—¿Tu mamá era del Poder Judicial y tu papá era un famoso astrólogo?
—Vengo de una familia típica de clase media de la ciudad de La Plata. Me crié en esa ciudad maravillosa de las diagonales, a muy pocos metros de lo que es el centro geográfico de la ciudad. Pasé prácticamente toda mi infancia a muy pocas cuadras de la Catedral de La Plata, la Municipalidad y la Escuela Normal 1, donde cursé todos mis estudios desde el jardín de infantes hasta el secundario. Mi madre es empleada pública del sistema judicial, de la Secretaría Electoral. De chica, me pasaba en los pasillos del trabajo de mi madre, donde se hacían los padrones. Mis padres se separaron cuando era muy chica. Mi padre fue un trotamundos, especial para la clase media platense. Vivió en Brasil, en España, en Londres. Estudió astrología fuera del país. Fuimos criados con una figura materna muy importante, sostén de familia.
—¿Tus hermanos y hermanas son mayores o menores?
—Soy la del medio. Somos tres mujeres muy seguiditas, Consuelo, Victoria, Justina y Juan Honorio, que hace tres años falleció, lamentablemente. Éramos tres mujeres, el niño mimado y mi madre. Ese era mi grupo familiar. Mi sustento, mi formación y los valores los aprendí de mi madre. Todo lo demás, la parte quizás más extrovertida, es de mi padre.
—¿Es cierto que ganó siete veces la lotería?
—Sí. Tuvo esa mirada de la astrología después de los 30 y pico de años. Pero de muy joven tenía algún tipo de sensibilidad para adivinar qué pasaría con la lotería.
—Existe esa sospecha de que el que gana la lotería está blanqueando dinero...
—Mi padre ganaba la lotería, pero no le quedaba un centavo. Es una persona pobre patrimonialmente, un jubilado de la mínima. Vivió muy despojado de muchas cosas. Entre ellas, del dinero. Jugaba por la pasión de acertar, no por la plata.
—¿El Normal al que fuiste era uno de los de Sarmiento?
—Sí, la Escuela Mary O. Graham de La Plata. Creada por una directora que trajo Sarmiento en la necesidad de construir la educación pública.
—Las maestras de Boston.
—Algo que no se sabe mucho de mí es que hice el jardín de infantes en el Normal 1 de Posadas. En la peor época de la dictadura, La Plata estaba muy golpeada. Mis padres no militaban, y al mes del golpe agarraron las valijas. Mi vieja estudiaba Bellas Artes. Mi padre ya era una persona muy aventurera. Vivimos dos años en Posadas.
—¿Después estudiaste Ciencias Económicas?
—No imaginé que sería contadora. Cuando tenía alrededor de 15 años llegué a esbozar que quería ser maestra jardinera. Luego quise ser pediatra, siempre imaginando una cuestión de servicio. Pero tenía una tremenda vocación por las matemáticas. De chiquita esperaba la clase de matemática. Pasaba al pizarrón y hacía todas las ecuaciones. Por eso me dije que debía hacer algo con los números.
—¿La Plata y su universidad son la usina de un pensamiento nacional y popular?, ¿te sentís hija de ese pensamiento?
—Sí, pero no me formé políticamente en la universidad. En mi pasaje, fui al mismo tiempo madre y alumna. Cursé durante mis tres embarazos. Era la única a los 20 años que cursaba tercer año de Ciencias Económicas con un bombo importante. Quería armar mi familia, mi propio nido, mi lugar de contención. Me casé muy joven. No era normal que mis amigas se casaran a los 20 años.
—Y que fueran madres.
—Mucho menos.
—Era más de la generación de tu mamá.
—Eso era más de la historia familiar. Mi madre se casó a los 18 años. Esta inestabilidad familiar, de un padre bastante abandónico y especial, hizo que fuera grande mucho antes. A los 20 me creía una mujer totalmente madura, que podía enfrentar la maternidad, el trabajo, la universidad, como si estuviese atravesada por eso. Miro a mi hija de 25 y digo: “¡Dios mío!”.
—En algunas intervenciones tuyas en los medios se percibe una oralidad verborrágica. ¿Eso te hace buena candidata?
—Fui candidata a concejala en 2017. Fue mi primera intervención política con presencia. Luego fui a las PASO contra Florencia Saintout. Allí ya había empezado a hacer medios, pero no me elegían por esa cualidad. Empezó a cambiar con la pandemia.
—¿Te dicen que subís el rating?
—Suelen decirlo. Pareciera que hay algo en esto de dar el debate político con altura. Nunca me vas a encontrar descalificando a nadie, jamás.
—Hablar sin parar, como una ametralladora, consigue que el otro se calle.
—Eso genera que la gente quiera ver quién gana la discusión. En todo caso, eso puede ser un plusvalor en campaña.
—¿Cómo te cambió la vida la pareja con Pepe Albistur a partir de 2007?
