La denuncia de una chica de 19 años resultó ser la punta de un iceberg de una causa judicial que comenzó investigándose como presunto abuso sexual y sumó rápidamente evidencias para configurar otros delitos como pedofilia, trata de personas y corrupción de menores. El principal acusado es un comerciante de 45 años, dueño de un taller de motos y una verdulería, que en redes sociales y sitios pornográficos decía que era el “Jeffrey Epstein argentino”.
Su modus operandi era similar, aunque claramente no era un magnate: captaba chicas menores de edad y de bajos recursos, a las que sometía sexualmente, pero también las filmaba y distribuía el material en distintos sitios pornográficos. Una de las principales evidencias son los dos sillones rojos que aparecen en varias filmaciones y que estaban en uno de los domicilios allanados, junto a juguetes sexuales, lencería y hasta dos pistolas y cerca de 250 municiones.
El acusado fue identificado como Alejandro Martín B.P. Lo detuvieron por orden de la fiscal Lorena Pecorelli, que está a cargo de la Ayudantía Fiscal Delitos Conexos a la Trata de Personas, Pornografía Infantil y Grooming, en la esquina de las calles Emilio Castro y Pueyrredón, en la localidad bonaerense de Haedo, partido de Morón, frente al Mercado Saropalca, un tradicional predio de frutas y hortalizas de productores bolivianos.
En uno de sus domicilios, el acusado organizaba reuniones. También en uno de los locales, según pudieron establecer los detectives, llegó a montar un set de filmación para filmar a las menores manteniendo relaciones sexuales con él y otras personas.
El comerciante, que en el año 2017 había sido condenado a tres años de prisión en suspenso por “abuso sexual con acceso carnal”, manejaba un Honda City. Y no estaba solo. Lo acompañaba su pareja, Virginia L. (46), quien fue demorada preventivamente, pero pocas horas después recuperó su libertad. De ella se sospecha que habría colaborado en la captación de la víctima, como hacía Ghislaine Maxwell, la “madame” y ex novia de Epstein, detenida por el FBI en julio del año pasado.
La investigación comenzó el año pasado cuando una de sus supuestas víctimas lo denunció en la fiscalía de La Matanza. No fue fácil. Le llevó cerca de cuatro años procesar sus padecimientos como para tomar coraje y animarse a contar todo en la Justicia.
Según su relato, un hombre conocido como “Ale” la contrató para distribuir volantes de una agencia de motos. Ella tenía 14 años. Su empleador, que aquel entonces tenía 41 años, la sedujo hasta llegar a mantener relaciones sexuales. Enseguida comenzó a filmar los encuentros y compartir los videos en plataformas pornográficas (sin conocimiento de la víctima, claro). Al poco tiempo, le exigió que trajera a sus amigas, también menores, a las cuales también intentó seducir “llevándolas a comer a lugares ostentosos y haciéndoles regalos”, según se indica en la investigación.
En uno de sus domicilios, el acusado organizaba reuniones. También en uno de los locales, según pudieron establecer los detectives, llegó a montar un set de filmación para filmar a las menores manteniendo relaciones sexuales con él y otras personas.
La víctima no recordaba el nombre del hombre que la había contratado, pero sí aportó algunas direcciones que sirvieron de guía a los investigadores.
En base a las distintas tareas de inteligencia, llevadas adelante por la División de Trata de Personas del Ministerio de Seguridad de Buenos Aires, ubicaron el taller de motos y también el departamento al que llevaban a sus víctimas. Con la descripción que realizó la denunciante, lograron identificarlo y establecer que solía moverse en dos autos, ambos a nombre de su supuesta pareja.
En los seguimientos, descubrieron que la pareja frecuentaba colegios primarios y secundarios, y clubes deportivos. En redes sociales ofrecían trabajos para repartir volantes, aunque el único fin era la captación de menores, a las cuales “elegían por su condición social de clase baja, chicas de barrios carenciados”.
A su vez, los detectives sumaron evidencias en base a un profundo análisis de sitios de sexo explícito. De acuerdo con la investigación, en una de las páginas el comerciante utilizaba el usuario “vidkaswinger”. Allí obtuvieron detalles de sus conversaciones con otros usuarios e indicios de cómo reclutaba a sus futuras víctimas.
En uno de esos chats, por ejemplo, se jactaba de cómo una de sus víctimas le obedecía en todo. “Pasa muchas necesidades y me aprovecho de ella. Se deja c... por mis amigos cuando se lo ordeno. Y también le doy unos sopapos porque así les gusta a estas negras villa. Con las turras villeras no existe la violencia de género”, escribió en una de las conversaciones que forman parte de la investigación.
También sumaron pruebas con las más de 2 mil horas de escuchas telefónicas realizadas a los dos números que utilizaban el comerciante y su pareja.
El depredador sexual más rico y perverso del mundo
Jeffrey Epstein era un millonario estadounidense de 66 años que en agosto de 2019 se quitó la vida en la cárcel de Nueva York, donde estaba detenido por una trama de abusos y explotación sexual de menores que sacudió a todo el mundo.
Epstein tenía amigos poderosos, entre ellos el expresidente de Estados Unidos Donald Trump y el príncipe Andrés de Inglaterra.
El magnate creó una red para abusar de decenas de niñas en su mansión de Nueva York, así como en otra situada en Florida, hace más de una década.
Epstein, detenido el 6 de julio de 2019 en Nueva Jersey, ya había enfrentado acusaciones similares en Florida.
Sin embargo, en 2008 alcanzó un acuerdo extraoficial con la Fiscalía de ese estado para que se cerrara la investigación.
Las víctimas no supieron de esas negociaciones hasta cerca de un año después que el acuerdo fue firmado. El que era entonces fiscal de Florida, Alexander Acosta, fue nombrado luego secretario de Trabajo por el presidente Donald Trump, pero tuvo que renunciar al cargo este año en medio del escándalo que suscitó el acuerdo con Epstein.