El principal interrogante del caso Nisman probablemente nunca se resuelva. Y no por rigor científico. Es que los dos equipos forenses que intervinieron en la causa arribaron a conclusiones distintas sobre lo que pasó en el baño del departamento de Le Parc, el 18 de enero de 2015: el Cuerpo Médico de la Corte Suprema de Justicia, por un lado, entendió que no hubo terceras personas en la escena, y el equipo de Gendarmería Nacional lo diametralmente opuesto.
En una muerte dudosa pueden convivir decenas de teorías sobre el móvil -e incluso perpetuarse en el tiempo, como en el caso de María Marta García Belsunce y otros tantos (Dalmasso, Briant, Herro, etc. etc.), pero solo una sobre cómo pasó.
Ambos equipos analizaron los patrones de las manchas de sangre que había en el baño cuando el fiscal de la causa AMIA fue encontrado sin vida con una herida de arma de fuego en la cabeza. Veamos.
La interpretación que hacen los gendarmes se fundamenta en la ausencia de "partículas características de residuos de disparos" (el barrido electrónico y el dermotest dieron negativo, aunque los expertos coinciden que esta prueba no es categórica) y parten de la hipótesis que la mano derecha de Nisman tuvo que ser presionada por otra persona porque tenía manchas de sangre.
Para ellos Nisman fue ejecutado estando de rodillas, de frente a la bañera y de costado al vanitory.
En cambio, los peritos del Cuerpo Médico Forense de la Corte Suprema de Justicia destacan en su informe que sólo hallaron huellas de tres personas que fueron debidamente identificadas: Alberto Nisman, su mamá, Sara Garfunkel, y su asesor informático Diego Lagomarsino. Sin huellas de terceros ni señales de una escena acomodada o limpiada entienden que no se puede probar la presencia de terceras personas. “Ninguna de las observaciones indican con certeza pericial médico-legal que se haya tratado de un hecho homicida”, señala el estudio.
Además, interpretan que la ausencia de residuos de pólvora en la mano del fiscal no es ilógica en la teoría del suicidio porque eso podría deberse a la sangre que tenía y que pudo haber eliminado a algunos de los componentes necesarios como para sospechar que efectuó el disparo.
Los golpes que presentaba el cuerpo también fueron entendidos de manera distinta: los forenses de la Corte señalan que se condicen con una caída posterior al disparo y los de Gendarmería aseguran que la presencia de ketamina -una droga con fines anestésicos pero que también se usa como droga recreativa en fiestas electrónicas- indica que podría haber sido reducido a los golpes antes de ser ejecutado.
Lo curioso de esta conclusión es que la escena del crimen no arrojó signos de una pelea. No hay ni una gota de sangre -con excepción del baño donde fue hallado el cuerpo del fiscal- ni señales de desorden, ni puertas forzadas. Nada de eso.
Sobre la mecánica de la ejecución, el informe de los gendarmes es ambiguo: plantea que la pistola pudo haber sido empuñada por un tercero que se posicionó detrás del fiscal, aunque no descarta que el ejecutor haya sido el propio fiscal.
El extenso informe de Gendarmería, en el que intervinieron cuarenta peritos en criminalística, balística, medicina legal y rastros, entre otros, también destaca la manipulación "de terceras personas presentes en el lugar del hecho”.
Por ejemplo, y sobre el análisis de una gota de sangre hallada en el borde superior del inodoro, asegura que no la pueden vincular con el momento del disparo (suponen que habría sido previo), aunque aclaran que eso también podría deberse a la contaminación de la escena por parte de los efectivos de la Policía Federal Argentina (PFA) que ingresaron al departamento.
"El tiempo que pasa es la verdad que huye", dice Edmond Locard, médico francés y creador del primer laboratorio policial. La célebre frase sintetiza los vaivenes de una causa que no logra salir de una encrucijada que se planteó desde la hora cero. A cinco años de la muerte más conmocionante de los últimos tiempos todavía sobrevuelan los mismos fantasmas.