—Tuve la dicha de conocer a Pepe en la ciudad de La Plata, el día que lanzaba la candidatura como secretario de Medios de Cristina Kirchner en el Teatro Argentino de La Plata. Yo era militante y trabajaba para la candidatura de Carlos Castagneto, que iba a una interna contra Pablo Bruera y Julio Alak. Fui como militante. No tenía ni pulserita ni posibilidades de entrar. Me quedé en las vallas con las compañeras del territorio. Una prima de Pepe me dijo: “Esta noche cenamos con el jefe de campaña”. Sabía que me gustaba la política y había intentado presentármelo en términos más personales y yo no había aceptado.
—¿Cuándo te separaste del padre de tus tres hijos?
—Me separé de Santiago Magliano en febrero de 2004. Estuve tres años y medio sola. Fue la experiencia de mayor soltería, concentrada en hacer terapia y reconocer realmente qué buscaba en una pareja. El día que conocí a Pepe, ese 19 de julio en La Plata, nos quedamos charlando de política hasta la madrugada. Y desde ese día no me separé nunca más. No solo encontré en Pepe al amor de mi vida, sino esta vocación de la política que nos atraviesa. Desde el día uno nos enamoramos por la política, incluso con posiciones encontradas. Había una tensión que encuentro como la riqueza del debate político con los que piensan distinto.
“No le saco la mirada a la dificultad de lo que nos pasa en términos electorales.”
—¿Ser la rubia de doble apellido que juega hockey te jugó en algún sentido a favor o en contra?
—No lo sentí nunca así. Son cosas que se dicen desde otros sectores. Un dirigente histórico del peronismo de La Plata dijo: “Si esta concheta doble apellido gana la interna o es intendenta de la ciudad de La Plata, me voy caminando hasta Luján”. Tiempo después dijo: “Parece que voy a tener que empezar a caminar”. Trabajé mucho sin buscar protagonizar. Ahora alguien puede decir que soy la mujer de Pepe Albistur y que todo mi capital político es por eso. Lo soy. Pero hay una historia y un desarrollo.
—Antes eras la rubia pituca; ahora, la mujer de Pepe.
—Es una suerte de descalificación. Si tenemos algún rasgo, enseguida intentan justificar por qué. “Es la mujer de Pepe Albistur”, “es una piba de doble apellido”. Victoria Tolosa Paz tiene una historia y un recorrido. Hay un ejemplo en la Villa Palito, La Matanza. Entré a ese asentamiento en 97 a hacer un censo en el marco del plan Las Manzaneras, el Plan Más Vida. Estuve una semana. Ahí abracé al peronismo desde la emoción que me daba ver a las mujeres más pobres de la Argentina hablar de Evita y llorar. Me preguntaba cómo se iba a transformar, y si iba a poder ver el cambio. Me tocó volver en una diplomatura de Flacso en 2010 a lo que ya era el Barrio Almafuerte. Ver el desarrollo de Villa Palito, que ya no es más Villa Palito, sino un barrio con 4.500 viviendas. Todo ese terreno intrincado donde había pasillos y vueltas y caracoles empezó a tener su amanzanamiento, su plaza, su escuela, su centro de integración comunitaria. Entendí todo lo que puede hacer la política cuando tiene propósito, que es la transformación de los individuos.
—¿Cómo es un “ariano prolijo”, como definiste a Alberto Fernández?
—Dije que es un ariano porque tiene esa cosa explosiva. Aries es explosión. Una catarata de energía. Los que tildan a Alberto como moderado no lo conocen enojado. Es un ariano. Aries es fuego, irrumpir, ir para adelante. Es una energía muy potente. No tiene nada que ver con Cáncer, por ejemplo, que es agua.
—Yo soy de Cáncer.
—Yo también. A veces me dicen que no parezco. Visualmente podría haber dicho que eras Piscis. Hay algo de agua, sentimental, que fluye. Lo veo en el otro. No es que me crea mágica.
—Hay un video de Alberto Fernández en el que una persona lo insulta y él se para y como que la pechea y la tira al piso. ¿Ese es el verdadero Alberto?
—Es muy difícil catalogar a alguien con una sola característica. Somos un poco de todo. Los argentinos, la sociedad, tratan de minimizar rápidamente y poner rótulos.
—O Aries. O las 12 categorías.
—¡Claro! Somos un poco de todo. Por momentos tendemos más a mostrar una faceta.
—¿Hay algo mágico en el peronismo?
—Sí, la emoción que generó. Vibró siempre con una energía que no se puede explicar solamente con la doctrina.
—¿Hay algo de lo no epistémico que el peronismo tiene en mayor proporción?
—La gran mayoría de los políticos tienden a tener algún tipo de creencia vinculada. Está repleto de historias, no solamente del peronismo, sino de otros grandes líderes. Como somos personas muy racionales, analizamos mucho las cosas. Hay una vía de escape en eso. Me parece muy sano. Me divierte cuando me encuentro con un político que sabe de la carta del país. Que la Argentina nació el 9 de julio de 1816 a las 12 del mediodía.
