El cuerpo del dictador Jorge Rafael Videla fue encontrado muerto en el baño de la celda en la prisión de Marcos Paz: el médico Jorge Domínguez constató que no tenía pulso ni reacción en las pupilas y que estaba inconsciente. Partes que circularon ayer por internet añadían que Videla tenía problemas de diarrea. Pero en realidad, no sólo había tenido diarrea el día anterior sino que además poseía varias patologías: entre ellas, hipertensión y un cáncer de próstata. El propio Videla se había quejado varias veces en los tribunales por tener supuestas pérdidas de la memoria y falta de equilibrio. El cuerpo de Videla estaba inclinado en el inodoro según lo confirmó una fuente del Gobierno.
Un agente había hecho un recuento de presos a las 6:40 de la mañana y vio que el represor estaba en el baño. En una segunda recorrida, se solicitó asistencia médica, cuando notaron que no salía de allí. A las 8:25 fue declarado muerto.
Al cuerpo del dictador se le hizo una autopsia por una cuestión protocolar: a todos los presos se le hacen cuando mueren, para descartar cualquier sospecha. La familia quería evitar la foto de la salida del cuerpo de la morgue por lo que supone habrían intentado sacarlo de madrugada.
La autopsia fue ordenada por el juez federal de Morón, Juan Salas, que lo mantenía preso en la cárcel de Marcos Paz, en el pabellón donde estaban todos los acusados de delitos de lesa humanidad. Aunque el cuerpo fue retirado el mismo viernes, y la autopsia ya se hizo, hasta el cierre de la edición no había sido entregado a los familiares, que quieren evitar marchas o escraches, como ocurrió en el pasado en el domicilio donde cumplía arresto domiciliario. Es un misterio si la familia enterrará el cuerpo en el cementerio o si cremarán sus restos. Es que la figura de Videla despierta el más profundo rechazo de la mayoría de la sociedad, y si hay un lugar donde el cuerpo es enterrado podría ser un punto de convocatoria de organizaciones políticas para violar la tumba donde pudiera quedar el represor.
Hasta los últimos días, Videla pasó por los tribunales de Retiro, donde estaba siendo juzgado por su participación en el Plan Cóndor, un complot integral entre las dictaduras de Latinoamérica para erradicar disidentes. Pero en su última aparición, el martes pasado, se negó a las preguntas y se limitó a leer un documento en el que se declaraba preso político y admitía sus responsabilidades “castrenses” en lo que consideró una guerra contra el terrorismo. Videla jamás declaró el destino de los desaparecidos ni de los bebés apropiados por los dictadores aunque sí fue condenado por ello. Primero, en la década del 80, en el Juicio a las Juntas, en la famosa causa 13, donde se le imputaron secuestros, torturas y homicidios. El año pasado, el 5 de julio, un tribunal federal le dio cincuenta años de cárcel por ser el jefe de un plan sistemático para apropiaciones de menores. Pero la única condena firme era la de la causa 13. El destino de Videla era morir tras las rejas. Claro que en los organismos de derechos humanos destacaron que hubiera sido preferible que rompiera el silencio sobre el destino de los hijos y los nietos. Durante muchos años, Videla ni siquiera admitía su responsabilidad sobre el terrorismo de Estado.
Cuando se vio acorralado por la Justicia, terminó por hacerlo