Otro hombre acusado de integrar la denominada banda de los “cazaviolines”, una organización que engañaba a hombres a través de las redes sociales con encuentro con menores y los citaba en departamentos de alquiler temporario, donde los sometía a torturas físicas y psicológicas que eran transmitidas en vivo por plataformas digitales.
La detención se concretó luego de dos allanamientos realizados en inmuebles de las calles Tucumán al 3100 y Jean Jaures al 500, ambos del barrio porteño de Balvanera, por efectivos de la División Investigaciones Comunales 5.
El imputado detenido está acusado de ser el facilitador del domicilio en el cual se llevaba adelante la actividad delictiva. En este sentido, en los procedimientos se incautaron también dos notebooks, un CPU, una consola de videojuegos, tres frascos con flores de marihuana, un pendrive y un celular.
Este operativo se suma a otros realizados el 2 de abril pasado, cuando fueron detenidos otros cuatro acusados, entre ellos el supuesto cabecilla, Brandon Maldonado, un influencer de 29 años.
Entre los acusados hay una mujer que supuestamente concertaba las citas con personas haciéndose pasar por menor de edad y para luego privarlos de su libertad y golpearlos mientras el video era transmitido en vivo por canales de streaming.
Líder. Brandon tiene más de 80 mil seguidores en su cuenta de Instagram, donde muestra su lado más íntimo: fotos con su mujer y su pequeño hijo, viajes por el mundo y paseos en Lamborghini. Sin embargo, en su descripción figura el enlace que revela su otra cara: la de un falso justiciero que secuestra y golpea a supuestos pedófilos o abusadores.
La cuenta de YouTube que promociona en su perfil se llama elquechugatv y el video con más vistas tiene 3,6 millones de visualizaciones. Las escenas que muestra son de una crueldad extrema.
Brandon construyó un personaje que se movía al margen de la ley. Se hacía pasar por menor de edad en redes y apps de citas para atraer adultos, a quienes luego “escrachaba” en situaciones violentas, sin intervención policial ni judicial. Esas escenas, algunas de ellas montadas y otras reales, eran difundidas con un estilo provocador que buscaba sumar vistas y seguidores.
La Justicia sostiene que ese primer formato fue mutando hacia prácticas cada vez más graves, hasta transformarse en una estructura criminal dedicada al secuestro y la tortura.