—¿Todo político tiene una necesidad de creer en algo, en alguna fuerza que lo trasciende?
—Somos algo mucho más ínfimo y minúsculo de lo que realmente nos creemos, sobre todo cuando hacemos política, que nos creemos superpoderosos.
—Sobre el departamento de tu marido donde vivió Alberto Fernández explicaste en un programa de televisión que lo alquiló en dólares en 2008, que a partir de las devaluaciones de 2018 permitió que siga pagando solo expensas e impuestos. ¿Era el departamento donde vivía Pepe antes, de soltero?
—No. Lo conocí el 19 de julio de 2007. Pepe alquilaba un departamento y compró ese para mudarse. Él alquilaba el de Libertador. Pepe se enamoró de mí y estuvimos un tiempo bolso va, bolso viene. Yo vivía en City Bell, en mi casa, ya separada. Una casa muy linda, cerca de Estudiantes de La Plata y de la escuela de mis hijos. Viví siempre en Villa Elisa. Cuando me casé, me mudé ahí para estar más cerca del plano familiar de la escuela. Cuando comenzamos a salir con Pepe, no teníamos inmediatamente la idea de que viviera en City Bell. Cuando empezamos, Pepe era un hombre de 59 años y yo tenía 34. Él tenía hijos grandes; yo más chiquitos. Él fue realmente muy decidido, dijo que estaba enamorado. Me daba un poco de temor encarar un proceso de convivencia con alguien. Tenía que estar muy segura de lo que iba a hacer. Compró ese departamento pensando que iba a seguir su vida, él en Buenos Aires y yo en City Bell. Pero inmediatamente se empezó a quedar en mi casa. Un día me dijo que ya no tenía edad para estar así con el bolso y me propuso construir una vida juntos. Entre los dos teníamos diez hijos. La mía era una casa para una mujer separada con tres hijos. En la “estructura Albistur” todo es muy grande. Muchos hijos, muchos nietos, mucha familia. Es un gran contenedor. Así fue como le dijo a Alberto que no usaría el departamento. Le dijo “usalo”. Pepe ni llegó a vivir ahí, creo. Conmigo nunca fue.
“Agarramos un país realmente complejo y nos pasó la pandemia por encima.”
—O sea que Alberto Fernández tuvo casa gracias a que Albistur te conoció.
—Sí. Se podría decir casi que sí.
—¿Ahora viven en un barrio privado de City Bell?
—Sí. Ahí mismo empezamos la construcción de nuestra casa. Fue más complejo porque Pepe había encarado un proceso más cerca de sus hijos en Zona Norte. Había comprado la casa de Nordelta donde vivió Susana Giménez y estaba refaccionándola. Por eso digo que es un tipo arriesgado, y mudó toda su cabeza y su estructura familiar en términos de que había que empezar e ir a City Bell.
—Cambió de sección electoral: de la que gana la oposición a la que gana el oficialismo.
—¡Tal cual! De San Isidro y La Horqueta, terminó en City Bell.
—Te vi en varios reportajes con la misma V grandota que traés en esta entrevista. Tuve que hacer un ensayo sobre el significado de los nombres en la Facultad de Filosofía. Victoria era el nombre clásico que aparecía cargado de resonancias. En tu caso, además es la V peronista.
—Es un amuleto. Lo tengo desde la campaña de 2019. Me la regaló una amiga del alma, María, “para que seas la primera intendenta de La Plata”. No lo fui. Perdí por 0,39% esa interna. Y, como promesa, juré no sacármelo más hasta ser la primera intendenta de la ciudad capital de la provincia de Buenos Aires. La tengo puesta. Victoria para mí es un nombre hermoso.
—¿Quién lo eligió?
—Mi padre.
—El astrólogo.
—Tiene un cuento el nombre. Nací el 24 de junio, el mismo día que nació Lionel Messi. Es el día de San Juan. Mi madre se crió en un hogar de tías; perdió a su madre muy joven, la criaron las tías tanas. Mi bisabuela, mi nona, le dijo “ponele Juana, nació el día de San Juan”. Mi mamá le dijo a mi padre que me anotara así. Cuando volvió del Registro Civil, dijo: “Se llama Victoria”. A mi hija le puse Juana para reivindicar todo aquello. Mi papá dijo: “Le puse Victoria porque tiene cara de Victoria”.
—Entre los familiares de desaparecidos en muchos casos se elige el nombre de Victoria. Tiene resonancias ideológicas.
—Evidentemente. Nací en el 73, en esa primavera de Héctor Cámpora en el poder, cuatro días después de la masacre de Ezeiza, pero en el contexto del triunfo del 11 de marzo del 73. Está repleto de hijas de militantes políticos del peronismo que se llaman Victoria.
—Ingresaste a la función pública en la gobernación de Eduardo Duhalde en el área social con Chiche, su mujer. ¿Cómo evolucionó tu pensamiento político desde aquel momento hasta hoy?
