Fue el propio Lula quien en 2006 había nombrado a Cármen Lúcia miembro del Supremo Tribunal, pero no está allí la explicación del cambio de perspectiva de la jueza, sino en el cambio de clima de época.
La derrota de Bolsonaro en las elecciones de medio turno en noviembre y la de Donald Trump, su principal inspirador, debido a la misma actitud negacionista frente al coronavirus, modificaron el humor social. Habrá que ver si lo suficiente como para que Lula y no el gobernador de San Pablo gane en un eventual balotaje y habrá que ver cómo influye eso en la Justicia y en la política argentina.
Aquí, el Frente de Todos no conseguirá en las próximas elecciones tener dos tercios en el Senado pero con un muy buen resultado electoral en octubre podría aspirar a tener mayoría en Diputados: Juntos por el Cambio renueva diputados de su mejor elección: 2017. ¿Una eventual mayoría en Diputados y Senado, que ya tiene, le permitiría al Gobierno negociar con la oposición cuestiones judiciales que requieran dos tercios a cambio de otras concesiones?
Corolario: en Brasil no se discute el Lava Jato ni se sostiene la teoría del lawfare. No solo los arrepentidos confesaron haber pagado coimas, sino que devolvieron 4 mil millones de dólares. Lo que se discute es si Lula se quedó con dinero o aprovecharon políticamente a incluirlo en la causa de Petrobras y Odebrecht para afectarlo políticamente.
Traducido a Argentina, está probado que hubo corrupción entre 2003 y 2015, el secretario de Obras Públicas José López con sus bolsos y el secretario de Transporte Ricardo Jaime confesaron, haciendo muy difícil la situación de su jefe, el ex ministro de Planeamiento Julio De Vido. Lo que el Gobierno buscará sostener es que Cristina Kirchner no recibió parte de ese dinero y la oposición aprovechó a incluirla en esas causas para desprestigiarla políticamente. Pero solo con Lázaro Báez, aunque no haya pruebas de su relación económica con Néstor Kirchner, alcanza para convencerse de que su marido tenía una relación con el dinero muy distinta a la de Lula (ex obrero que aspiró a un departamento en la playa). Y su marido fue su socio conyugal.