POLITICA
1° de Mayo de 1974

El día que Perón echó a los montoneros por "infiltrados"

Luego del largo exilio, fue la dramática escenificación de la ruptura del líder con la que hasta hacía poco tiempo era su "juventud maravillosa".

La tapa del libro de Ceferino Reato: "Los 70, la década que siempre vuelve"
La tapa del libro de Ceferino Reato: "Los 70, la década que siempre vuelve" | Cedoc

Debió haber sido una fiesta peronista, el día del reencuentro del general Juan Domingo Perón con sus partidarios, nuevamente desde el balcón de la Casa Rosada, casi veinte años después del golpe que lo desalojó de la presidencia y lo obligó a un largo exilio. Fue, en cambio, la dramática escenificación de la ruptura del líder con la que hasta hacía poco tiempo era su “juventud maravillosa”, la organización político militar Montoneros.

La pelea —obvio— no comenzó aquel 1° de mayo de 1974, hace cuarenta y siete años. Se había iniciado casi un año antes, cuando Perón, todavía en el exilio, conoció a los jefes de Montoneros. En una época donde no existían ni internet ni los celulares ni siquiera la televisión por cable el General que quería volver a la Argentina y al poder y los jóvenes que marchaban hacia la revolución socialista habían hecho una alianza sin siquiera haberse visto las caras.

En mi libro Los 70, la década que siempre vuelve, explico las causas de la ruptura entre Perón y la cúpula montonera, encabezada por Mario Firmenich. Y cómo fue ocurriendo, round a round.

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Esa ruptura sería apenas una anécdota si no fuera porque en aquella época las disputas políticas terminaban resolviéndose a los tiros, como, ciertamente, ocurrió.  

La pelea quedó a quedó a la vista de todos el 1° de mayo de 1974 en el acto por el Día del Trabajo, una de las fiestas del peronismo. Terminó siendo el día en que Perón los echó de la Plaza de Mayo y del Movimiento o, como siguen sosteniendo los jefes montoneros, cuando ellos decidieron irse, empujados por sus bases. Lo cierto es que ya no hubo retorno porque Perón murió dos meses después, el 1 de julio, tras haber consagrado al pueblo como su único heredero, el 12 de junio, cuando se despidió con estas palabras tan elocuentes: “Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que para mí es la palabra del Pueblo Argentino”.

¿Qué pasó aquel día?

Para el último round de la pelea, Montoneros planeó el acto en la Plaza de Mayo como una asamblea popular ante la cual Perón debía rendir cuentas; la consigna que llevaron era punzante: "¿Qué pasa, qué pasa, qué pasa, General, que está lleno de gorilas el gobierno popular?". La gritaron con fuerza cuando Perón salió al balcón, a las cinco de la tarde. Con fastidio, Perón esperó que se callaran, luego les hizo gestos con las manos pidiendo silencio y, como no lo consiguió, se largó a hablar:

“Compañeros: hace hoy veinte años que en este mismo balcón y con un día luminoso como éste, hablé por última vez a los trabajadores argentinos. Fue entonces cuando les recomendé que ajustasen sus organizaciones porque venían días difíciles. No me equivoqué ni en la apreciación de los días que venían ni en la calidad de la organización sindical, que se mantuvo a través de veinte años, pese a estos estúpidos que gritan”.

Los montoneros reaccionaron con cantos ya clásicos.

—¡Se va a acabar, se va a acabar, la burocracia sindical!

—¡Mon-to-neros, carajo! ¡Mon-to-neros, carajo!

“Decía que a través de estos veinte años, las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles, y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más méritos que los que lucharon durante veinte años”.

Mientras los montoneros volvían a la consigna central, Perón tomó aire y asestó otra puñalada, esta vez recordando tácitamente al secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, asesinado por Montoneros el 25 de septiembre del año anterior.

“Por eso, compañeros, quiero que esta primera reunión del Día del Trabajador sea para rendir homenaje a esas organizaciones que han mantenido su fuerza orgánica y han visto caer a sus dirigentes asesinados, sin que todavía haya tronado el escarmiento”.

Los montoneros sintonizaron la misma frecuencia.

—¡Rucci, traidor, saludos a Vandor! ¡Rucci, traidor, saludos a Vandor!

Perón siguió elogiando a los gremios y a los trabajadores, "la columna vertebral de nuestro Movimiento", y prometió que concretaría la reconstrucción y la liberación del país "no solamente del colonialismo que viene azotando a la República a través de tantos años, sino también de estos infiltrados que trabajan adentro y que traidoramente son más peligrosos que los que trabajan desde afuera, sin contar que la mayoría de ellos son mercenarios al servicio del dinero extranjero".

Muchos montoneros ya no lo escuchaban porque le habían dado la espalda y se estaban yendo. El acto terminó con la mitad de la Plaza vacía y con la otra mitad, la que había sido movilizada por los sindicatos, gritando victoriosa.

—¡Ni yanquis ni marxistas, peronistas!

—Vea, vea, vea, que cosa más bonita, Rucci dio la vida por la Patria Peronista.

El General los había bendecido en la disputa que también ellos mantenían con los montoneros.