—Cuando empecé a trabajar no tenía ninguna razón ni para autodefinirme peronista ni para ingresar al Estado con vocación política. Me invitaron a ser parte de la gestión porque mi vecina era ministra. Vio que era una gran trabajadora. Me hice mi casa. María Nélida Doga me conoció levantando una carretilla a los 23 años, rellenando mi terreno. Yo estudiaba Económicas y le dije, mate de por medio un fin de semana, que estaba buscando trabajo. Así es como me sumé al Consejo. Empecé con la típica tarea administrativa: rendición de cuentas, tesorería, compras, liquidación de viáticos, cuando tenía 23 años y todavía no estaba embarazada de mi tercer hijo. Arranqué la “escuela de gobierno”, como la llamo, de la praxis del expediente, en ese momento los expedientes no eran electrónicos como hoy, eran cosidos. Inmediatamente, en el censo del año 97 empecé a viajar. Me iba a La Matanza, a San Martín, a Tres de Febrero, a Guernica. Conocí todo el AMBA. Censábamos cómo funcionaba el plan Más Vida. En esas recorridas se me despertó todo lo que en mi casa no me habían contado de Perón ni Evita. Vengo de una familia con raigambre radical, si bien mi madre no hablaba mal de Perón. En los asados familiares en lo de los Aramburu, una familia muy tradicional radical platense, se hablaban pestes de Perón y Evita.
—Fuiste peronista de grande.
—Peronista de 23 años. No sé si de grande. Era joven, pero no fue en la secundaria. Era la década el 90: la antipolítica.
—Obviamente vos dijiste “somos peronistas” como si fuera una categoría que engloba y produce cohesión. Pero hay muchos peronismos. Tu marido fue publicista de la campaña presidencial de Italo Luder. Después, de Carlos Menem y del ex intendente porteño Carlos Grosso, ¿qué queda de ese peronismo previo al kirchnerismo? Institucionalmente y en vos.
—Aquella de 23 años nunca creyó en el menemismo. Arrancó la universidad. El proceso de formación universitaria me dejó un aprendizaje: el rol del Estado en materia de regulación de los recursos naturales y de las empresas de servicios públicos. Me casé además con un hombre radical, que venía de una familia de raigambre radical. Mi ex suegro fue presidente de Somisa en la gestión de Alfonsín, un ingeniero mecánico de carrera. Recuerdo muy bien lo que fue la entrega de la empresa familiar. Recuerdo los asados familiares en lo de Magliano y mi suegro llorando al ver el despilfarro y la entrega de una empresa soberana que generaba riqueza. Se la apropió un sector en lo que fue el proceso de privatizaciones más tremendo de la Argentina. En el 89, tras la implosión de la hiperinflación y siendo hija de una madre que cobraba e iba a la financiera para que no se le licuara el salario de empleada pública, veía cómo la heladera estaba vacía. Había un limón, y mi vieja contaba y racionalizaba el café, que era de malta. La mermelada era de tacho de plástico. Había que ahorrar hasta en el envase. Esa fue mi adolescencia ante el estallido de la hiperinflación de Raúl Alfonsín. Tenía 17 años, no votaba, pero veía a ese riojano y te tengo que decir que me parecía que era la salvación de la Argentina. No lo voté, pero tengo el recuerdo de que me hubiese apasionado poder votarlo. Y ya por suerte, digo yo, en el año 95, cuando fue mi primera votación, voté a José Octavio Bordón con Carlos Chacho Álvarez porque planteaban diferencias con el menemismo. Los voté consciente de que todo el capítulo de privatizaciones había hecho un daño enorme. Mi formación académica universitaria decía que el Estado tiene que regular en beneficio de garantizar accesibilidad a la potencia del desarrollo de los recursos, como el caso acero. Con la mirada de que no había que vender la aerolínea de bandera. Pepe fue jefe de campaña de Menem. Más de una vez le pregunté si le creyeron. Él es más grande que yo y me dice que pensaban que luego de las reformas vendrían otros cambios. Fui crítica, y no lo digo porque me quiera desmarcar o porque piense que todo lo que hizo el menemismo estuvo mal.
“No existe más la Argentina que Mauricio Macri prometió.”
—Pepe era de Menem y vos de Duhalde.
—Pepe se lleva muy bien con Chiche y se llevaba muy bien con Eduardo. Le tenía cariño.
—Hubo un discurso de Cristina que se sintetizó en el “vayan a laburar”. Luego los medios destacaron que Alberto Fernández dijo de vos: “Ella no le pide permiso, ni a mí me pide permiso, y está bien. Ella tiene una preocupación que es la gente que tiene hambre. Está obsesionada y va a cada rincón del país para ver de qué modo puede ayudar”. ¿A qué atribuís el “vayan a laburar” de Cristina y que Alberto te haya elegido a vos como laburadora?
