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Rodríguez Larreta: “Mi primera relación con la política fue con Frondizi”

El jefe de Gobierno habló de su juventud e inicios en la militancia relacionada a referentes del desarrollismo.

Horacio Rodríguez Larreta en Periodismo Puro.
Horacio Rodríguez Larreta en Periodismo Puro. | Cedoc

#PeriodismoPuro es un nuevo formato de entrevistas exclusivas con el toque distintivo de Perfil. Mano a mano con las figuras políticas que marcan el rumbo de la actualidad argentina, Fontevecchia llega a fondo, desmenuzando argumentos y logrando exponer cómo piensan los mayores actores del plano del poder. Todas las semanas en perfil.com/PeriodismoPuro 


—Usted ha formado a María Eugenia Vidal, le recomendó al presidente a sus amigos Lopetegui y Quintana para vicejefes del gobierno, es como un hermano mayor para Marcos Peña. Muchos lo ven como el mayor dirigente del PRO después del propio Macri. ¿Qué siente usted?

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—No, nada de eso: soy uno más en el equipo. Si hay algo que le valoro mucho a Mauricio es que logró formar un equipo con gente que se tiene mucha confianza entre sí, con mucha afinidad personal y una visión compartida del país. En ese equipo, como en todo equipo, hay roles. A mí me tocó durante muchos años ser jefe de gabinete en la ciudad, ahora soy jefe de gobierno en la ciudad, María Eugenia tiene una responsabilidad enorme como gobernadora. Son distintos roles dentro de un mismo equipo.

—Pero dentro de esos roles pareciera ser, si uno quisiera hacer una comparación con una organización privada, que usted sería algo muy parecido al jefe de Recursos Humanos, un elemento central en cualquier empresa. La mayoría de las figuras importantes surgieron de personas que se formaron a su lado.

—No necesariamente todos. Marcos entró, si no recuerdo mal, cuando éramos la Fundación Creer y Crecer, muy al principio. Hay otros que entraron ahora, pero sí es cierto que desde que empecé mi trabajo político siempre tuve presente la necesidad de formar equipos. Para mí es clave. Sería imposible encarar las responsabilidades que tenemos si uno no tiene un equipo cohesionado, eficiente, con gente cuya trayectoria conoce. Siempre le di muchísima importancia a eso.

—¿El tema de los recursos humanos tiene que ver con su formación en Harvard?

—Sí, seguramente. Allí hice un MBA justamente, un master en Business Administration, en gestión. Siempre he creído en la necesidad de la gestión, en la administración del Estado. En ese momento tenía para elegir: intentaba entrar al MBA o al MPS, el master en Administración Pública que tenía una visión más de ciencia política. Soy un convencido de la necesidad de hacer funcionar bien el Estado, cosa que me dediqué a estudiar. Incluso estudiando en Harvard di varios cursos en la Kennedy, que es la escuela de Administración Pública.

—¿Usted pensaba que para administrar bien lo público, era esencial aplicar técnicas de administración de lo privado?

—Las técnicas de administración son válidas en cualquier organización. Se trata de administrar recursos humanos. Motivar a la gente, tener una visión clara, un plan que acompañe esa visión y un sistema para controlar el cumplimiento de ese plan. Mi padre venía más de la Ciencia Política, que estudió en Londres. Y también Economía en París. Yo me volqué más a la administración.

—Influyó mucho su padre, Horacio Rodríguez Larreta en su decisión de qué carrera elegir? ¿Hay algo edípico allí?

—Edípico solo en eso. Sí reconozco el haber heredado de mi padre las dos grandes pasiones de mi vida. La pasión por la política, claramente; y la pasión por Racing, club que llegó a presidir, en 1977.

—Su padre fue un importante dirigente del desarrollismo. El hoy ministro Rogelio Frigerio, en una entrevista que hicimos, contaba la historia desde la perspectiva de su abuelo, cofundador del desarrollismo.

—Su abuelo, Rogelio Frigerio, fue mi padrino. Don Rogelio, era un padre para mi padre, que era del grupo más joven del desarrollismo; y un una especie de abuelo para mí.

