Julio de 2018. Argentina tenía unos meses por delante para prepararse para la cumbre del G20. El presidente era Mauricio Macri. Los vecinos de Callao y Arenales, en Recoleta, se sorprendieron con un paquete que resultó ser un explosivo casi listo para detonarse, con una amenaza contra un importante funcionario del Ministerio de Defensa, que en ese momento comandaba Oscar Aguad.
El destinatario del artefacto era José Luis Vila, encargado de Asuntos Exteriores en el Ministerio, con formación en el Colegio militar y de origen radical con una larga trayectoria en Defensa y en Inteligencia, pero la mayor parte fuera del país. Trabajó para Alfonsín, De la Rúa, Cristina Kirchner y Macri. Preside aún el comité de Defensa de la Fundación Alem.
Resultó que el explosivo “casero”, que fue detonado por la Policía Federal, había sido puesto por la misma banda que realizó otras tareas de espionaje ilegal -algo que se supo después- y cuyas víctimas fueron desde la entonces ex presidenta Cristina Kirchner hasta el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta.
Vila no vivía más en ese edificio, pero no fue ni la primera ni la última amenaza anónima que recibió: la misma banda distribuyó panfletos con acusaciones falsas en su contra y realizó llamados con advertencias. También una denuncia falsa por lavado de dinero.
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Vila, cuya carrera tuvo lugar por más de 13 años en Estados Unidos, Moscú, Madrid y Brasilia, prácticamente no pisó la ex SIDE en Buenos Aires. Pero sufrió las operaciones de un grupo que recibía órdenes de la calle 25 de mayo. Esa banda, para la justicia federal de Lomas de Zamora, era comandada por la cúpula de la inteligencia de ese momento, Gustavo Arribas y Silvia Majdalani, procesados junto a un grupo de policías de la Ciudad que prestaron sus servicios a la AFI en ese momento.
—¿Por qué cree que fue blanco de esas operaciones?
—Querían que renunciara al cargo que tenía. Coincidió con que el Gobierno quería utilizar a las Fuerzas Armadas en la lucha contra el narcotráfico y con que la AFI quería hacer operaciones en el exterior. Las Fuerzas Armadas no pueden operar en el ámbito interno, y en el externo estaban bajo mi control: yo controlaba a todos los agregados militares. Nadie podía manejar una aduana paralela. Me iba a enterar. Porque además en esas operaciones, si querían robar, iban a tener que mentir. Si vos querés que te asignen plata para combatir al narcotráfico en Colombia, o en la frontera entre Colombia, Perú y Brasil, ibas a tener que explicar por qué y yo conozco perfectamente el tema.
—Es decir que su presencia en ese lugar molestaba.
—El objetivo (de las amenazas) era ese. “Váyase”, me estaban diciendo. Estorbaba en el Ministerio de Defensa. Esto empezó con Julio Martínez y continuó con Aguad. Me querían quitar del medio. Llenaron de panfletos el Ministerio de Defensa con acusaciones en mi contra. No cualquiera puede entrar al Ministerio y hacer eso. Tenés que tener credenciales.
—¿Usted conversó con alguien de la AFI de ese momento o con las autoridades del Ministerio para ver qué creían sobre la bomba y las otras intimidaciones?
—Con Majdalani conversé solo una vez cuando el ministro era Martínez, porque me habían dicho que ella no me quería en el cargo. Cuando la fui a ver, me lo negó. Me dijo que eso no era cierto. Por lo demás, nunca pensé que este tipo de acciones podían venir del propio gobierno. Ni tampoco de la oposición.
—¿Cree que Arribas y Majdalani sabían de esto?
—Esto era una operación a gran escala. El grupo que me espió a mi se llamaba Grupo Pilar, pero el espionaje a los familiares del ARA San Juan lo hizo otro grupo; el espionaje en las cárceles otro grupo. Arribas y Madjalani sí sabían. Esto no era cuentapropismo. Esos grupos eran integrados por policías de la Ciudad de Buenos Aires que habían sido llevados “en comisión”, algo que era inusual.
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—¿Y Mauricio Macri?
—Las omisiones dicen mucho también. Cuando fue lo de la bomba, faltaba poco para el G20. Como comandante en jefe debió haber investigado. No se investigó nada. Por otra parte, entre los espiados estaba su hermana. ¿Quién podría estar interesado en espiar a su hermana?
—Usted es querellante en la causa por la bomba en Comodoro Py ¿y también en Lomas?
—En Lomas de Zamora tengo acceso a la causa porque se descubrió allí material que vinculaba una cosa con la otra. Cuando vi el grado de avance que tenía opiné a favor de que mi caso pasara de Py a Lomas pero el fiscal del caso, Guillermo Marijuán, se opuso. Y pensé: bueno, será porque va a hacer un montón de cosas. No hizo nada en todo 2020. ¿Para eso la quería la causa? ¿Para que duerma?
—¿Y qué cree que va a pasar?
—Yo quiero que quede allá la causa (en Lomas) porque el riesgo si se traslada es muy grande. El traslado lo harían policías, y justamente se los está investigando. Y la rapidez en el avance también contribuye a evitar que se instalen relatos. Cuando fue lo de los pollos de Mazzorin la Corte tardó diez años en decir que Mazzorin era inocente de culpa y cargo, pero se instaló un relato que lo perjudicó. Acá están queriendo imponer un relato también. Por eso es importante que se resuelva rápido.