—Cristina lo dijo en el acto del Estadio Único de La Plata. Y Alberto habló más recientemente. Fue en un acto con Jorge Ferraresi hará tres meses. Alberto reivindica esto de “Victoria no pide permiso” porque Jorge Ferraresi estaba describiendo a cada uno. Cuando llega a Victoria, dijo que “a veces viene a Avellaneda y me hace un lío bárbaro”. Fue un chiste y Alberto lo sintió como una crítica. Allí me defendió. Tiene que ver con esa vocación mía de hacer, de construir políticas.
—¿Fue el espejo inverso del “vayan a laburar”?
—No lo sentí como una devolución. Fue tres o cuatro meses después. Cristina puede pensar que el gabinete de Alberto no es de ella. Es lo que pasa en un frente. Hay un conductor del gobierno que es Alberto y una vicepresidenta que conduce el espacio político que aporta mayor porcentaje de adhesión en la estructura del Frente a Todos. Y esas tensiones obviamente están en nuestro frente, son parte de la génesis. Massa no piensa lo mismo que Alberto y Cristina. Y en esa heterogeneidad tenemos que convivir y ser respetuosos de quién elige el gabinete, que en este caso es el presidente de la Nación, y creo que Cristina fue sincera, pero, al mismo tiempo, después de eso no hubo corrimientos, como pensaban algunos que iba a haber un corrimiento de todo el gabinete. Habrá funcionarios que a Alberto no le gustan, y fue pidiendo renuncias, y funcionarios a los que obviamente no nos va pidiendo la renuncia y hace que sigamos trabajando al lado de él y del equipo que conduce hoy la Argentina en términos del Ejecutivo nacional.
—¿Es difícil para el peronismo gobernar en un momento en el que no puede hacer redistribución del ingreso?
—No es difícil. Al peronismo que le tocó gobernar casi siempre le tocó hacerse cargo después de grandes crisis. A Néstor le tocó agarrar después de la crisis de 2001, está bien que Duhalde hizo una tarea importante en lo que fue el proceso económico. Otra vez nos sucedió lo mismo. Agarramos un país realmente complejo y nos pasó la pandemia por encima. Soy muy optimista sobre algunas cuestiones. También veo lo que prometimos en campaña, lo que prometieron Alberto Fernández y Cristina, reconstruir la Argentina en función de un modelo productivo que empiece a dar previsibilidad. Recorro y hablo con los empresarios de la Argentina. Vengo de estar en Tigre con Malena Galmarini la semana pasada en una industria del calzado de capitales nacionales. El empresario hizo lo que pudo para no cerrar su fábrica los cuatro años precedentes. Tenía solamente treinta empleados. Había llegado a tener 200. Era grande, se consumían zapatillas. Pero vino el proceso de cierre. Hubo una tendencia a no priorizar la producción. Le dejaban importar zapatillas de China terminadas. Hoy ya tiene 120 y la semana que viene completa la plantilla nuevamente de 200 trabajadores. Hay en el Ministerio de Desarrollo Productivo, por vocación de nuestro Presidente, la mirada de que todo lo que se pueda hacer en la Argentina para que genere trabajo, se va a hacer en la Argentina. La caja de zapatillas Head llega importada, pero se ensambla, se pega, se cose y se termina en la Argentina.
—¿Triunfarán en las elecciones de noviembre a pesar de la crisis económica y de la pandemia?
—No tengo ninguna duda. En los sectores populares que aguantaron cuatro años de macrismo hay una contención social muy importante. No es que lo hacemos para que nos rinda electoralmente. Es lo que tenemos que hacer. Empezar por los últimos es una vocación real. Ese pibe que hoy se está muriendo de hambre no puede ni siquiera atravesar la etapa educativa como corresponde. Hay un colchón de amortiguación de políticas sociales, una mirada estratégica. Lo mismo con el impuesto a las ganancias: 1.300.000 trabajadores dejan de pagar ese impuesto a las ganancias. No lo prometimos en campaña, pero lo hicimos. Son trabajadores que desde julio recibirán 40 mil millones de pesos. No lo hacemos para que nos voten. Es para que ese poder de compra traccione el consumo de bienes y servicios. Ese trabajador irá a la pyme de Tigre a comprar zapatillas para sus hijos si tiene disponibilidad, si hay un Estado que mira cómo el salario crece por abajo de la inflación, cómo custodia tres estructuras: canasta básica de alimentos, tarifas, telefonía móvil, televisión por cable e internet.
—Por la naturaleza de este reportaje, y tratando de no hacer un planteo proselitista, sino tratar juntos de entender, es muy difícil que se sienta la recuperación económica en noviembre. Será una elección difícil, ¿no?
—No le saco la mirada a la dificultad de lo que nos pasa en términos electorales. Es un período excepcional. Debemos ir a un plebiscito de la gestión de Alberto Fernández, de Cristina y de Axel y de Verónica Magario en la provincia de Buenos Aires. Somos conscientes de que hay una valoración sobre lo hecho en tiempos de pandemia, que es cuidar la vida, y la estrategia de Alberto Fernández de dotar el sistema sanitario para que no colapse y lograr avanzar con el plan de vacunación. No fue lo único que hicimos. Hay señales de crecimiento de la construcción. La balanza comercial positiva, no por el viento de cola, sino porque exportamos a niveles que la Argentina hace tiempo no exportaba. La metalmecánica, la siderúrgica, la industria automotriz, también.