—Frondizi era radical y, de hecho, el desarrollismo nace como un desprendimiento de la Unión Cívica Radical, como UCRI: la Unión Cívica Radical Intransigente. ¿Se podría decir que el PRO es la continuidad de aquella UCRI, y Cambiemos es la unión del radicalismo que se desmembró en 1957?

—No, la historia es la historia y nosotros, originalmente en el PRO y ahora en Cambiemos, estamos construyendo el futuro. No veo un hilo de continuidad. Lo que sí hay es una visión común del país y del mundo. Mauricio se autodefine desarrollista desde hace muchos años. Si uno le pregunta, va a decir que el mejor presidente de los últimos 100 años en Argentina fue Frondizi; y yo coincido con él. Hay una visión ideológica común, también hay una actitud de apertura como hubo en aquel momento, en el desarrollismo, en Frondizi, en Frigerio. Apertura en términos de relacionarse con otros espacios. En el PRO, y ahora en Cambiemos, hemos sido muy abiertos a incorporar gente con otros orígenes. Pero hacer un paralelismo me parece exagerado. Era otro un país, muy diferente al que tenemos hoy y con una situación política también muy diferente. Había una estructura de partidos en el sentido clásico de la palabra, mucho más rígido y eso cambió muchísimo.

—Recuerdo una campaña en una revista francesa de historia que decía que, para entender el futuro, era necesario leer mucho la historia. ¿Hay en ustedes cierta aversión por lo histórico?

—No, yo soy fanático de la lectura histórica. Uno de los grandes problemas que hemos tenido, y que atribuyo como una de las principales razones de nuestra falta de desarrollo durante casi un siglo, son las discontinuidades. Hemos tenido discontinuidades democráticas terribles, también en lo económico: pasamos de crecer a tasas chinas, a caer a la hiperinflación más alta de la historia para un país no en guerra, a sufrir una caída del producto como la del 2002, la más alta para un país no en guerra. El problema de Argentina es que es muy difícil trazar una línea, que sí podemos ver en otros países. La volatilidad institucional, política y económica ha sido feroz, y para mí es de las principales causas de nuestros males. 

—Uno de los puntos interesantes de la división entre la UCR del Pueblo, de Balbín, y la UCRI frondizista en 1957 era la diferente visión que tenían del peronismo. Frondizi no miraba al peronismo como el diablo, y el radicalismo clásico tenía una visión mucho más “gorila”.

—Sí, mucho más refractaria, sin duda.

—¿Podemos encontrar en ese punto una continuidad histórica en el caso de Cambiemos?

—Nosotros hemos construido Cambiemos, desde el PRO, más “a favor de”, para nada “anti”. No construimos nuestra visión del país desde el anti-nada. Tenemos una visión de futuro, una visión de mirar para adelante, nuestro mensaje es muy esperanzador porque creemos que sí es posible reconstruir el país.

—La posición de Cambiemos hacia el peronismo ¿Es más parecida a la de Frondizi, que la de los radicales antiperonistas?

—Lo es, hacia la política, en general. Hemos sido abiertos no solo con el  peronismo, si no con todos.

—Cierto, como también es cierto que el sujeto político argentino, en los últimos 70 años, era el peronismo, como el centro de un sistema solar.

—Mucho más centro en ese momento de lo que es hoy. Nosotros hemos sumado gente con pasado peronista, y también acordamos los radicales, la Coalición Cívica, sumamos a Graciela Ocaña. En la Capital tenemos un amplio espectro de partidos que están con nosotros.

—El desarrollismo tuvo un problema en los años setenta, cuando Marcelo Levingston, el general que sucedió a Onganía, se reivindicó desarrollista, en simultaneidad con la dictadura brasileña, que tenía mucho éxito, ofrecía tasas chinas y también se auto denominaba desarrollista. Apoyar a ese gobierno militar, que en comparación con lo que vendría después sería una “dictablanda”, les quitó legitimidad frente a la UCR de Balbín, que planteó La Hora del Pueblo, la vuelta de Perón, el famoso abrazo. Usted era muy chico, pero ¿Cómo lo vivió? ¿Coincide con esa idea de que aquel fue un punto de pérdida de contacto con la sociedad?