—El precio de las commodities no era algo esperado. Uno puede decir que el peronismo también tiene suerte.
—Son divisas que ingresan por arriba de lo que imaginábamos. No preveíamos que llegarían a este precio. Pero es una decisión estratégica cuidar esas reservas, poder tranquilizar las variables macroeconómicas. Esas reservas obviamente están lo suficientemente altas para no provocar un daño más grande que el que tiene la Argentina. Cada vez que se devalúa nuestra moneda, todo este esfuerzo se licua en un minuto. Hay un equipo económico y productivo, aunque a veces los medios no lo reflejen, que piensa en estas cosas. Son las que les van a permitir a los ciudadanos y las ciudadanas vivir todos los días un poquito mejor.
—¡Sos la síntesis entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner para encabezar las listas bonaerenses?
—En las próximas semanas o días estará resuelto. Muchos me ponen en ese lugar de síntesis. Construí una muy buena relación de mucho respeto con Cristina, por supuesto. Tanto con Máximo como con ella, como con Sergio Massa y con Alberto. Esto quizás no es tan común adentro del frente. Algunos dicen que soy muy de Cristina, otros que soy muy de Alberto, otros “de Massa no es, pero se lleva bien con Sergio”. O sea, como si hubiese que, otra vez, rotularlo. El argentino tiende a simplificar, a tener que ubicarnos. Bueno, ubíquenme en el Frente de Todos. Soy Frente de Todos.
— ¿Serás la candidata a intendenta de La Plata en 2023?
—Sí, no tengas ninguna duda.
—Un paso lógico sería encabezar la lista de bonaerenses.
—No es contradictorio. Sigo trabajando en mi distrito, la ciudad de La Plata, a pesar de ser funcionaria nacional; soy concejala ad honorem. Me quise quedar con la agenda local. No pierdo contacto con el territorio, recorro, escucho a los curas, hablo con las instituciones..
—Mencionaste a Máximo Kirchner. Ahora, en 2019, fue Máximo Kirchner el autor de la candidatura que te terminó ganando por 0,30% de La Cámpora. ¿Cambió tu relación?
—Siempre fue muy buena. En ese momento también. Muchos no entienden cómo es la política. El día que perdimos en 2015 todo, el gobierno nacional, provincial y local, después del ballotage dije “voy a salir a construir para 2019”. Empecé a caminar en enero de 2016. En marzo de ese año llamé a Máximo y le conté mis planes. Siempre tuve charla política. Nunca fui de La Cámpora y él lo sabe. Siempre lo enfrenté, en definitiva. Eso no quiere decir que no comparta la mirada. Él quería que Florencia Saintout fuera la intendenta. La intendenta de su propia orga.
—Pablo Gerchunoff en el reportaje de esta misma edición dice que cree que solamente hay dos partidos en la Argentina: la Unión Cívica Radical y La Cámpora. ¿Compartís esa idea?
—Es la organización política más grande con un nivel de organización muy impresionante. Pero en este bipartidismo entre el radicalismo y el peronismo, fundamentalmente en el interior en la Argentina, los partidos peronistas son la base de la formación de los cuadros, de participación política activa...
—¿La Cámpora terminá siendo la organización del peronismo?
—No. Está entrando en un proceso donde su conductor, Máximo Kirchner, dio un salto de amplitud al presidir el Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires. Deja de ser el líder de La Cámpora para serlo de algo mucho más grande en una etapa distinta de la Argentina, y además parte de un frente que exige mayor amplitud, mayor elasticidad en la mirada, en el abrazar.
—¿Cómo ves el futuro de La Cámpora?
—Como una orga muy importante. Sobre todo con cuadros nacidos en el 70, que seguirá abonando la política argentina por los próximos años, como el Frente Renovador, el Movimiento Evita y tantas más. La Cámpora es la organización más grande a nivel nacional. No se ve una orga tan grande en todo el país que tenga cuadros políticos desde Tierra del Fuego hasta Jujuy. Eso para nosotros es muy importante. Hay una usina de formación, de capacitación, de entender qué es el peronismo. Eso se escinde y se fusiona en el Partido Justicialista en la provincia de Buenos Aires.
—Cuando estudiaste en La Plata en Ciencias Económicas, la Franja Morada, la Juventud Radical, uno podía imaginar que terminarían siendo todo el partido. Pero fue otra cosa.
—La famosa Coordinadora. Freddy Storani es un dirigente del radicalismo que nació en esa estructura, Coti Nosiglia... Muchos están vigentes.
—Pichetto dijo en esta serie hace un tiempo que cree que La Cámpora, con el paso del tiempo, se convertirá en socialdemócrata.
—Veo una modificación. La primera elección en que se presenta La Cámpora en La Plata es en 2011. Ahí nació la estructura. Al día de la fecha han modificado no sus convicciones, sí la forma de hacer política. Establecieron relaciones con el mundo sindical, los movimientos sociales, con estructuras incluso por fuera del peronismo. Hay más amplitud. Como si el nacimiento hubiese sido algo lógico en el momento más de debilidad de Cristina. Esa cuestión cerrada se está abriendo. Los veo más pragmáticos. Esa es la palabra.
—Estuviste reunida con Cristina Kirchner. ¿Hablaste de las elecciones?
—Me junté con Cristina en el Senado de la Nación en aquellos días que fue presidenta. Hablamos de la gestión.
—Con la candidatura de Facundo Manes y la recuperación de Margarita Stolbizer, ¿se corre el radicalismo hacia el centro? ¿Se está desmacrizando?
—Veo una crisis grande en la alianza Cambiemos. No saben dónde quieren ir. Hay una situación de tensión entre ese radicalismo que quizás encuentra que no hay identidad con Macri, que puede haber una identidad con un Cambiemos con otra forma. En el fondo expresan lo mismo. Lo que está en juego es cómo crece la Argentina, cómo se desarrolla, cómo genera oportunidades. ¿Cambiemos pretende hacer lo mismo que Macri en los cuatro años con otras caras? ¿Cree en la teoría del derrame? ¿Cree que la Argentina sale tomando más deuda y poniendo vencimientos por delante impagables como eran los vencimientos de este año? Macri cuando firmó con el Fondo, ¿sabía lo que hacía? Son cosas que me pregunto.
—Criticaste a Martín Lousteau y Carlos Melconian: “Fueron parte necesaria del actual fracaso del gobierno económico de Macri, entonces escucharlos causa un poco de impresión. Nos dejaron esta bomba”. ¿Hablarías de economía si fueras parte de la campaña?
—La discusión económica y la discusión de lo que debe hacerse para sacar adelante el país con estas bombas que nos dejaron.
—¿Preferirías competir con Facundo Manes o con Diego Santilli?
—Con el que los ciudadanos elijan. Me da exactamente lo mismo. Los dos expresarán ese proyecto de país que queremos dejar atrás. Una Argentina pensada para unos pocos, cuyo crecimiento no está en la base de formación de la alianza Cambiemos. Critican lo que hacemos, pero no se sabe qué quieren.
—Estudiaste Ciencias Económicas y estás planteando una problemática enfocada en poner la economía en el centro. Otro candidato del que se habla para encabezar las listas bonaerenses es Sergio Berni, que lo plantea por el lado de la seguridad. Independientemente de las personas, ¿qué debería estar primero?
—Los temas que les preocupan a los argentinos y argentinas. El tema económico, tener trabajo, cómo vamos a generar oportunidades.
—O sea, la economía por delante.
—No hay posibilidad de brindarle seguridad a nuestra población si antes no generamos las condiciones para que la Argentina crezca y genere trabajo. Cuanto más deteriorada está la Argentina, peores son los hechos de inseguridad. Hay evidencia al respecto. No quiere decir no hacernos cargo de la agenda de seguridad. Hay que hacerlo, y de hecho se está haciendo en la Argentina. Berni encara ese proceso de lucha contra el narcotráfico, contra las bandas de delincuentes, con mucha vehemencia y vocación. Tenemos que hacer eso mientras se genera trabajo. No existe más la Argentina que Macri prometió. Se diluyó electoralmente porque fracasó el modelo económico.
—¿El Frente de Todos pondrá la economía primero en la comparación con el fracaso del gobierno anterior?
—La administración de la pandemia será valorada por la población, estará en la campaña. También, el ingreso de la variante delta será una preocupación.
—¿En el tema de la pandemia puede haber controversia y para algunos puede ser un salvavidas de plomo para el Gobierno y para otros puede ser una oportunidad?
—Pero, ¿por qué vamos a tener que hablar la pandemia? Porque es lo que está ocurriendo en la Argentina. ¿Por qué tenemos que hablar de economía? Porque es lo que está ocurriendo en la Argentina. ¿Por qué vamos a tener que hablar seguramente de seguridad? Porque son las preocupaciones del país. La política no puede construir teoremas en función de focus group o de marketing.
—Pero la ventaja competitiva electoral en la que vos pondrías foco es la economía en la comparación con el gobierno de Macri.
—No tengas duda. Es el modelo productivo que pondrá a la Argentina de pie, que generó 20 mil puestos de empleo, reactivó la obra pública por cinco meses consecutivos, que hizo el plan más importante en materia de producción de automóviles. No solamente con una agenda que nos permite generar inversiones para que haya producción de cerdos, para que haya exportación. La Argentina productiva tiene que garantizar consumo interno y mirar a esos empresarios y decirles que empieza un camino de previsibilidad. Que generen puestos de trabajo.
“La astrología genera la posibilidad de ver mucho más allá de lo racional”
—Definiste a Alberto Fernández como un “ariano muy prolijo”. ¿La astrología sigue siendo una fuente de caracterizaciones en las relaciones con las personas?