—Era demasiado chiquito. Pero sí tengo presente las reuniones políticas del desarrollismo, que solían hacerse en mi casa. Todas las tardes había reuniones y yo me colaba por ahí y los veía. Tengo muy presente la creación del Frejuli en 1973, cuando el desarrollismo acompañó la vuelta de Perón, primero con Cámpora-Solano Lima y después con Perón-Perón. Mi padre se ríe mucho con una anécdota mía, con 6 o 7 años, un día le pregunté a Frondizi cómo podía ser que él, siendo presidente, no fuera de vicepresidente con Perón. Recuerdo que todos se reían y yo no entendía de qué. Esa historia es la prueba que mi inquietud, mi pasión por la política viene desde muy chico.

—¿Y qué le contestó Frondizi?

—Me explicó que él ya había sido presidente y ahora lo quería acompañar desde otro lugar. Pero se tomó el trabajo de contestarme, que fue lo lindo. Un nene que le hace una pregunta casi impertinente, sobre todo en esa época, y Frondizi que se toma el trabajo de explicarme que se podía acompañar a alguien sin tener un cargo. Esa fue mi primera relación con la política.

—¿Qué hablaba con su padre a lo largo de los años sobre lo que fue pasando con el desarrollismo, como idea política y económica?

—El desarrollismo fue mucho más, creo, que una corriente ideológica o un partido. Fue visión de país. Todo lo exitoso que fue en su influencia ideológica, no lo fue en la construcción partidaria, que se fue diluyendo en el tiempo. Llegó a tener, en 1983 tuvo una muy mala elección. Estaba en caída libre como partido, sí; pero en términos de influencia ideológica trascendió las décadas y hoy es una de las corrientes más influyentes.

—¿Cómo le explicaría a un lego en política o economía qué es el desarrollismo?

—Es una corriente ideológica que pone por delante el desarrollo económico. Por algo el MID se llamaba Movimiento de Integración y Desarrollo. Era una visión muy integradora de país y se promovía mucho el desarrollo de las economías regionales, el desarrollo de las industrias básicas. La palabra “integración” tenía una connotación muy federal. Un federalismo que Mauricio retoma. Por primera vez en muchas décadas, el gobierno central le ha empezado a devolver recursos a las provincias. Hay un proceso de re-federalización que creo es sanísimo, y además responde a nuestra Constitución. Eso surge de nuestra convicción, del hoy. Hay coincidencias, pero tampoco es que tengamos un dogma desarrollista. De él tomamos la promoción de las industrias básicas que generan insumos para otras industrias que generan más trabajo. Eso es el desarrollismo: una bien visión pragmática del desarrollo: si el país necesita de la inversión extranjera, se la convoca, como lo hizo Frondizi en su momento.

—Si uno tuviera que explicar al desarrollismo hoy: ¿Sería un método pragmático en la búsqueda del desarrollo? ¿Lo que plantea es una técnica, mucho más que una ideología?

—Sí, pero el objetivo de la búsqueda del desarrollo entendido como el desarrollo de industrias básicas. Una definición más que pragmática. Hay otras visiones más liberales dirían: que defina el mercado. El desarrollismo dice no, porque primero cree en el rol del Estado, en esa promoción del desarrollo. En esa idea se diferencia de otras visiones.

—¿Cree también en el mercado, sin atarse a una idea dogmática liberal?

—La única ideología no es la de los dogmas extremos. Un país debe tener industria básica, desarrollo equilibrado en todo su territorio. Son valores  no lo vamos a dejar librados al mercado. Eso es una definición ideológica profunda. Generar dando señales claras desde el Estado, incluso con participación estatal, pero no yéndonos a una economía planificada totalmente estatista, como sería un régimen cercano al comunista. Se trata de una definición ideológica que se construye con instrumentos, con pragmatismo. Pero no por eso deja de ser ideológica.

Leé la entrevista completa de Jorge Fontevecchia acá.