—Me gusta mucho. Lo tomo casi como un juego. Cualquier astróloga que me vea dirá que no sé nada, y es cierto. Leo porque me gusta interiorizarme. Leo mucho sobre historia, astrología y los ciclos de la Argentina en sus distintas etapas. Siempre supe que Juan Perón era de Libra. Los países tienen cartas, las empresas tienen cartas. No se trata de la astrología del horóscopo de los diarios, sino de algo mucho más profundo que tiene que ver con los ciclos. Así se puede empezar a entender por qué Joe Biden gana en Estados Unidos o por qué la crisis del 29 se dio en ese momento, qué países estaban teniendo qué tipo de cuadraturas y cuestiones astrológicas. Me interesa, como alguien al que le interese leer sobre mitología griega.
—¿Le creés?
—Sí, pero no lo tomo como una base. No hago predicciones. No creo que se pueda decir lo que va a pasar mañana.
—Pero te parece que da parámetros verosímiles.
—La astrología genera la posibilidad de ver mucho más allá de lo racional.
—Es curioso hacer una carrera política importante y decir públicamente que creés en la astrología.
—No tengo nada que ocultar. Lo siento como si alguien creyera vehementemente en relacionar hechos históricos que están basados en fuentes que no puedo comprobar. Hay gente que estudia eso técnica y científicamente.
“Pensar que Pepe Albistur me couchea es no conocerme”
—¿Cuándo conociste a Alberto Fernández?
—No recuerdo el día exacto, así como te digo que a Pepe Albistur lo conocí el 19 de julio. Lo vi muchas veces previo a ser la pareja de Pepe, pero las primeras veces fue en situaciones de Pepe como secretario de Medios. La primera vez que fuimos a cenar, Alberto estaba con Vilma Ibarra en pareja. Pepe siempre cultivó esa amistad con Alberto. Cuando Alberto se corrió del gobierno, mantuvo siempre su relación, incluso en momentos muy alejados de Cristina. Se preservó el vínculo de la amistad en los distintos estadios de Alberto, al lado de Sergio Massa, de Florencio Randazzo. También tildan a Pepe como una persona irascible, con mucha personalidad; tiene amigos de todos los colores políticos. Nunca vi a un tipo con una habilidad tan grande para sostener relaciones con personas antiperonistas totales, del socialismo, con apolíticos. Ama la política, pero conserva un vínculo muy sano con personas que piensan muy diferente.
—¿Vieron juntos ambos matrimonios la final de la Copa América?
—Sí. Fue un riesgo de parte nuestra. Manteníamos una relación mucho más estrecha con Alberto. Desde el momento que fue presidente, y uno entiende la responsabilidad que tiene, no somos de las personas que frecuentamos ni Olivos ni su vida diaria. Soy funcionaria, con lo cual el marco de la distancia de Alberto con la mujer de su amigo está clara desde el día uno. Me manejo con mi jefe de Gabinete, Santiago Cafiero. Casi no tuvimos reuniones a solas.
—¿Y los matrimonios en conjunto?
—Fueron muy pocas situaciones. Alberto conversó con Pepe, su amigo, en Olivos mucho más. Hacía un año y dos meses que no iba a Olivos en plan matrimonios a comer.
—¿Cómo es la relación de Pepe con Alberto?
—De una amistad muy franca, pero de dos posiciones bastante diferentes en las lecturas que hacen. Eso los potencia al mismo tiempo. Pepe no es un amigo de Alberto que le va a decir, a pesar de que es el presidente de Nación e inspira un respeto, lo que piensa. Por eso se encuentran sin que esté yo.
—¿Uno es más progresista que el otro?
—Pepe no es prudente ni moderado, y nunca fue candidato a nada. Alberto sí. Alberto escucha a Pepe, pero debe filtrar muchas de las cosas de su amigo. Convivo con una persona que vive la política, que hizo las campañas de la gran mayoría de los presidentes de la Argentina del peronismo. Muchos creen que me couchea o me tira frases. Mi respuesta es que no me conocen. Por supuesto que aprendí de él, que es un abridor de puertas. Pero está lo que piensa Pepe y lo que piensa Victoria Tolosa Paz.
—¿Entre vos y Pepe Albistur uno es más progresista que el otro?
—No. Somos dos peronistas. No encuentro una diferencia en la mirada sobre cómo sale la Argentina adelante. Hablamos de economía, de producción, de oportunidades, de exportaciones. En eso no hay diferencias. La variación es de estilo. Pepe nunca es candidato. No se cuidaría en decir absolutamente nada. Cuando se es candidato a algo se tiene mucha responsabilidad. Hay que comunicar no emociones, sino ideas.
—¿No hay diferencias ideológicas entre vos, Pepe y el Presidente?
—Para nada. En algún momento las tuvimos, porque estuvimos en espacios diferentes, pero en este somos parte del Frente de Todos.
Producción: Pablo Helman, y Debora Waizbrot.